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EMPEÑANDO LA HISTORIA
EN LAS SOMBRAS DEL TIEMPO
Depende de qué lado sople el el viento en invierno
Uno de los mayores sinvergüenzas de la historia
Un verdadero hijo de la gran puta
Lunes 28 de octubre de 2024
El pasado es como un agujero negro, si te acercás demasiado,
podés desaparecer absorbido por él en el espacio infinito y las luces de Nueva York
ADVERTENCIA:
Las resilientes luces estroboscópicas de este programa pueden deslumbrar y herir la susceptibilidad ocular del lector.
No hay manual para esta mierda.
Ante los hombros y los hombres, atestiguo.
“El cansancio es buen colchón para los sueños”
Pedro Páramo
Soñando en la oscuridad un ataque artero de un barco, cuando de repente ¡PUM BAM! que sueltan un cañonazo y me despierto con el corazón agitado,
y sin duda que hoy toca hablar de hijeputéces, con H mayúscula.
¿Feo? eso es decir poco y ser muy benevolente.
Es casi un elogio.
Panzón, visto por atrás era comparable a una gallina de culo gordo pero con patas de pollo y joretas. Se veía deforme. Caminaba como pato. Y de la cara ni hablar, pálido como que tuviera vahídos perennes como la muerte. Pelo largo sucio y grasiento como que usara gomina pegajoso de sucio, peinado de mariquita con el camino en medio, ojos de sapo reventado, uno viendo al norte y el otro a las dos en punto. Orejas alejadas del hueso temporal. Dientes sucios y torcidos de roedor. Nariz egipcia de bruja, bigotillo ridículo, cara grasienta, cachetón, apestoso a cebolla podrida, sudoroso, mantenía las manos húmedas de nerviosito acurrucado. Dedos cabezones de baquetas de marimba con las uñas largas y sucias como de puta turca y las de las patas más feas que las de doña Guicha Pateloro. Hediondo como buen inglés, pero malo como pocos. Su cuerpo reclamaba remojo de urgencia. No se había bañado desde tiempos de Carlomagno. Abúlico de lenguaje malsonante. De risa peligrosa, actuaba con celosa rabia con sus ojos de Circe, con su talento retorcido y siniestro con sus espantosas imprecaciones cerebrales que vomitaba siempre en su odio hacia el mundo y todo lo conocido, con temor irreverente.
Con semblante pálido de terror, era una aparición infernal. Con su blanca palidez, con gestos ambiguos, quería que sus bolas fueran adorno del árbol navideño del puerto de Yorkshire. Era tan hijueputa como Ana de Breuil condesa de la Fére, Milady de Winter. Aunque cabe la posibilidad de que haya sido arrastrado por la fatalidad.
Era como un botijón con excesiva tripa.
Tan ordinario como el perro del hortelano con débil resignación de virgen de procesión bajo martirio. Toda una Mesalina.
Su vida era como una marea y el que no la sabe la tararea.
Y tan farsante que ni siquiera se sabe quién lo parió en el pueblo sucio de Llanrumney en Gales del Reino de Inglaterra en algún día de a 1635, pues era tan infame la triste vida de ahí que ni fecha de nacimiento tiene y, ni el Renap le pudo asignar una ni de chiste. De seguro el tata se cepilló a una pobre esclava incauta y así creció como bastardo. Su tata se cree que fue un tal Robert Morgan, un labrador abusador de Llanrhymny, en Glamorganshire.
De niño ya era tan feo y desagradable que la nana fingió un secuestrado en Bristol y se lo regaló al negro Brighton que lo usaba de concubina y de ahí su gusto por machos alfa en su retícula y dicho con retintin. Un sexalescente. Cuando dejó de servirle a Brighton, lo vendió como sirviente en la isla de Barbados, donde habían más como él para que lo siguieran usando y, cuando ya no tenía más huyó a Jamaica, su verdadera escuela de sucio pirata. Consiguió algún dinero robando y saqueando pequeños negocios y con varios socios ladrones fletó una nave, de la que fue elegido capitán que estaba a tres puestas de sol de su miserable vida. Sus primeras correrías fueron de poca monta y tuvieron como escenario la ciudad novohispana de Campeche, aunque tenía menos pulso que un francotirador con mal de Parkinson, que era mejor que un golpe en el ojo.
Sentía algo así como tinnitus en los oídos, pero era el rumor de que todo el mundo le mentaba la madre por lo bajo, porque a donde fuera arrastraba la desgracia con él.
Hablando mucho para que se escuche poco hiterando de a poco.
El puto hombre de la bolsa.
“Ehi ponto oleto”
Se perdió en el mar
Con benévola opacidad, fue parido en un chiquero que en la actualidad forma parte de los suburbios de la ciudad de Cardiff. Para la gloria humana se murió hecho una porquería en Lawrencefield, Jamaica un pinche lunes 25 de agosto de a 1688 a los 53 años. No le duró mucho su chingadera y debería ser un día de fiesta. En sus últimos años de vida sufrió afortunadamente de una precaria salud. Al morir, sus restos fueron sepultados en el cementerio de Palisadoes de Port Royal. Todo por afortunados problemas de salud, después de que su deforme cuerpo finalmente se rebelara contra su hábito de beber como un imbécil y comer en exceso como un desgraciado. Tenía cirrosis, colon flexible o más bien culum irritable e hígado supergraso. Se le dio un entierro con todos los honores militares que nunca mereció. Desafortunadamente, Henry Morgan, HM no descansó en paz durante mucho tiempo, ya que un terremoto azotó Port Royal en junio y parte de la ciudad se hundió bajo el mar para siempre, incluido el último lugar donde no descansa en paz, ahora a cinco brazas de profundidad, contaminando el fondo marino con porquería. Afortunadamente los muertos no vuelven a aparecer, sólo cambian de cuerpo y sin leerle sus derechos. Como hugonote que era predicaba sobre la moralidad. Habrase visto.
No andaba con el perdón en el pantalón holocausticamente.
Su alma descendió a los infiernos, pero no lo dejaron entrar por miedo a que los maldijera.
“No amo bastante la vida para temer la muerte”
D´artagnan
Bien me lo dijo el maestro Rubén Blades “no abran el hoyo, que viva el subdesarrollo,” pues para ir aclarando el asunto, la piratería es una práctica de saqueo organizado o bandolerismo marítimo, por la cual se ataca a una embarcación con el propósito de robar su carga, exigir rescate por los pasajeros, venderlos como esclavos y apoderarse de las naves. O sea ladrones. El corsario, en cambio, era un marino particular contratado y financiado por un Estado en guerra para causar pérdidas al comercio del enemigo y provocar el mayor daño posible en sus posesiones, aceptaba las leyes y usos de la guerra y ofrecía una fianza en señal de que respetaría las ordenanzas de su monarca. Los bucaneros eran una combinación de piratas hechos y derechos y de corsarios, que actuaban con patente del gobierno de su nación para defender las colonias y el comercio de ésta. O sea ladrones autorizados. Filibusteros eran los piratas que, hacia el siglo XVII, formaba parte de los grupos que actuaban en el mar de las Antillas. Se diferenciaban de otros piratas, porque no se alejaban de la costa, bordeaban y saqueaban las localidades costeras. La palabrita filibustero comenzó a usarse a partir de la segunda mitad del siglo XIX para referirse a hombres que iniciaban guerras con ejércitos privados sin autorización oficial de un gobierno legítimo, como William Walker, Gaston de Raousset-Boulbon o Narciso López.
Por tanto se deduce que pirata, corsario, bucanero y filibustero son la misma porquería, con diferentes sombreros, -según a quién se le pregunte,- un grupo de nacidos mal que se dedicaban a robar, o sea ladrones, a saquear o sea robarse lo que se les ponía en el camino, a matar para hacerlo asesinando, a violar mujeres y niñas pues esa era su naturaleza de dominio, aunque muchos escritores y países donde lo hacían para sus “autoridades,” los alaben. Pero aquí en este matutino no se salvan ni por los pelos. En resumen un montón de malditos desgraciados que amparados por las autoridades, la cruz y la espada destruían. Wantan.
Por eso antes de comprarlo hay que probarlo.
Hay que hacer la salvedad de que ese tipo de seres maléficos no se han acabado, hoy se llaman mareros, diputados, ministros, políticos, presidentes, aliados con capitales de narcos.
A los asoleados les gusta escribir que fue un filibustero
Les vino a pedir de boca con rumor de ataque pues los bucaneros del Caribe eran originalmente cazadores, pero hacia la década de 1660 habían aumentado en número hasta convertirse en un grupo heterogéneo de ex soldados, marineros. mercenarios y esclavos fugitivos. Las autoridades invasoras coloniales británicas, holandesas y francesas estaban ansiosas por usar a los bucaneros como una defensa adicional contra los españoles que dominaban la región gracias a su control del continente -”el Mar de España,”- y su número mucho mayor de buques de guerra. Aunque no eran exactamente una fuerza de combate profesional, los bucaneros eran, sin embargo, hábiles matando con sus mosquetes y capaces tanto de capturar barcos españoles en el mar como de lanzar asaltos anfibios a fortificaciones y puertos españoles. En fin, bestias depredadoras. Atacaban como coyotes con todas las gallinas en el gallinero.
Hey Encarnación, cambia el paso,
que se te ve el refajo
Es infalible.
Nunca me falla.
Siempre está relacionada con lo que escribo para mis futuros recuerdos, porque suena en este momento Juanito Alimaña compuesta por el boricua Catalino Tite Curet Alonso con el arreglo de Luis Cruz, el legendario pianista de la orquesta de Ray Barretto, incluida en el álbum Vigilante, producido por Willie Colón para la compañía Fania en 1983, que fue parte del décimo primer álbum y último en conjunto entre Willie y Héctor Lavoe. Describe a un pirata urbano, filibustero, ladrón y criminal sin compasión. Nadie dice nada sobre sus fechorías porque todo el mundo le teme. Juanito Alimaña, llegó a los oídos de la mano de otro rey, el de la puntualidad, Héctor Lavoe con su voz nasal y El malo de Willie Colón en mayo de 1983. El ritmo y la letra tiene un sonido único, y la canción es como una cuenta. Hector es el narrador y también es personaje en la historia. Habla con Juanito muchas veces y da cuenta de su perspectiva. Es una canción larga pero tiene la repetición del estribillo entre cada verso. El contexto de la letra la hace más significativa, pues tiene un fuerte mensaje sobre la violencia y los criminales de la ciudad, que dice que los criminales son peligrosos y que la autoridad debe hacer más para ponerlos en prisión. La razón por la que nadie delata a Juanito es que todos saben que va a estar libre el próximo día pues tiene un primo en la policía, que delata la corrupción y la colusión. Es muy peligroso y toma todo que quiere, lleva una pistola y puede ver cuales personas no caminan cuidadosamente. Juanito es una persona que no puede sentir compasión para nada, por eso, no tiene conflictos morales cuando roba mostradores o mata a sus víctimas. Su falta de emoción viene de beber mucha caña y cigarros de hierba para olvidar sus fechorías, razón para dormir con muchas mujeres, pues no puede crear relaciones significativas con otras personas porque ha visto la muerte de demasiados amigos y enemigos. Por eso Juanito parece y siente menos que un humano.
“A toda dicha presente sigue un temor futuro”
Los tres mosqueteros
Siempre con indigestion cerebral, lo que más necesitaban los bucaneros y las autoridades coloniales en su intermitente guerra con España eran bandoleros caóticos oportunistas sanguinarios sin compasión alguna por la vida, con talento y carisma para matar, robar, saquear, violar y todo lo relacionado con esos menesteres de cuaderno de notas, para liderar grandes asaltos a los barcos y asentamientos españoles en las Américas y de paso a quienes se les pusieran a tiro. La Corona española no quería que ningún otro comerciante europeo fuera bienvenido en su imperio, sus rivales coloniales -cualquiera que fuera su postura pública- apoyaban firmemente a cualquiera que atacara y debilitara a los españoles por cualquier medio posible. Era una cuestión de geometría, trazo y cálculo. Así que su regalo del día de la culpa, el martes 14 de febrero, el tal Henry Morgan, HM, con su pensamiento quiromántico llegó a Jamaica con la fuerza inglesa enviada por el otro hijueputa de Oliver Cromwell -al que se le hacía agua la boca y no los ojos,- en 1655 para tomar la isla como posesión británica a sangre y fuego. El puerto principal de la isla, Port Royal, se convirtió en la cueva de los ladrones bucaneros y en una espina perpetua clavada en la planta de las patas para el Imperio español en la oscura oscuridad de la época y para su reina patizamba. Sin una presencia naval oficial, los sucesivos gobernadores alentaron activamente a los bucaneros de todas las nacionalidades a operar desde Port Royal y atacar al Imperio español, dándole por donde se pueda y se les antoje, para hacerles tragar un poco de su propia medicina y por abonos. Lo que les venía bien en desquitanza por las atrocidades cometidas en contra de los pueblos nativos de este lado del mar. Se emitieron comisiones oficiales conocidas como Cartas de Corso, también llamadas Cartas de Represalia y, por lo tanto, los bucaneros eran, estrictamente hablando, corsarios y no piratas que atacaban a cualquiera con el beneplácito político de las autoridades que miraban para otro lado. En la práctica, sin embargo, las comisiones generalmente se limitaban a los ataques a los barcos españoles y no a los puertos. Muchos bucaneros ignoraban con ojos sordos esta distinción, ya que el botín tomado de los barcos tenía que ser compartido con las autoridades, -práctica que continúa en la actualidad,- mientras que el tomado de los puertos era completamente suyo, que también sigue siendo una práctica en la actualidad en la Operadora de Puerto Quetzal. Otro aspecto gris que se sumó a un asunto ya de por sí turbio fue que había guerras oficiales intermitentes entre Inglaterra y España, y durante las mismas, cualquier objetivo podía considerarse legítimo.
Para los ingleses era un héroe, para los españoles un enemigo, para el resto del mundo otro hijueputa más como Giammatei y su concubino.
Se emitían comisiones oficiales conocidas como Cartas de Marque y,
por tanto, los bucaneros eran,
estrictamente hablando, corsarios
Nunca actuó en lunes, porque le daba mala suerte estando de goma para desabrochar los engaños, así que el tal por cual de Henry Morgan, HM con su agenda antitodo, -que ya era malvado desde el asiento de la olla,- al que no le gustaba el cotilleo, pues le encantaba y, siendo el sirviente de los ingleses, vivió una vida aventurera muy alejada de la que le esperaba como sembrador de papas porque ni sembrar mariguana sabía, cuando su oportunidad le llegó en 1654, a sus 19 años, para tratar de cambiar su vida de concubinato. En ese momento el mal nacido Cromwell -el burro que le decía orejón al conejo,- preparaba la invasión de Haití mientras la flota inglesa permanecía en Barbados, así que Henry escapó de su propietario que también lo alquilaba de prostituto, que lo tenía sometido a su voluntad, pero ahora se sabe que lo echó ignominiosamente por ser su marido que lo tenía embarrado y, logró ser reclutado en un barco como grumete, aunque ahí también lo siguieron usando de sábana.
¿Le dolía o le gustaba? O tal vez ambas.
Siempre se preguntaba:
-Debo hacer que me guste o hacer sufrir?
-Si ya le voy encontrando el modo.
-Thats right.
-Me voy a volver amante de la aversión.
Buscaba comprar una vida, cualquiera que fuese. Hasta que dió el segundo paso. Pues sí, la suerte es la mejor amante de todas.
¿Y qué tienen en mente, pues?
En un martes de julio de a 1655, la Armada británica, con HM en sus filas, -al que se le encendía su nanómetro cada 213 horas,- asaltó y se apoderó de Jamaica, que se convirtió en la punta de lanza de la corona inglesa en el Caribe. Se lució desollando y descuartizando vivos. Su trabajo era mandar al prójimo paraíso, ya que era una profesión remunerada por razones estéticas. Pero no sabía que entre más grande es el ego, más grande es la caída. Paradeces para pararse. Con la llegada al trono del fémino Carlos II, se ofrecieron Patentes de Corso -o carta de contramarca que era un documento entregado por las autoridades de un territorio, con la que el propietario de un navío tenía permiso de la autoridad para atacar barcos y poblaciones de naciones enemigas,- a los piratas que operaban en la zona con el fin de fortalecer la defensa de la isla. HM en su fracaso glorioso, con sus dotes concubinescas no tardó en abrirse camino trabajando en los barcos corsarios con base en Port Royal que atacaban posesiones y galeones hispanos, con toda la inseguridad ciudadana posible. Siempre estaba empujando sus límites, meando fuera del tiesto con endulzamientos escénicos.
En 1666, HM -que era como un demonio rodeado de espíritus infernales que provocan temblorina,- ya capitaneaba su propio buque conseguido a puro sudor de culo comprado casi de regalo a Fulgor el astillero y, con la actitud más autoritaria que era capaz con su ojo fijo que amedrentaba.
Reclutó a los peores, a los que tenían más semblante de degenerados y los escudriñó en sus adentros, contrabandistas y traficantes pues no esperaba a la caballería.
Sus órdenes eran inapelables.
Les daba las órdenes que le salían de los pantalones a canto pelado, clamando zafarrancho en el desorden organizado y metódico con destellos sistemáticos y meticulosos.
“El oso afgano se caza con perros de Afganistán”
Rudyard Kipling
Como lo que no se conoce no existe, se mantenía como un leopardo listo para atacar, pero con el miedo al filo de lo más íntimo de su entrepierna inflamada y, el gobernador de Jamaica, que era su Mesías con pensativas miradas, le encargó que no dejara de hostigar a los españoles, a lo que se aplicó con todo su malvado entusiasmo en diversos asentamientos de Cuba, Panamá y Venezuela, con su mortal fastidio.
Había nacido para vivir en la zona oscura de la ley y su plus era vender seguros no de vida, sino de muerte sabiendo que hay peores formas de morir.
Nunca fue de adecuada confianza, sino para la madre que nunca tuvo, pues lo que más le irritaba el páncreas era que otros estuvieran contentos.
Siempre pensó que él era el dueño hasta del aire que otras respiraban.
A los que no hablaban bajo tortura, hacía hablar a sus cenizas.
Su fuerza estaba en su debilidad.
Descubrió que la violencia le daba más dopamina y oxitocina que el ayuntarse.
Todos sus males eran una comedia. Comedia que no era sino una tragedia dramática. Así eran sus escenas cuyo guión escribía en su mente y las ponía sobre el tablado boqueando preces.
Por eso más vale empezar temprano para terminar más pronto.
No hacía relación con ideas políticas, ni bandos religiosos, pues al despejar la ecuación, había que dejar fuera los pensamientos redituables.
El zorro no se la pone fácil al cazador.
El dolor me acongoja,
como el dolor de mi pata coja,
no dejaré que me duela
como mi última muela
que me jugó un mal paso,
como tener otro escarabajo en el regazo
De la pluma inédita del Zope
No se la echaba de poeta.
Era sólo el operador de una época vacía.
De profundis.
Concusionario.
Experimentado pero con mediano talento en materia de intrigas queriendo vengar su pasado sin prevenir el futuro lleno de jovialidad, como mala mujer que no tiene corazón.
Execrable. Para él todos eran accesorios y dignos de cautiverio, pues pensaba que el fastidio es el castigo de los presos y los muertos necesitan una voz.
Por eso rezaba con feroz alegría y con voluptuosidad místicamente abrumadora con ojos trastornados murmurándole los huesos con su conciencia gritando:
-Entrego a estas víctimas a las tinieblas
y que se hundan en las nieblas
en el mismo abismo
donde cada uno tenga conciencia de sí mismo.
Que por Astarté sea hecho.
Y luego caía en un entorpecimiento soporífero con su tuétano narcotizado y gelatinoso que lo hacían tambalear.
¡Cáscaras y pepitas!
Les miente y quiere que lo traten como víctima inocente.
“En el nadir del infierno, un extraño sentimiento me irradió”
Medusa
Como un río no corre al revés, cuando terminó la guerra entre España e Inglaterra, HM hizo ojos sordos y continuó su actividad en aguas controladas por Castilla, sobre todo cuando la luna estaba menguante y la mar de estaño, aunque en las orillas las rocas se asemejaban a enanos malvados y deformes. Como miembro de la flota de Christopher Mings, hizo ataques contra el puerto de Santiago de Cuba. Luego se asoció con el holandés Eduard Mansvelt -el que le respetó su espalda baja,- y, contando con la protección del gobernador de Jamaica Thomas Modyford, formó una compañía integrada por filibusteros que atacaron sin compasión Puerto Príncipe, Maracaibo, Portobelo, Santa Marta, el archipiélago de San Andrés y Providencia, y la ciudad de Panamá. El asalto a esta última plaza en 1671 se considera uno de los mayores hitos de la historia de la piratería, pues HM logró apoderarse de un cuantioso botín en metales preciosos que iba a ser enviado a España, incendió la ciudad, que fue abandonada, y se llevó consigo 175 mulas cargadas de oro, plata y joyas, además de 600 prisioneros que no las debían tener todas consigo, dada la fama de salvaje del bucanero galés. En 1672, tras la firma de un tratado de cese de hostilidades entre Inglaterra y España, HM fue llevado a su país para ser juzgado por el saqueo del Panamá español. Pasó dos años preso en la Torre de Londres, pero nunca llegó a ser procesado, porque a propósito-previo pago bajo la mesa, el MP nunca presentó las pruebas pertinentes y todavía las andan buscando, aunque la única que tienen es que él les cuestionó la honorabilidad de sus progenitoras, si es que sabían quiénes eran.
A pesar de todo y es más, el finito rey Carlos II, agradecido por sus robos y sonarle el moco a los españoles, por su lealtad le concedió el título de Sir en 1674 y le nombró vicegobernador de Jamaica, cargo del que fue destituido más tarde por abuso de poder, por falsedad material e ideológica, lo cual necesitaba más que de prisa. Cargos con los cuales la Corte de Constitucionalidad no está de acuerdo, ni siquiera don Perseverancio. Y es que, una vez instalado en su respetable puesto, el viejo pirata persiguió tenazmente a todos cuantos se dedicaban a sus mismas actividades de antaño y, a todos aquellos que le habían dejado sin poder sentarse por varios días y no le daban ni para un su pan. En cualquier caso, el cese no debió preocuparle, pues a los 39 años era dueño de enormes plantaciones de la nueva república bananera, que le hicieron inmensamente rico, o más bien acaudalado y nunca más volvió a hacerse a la mar, -aunque no pudo quedarse con su sueño que era el corpulento Acarey que murió de sífilis,- hasta su formidable muerte un lunes 25 de agosto vivió una confortable existencia en Port Royal, Jamaica. El destino de su enorme fortuna sigue siendo un misterio y hay quien aún busca el tesoro escondido, aunque lo más probable es que él mismo lo dilapidó con sus amantos que le cobraban grandes cifras por aparearse.
“Para vivir así, más vale no morirse”
Loncar
¡Que siga la fiesta!
Con la misma vergüenza que llevaba oculta bajo la manga, el saqueo de Portobelo, ciudad situada en la orilla atlántica del istmo de Panamá, al fondo de una bahía que fue explorada por el asesino aziguambado de Colón en su cuarto viaje y que inicialmente no ofreció atractivo a los españoles como para crear allí un establecimiento permanente, pero el descubrimiento del océano Pacífico revalorizó la zona dándole nuevos bríos, y Portobelo -que era el puto jardín del edén, pero a lo bestia,- se convirtió para los colonizadores en el punto de llegada y partida de la ruta que, atravesando el istmo centroamericano continuaba hasta Perú. Durante sus ferias, celebradas a la llegada de los galeones de Castilla, se efectuaba el intercambio de todos los saqueos y explotaciones de las mercaderías peninsulares por metales preciosos peruanos, y la ciudad se convirtió en un centro comercial de primer orden al que afluía mucha población flotante. No es extraño que fuera una pieza apetecida por los piratas, que la atacaron en numerosas ocasiones. HM que nunca conoció la equidad ni aunque se pusiera de punta en blanco, de vista viva y ánimo pronto con longanimidad, usando eufemismos lo hizo en 1688 al mando de nueve bajeles y una malvada táctica en la que sus corsarios sacaron de los conventos a los curas y monjas y los utilizaron como escudo -práctica que todavía sigue de moda,- y, de esta forma tomaron el fortín, entraron sin demasiada resistencia en la ciudad y se pasearon a sus anchas por la villa y su puerto durante unos días, entregándose a saqueos, incendios, violaciones y pillajes de todo tipo sin que pareciera tener fin, así como lo establece el manual del partido republicano. Hizo que se cansaran sus verdugos y sus seductores, pues eso iba incluido en el salario, con sus reglas hechas de excepciones y, ni así se le chingaba la digestión. Le obedecían pues era su padre espiritual gritándoles improperios. Finalmente, el disfemismo HM exigió 150,000 pesos y cuando los recibió abandonó Portobelo, con más de 2,000 almas cargadas a su cuenta.
No daba paso sin caite.
Bien lo decía Héctor Lavoe, con la misma ingratitud que tú le das.
Era como un vigilante de incendios.
Pues sí, pa´qué meterle dinero bueno al mar.
HAIKAICITO
Si te duele no es amor.
No tiene sabor.
Y si te produce ardores,
seguro no fueron los frijoles
De la pluma inédita del Zope
Sí, se le había salido una rueda a la carreta y como la hijeperréz abunda HM, el trampantojo totalmente grotesco, fue gobernante y marinero por tanto resentimiento y necesidad de venganza por todos los usos de los que había sido objeto, pues sentía cosificada su cosa. Si la elección no le era una solución, la erección sí lo era. Un verdadero chancho, haciendo la salvedad de que no se trata de ofender a tan hermosas criaturas que nos legó la creación. Hijo de un rico labrador violador, -mejor un labrador rico, porque si su tata era tan feo como él, estaba jodido,- y como le tenía tanto miedo que lo matara para saquearlo, lo echó de su casa. Aunque nuevos descubrimientos declaran que no era su hijo. Así que se largó a robar en la isla de Jamaica, donde empezó a asociarse con otros ladrones o filibusteros que son sinónimos, como Christopher Myngs y el neerlandés Eduard Mansvelt, de quien fue su lamebotas, por poner lo menos. En connivencia con los gobernadores jamaicanos, sometidos de una u otra forma bajo las naguas de la reina británica, -porque era medio hombre,- y en medio de diversas tensiones políticas con potencias de la época, emprendió varias campañas bélicas contra las posesiones españolas en la zona del mar Caribe.
De unos hijos de puta a otros hijos de puta.
No sé quiénes fueron peores.
Quizá los putos españoles fueron los más desgraciados.
Pero lo que sí sé es que eran guerras por las religiones que abundan y buscan quién le echa más máiz a las gallinas del corral.
Cuando la tierra llora, el cielo sonríe.
“Pecunia non olet”
El dinero no huele
Vespaciano
Activó el código 341 en su paranoia, el código LF de bajo perfil y golpear antes de que se den cuenta y, realizó su primera operación destructora a gran escala en alguna semana de a 1668 al saquear la ciudad de Puerto Príncipe, hoy Camagüey en Cuba, a la que ya le había puesto aplicación bajo la sombra de Fidel, sujeto al que le rodeaba la muerte en todo momento, que como era contra la población y no contra él, le valió dos trenzas de ajo y, culminó con la acometida a la ciudad de Panamá en 1670, que fue como el poderoso gran incendio de Mykonos. Aunque había tratado de encontrar un nuevo amor en otro cuerpo no pudo. No por algo todos le decían Mija. En este lugar, a pesar de tener las circunstancias en su contra al atravesar el istmo de Panamá a través de la selva, y con evidente desventaja de hombres y armamento, demostró sus dotes malvados de asesino de mando al encabezar una banda de asaltantes hasta lograr la victoria. A pesar de los desmanes cometidos durante sus expediciones en América, fue nombrado caballero por el afeminado rey Carlos II de Inglaterra en 1674, y ocupó el cargo de Teniente Gobernador de Jamaica, donde ejerció la función de perseguir a piratas, que eran sus compinches y competidores de la zona, pero no quería que le movieran el tiesto. Desde 1658, HM -que se creía un verdadero Dios con forma humana, pues obraba de la mano con otras fuerzas ocultas,- operó como corsario bajo el mando de Sir Christopher Myngs y atacó las posesiones coloniales españolas en Cuba y México con éxito, del que aprendió mucho, como el valor de los ataques rápidos y sorpresa a las fortificaciones desde un lugar inesperado y a la sombra. En 1662, causó buena impresión por lo despiadado que era, ya que fue nombrado oficial de la milicia y capitán de un buque de caza, en el que se embarcó en un viaje de 22 meses y llevó a cabo ataques corsarios en América Central, atacando Villahermosa en 1664 y Tabasco y Gran Granada en 1665. Estos éxitos conducirían a campañas aún mayores para el bucanero galés, que sólo se estaba afilando los colmillos, ya que se convirtió en el comandante de la milicia de Port Royal y el líder de facto o "almirante" de los bucaneros del Caribe, pues se mantenía en modo odioso y, a los capturados los hacía decir las cosas recordadas y las olvidadas.
“La ignorancia es la riqueza de la cultura de nuestro pueblo”
Sandra Torres
El ataque y saqueo a Portobelo
Haciendo uso del ancestral truco de amalayar, en 1667, HM se ayuntó con el célebre corsario holandés Mansvelt, que era el líder de los bucaneros de la isla Tortuga, el famoso grupo de forajidos de todas las nacionalidades que desde este islote, al noroeste de Santo Domingo, se dedicaban a asaltar navíos y ciudades portuarias españolas, pero murió poco después ejecutado en la horca por los españoles y no como se creía que por una espina de pescado atravesada en la laringe y, entonces HM lo suplió como jefe de los bucaneros y de su Hermandad de la Costa. Fue así como, desde su base jamaicana de Port Royal, “la ciudad más rica y corrupta del mundo” y última parada de criminales y fugitivos, HM puso su mirada en las riquezas de las ciudades que alardeaban las costas del Caribe español. A velocidad sónica corría el año 1668 cuando el galés llevó a cabo la primera de las audaces acciones que conformarían su triste leyenda echando las runas a bailar entre el cibaque. Con la excusa de desbaratar un plan español contra Jamaica, HM puso rumbo a la plaza fuerte más poderosa del Imperio hispano, tras La Habana y Cartagena de Indias, Portobelo, el puerto del tesoro, en el actual Panamá, que estaba protegido por la línea de fuego de tres castillos, con una guarnición escasa pero aguerridamente huevuda. Los 400 bucaneros de HM lanzaron un ataque nocturno por sorpresa, y al alba habían tomado el primero de los fuertes mientras que el segundo estaba a punto de caramelo de caer en sus manos. Hay que tener en cuenta que los piratas contaban con una mayor capacidad armamentística, sus mosquetes eran más precisos que los arcabuces de las fuerzas españolas, cuyas mejores armas sólo se hacían oír en cielo europeo. Además, los piratas carecían de los escrúpulos de los militares profesionales, como demuestra el hecho de que, en uno de los gestos más controvertidos de su carrera, HM emplease mujeres, ancianos, monjas, servidoras, putas y frailes como escudos humanos para tender las escalas de asalto. Pues sí, para algo debían servir. Cuando, de un cañonazo español, dos frailes cayeron desbaratados y desparramados, no hubo más disparos, se suspendieron los bombazos. Y tres etcéteras después en la torre ondeaba una bandera roja -como mujer que está en sus días de sangre- y para más inri colgaban los cadáveres de cincuenta soldados españoles ahorcados bondadosamente y con toda la pasión de Cristo, señal evidente de que no habría cuartel para los sitiados. En el transcurso de la jornada, el tercer fuerte se acabó rindiendo pues todo era clandestinismo. Era su trofeo de guerra con oscuros misterios asomando a rebanadas. En los días siguientes, HM y sus hombres saquearon a conciencia y con toda prolijidad la ciudad hasta su más prístino escondite. Los habitantes que se resistían a entregar sus riquezas eran torturados con la técnica del sapo, despiadadamente acusados del pecado de tacañería que es uno de los cuatro jinetes del apocalipsis. Cuando el gobernador de Panamá se presentó en Portobelo y amenazó a los piratas con capturarlos y ejecutarlos, a lo que HM respondió:
-“Por más que su carta no merezca respuesta, puesto que me tacha de pirata, le escribo estas líneas para rogarle que no tarde en venir.
-Le aguardamos con sumo placer, y disponemos de pólvora y balas con las que recibirle.
-Si no viene pronto, nosotros, con el favor de Dios y nuestras armas, iremos a hacerle una visita a Panamá.”
-De suyo con todo cariño, respeto y admiración, HM
“La fuerza de la cadena, es el eslabón más débil”
Bobby Beaumont
Ataque a Maracaibo
Dibujado con sabores eclesiásticos, después de un período de descanso y desenfreno sicalíptico en Port Royal, el capitán HM reunió una nueva fuerza reciclada de bucaneros en octubre de 1668. Convocó a través de una campaña en redes sociales elaborada por Elon Musk y, congregó a 900 hombres y citó a la plana mayor de los bucaneros en su cubierta para tomar Cartagena de Indias, el centro del universo español en América y la ciudad más blindada del orbe. Los recibió dándole la bienvenida de una fragata naval del gobernador Modyford, la Oxford, con número de serie U-832, debidamente sanforizada, que contaba con 30 cañones. Pero esta vez el diablo se puso de parte de los españoles -porque no le habían dado su ofrenda de sangre,- ya que, durante una noche sin luna presidida por el silencioso ron y, una fiesta a bordo el jueves 12 enero de 1669 para celebrar la salida a la mar al día siguiente, terminó con los bucaneros borrachos hasta el gorro, disparando sus pistolas, cuando una bala irresponsablemente alcoholizada se dirigió dando tumbos hacía la santabárbara del barco y bondadosamente le prendió fuego a la pólvora y, los hizo saltar alegremente por los aires llena de felicidad, con un dulce y alegre sonido sensual ¡PUM! explotando como una marisma. La explosión destruyó el barco y mató a tan sólo a 198 hombres. HM con estragos autoinfligidos sobrevivió por la providencia divina con otros nueve compinches, porque estaba acodado con abundancia de pasión con un piratita en la pasarela del puente de popa, el resto quedó desbaratado y desparramado en un radio de 50 metros, con las tripas como collares. La pérdida de la fragata y el dinero de los contribuyentes dispuesto por Modyford a través de la SAT, significó que el objetivo original del puerto del tesoro de Cartagena ya no era realista como plan inmediato pero continuó viento en popa. Y en tanto se reponía volvió su mirada a otra presa muy apetecible, Maracaibo, en la actual Venezuela ocupada por Maduro.
El miércoles 8 de abril de 1669, atacó Maracaibo, en la hoy Venezuela, con Maduro durmiendo con su novio Delcy Rodríguez. Primero tomó la pequeña fortaleza que custodiaba el canal que daba acceso al lago de Maracaibo. El bastión había sido construido por los españoles después de que el bucanero francés François L´Olonais hubiera atacado Maracaibo dos años antes. El fuerte no detuvo a los hombres de HM, que encontraron el lugar vacío pero con una mecha encendida que apuntaba a un enorme depósito de pólvora, pero por la providencia y un pajarito que hizo sus necesidades sobre ella, se apagó justo a tiempo y los saqueadores avanzaron hacia Maracaibo sin reparos. Para entonces, la ciudad había sido abandonada y fue fácilmente tomada y saqueada escrupulosamente, como bien lo dijo la Baldetti, “lo juro por la vida de mi madre que está muerta.”
Las cosas podrían haber ido muy mal para los bucaneros cuando tres buques de guerra españoles los atraparon con los calzones bajos y las cachuchas en la mano, en la laguna de Maracaibo. HM usando su cerebro izquierdo tomó entonces una de sus inspiradas decisiones tácticas y decidió disfrazar un buque mercante capturado y enviarlo a la flota española, donde podrían hacerlo explotar. El barco fue equipado con troneras y en las mismas colocaron troncos de pishquín pintados para que parecieran cañones, con figuras de madera pintadas y vestidas en cubierta para que pareciera que el barco transportaba una gran tripulación. En la bodega se colocaron barriles de pólvora con mechas rápidas y una gran cantidad de azufre y hojas de palma alquitranadas, además de repollos a modo de balas de cañón. A la espera de que cayera la noche, sólo 12 hombres navegaron con la bomba flotante hacia los españoles, y cuando llegaron a los barcos enemigos, se bajaron de cubierta como quien se quita una brasa del culo sin ser vistos y regresaron en un bote a remo puro. Y al momento se desató la mecha, cuando el buque insignia de la flota española, el Magdalen de 48 cañones, fue incendiado por la enorme explosión y, los bucaneros que ya estaban prestos y dispuestos pasaron al ataque, capturando uno de los otros barcos españoles, el Marquesa de 24 cañones, mientras que el tercer barco español encalló en la confusión general por el miedo a la oscuridad. Todavía quedaba por negociar la fortaleza del canal, ahora de nuevo en manos españolas. Así que usó otra artimaña de su manual de ideografías con la táctica 23, en la que envió repetidamente barcos llenos de hombres a la costa e hizo que los barcos regresaran con los mismos hombres escondidos fuera de la vista, aparentando que se quedaban en tierra y, los españoles ajumentados fueron engañados y pensaron que los bucaneros estaban planeando un asalto terrestre, por lo que movieron sus cañones para cubrir ese lado de la fortaleza, pero los bucaneros navegaron en la noche hacia mar abierto y a salvo llevándose 250,000 pesos de plata en botín.
De vuelta a Port Royal, los bucaneros invirtieron las cerca de 250,000 piezas de a ocho que son reales de plata españoles, obtenidas del saqueo de Portobelo en Kill Devil, un ron capaz de emborrachar al mismísimo diablo y hacerlo decir groserías. Pero el prosaico de HM con su lado tan descolorido como el lado oculto de la luna, no se apaciguó mucho tiempo, pese a la amenaza de una armada enviada contra él por el gobierno español y, así para entretenerse el marino galés organizó una nueva expedición, pues no podía estar más tiempo abarloado.
Como ya lo había afirmado Newport en su breviario, “si se junta el mar con los ríos, por qué no unimos tus pelos con los míos,” haciendo referencia a que en 1668, HM recibió el encargo de liderar una fuerza multinacional de bucaneros en un ataque al puerto español de Portobelo, en la costa de lo que hoy es Panamá, que era uno de los tres grandes puertos de tesoros de España, era un depósito de las enormes cantidades de plata explotadas y saqueadas de las minas de Sudamérica a lomo de los nativos que morían por docenas por tan vil trabajo para alimentar a la Corona de la estreñida reina en quiebra, con su brazo armado de su patizamba y turbia majestad de a ocho. España e Inglaterra habían acordado en 1667 no atacar las posesiones del otro, pero el premio era simplemente demasiado tentador para resistirse. Además, el entonces gobernador de Jamaica, Thomas Modyford, había oído rumores de que los españoles se preparaban para un ataque a la isla. Un ataque preventivo era una estrategia sensata, aunque se suponía que HM se limitaría a capturar barcos con tesoros, ya sea en el puerto o en el mar, pero Modyford estaba especialmente interesado en que HM capturara españoles, les sacudiera el polvo de la memoria y averiguara cualquier información de utilidad a la causa virtual. Esas eran sus órdenes oficiales, pero el bucanero galés albergaba entre la bolsa del saco ambiciones mucho mayores que eso, por lo que reunió su fuerza multinacional en la pequeña isla de Providencia de 17km2, en el mar Caribe Colombiano frente a sus costas, una isla que había arrebatado a los españoles en 1665. Comandaba 700 ladrones en 12 barcos, evitando la bien fortificada Habana y atacó Puerto Príncipe, hoy capital de Haití, un centro de comercio de pieles y perejil en fardos, más abajo en la costa de Cuba, pero le salió por los pelos ya que el botín fue decepcionante y los bucaneros franceses muy tristes en sus ingles abandonaron la expedición. Pero su fuerza se vio reforzada por la llegada de otro barco cargado de bucaneros ingleses en busca de fortuna, y centró su atención en Portobelo, que estaba bien protegida por tres fortalezas separadas con 60 cañones de a 8, en total. Por medio de un chisme de sus espías, sabía que al igual que otros asentamientos españoles que aún no se habían enfrentado a la furia depredadora de los bucaneros en busca de enriquecerse, estas defensas tenían poco personal y sólo contaban con cañones obsoletos y munición limitada, algunas de las cuales se habían oxidado por el abandono y las sales del mar siendo inutilizables. El martes 8 julio de 1668 a las 6:30, HM atacó a lo bestia y capturó Portobelo, en un ataque casi invisible haciéndoles comer chahuistle, pues usó 23 canoas para desembarcar a 500 hombres a unas pocas millas de la ciudad y luego marchó para sorprender a los españoles que esperaban un ataque desde el mar y les cayeron como sabañones. Los prisioneros, que incluían mujeres, putas, sacerdotes y monjas, fueron utilizados como escudos humanos para llevar escaleras a los muros de la fortificación para que pudieran entrar y, los supersticiosos españoles por miedo a su religión no les hicieron daño, tan sólo después de un cañonazo que se llevó por delante a un cura y su novicio. Los prisioneros fueron torturados para que revelaran en dónde escondían sus objetos de valor, una práctica común en ese brutal mundo y de ellos aprendió el santo inquisidor Torquemada. A doña Agustín de Rojas, la desnudaron, la obligaron a permanecer de pie en un barril de pólvora y la amenazaron con una mecha encendida si no revelaba dónde tenía metidas sus joyas y, cuando lo hizo, sólo le quemaron los pelitos sin abusar de ella porque ya estaba muy arrugadita. Pero como HM era buena onda, la ciudad fue devuelta a manos españolas a cambio de un irrisorio rescate y, la población local entregó su ofrenda de 100,000 pesos de plata, más algunas ofrendas de carne. Con el aporte de más dinero del gobernador de Panamá después de que su fuerza de socorro fuera derrotada, logró un botín total más un rescate por valor de 250,000 pesos, una auténtica fortuna y las autoridades jamaicanas perdonaron y olvidaron el hecho de que se hubiera excedido en sus patentes de corso, porque recibieron su diezmo. En marzo de 1669, el botín tomado en Portobelo fue declarado botín legal por el Tribunal del Almirantazgo por lo que ya no había nada que impidiera a HM atacar cualquier objetivo que quisiera.
El ataque a Panamá
Explotando bombas de feria regresó triunfante a Port Royal, hizo balance de la situación y envió un llamado a más bucaneros de todas las nacionalidades para que se unieran a él en el punto de encuentro en Cabo Tiburón, La Española. Entretanto, recuperó la isla de Providencia de los españoles en 1670 a pesar de que Inglaterra y España acababan de acordar una paz con el Tratado de Madrid, pero la noticia de esta paz tardó un año en llegar al Caribe, porque se había caído la señal de internet y se hizo daño. Los españoles también continuaron con los ataques a pequeña escala a los asentamientos británicos y autorizaron a los barcos españoles a capturar a los británicos en el mar como premio si podían o si no. A finales de 1670, los bucaneros, que ahora contaban con hasta 2,000 hombres en 33 barcos, estaban listos para avanzar hacia su objetivo, Panamá. HM comandaba la flota en su fragata de 22 cañones Satisfaction, -nombre que el capitán eligió de una canción de los Rolling Stones, con la anuencia de Mick Jagger- un nombre apropiado dado el resultado final de la incursión en una ciudad que nunca había caído del control español. Después de tomar con cierta dificultad la fortaleza de San Lorenzo que custodiaba el río Chagres, los bucaneros se dirigieron hacia Panamá a finales de diciembre, y las últimas millas de aproximación las hicieron por tierra mientras se abrían paso a través de la jungla con machetes y paraguas, con un calor asquerosamente pegajoso. Panamá fue capturada fácilmente el jueves 28 enero de 1671 a las 200 horas, ya que no tenía fortificaciones defensivas de ningún tipo y dos tercios de la guarnición ya había desertado con el culo a dos manojos por el miedo a la terrible reputación de los bucaneros. Había funcionado la clave 3B que clamaba la sorpresa ante todo. Dos hojas después de las comidas para sorprenderlos defecando. La milicia española intentó perturbar las filas de los bucaneros soltando ganado Holstein para que se precipitaran en estampida por el campo de batalla, pero fue en vano porque HM que también dominaba las aguas las hizo desviar a puro sombrerazo y se atascaron en el lodo. El ataque al débil flanco derecho de los españoles y el fuego coordinado y disciplinado de los bucaneros ganaron la partida. Panamá fue incendiada hasta los cimientos por los españoles de forma intencionada, ya que el fuego dañó tanto los bienes como la perspectiva de obtener un generoso rescate de las autoridades españolas. Los lugareños reconstruyeron más tarde su puerto un poco más abajo de la costa, un lugar que finalmente se convirtió en la ciudad de Panamá. Esta zona de la costa española llevaba mucho tiempo en decadencia y los bucaneros, que echaban de menos los barcos del tesoro anuales, no obtuvieron mucho a cambio de sus esfuerzos, ya que los españoles habían vaciado la ciudad de objetos de valor y los habían enviado por barco a las caletas de Giammatei y Miguelito. Cuando el botín que encontraron se repartió entre el gran número de participantes, el botín fue realmente pequeño para la tropa. HM fue acusado de engañar a sus hombres para quedarse con el botín y, muchos padecieron de hambre. Esa fue su más famosa acción. Tras atravesar el istmo, obtuvo un botín de plata, oro y joyas que transportó en 175 mulas cerreras. Ante los reclamos del embajador español, exigiendo que el gobierno británico tomara acciones y, en consecuencia, fue arrestado y enviado a Londres en abril de 1672 y, así su presencia fue requerida en Inglaterra y, el barco que lo trajo de regreso a Inglaterra se llamaba casualmente Welcome, pero muchos en puestos de poder, -aunque su voz pública fuera diferente,- consideraban en privado que era un verdadero patriota cuyas acciones podrían obligar a España a abrir su imperio a los comerciantes británicos. No era un mapa para interpretar la situación político-religiosa, ni económico-financiera. Como siempre las autoridades cuando les convenía volteaban la mirada para otro lado ante las sospechas públicas. En el posterior juicio no se le encontró culpable de ningún delito, nunca fue encarcelado, a diferencia del gobernador Modyford, que pasó dos años en la Torre de Londres, por corrupto y, por el contrario, cuando la polvareda diplomática se asentó en enero de 1674, HM fue nombrado caballero por el femenino Carlos II y enviado de regreso al Caribe, donde asumió su nuevo puesto de teniente vicegobernador de Jamaica y, como era de esperar, su actuación en este cargo fue bastante irregular, pendenciera, socarrona, fumada y corrupta.
En una gráfica de pastel, a él siempre le tocaba la mayor tajada,
siempre en sus operaciones clandestinas
Teniente Gobernador de Port Royal
Port Royal fue destruida por el terremoto del 7 de junio de 1692, algo que produjo que las actividades se fueran a Kingston, hoy capital de Jamaica. Port Royal en su época se había convertido en la ciudad con el mayor tráfico de las colonias británicas. Al terminar el siglo XVII, la ciudad tenía 6,523 habitantes que incluían a taberneros, joyeros, artesanos, comerciantes y putas. HM fue nombrado, como ya se anotó antes, en 1674 como gobernador con todo lo que esto produciría en términos económicos, políticos y sociales con los de derechos humanos, los ataques corsarios provenían de mucho antes como lo prueba la iniciativa de John Howell y Jean Bontemps, quienes apresaron en 1567 al alcalde y a varios vecinos.
En 1668, una expedición encabezada por HM terminó en desastre, los franceses y los ingleses que estaban con él, bajo sus órdenes, tomaron Puerto Príncipe y torturaron a las personas para que les desenterraran sus vasijas con riquezas, querían que se les dijera dónde estaban los supuestos tesoros, el oro y el moro, pero éste se había evaporado por volatilización, así que sin más que pedir, aceptó a no quemar la ciudad a cambio de 1,000 cabezas de ganado Angus. Port Royal, en su apogeo, estaba inundado de gente, bienes y riquezas, era el lugar con más dinero en efectivo que Londres. En 1680, la prosperidad del puerto se evidenciaba por la presencia de más de 100 tabernas y puteros famosos como el Perrito de a 4 y el Crazy Cat. También había tantas casas de juego y burdeles que el clérigo luterano visitante John Mayall la describió como la Sodoma del Nuevo Mundo por su libertinaje que fue tanto que al probarlo no le gustó. HM que ocupó el cargo de vicegobernador hasta 1682, sin hacer mucho esfuerzo por limpiar Port Royal, porque le convenía recibiendo coimas por todo lo prohibido para dejarlos operar, pero sí mejoró las fortificaciones defensivas y defendió a los propietarios de las plantaciones contra los impuestos propuestos por el gobierno británico en Londres y la SAT, pues él poseía varias inmensas plantaciones de azúcar en Jamaica, símbolo de respetabilidad que había adquirido por primera vez en 1665, tras fingir casarse con su prima Mary Elizabeth, hija de su tío Sir Edward Morgan y no tuvo hijos, porque nunca se ayuntó con ella, ya que como ha sido relacionado, las mujeres no eran su fuerte. Sacándose del hoy él mismo el antiguo bucanero se volvió contra los hombres que lo habían ayudado a forjar su nombre y su fortuna y se dedicó a erradicar a los bucaneros y piratas del Caribe occidental, porque había empezado a predicar de nuevo y además no quería competencia de libre mercado. En cualquier caso, las autoridades coloniales se dieron cuenta de que alentar a los piratas sin ley no era muy propicio para establecer colonias exitosas y, los españoles se habían convertido en un enemigo mucho más formidable después de una importante inversión en fortalezas, armas y hombres. Muchos bucaneros continuaron con la piratería atacando cualquier barco mercante que encontraran, y así comenzó la llamada Edad de Oro de la Pitatería de 1690 a 1730, pero el Imperio español, ahora bien defendido, ya no era el objetivo principal de los asesinos sin ley.
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