EMPEÑANDO LA HISTORIA EN LAS SOMBRAS DEL TIEMPO
Henry Morgan
SEGUNDA PARTE
“Con el cuidado madura la fortuna”
Bobbie Beaumont
El siglo XVII amaneció entre brumas, iluminando con una luz tenue un mundo en decadencia sostenido por inconcebibles tratados de paz y contemplando cómo se oscurecía el Imperio español de ultramar, con las respectivas potencias menores al acecho, claro. La crisis demográfica en España era patente, la relajación del poder evidenciaba la composición de la jerarquía enviada a gobernar América, en su mayoría incompetente, sanguinaria y corrupta y la crisis, ostensible. De la ofensiva se había pasado a la defensiva y, aunque las reservas de oro y plata seguían llegando con regularidad incierta a los puertos peninsulares, un nuevo enemigo, un mosquito que picaba en los bolsillos de la monarquía, se convirtió en un enjambre de avispones, los piratas. Entre ellos, hubo uno que, por su audacia, tesón, vanidad, dotes de mando, capacidad innata de estrategia y ambición, fue el número uno de este escalafón filibustero. Y no era otro que el galés HM, el hábil, que llegó a conquistar la ciudad de Panamá, perla de la Corona española, también llamada entonces La taza de oro, título escogido por el grandioso escritor John Steinbeck para encabezar una pequeña gran novela sobre la vida del bucanero. Steinbeck, premio Nobel de Literatura en 1962 y Pulitzer por Las uvas de la ira en 1940, hace un recorrido por la vida de HM desde que sale de Gales con 15 años hasta que cumple con ese sueño de gloria, deja de atrapar luciérnagas y se retira con los parabienes de la monarquía inglesa. Una fantástica novela breve en la que la Historia se mezcla con la ficción, ésta, con la magia, y aquélla, con la leyenda, para conformar un texto colosal de aventuras, viajes y, por supuesto, piratas. Steinbeck dice en su obra,
-“Francia, Gran Bretaña y Holanda habían visto en aquellas islas un buen retiro para sus delincuentes y durante años habían descargado mercancía humana desechable en las Indias”
y, además,
-“España era rica y católica, mientras que hugonotes, luteranos y anglicanos eran unos pobres desarrapados.”
-HM, como “todos los grandes del mundo fueron niños pequeños que deseaban la luna; corriendo y saltando atraparon a veces una luciérnaga,”
despiadado, cruel, quería a toda costa hacerse bucanero y tomar una ciudad española y la elegida fue Panamá, que quiere decir en lengua nativa lugar bueno para la pesca, urbe fundada por Balboa más de un siglo antes. Para lograrlo convenció a sus correligionarios, proscritos del mundo en orden de batalla, para tomar por la fuerza esa capital rica e inaccesible, punto de partida de la flota imperial del oro, en la que se acumulaban riquezas, licencias y sensual relajación. De nada sirvieron las defensas del gobernador español Juan Pérez de Guzmán, pedante, presumido y altivo señor de más misa que espada, que contaba con 500 hombres de a caballo, 2,000 de a pie y 10,000 toros bravos de pata negra, una medida megalosaferminiana bastante ineficaz, puesto que el término bucanero procede del caribe Boucan, que es una forma de ahumar la carne que aprendieron los piratas antes de hacerse a la mar, puesto que su anterior ocupación consistía en capturar ganado salvaje en las selvas. Toros a ellos, frente a los 2,000 piratas ingleses y franceses que llegaron a aquellos lares en 35 barcos.
Experimentado en tormentos personales
Sacando conejos de la chistera y a pesar de que sus acciones fueron brutales e ilegítimas, no era un pirata nominal. Era una verdadera bestia, una maldita sombra en el mar que descuartiza y deja la carroña para los zopilotes en territorio enemigo. El galés con su mente procaz fue un desgraciado y despiadado bucanero famoso por su crueldad y su innovadora forma de enfrentar los retos de ataque tomados de su manual de casos fortuitos. Fue un verdadero kópek descrito como un líder notable y un conquistador temible, que tuvo un par de batallas legendarias con tácticas únicas fuera de la caja, que le dieron fama y riqueza. Por todas sus hazañas, fue un verdadero héroe del Caribe y de la nación inglesa. Pero sólo para ellos. Ya de joven, era ambicioso y vivaz que no podía conformarse con una vida monótona en el pueblo de mierda donde nació. Decidió seguir adelante porque tenía el sueño de ser marinero y ayuntarse con uno. Aunque quería ganar riqueza y fama lo antes posible, la vida de pirata no le convenía. Por lo tanto, se unió al ejército naval de Inglaterra para servir como bucanero, que es la mismísima mica.
En el análisis del fracaso, los buscadores de tesoros no saben con certeza cómo llegó a Jamaica, pero ocurrió en algún día de algún mes de a 1655, cuando la isla estaba ocupada ya por bucaneros. Se unió a las fuerzas inglesas que atacaron y saquearon las colonias españolas en el Caribe porque ese era su negocio. Allí desarrolló su carrera de bucanero, primero como soldado raso y luego como marinero. Al unirse al famoso capitán, Christopher Myngs y a su flota en algunas de sus expediciones ganó mucha experiencia naval, ahí en la línea donde se juntan el cielo y el mar. Después de mucho luchar por saquear, finalmente en algún mes de a 1662, se convirtió en capitán de un pequeño barco corsario. Su primera incursión exitosa fue también en algún día de algún mes de a 1664, cuando un grupo de capitanes bucaneros se unieron y saquearon muchos barcos y colonias en la costa de la península de Yucatán y la rica ciudad de Granada al sur del mar Caribe al norte de Trinidad y Tobago, al nordeste de Venezuela, y al sur de San Vicente y las Granadinas. Todos esos ataques le reportaron grandes ingresos económicos y también una excelente reputación de ser un saqueador desalmado. Compró una plantación de caña de azúcar en Jamaica a precio de quemazón, con otras hierbas no identificadas y fingió un casamiento -para aparentar que le gustaban las mujeres,- con su prima Mary Elizabeth previo pago para que guardara las apariencias y las distancias, a sabiendas que la iglesia luterana prohíbe los matrimonios entre familiares. Ella era hija del tío de HM, el coronel Edward Morgan, gobernador de Jamaica, quien murió por donde se visten los hombres poco después, en un ataque a la colonia holandesa. El nuevo gobernador de Jamaica fue Sir Thomas Modyford, que se convirtió por conveniencia en un muy buen amigo de HM y, debido a esa amistad y a su constante éxito de saquear, HM fue ascendido a vicealmirante de la flota jamaiquina. En tanto, la actividad española aumentó en Cuba, pues así lo decía la ley del mar. En un 2 de enero de a 1668 después de tocar la Granadera, 12 barcos y de 563 soldados navegaron hacia Cuba a visitar al comandante. Una vez más, HM -con las huellas que le dejaron las olas en los lomos,- se convirtió en una maldita pesadilla para los españoles y su fea reina coja. La ciudad de Puerto Príncipe fue conquistada fácilmente sin grandes pérdidas, sólo las del gasto. El problema fue que esta incursión trajo a su ejército sólo 50,000 piezas de a ocho y, por esa pichicatéz muchos bucaneros decepcionados abandonaron a su femenino líder, pues al partir, un incidente estalló entre la tripulación, pues un grupo de franceses se enfureció cuando el inglés Joe Monroe mató a Skillet Jaumé de los suyos por la espalda porque le había mencionado feamente a su progenitora.
Con tan poca luz, dialogaba consigo mismo:
-Me importa una mierda lo que los otros crean.
-De corto al novillo.
Lo hacía con su fingida mansedumbre atrancada en los sobacos con el pálido murmullo de rezadora consuetudinaria y con mucha gente en armas. Era una escena doméstica convencional con odio de felicidad. En realidad no tenía edad para vivir con regular aristocracia.
Por eso les repetía a sus huestes:
-”Las moscas traen enfermedades, así que no compartan las suyas.”
“Es una bendición para un hombre tener derecho sobre el curso de su propio destino”
Barbanegra
Se le había corrido la mira, cuando bajo promesas de HM de que el individuo Joe Monroe sería llevado ante las autoridades en Jamaica, los ánimos se calmaron un poco, pero no mucho, sólo lo suficiente para no enarbolar bandera negra, truco que es tan viejo como la historia bíblica de Job. A su regreso cumplió la promesa de castigar al inglés, pero a pesar de esto, los franceses abandonaron la flota por lo exiguo del despojo. Entonces planeó otro ataque a pesar de que su ejército quedó reducido casi a la mitad. El objetivo era una ciudad fortificada y bien vigilada, Portobello. La táctica fue anclar sus barcos lejos de la ciudad y usando canoas se acercaron a la ciudad haciendo el menor ruido posible y por la noche. El ataque fue rápido como un zarpazo de leopardo, los guardias ni se dieron cuenta hasta que los tenían boca al piso y dos de los tres fuertes principales fueron conquistados casi sin problemas a pesar de los ladridos de los chuchos. Sin embargo, el tercero era casi imposible de ocupar, pero en su retorcida mente se le ocurrió la idea de usar a los monjes y monjas como escudo humano y que ellos le dieran la bienvenida a los plomazos y, así lograron conquistar el último reducto español. Capturaron la ciudad y el gobernador de Panamá se vio obligado a pagar por los cautivos -antes de que los sodomizaron y esclavizaran previa cita de convencimiento,- la honorable cantidad de 250,000 piezas de a ocho fueron tomadas con mucho agradecimiento ceremoniosamente, tal y como debe ser.
El siguiente terror en la lista, tuvo lugar en Venezuela en algún día de algún mes de a 1669, con 8 barcos y 650 tripulantes conquistó la ciudad de Maracaibo, aunque andaba despistado después de haber estado en el bosque tropical húmedo. Sus bucaneros torturaron a muchos ciudadanos venezolanos -lamentando nada más que no se encontrara Maduro entre ellos,- casi como los más crueles piratas inquisidores, con el fin de descubrir todo el botín escondido, sin escatimar si eran mujeres u hombres, incluso niños u otros géneros.
HM estilando olor a sexo reciente, tenía riquezas, el ejército más poderoso del Caribe que le temía y, aún con un éxito constante. Con una fuerza poderosa de 1,200 bucaneros y 30 barcos, en 1670 comenzó su último gran ataque. Era el mayor desafío y su principal objetivo, Panamá, como ya ampliamente ha sido informado en este matutino de la tarde y que seguirá en la página siguiente. Con el encogimiento terrestre primero arrasó el fuerte de San Lorenzo, que permitió a sus tropas llegar a Panamá a través de la jungla donde tuvieron que combatir cuerpo a cuerpo contra los mosquitos y zancudos porque habían olvidado el Baygon en el fuerte y, resultó que ese viaje fue mucho más agotador de lo que esperaban. Habían olvidado la máxima marina de Otello que dice, “a la mujer y al viento, con mucho tiento.” Perdió mucha gente por hambre y enfermedades tropicales y varios por gonorrea y el mal del pescado. Como capitán de los bucaneros levantó la moral de todos a puros puyones pues su curiosidad era casi científica y, finalmente alcanzaron su objetivo aunque él se mantenía parado como un noray. Una enorme cantidad de españoles se reunió para defender la rica ciudad, pero no pudieron hacer nada contra el ejército supremo de los bucaneros que llevaban sombrero negros de luto por todos los españoles que todavía tenían que matar. La ciudad fue tomada en la gran batalla y luego saqueada minuciosamente con toda la ventaja y alevosía posible y, destruida por completo hasta los cimientos. Esa resultó ser la última incursión de HM, en su vida perdularia. No sabía, -bueno sí sabía pero fingió demencia,- que había cometido un acto de piratería. Inglaterra y España ya se habían dado ósculos en los glúteos y estaban en relativa paz con su pacto de no agresión ocular, cuando ocurrió ese último ataque, por lo que después de su regreso a Jamaica, fue arrestado rápidamente por el nuevo gobernador y enviado a Inglaterra para ser juzgado, pero previo pago al MP, ese juicio nunca se llevó a cabo, pues era un hombre poderoso e influyente con muchas grandes hazañas para Inglaterra a sus espaldas. Aunque fue prisionero de estado, nunca fue castigado, pero sí honrado socarronamente por el Rey y ascendido a vicegobernador de Jamaica, para la inmensa alegría de sus rivales. En el período entre 1674 y 1682, todavía estuvo activo militarmente hipócritamente en defensa de la isla de los piratas a los cuales pertenecía, sólo que ahora los veía como rivales.
Todo el mundo es culpable aunque se demuestre lo contrario
Desde que Caín mató a su hermanastro Abel a pura quijada, siempre han habido muertos sin olvidar la severidad de la destrucción de Panamá en 1671, que llegó a tal nivel que toda la ciudad tuvo que ser reconstruida a varios kilómetros de sus ruinas originales a puros cantos rodados, aumentando las tensiones entre España e Inglaterra, cuyos gobiernos habían firmado un tratado de paz Firme y duradera un año antes, en 1670, de lo cual HM no se enteró porque en donde estaba no había internet. Con el tratado en juego, los ingleses decidieron destituir rápidamente a HM de su puesto militar, sólo para tener una justificación dándose baños con paños tibios, así que fue arrestado y se le ordenó regresar a Inglaterra, donde fue despojado de su puesto en la Marina. Sin embargo, debido a su importante influencia, no fue castigado por muchos de sus horribles actos y, en cambio, fue nombrado caballero en 1674 y se le concedió el puesto de teniente gobernador en Jamaica en 1675. Seis años después, en 1681, las relaciones entre HM y el femenino rey Carlos II se agriaron porque no le quiso soltar la trenza, lo que provocó su destitución del puesto de gobernador. El nuevo nombramiento para el puesto de gobernador no podría ser peor para HM, ya que se le otorgó a su rival político de larga data, Thomas Lynch, que inmediatamente después de llegar al puesto de gobernador, lanzó varios ataques políticos contra HM, -como mentarle la madre que no tuvo,- y el más exitoso fue promocionar el libro de 1678 De Americaensche Zee-Roovers, Sobre los bucaneros de América, hoy conocido como uno de los informes más importantes sobre la era de la piratería del siglo XVII, escrito por Alexandre Excqemelin, quien lo describió en el informe como salvaje, sediento de sangre y responsable de muchos ataques horribles contra los nativos, los barcos navales y los ciudadanos de la ciudad de Panamá, lo cual es absolutamente cierto, carente de toda falsedad material e ideológica, porque le gustaba cazar con diferente municiones. Su leyenda comenzó incluso en vida de éste, gracias a la cobertura de sus hazañas en la prensa londinense y Noti7, a obras tan influyentes como esa, publicada en inglés en 1684, que ofrece una perspectiva de la época, aunque se deleita en relatar los aspectos más feos de la actividad pirata, comparándolos con los de la iglesia española. Exquemelin el autor sentía una profunda antipatía por HM, en particular, pues fue uno de los bucaneros decepcionados por el botín obtenido en Panamá, además de que era novio de Skillet Jaumé. HM como era su puta costumbre, contraatacó de inmediato, lanzando no sólo una campaña pública para desacreditar el libro, que según argumentó sólo servía para limpiarse el trasero, sino también una demanda por difamación oponiéndose a su descripción como un pirata despiadado y sin principios, llegando a un acuerdo extrajudicial y a las revisiones correspondientes de la edición original, -posición que hoy se fortalece aún más al tener un ron especiado popular a nivel mundial que lleva su nombre,- y, en la que no sólo recibió la pichicatería de doscientas libras inglesas de los editores del libro William Crooke y Thomas Malthus, sino también una retractación pública. Esa fue la versión más popular de sus primeros años relatada, que dice la verdad que siendo muy joven, HM fue secuestrado en Bristol, vendido como sirviente concubino en Barbuda y terminó habitando en Jamaica haciendo el mismo oficio secular. Años después, al leer ese pasaje sobre su servidumbre en una traducción inglesa, fue que demandó a los editores en lo relativo a tal punto. Renegando de tal episodio, manifestó ser sirviente de Su Majestad y de nadie más. Otra versión de su arribo a América plantea que formó parte de una expedición inglesa que tomó Jamaica en 1655. Tras la muerte del gobernador Thomas Lynch, HM fue restituido en el Consejo en 1688 y pasó el resto de su vida en paz con su esposa de a mentiras, en una gran plantación. Ese mismo año de a 1688 murió el 25 de agosto, -cuando ya casi no habían bucaneros en el Caribe,- creyendo muchos que de tuberculosis o hidropesía, sin saber la verdad verdadera que fue de cirrosis y otras cosas peores. Dejó su patrimonio a sus dos ahijados y se aseguró de que su hermana recibiera pagos regulares. Fue enterrado en el cementerio de Palisadoes, en Jamaica, que se hundió en el mar durante el terremoto de 1692 que también hundió bajo las olas la mayor parte de Port Royal City, la ciudad más grande y rica de las Indias Occidentales. Y así fue ensuciado el honor del mar.
“Si ataca y ataca con los pitones por delante, es toro”
Quién dijo miedo si hay enfermeras, pues en la actualidad es recordado como una figura histórica -el más hijueputa de todos,- que jugó un papel destacado en la Edad de Oro de la Piratería y como uno de los comandantes navales más exitosos que logró aprovechar las tensas relaciones entre los gobiernos involucrados en el Nuevo Mundo para lanzar su propio ataque pirata por todo el Caribe y obtener una riqueza significativa para él, su tripulación y la corona inglesa. La versión romantizada de él está presente en muchas películas y libros, incluida una mención en una popular franquicia cinematográfica de Hollywood, Piratas del Caribe. En el verano de 2011 se informó que los arqueólogos de la Universidad Estatal de Texas lograron localizar los restos del buque insignia de HM, el Satisfaction que fue bautizado con una botella de champaña por el mismísimo Mick Jagger nombre tomado de su canción con los Rolling Stones y, que se hundió, pero no eran tales, pues las inmersiones posteriores en el océano lograron identificar que el naufragio era del buque mercante español Encarnación, que se hundió frente a las costas de Panamá durante una fuerte tormenta en 1681, así que nos querían mover la silla.
Jugaba como un tahúr y bebía como un alcohólico
En el intercalado de los años de a 1652 y 1654, la Mancomunidad de Inglaterra libró una guerra contras las Provincias Unidas. A pesar de los logros conseguidos bajo el Tratado de Westminster de 1654, el gobierno británico dirigió su objetivo hacia las posesiones españolas en América, para barrerles todo lo que se habían hueviado, haciendo acopio del salmo que apunta que ladrón que roba ladrón. Bajo un manifiesto del poeta John Milton, basado a su vez en la obra de Thomas Gage de 1648, The English American, se fustigó las crueldades de los hispanos contra las autoridades inglesas y su intención de apoderarse de todo el continente. Fue así que nació la expedición llamada Western Design, cuyo primer objetivo era la isla de La Española, pero su resultado fue blandengue. El único logro de la campaña, obtenido por William Penn y Robert Venables, fue la ocupación de la isla de Jamaica, cuya capital, Santiago de la Vega, capituló el 17 de mayo de 1655. La pérdida de este enclave no fue de interés para la mula monarquía española, decisión que le traería graves consecuencias en los años siguientes con el posterior asentamiento de piratas, bucaneros y la expedición de patentes de corso desde este sitio. Entre los años 1656 y 1664 las autoridades inglesas afincadas en Jamaica realizaron una etapa ofensiva sobre los territorios españoles en América y, ese fue el móvil para apoyar intensamente las expediciones filibusteras. HM, una vez asentado en la isla y que siempre andaba olfateando y husmeando realizó sus primeras correrías como uno de los capitanes de Christopher Myngs,å en la acometida sobre San Francisco de Campeche en 1663. Después de la arremetida, Myngs partió hacia Inglaterra, y el ambicioso depredador de HM se dirigió con otros secuaces a saquear Villahermosa, Trujillo y Granada, pues en el mar sólo escuchaba el canto de los sirenos que lo llamaban. En esta ciudad capturó 300 prisioneros, la mayoría sacerdotes, monjas y unas que otra puta con los que hizo de las suyas y las de ellos, pues eran delicados en la barbarie. En esos primeros años se hizo con su propia flota y ya era respetado por sus dotes de hijueputa. Su barco Satisfaction era de personalidad robusta y delicada, con pensamiento de fidelidad emocional indecisa cuidándose de la restinga y que actuaba a su propio aire con resignado fatalismo. Debido a esos asaltos y al cese de hostilidades entre ambas naciones, la Corona española hacía valer sus quejas ante el Gobierno británico, quien a su vez lo hizo saber al gobernador jamaicano Thomas Lynch. Era una maldita jaqueca para los españoles, toda una pesadilla con la cubierta resbaladiza. Éste, en consecuencia, no apoyó otra campaña sobre Campeche bajo el mando de Eduard Mansvelt, que de todos modos fue realizada el mismo año de 1663. Junto a él estaba HM, quien sería de ahí en adelante su bendecido discípulo. Entre los años de 1665 y 1671, la isla de Jamaica apoyó la piratería indiscriminada en contra de españoles, neerlandeses y franceses, al mismo tiempo que la restaurada Corona británica se enfrascaba en conflictos con tales potencias. Debido a la situación, el gobernador de la isla acudió a los filibusteros radicados en la isla Tortuga y La Española para que le prestaran sus servicios, respondiendo los piratas más rápido que después, por motivos puramente monetarios más que políticos haciendo tiroteos por las calles y sin respuesta.
“El tiempo desarma al guerrero, pero no le quita la voluntad de luchar”
Aristóteles
Misiones previas a sus grandes asaltos
Como el universo es un señuelo que no actúa por casualidad, en el año de a 1665, HM fue nombrado por Mansvelt como segundo al mando en la misión encargada por el gobernador de Jamaica, Thomas Modyford para capturar Curazao y Natá en Panamá y, después asolar la costa del Pacífico sin dejar ningún cangrejo vivo. Pero, en vez de ejecutar tales planes, Mansvelt decidió emprender sus propias empresas y, para asegurarse de su éxito, apoderándose de una de las islas del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. La flota se dirigió a las costas aledañas de Costa Rica y Panamá. Fue la primera vez que el galés tendría contacto con la zona. Al regreso de su expedición, Mansvelt reclamó que el enclave del archipiélago fuese asegurado para Jamaica, pero su propuesta fue ignorada estúpidamente por los inglish y la isla fue retomada por España el año siguiente, lo que les costaría caro. En los años que el galés inició sus infames campañas, ya Inglaterra fomentaba una política de amistad hacia España con cariño, besitos y salivita. Sin embargo, el gobernador de Jamaica contrariaba las órdenes recibidas de abstenerse de realizar algún ataque. Bajo la motivación de haber recibido informes que la isla sería agredida desde Cuba por la guerrilla del Ché, comisionó a HM para desbaratar los planes de las autoridades españolas contra la colonia inglesa. Juntó a su flota, y nombrado Coronel y Comandante de la Milicia de Port Royal, HM que estaba en su mera salsa planificó atacar La Habana, pero desistió ante el hecho de ser una operación de gran dificultad ya avisado Fidel por los espías rusos que habían colocado misiles en la playa. Se dirigió entonces a la isla de Pinos, donde reunió 700 hombres y 12 embarcaciones y, en consejo de filibusteros, decidieron atacar Puerto Príncipe la actual Camagüey, que sería el primer asalto a gran escala bajo su dirección y mando, pues si se lucha contra los enemigos de la patria, con las riquezas obtenidas se premiarán sus fatigas, porque muchas veces no se peca porque no se conoce el pecado, así que no le mientan a un mentiroso.
“En la historia de una geografía en movimiento donde era posible cubrir la distancia
entre el empirismo y la razón que entonces dividía al universo científico”
Juan Marchena
Saqueo de Puerto Príncipe
Delicado en la barbarie, el sábado 29 de marzo de a 1668 la escuadra desembarcó en Puerto Príncipe a las tres en punto, pero no fue un ataque sorpresa como se había planificado, pues los vecinos viendo las noticias en Noti7 sobre un posible ataque, se armaron hasta el gorro para esperarlos bondadosamente. Los filibusteros también se noticiaron y sortearon las emboscadas que les esperaban, dirigiéndose a través del bosque de los conejos. Al estar ante las puertas de la ciudad, enfrentaron un batallón de caballería al que derrotaron sin dificultad poniéndole zancadillas a los caballos mensos. En la localidad los asaltantes encerraron a los vecinos en las iglesias e interrogaron a algunos de ellos bajo el tormento de los pelos para que cantaran en dónde estaban las riquezas, con procedimientos similares al del bucanero Jean-David Nau, conocido como El Olonés, que dejaba morir de hambre a sus prisioneros para averiguar el lugar donde se encontraban escondidos los tesoros. En la estadía le fue entregada a HM una carta incautada que iba dirigida al alcalde de Puerto Príncipe y que había sido enviada por el gobernador de la isla de Cuba, un tal Guaidó, en la que le instruía a aumentar la demora de los filibusteros para organizar un contraataque. En vista de la misiva, decidió partir a galope tendido. Hecho el pillaje, y sin dejar saber a los vecinos del contenido de la carta, impuso un tributo de quema, valores a cambio de no incendiar la ciudad con su gente adentro, por 500 vacas lecheras y dos toneladas de sal, que fue pagado sin chistar que fue todo un robo legal. Con todo, el botín logrado en esta expedición fue una pichicatería unos 50,000 pesos, además de objetos robados a las iglesias como campanas, vasos y ornamentos sagrados que por supuesto eran de oro y plata, porque a aquél no le gusta lo barato. En su reporte al gobernador Modyford, HM mintió acerca del desbaratamiento de los supuestos planes de ataque de los españoles.
Siempre hubo grandes carnicerías jugando al perro y al gato con cascabel en la cola
Batalla naval en Maracaibo
Como no se le iba el santo al cielo, nadie opuso resistencia cuando la flota corsaria de HM penetró en la laguna de Maracaibo. Los piratas saquearon la ciudad, devastada tan sólo dos años antes por el Olonés, el terrible pirata francés. El mismo destino sufrió otra ciudad de la laguna, Gibraltar. Pero mientras los bucaneros se entretenían recogiendo el botín, el almirante de la armada de Barlovento, don Alonso de Campos y Espinoza, ordenó sellar el canal de entrada a la laguna poco más o menos con tres navíos, provistos con un total de 94 cañones, así los corsarios de Jamaica no tenían escapatoria pues no había por dónde salir, parecía una situación pavorosa, pues no se habían inventado los aviones. Pero HM usando su pensamiento lateral, supo mantener la calma y los huevos tibios, sobre todo, aguzar el ingenio, pues en su viaje de vuelta le fue informado por uno de sus fans que había tres naves de guerra a la espera del arribo de su flota. El dejar abandonada su retaguardia en su partida a Gibraltar había resultado costoso. Con su fuerza sobrepasada por los españoles, pero enfrentando la situación adversa, el filibustero pidió tributo de quema por Maracaibo al capitán de las naves don Alonso del Campo y Espinoza quien, firme en su posición, le reclamó abandonar el lugar y entregar lo apropiado o enfrentar a su escuadra. Ante la situación los asaltantes estaban incapacitados para abandonar la zona. En medio de la discusión, Frank Marino propuso utilizar un brulote ocurriéndosele convertir un barco mercante en bomba flotante en un fingido navío de guerra, en dirección a las naves del enemigo para provocar un estallido. Efectivamente se armó la embarcación que contenía unos muñecos disfrazados y cañones de madera, todo cuidadosamente equipado en realidad, iba cargada de barriles de pólvora crujiente y ortigas. Al caer la tarde del 30 de abril de 1669, el falso barco -con la flota de HM avanzando detrás- se acercó a la nave mayor, La Magdalena, la engancharon a éste y prendieron las espoletas de la pólvora mientras escapaban en sus botes y la hizo estallar. El bajel español quedó reducido a cenizas y avergonzado, se hundió pacíficamente sin refunfuñar como aborigen jubilado. Ante el desastre, otro de los barcos españoles, el San Luis, fue hundido para evitar que lo tomaran los asaltantes. La tercera nave restante llamada La Marquesa fue abordada por los filibusteros y fue presa de los piratas en una brutal carnicería ordenada a capella. Sin embargo, la flotilla de HM no había salido aún del lago de Maracaibo por la amenaza del Castillo de San Carlos de la Barra construido en la desembocadura del lago, sitio donde los sobrevivientes del saqueo se habían refugiado. Al saber de la inutilidad de escapar, HM intentó negociar con los españoles al pedir rescate por los rehenes. En respuesta fue dada una suma en oro y plata más algunas reses en pago, pero el capitán a cargo -el mismo Alonso del Campo y Espinosa- nuevamente se negó tajantemente a dejarles partir. Al siguiente día, la treta utilizada para la huida consistió en simular un ataque por tierra sobre el emplazamiento fortificado. Hecho así, los cañones, en manos de los españoles, cambiaron su objetivo. Logrado esto, por la noche, los filibusteros se apresuraron a abandonar a toda vela el lugar, mientras los soldados en el castillo trataban de apuntar nuevamente el armamento al mar, sin conseguirlo. HM regresó a Jamaica el 14 de mayo de 1669 bajo amonestaciones de Modyford ante los reclamos recibidos desde Londres por las fechorías cometidas. Debido a esto, decidió asentarse por un tiempo, compró unas tierras y gozó de una vida de hacendado junto a su esposa de a mentiras.
Durante los siguientes dos años, HM permaneció en Jamaica llevando una vida de caballero latifundista. Las autoridades británicas tuncas habían dado instrucciones de evitar las acciones de piratería contra los españoles y el galés debió suspender su actividad corsaria. Mal negocio. Pero a finales de 1670, como represalia a un ataque de un corsario español, HM preparó una nueva expedición. Su objetivo esta vez era Panamá, la sala de máquinas del Imperio español. La noticia se difundió por todo el Caribe y cientos de bucaneros acudieron al punto de encuentro que había fijado el corsario galés, en el sur de la isla Tortuga de 60 leguas y forma de tortuga mugina. Allí se congregaron cincuenta naves y 1,500 piratas, además de una hechicera, en la armada pirata más colosal de la historia de las Indias Occidentales.
“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”
Ortega y Gasset. Meditaciones del Quijote
Golpe al corazón del imperio
Estando a tres puestas de sol, los navíos de HM recalaron en la desembocadura del río Chagres, en el istmo de Panamá, donde conquistaron una fortaleza española. A continuación, los bucaneros debían cruzar a pie el istmo para llegar a la costa del Pacífico, donde estaba Panamá. Durante diez días atravesaron montes, ríos y pantanos, padeciendo hambre, enfermedades, emboscadas y al final se ofreció ante su vista el perfil de la ciudad de Panamá, una de las más ricas y prósperas de la América española. Estaba defendida por 1,200 soldados de infantería y 400 de caballería, bajo el mando de don Juan Pérez de Guzmán, quien firmaba JPG. HM lento y promiscuo entendió que sus hombres, cansados por la travesía, poco podían hacer en un choque frontal y resolvió atacar por el lado menos previsto, pues no estaba la tierra para cultivos. Las fuerzas panameñas salieron en su persecución pero sufrieron una devastadora descarga de proyectiles inteligentes, pues fueron los primeros en abrir fuego. El plan secreto de los defensores consistente en lanzar una manada de bueyes en estampida, no hizo sino aumentar el desconcierto de ellos mismos, pues los semovientes se atascaron en el lodo y caían de las cuestas resbaladizas.
“Huir sólo sirve para morir más tarde”
Pantelis Kotelios
Corsarios de Argel
Con adecuadas maneras y vencida la resistencia extramuros, los bucaneros lograron entrar en la ciudad y tras unas horas de lucha en las calles se hicieron con su control. Pero entretanto se declaró un devastador incendio, no se sabe si por orden de HM, por orden del gobernador español o por accidente y así hubo menos gente que ahorcar. El Panamá Viejo ardió hasta sus cimientos. Tras la marcha de HM y sus gentes la ciudad se debió reconstruir en un nuevo emplazamiento. HM y sus hombres permanecieron tres semanas en Panamá, dedicadas, como de costumbre, a amasar botín, pero el gobernador español que no era tan bruto había tenido la previsión de cargar todo el oro y la plata en barcos con rumbo a España, y aunque el botín no fue pequeño, muchos bucaneros se sintieron estafados en el reparto final y se quejaron de que habían ganado menos que en el ataque contra Portobelo, pensando que les hacían mano de mono. Y para que no estuvieran hablando tonteras, HM partió con algunos fieles, abandonando al resto de piratas en el río Chagres. Las cosas habían ido demasiado lejos, y quizá lo más beneficioso para HM fue que al volver a Jamaica fuera arrestado y enviado a Inglaterra para ser juzgado como pirata, pero fue recibido como un héroe popular, y, una vez absuelto de los cargos el finito Carlos II lo nombró sir y lo envió de vuelta a Jamaica como gobernador de la isla. Renegando de su antigua condición, empleó el resto de su vida en luchar sin cuartel contra la piratería, dándole así vuelta a las tortillas en el comal, ahorcando a muchos de sus ex compinches. Con la dispersión de los aventureros de Jamaica y de Tortuga se ponía fin a un modo excesivo de entender la vida. HM que había pasado la suya buscando la muerte entre el sonido de los cañones y el chocar del acero, la encontró en la serenidad de su hogar y no era la isla del Diablo. Rara muerte para quien es considerado el mayor de los bucaneros.
“Matar es la afición más antigua del ser humano”
Con su engendro fáctico a pesar del éxito en Puerto Príncipe y del apoyo a los filibusteros desde Jamaica, la tripulación estaba insatisfecha. Ante estas circunstancias, HM les echó upas para que se estuvieran en juicio y les prometió más riquezas. Disponiendo en ese momento de una flota de 8 embarcaciones y de 400 hombres, desveló su plan a Modyford de atacar la ciudad de Portobelo en Panamá, tercera ciudad mejor defendida después de La Habana y Cartagena de Indias en la zona del Caribe. Sus subordinados se espantaron ante la propuesta que parecía un golpe en el ojo, pero HM les aseguró que tendrían el factor sorpresa a su favor y, que en el viaje a las costas de Centroamérica se les uniría otro contingente y, así la tropa creció a 460 hombres y nueve naves. En los momentos previos al ataque, la flota bordeó la costa y posteriormente se embarcaron en lanchas. En la travesía capturaron al centinela español Pedro Ferríz en el estero de Longalemo, quien de ahí en adelante les sirvió voluntariamente de guía. El plan de ataque consistió en arribar a la localidad por tierra, donde la ciudad estaba menos guarnecida. Los filibusteros abandonaron sus lanchas a unos 5 km de Portobelo y emprendieron la marcha. Al amanecer, el primer objetivo fue el castillo de Santiago, el cual fue tomado sin aparente dificultad con un elegante ataque táctico. Una vez dentro, hicieron explotar un almacén de pólvora con todos los soldados españoles encerrados allí. En seguida se dirigieron al fuerte de San Jerónimo, pero los españoles resistieron a la embestida. Ante la demora de la victoria, el filibustero mandó a reunir a un grupo de ancianos, putas, monjas y curas, y les forzó a situarse al pie de la muralla para proteger las escalas que subirían los atacantes. Ante una primera advertencia del prosaico HM al capitán del castillo acerca del destino de los infortunados, el oficial se negó a rendirse e ignoró la presencia de los rehenes, quienes, según Exquemelin:
“...le gritaban al gobernador y rogaban por todos los santos del cielo rindiese el castillo para salvarse ellos, y las pobres monjas la vida.”
Los filibusteros tomaron el poblado al anochecer, pues el capitán del castillo nunca se rindió. Al final, el militar fue rodeado y ejecutado con toda la misericordia de que se disponía en ese momento. Un tercer fortín, llamado de San Felipe, fue tomado la mañana siguiente por sorpresa. En total los atacantes perdieron 70 hombres. No obstante, hubo celebración ante la victoria. Según el cronista neerlandés:
“Comenzaron a comer con buen apetito, y a beber como mangas de lo que se siguió la insolencia y los sucios abrazos con muchas honestísimas mujeres y doncellas, que, amenazadas con el cuchillo, entregaron sus cuerpos a la violencia de hombres tan desalmados.”
Aún le quedaban colmillos para roer.
Los hechos ocurrieron en julio de 1668, y duraron quince días. Además del pillaje realizado, HM exigió 100,000 reales de a ocho como tributo de quema. Mientras, desde la Ciudad de Panamá arribaron tropas del gobernador Don Juan Pérez de Gusmán con un contingente de soldados que fueron abatidos por los asaltantes. Posteriormente, según el historiador Pedro Pérez Valenzuela, Guzmán ordenó a los filibusteros que abandonasen la localidad, pero HM se negó con todo el amor de que era capaz. Ante la respuesta, el gobernador desistió de organizar un nuevo batallón y abandonó la ciudad y a sus pobladores. En consecuencia, los vecinos decidieron asentir ante las exigencias y pagaron lo requerido. En Cuba se hizo el reparto de un botín de 250,000 pesos a una tripulación satisfecha. La fama de HM se incrementó entre los piratas del área por este ataque. Según relato de Exquemelin, Guzmán afectuosamente horrorizado le mandó un mensaje al galés, impresionado por la toma de Portobelo con tan pocos hombres, 400 según el cronista, y le solicitó un arma usada en el ataque y, HM lo hizo así, junto a unas balas y con el mensaje de guardarlas por un año, pues regresaría a buscarlas. El Gobernador, por su parte, devolvió los presentes, con una sortija de oro, y con la respuesta que no se molestase en regresar a Portobelo, pues no la hallaría en el estado en que esta vez la halló. A su regreso a Jamaica, manipuló el reporte de la acción ante Modyford, al aseverar que había rescatado a 11 ingleses en custodia en Portobelo, sin dejar saber de sus tropelías. Aparte de esto, del despojo entregó los porcentajes correspondientes al Rey británico. Modyford, a su vez, hizo un informe a la corona de acuerdo a su conveniencia, aseverando su impotencia ante las acciones filibusteras, después de haber recibido su diezmo. No hay honor entre los ladrones.
Saqueo de Maracaibo y Gibraltar
Tiempo después, en la isla de Vaca, frente a la actual República de Haití, HM reunió a sus subordinados para organizar una nueva aventura. En el transcurso de la estadía se les unió una nave inglesa, la fragata HMS Oxford, de 36 cañones, que reforzó su flota. También hizo presencia una nave francesa Petit Fleur de gran poder, pero su capitán Andre Sagre se negó a acompañar la escuadra de filibusteros porque HM no le tiraba chibola, pero le invitó a un banquete en su barco y, durante la reunión, bajo unos cargos infundados, encerró a los invitados en una bodega y los apresó, con lo que consumó el traspaso del buque francés a sus manos. Por alguna casualidad no se sabe el destino que corrieron los gabachos. Acto seguido los filibusteros acordaron viajar a la isla Savona para apresar algún barco rezagado de una flota que transportaba un gran cargamento de plata. Hubo una celebración con brindis de ron y disparos al aire, uno de los cuales cayó en un pañol de pólvora que hizo explotar la nave con todos los individuos adentro. Solo diez se salvaron, entre ellos el propio HM, como ya ha sido informado. Según Exquemelin, el jefe filibustero:
“...instigado por su ordinario humor de crueldad y avaricia, hizo buscar sobre las aguas del mar los cuerpos de los míseros que habían perecido, no con la humana intención de enterrarlos, si bien al contrario, con la mezquina de sacar de bueno en sus vestidos y adornos el dinero que tuvieran.”
A pesar de todo, con 15 naves y unos 600 hombres, la flota partió con rumbo a Maracaibo, el nuevo objetivo, llegando al lugar en marzo de 1669, pero encontraron una ciudad abandonada. En lo posterior la banda cometería un sinnúmero de fechorías en los pobladores atrapados y apresados para obtener los pretendidos tesoros que pudieran haber ocultado al saber de su llegada. Según el cronista neerlandés, en esta ciudad atormentaron a los vecinos golpeándolos con palos, quemándoles con cuerdas caladas entre los dedos y los bendecidos ahorcamientos, pues eso se les salía de las costuras.
Al comienzo de la toma de Maracaibo, tras un fuerte intercambio de artillería los asaltantes lograron desembarcar para adueñarse del Castillo de San Carlos de la Barra y del Torreón de Zapara que habían sido abandonados por los españoles, como la ciudad misma. Tales fortalezas fueron desatendidas por HM para dirigirse con su flota a Gibraltar en la costa sur oriental del Lago de Maracaibo, en donde los residentes abandonaron el sitio ante la imposibilidad de enfrentar a los malhechores para evitar lo que sufrieron dos años antes cuando fueron atacados por el bucanero francés Jean-David Nau El Olonés. En esa zona los filibusteros encontraron un demente que aseguró ser hermano del Gobernador de Maracaibo. Al enterarse de la falsedad, le colgaron de una cuerda y le quemaron hojas en su cara hasta fallecer. Al fin, un esclavo reveló el escondite de los vecinos y apresaron a 250. Las crueldades continuaron. Especialmente se ensañaron con un portugués de 60 años, a quien alguien atribuyó ser muy rico. El infortunado fue tratado con barbarie al aplicarle trato de cuerda hasta romperle los brazos, además:
“Lo colgaron de los cuatro dedos gordos, de las manos y los pies, a cuatro estacas altas donde ataron cuerdas de las que tiraban como por clavija de harpa y con palos fuertes daban con toda fuerza en dichas cuatro cuerdas, de modo que el cuerpo de aquel miserable paciente reventaba de dolores inmensos.”
Después de otras vejaciones lograron obtener mil pesos del desdichado. Verificaron la posición de los vecinos de Gibraltar, pero después de revisar la ubicación defensiva y ventajosa del gobernador y sus acompañantes decidieron partir. Los malhechores exigieron tributo de quema, a lo cual los residentes cedieron hasta prometer reunir 5,000 reales de a ocho. En medio de negociaciones -con personas usadas como prenda para asegurar el pago- y con el botín en sus manos, regresaron a Maracaibo.
Inicio de la travesía
La expedición partió de cabo Tiburón el 6 de diciembre de 1670. El primer objetivo era tomar el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina en la actual Colombia para asegurar el enclave una vez pretendido por Mansvelt. Al arribar asediaron una de las isletas, la cual estaba debidamente fortificada. Durante el acorralamiento soportaron una lluvia intensa y pasaron hambre. Ante la desesperación de los suyos, HM mandó un mensaje al gobernador del emplazamiento para reclamar su rendición. La respuesta obtenida fue claudicar sin condiciones, pues no se consideraban con fuerza suficiente para encarar a los filibusteros. Lo único que el sitiado naguilón pedía a cambio, bajo común acuerdo con HM, era fingir una batalla para no arruinar su reputación. Una vez tomado el lugar, los aventureros reclutaron algunos prisioneros de origen panameño que les servirían de guías de ahí en adelante. Al partir, dejaron inutilizadas las fortalezas. El próximo paso fue organizar una cuadrilla al mando del capitán Joseph Bradley con 5 naves y 400 hombres. La misión era asegurar el castillo de San Lorenzo, en la desembocadura del río Chagres, para afianzar el paso a la Ciudad de Panamá. Tal fuerte tenía defensas naturales muy difíciles de remontar y la única forma directa de entrar era por un puente levadizo. Los atacantes desembarcaron a unos 5 km del sitio y caminaron a través de la jungla hacia el objetivo. Al arribar, las primeras embestidas costaron muchas vidas a los filibusteros, pues los españoles respondían con fuego de artillería. Los mismos asediados, en medio de la pelea, gritaban desde el castillo:
“Vengan los demás perros ingleses, enemigos de Dios y del Rey. Vosotros no habéis de ir a Panamá.”
La manera cómo la ciudadela fue tomada es narrada por Exquemelin de una forma extraordinaria. Sucedió que una flecha fue lanzada desde el recinto e impactó a uno de los filibusteros quien se la sacó inmediatamente. Acto seguido, envolvió una pieza de algodón en la punta y le prendió fuego; entonces lanzó la saeta hacia el edificio y provocó un incendio. El 15 de diciembre, después de dejar abrasar el lugar, los atacantes tomaron el fortín con gran resistencia de los defensores que se rindieron hasta que el gobernador fue abatido. Sólo 30 soldados españoles quedaron con vida de los 314 que estaban al inicio. Por los filibusteros hubo más de cien bajas, incluido Bradley. De esta manera, con el archipiélago y sus defensas inutilizadas y el castillo tomado, HM resguardaría su retaguardia, a diferencia del error cometido en Maracaibo. A pesar de la victoria, los filibusteros supieron de boca de los cautivos que algunos españoles habían huido a dar noticia en los alrededores de su llegada. Desplazándose al lugar, el jefe de los forajidos se regocijó al ver la fortaleza rendida. Antes de continuar, organizó una fuerza de 300 hombres que dejó a cargo del castillo, otros 150 en los buques y con los restantes 1,200, junto a cinco botes y treinta y dos canoas, comenzaron la ruta a la Ciudad de Panamá bordeando el río Chagres. El plan inicial consistía en atravesar la selva, en vez de marchar por la ruta de Las Cruces que les harían más propensos a una emboscada. Sin embargo, la desventaja era el sofocante clima tropical y sus problemas añadidos. Según Exquemelin, partieron del castillo el 18 de enero de 1671.
Al comienzo el grupo fue dividido en dos columnas. Una avanzaría por el río y la otra iría por tierra. HM decidió llevar el menor equipaje posible durante la travesía, incluso comida. Aparentemente, esperaban atracar poblados y apropiarse de lo necesario para el camino. Tal decisión sería determinante en los días siguientes, pues en la cuarta jornada de camino el 21 de enero, los filibusteros habían avanzado y comido poco y, encontraron un puesto abandonado, pero en el lugar sólo había chozas y unas bolsas de cuero esparcidas. De acuerdo al narrador neerlandés:
“...se vieron obligados a comerse los mismos sacos que hallaron, por dar algo al fermento de sus estómagos, pero era tan acerbo, sin encontrar otra materia en qué envolverse, que les comía las entrañas.”
Al siguiente día, buscando en los alrededores de unas granjas despobladas, encontraron maíz y frutas que fueron distribuidas. El 23 de enero enfrentaron su primera emboscada por parte de nativos y, ordenó no perseguirlos por la evidente ventaja del conocimiento del terreno de los adversarios. En la posterior jornada llegaron al poblado de Venta de Cruces, que había sido también abandonado. Algunos decidieron, opuestos a las órdenes de Morgan, deambular en los alrededores en búsqueda de comida, pero fueron atacados. El 25 de enero, el galés armó un escuadrón de avanzada conformado por 200 hombres. Esa misma fecha la tropa sufrió otro embate con saldo de ocho muertos y 10 heridos al soportar un intenso ataque de flechas lanzadas por los nativos.
Llegada a la ciudad
Los filibusteros atravesaron la selva con extremas dificultades hasta que llegaron al sitio conocido como Cruces. El 26 de enero divisaron la ciudad desde una meseta, que en la actualidad es conocida como Loma de los Bucaneros. De acuerdo al cronista neerlandés:
“…comenzaron a dar muestras de una extrema alegría echando los sombreros al aire, como si ya hubiesen conseguido la victoria. No hubo trompeta que no resonase, ni tambor que no se dejase de oír en aquellos contornos.”
En su ruta a la metrópoli el 27 de enero encontraron algunas granjas y robaron víveres. Previo a su llegada, HM organizó una cuadrilla para investigar la ubicación de los españoles en la ciudad. A su regreso le comunicaron que estaban reagrupados en el camino principal. El filibustero ordenó entonces la marcha sobre la localidad. Sin embargo, no lo hizo encarando a los españoles, sino rodeando la ciudad a través de la jungla, lo cual, aunque era una maniobra trabajosa, evitó un encuentro frontal con los lugareños que poseían una fuerza de 2,800 hombres y a quienes las condiciones favorecían claramente, la fuerza militar de los panameños superaba a la de HM en una relación de 3 a 1.
Juan Pérez de Guzmán era el encargado de la defensa de Panamá. El mismo a quien HM, prometió tomar el arma enviada en su ataque a Portobelo. La ciudad fue reforzada con habitantes de otras localidades y armas posicionadas tanto en las afueras como adentro de la población. Niños, monjas y mujeres, junto a un cargamento de plata, fueron enviados en el navío Trinidad con rumbo a Perú. Al ver el movimiento evasivo de los asaltantes, el gobernador Guzmán ordenó perseguir a los filibusteros en campo abierto dejando sus posiciones. En respuesta, HM ordenó a un grupo de francotiradores, armados de mosquetes, repeler la acometida de un escuadrón de caballería junto a otro de infantería que servía como apoyo. Al avanzar este contingente sobre un terreno lodoso, tuvieron numerosas bajas ante la certera artillería de los filibusteros. En la acometida murieron al menos seiscientos españoles, porque el INE no los pudo contar a cabalidad.
Ante la derrota inicial, los sitiados recurrieron a un segundo plan que consistía en liberar una manada de toros contra los atacantes. Con el campo fangoso la táctica no tuvo ningún éxito, pues los animales fueron aniquilados o quedaron atascados. Ante el fracaso, los soldados que estaban en la primera línea de defensa huyeron. La tropa restante se desorganizó, huyó a los fuertes y no pudo reagruparse. Con esta primera victoria, los filibusteros avanzaron hacia Panamá. Allí enfrentaron la artillería distribuida en la urbe y tuvieron que pelear calle por calle. Al mediodía, y ante la visible derrota, Guzmán ordenó evacuar -él incluido- la población, hacer estallar el polvorín y retirarse a Penonomé. Los filibusteros tomaron la ciudad a las tres de la tarde iniciando el saqueo concienzudamente sobre la rica población, encontraron vino, pero HM les prohibió tomarlo, para tenerlos alerta ante un posible contraataque. Durante el desorden ocurrió un incendio en la ciudad. Quizá fue iniciado por órdenes de Morgan o producto de un accidente, o provocado por los mismos residentes. Según el investigador Walter E. Piatt, historiadores contemporáneos se decantan por la última opción, pues así evitaban el despojo total de los bienes de la ciudad. Esto se verifica con el hecho del poco monto de oro y plata apropiado por los asaltantes. Adicionalmente, según registros del Archivo General de Indias de Sevilla y del Archivo General de Simancas en Valladolid el gobernador Guzmán declaró ante el juez Miguel Francisco de Marichalar en 1672, confirmando la autoría de la orden de incendiar los almacenes de pólvora, hecho que fue corroborado por más de 50 testigos, algunos allegados a Guzmán. Por otro lado, en el transcurso de la ocupación, se dio la noticia de que los ciudadanos habían huido con sus pertenencias a la vecina isla de Taboga, pero no fue más que un señuelo para hacer partir un barco con rumbo a Ecuador, con la mayoría del tesoro panameño.
El galés mandó patrullas por tierra y por mar en los alrededores en búsqueda de riquezas escondidas. En su estadía de casi un mes se realizaron torturas a algunos prisioneros para obtener más fortuna. Mención aparte merece el relato de una mujer de notable belleza cuyo marido había partido en razón de un viaje comercial. HM trató de portarse de buena manera con ella al estar como cautiva, pero al cabo de tres días mudó su actitud hacia una más violenta con ánimo de abusar de la dama. En vista que sus propósitos desfallecieron ante la firmeza de la mujer, la mandó encerrar en un calabozo.
Últimos años
Después de ejercer en las funciones públicas, prefirió departir con sus viejos camaradas bebiendo en las cantinas de Port Royal, ya que nunca pudo acoplarse con los vaivenes políticos de la isla. En sus años postreros, Morgan sufrió de una mala salud debido a su pasado turbulento de abuso de alcohol y noches de juerga. Con el vientre agigantado por la hidropesía, abotargado, gotoso y engorroneoso, con colitis y el colon inflamado.
…HM era más que un bucanero. El mismo hombre que pudo blasfemar, maldecir, beber y fornicar con sus camaradas en cualquier antro, o liderar una banda de delincuentes por millas a través de junglas hostiles y pantanos... también demostró ser un astuto político con una visión amplia, superior a quienes atrajo con su peculiar magnetismo.
Murió en 1688, a los 53 años debido a tuberculosis, alcoholismo, cirrosis, gonorrea mellitus y ensanchamiento rectal. Los ingleses querían tanto al capitán que le ofrecieron un funeral de estado, en Port Royal, los barcos del puerto dispararon sus cañones en señal de saludo y su cuerpo fue llevado en un carruaje de cañones por la ciudad hasta la iglesia. Fue enterrado en el cementerio de Palisadoes en Port Royal, Jamaica, pero como el karma es muy cabrón, el 7 de junio de 1692 un terremoto azotó Port Royal y el cementerio de Palisadoes se se lo tragó el mar, llevándose consigo el cuerpo de Morgan, que nunca fue recuperado y por eso apesta a mierda, pues lo contaminó. De hecho, el terremoto dejó la mayor parte de la ciudad bajo el agua, un evento trágico ya que Port Royal City era una de las ciudades más grandes y ricas de las Indias Occidentales en ese momento.
Tony Rod. Estoy impresionado muchas gracias
ResponderBorrarGracias como siempre
BorrarGucci Caper. Extraordinaria historia
ResponderBorrarGracias mi bella amiga
ResponderBorrarWendy Zeceña. Muchas gracias mi Qusi bello
ResponderBorrarEs un gusto
ResponderBorrarAymara de León
ResponderBorrarExcelente. Lo reviso
De acuerdo
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