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sergiodeleonlopez
CAPÍTULO 1 DE 2
NUESTRA SEÑORA DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN
Cuando la riqueza es cuestión de geografía
Con nimiedad en las alabadas palabras en la mitológica ficción en la Operación Cabeza de Rata diseñada por artífices causando acerbos dolores y más secreta que la liga de los masones, para el 23 de julio de 1641, en la Tragedia de los Comunes, la Flota de Nueva España hecha en el patio de salvamento en el parque de diversiones del suplicio, sale de la Vera de la Cruz, México, la tierra del sol que se esconde, en viaje de vuelta a la Península Española donde habitan tronos poderes y dominios. El convoy estaba formado por treinta naves como una sopa de químicos con nubarrones preñados de tempestad. A la cabeza iba, el galeón San Pedro y San Pablo, con el cuidado debido y, en la cola la perínclita nave del almirante Juan de Villavicencio con temor a la frustración, el cenceño cuellilargo rumio más feo que Tersites, -al que a su compañera codiciosa de sus carnes le quería sonreir el vientre, dando palabras bruscas escapadas de su paladar hendido con postemillas,- que en su mente revolvía muchas cosas, en el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción, el opíparo galeón construido con silbos por el armador arquitecto naval Don chico Fliss y sin desgastar el ánimo, en 1620 de a 600 toneladas y, para su recordación un galeón era una embarcación a vela de tres a cuatro palos usada desde principios del siglo xvi, barcos de destrucción poderosos y muy lentos que podían ser usados para el comercio o la guerra, cuando el mundo los espera y come de su mano y, casi ningún hombre escapa de los dioses oscuros con sus entrañas colgando hasta las rodillas esperando lo inesperado sin probar su dulzura. It´s worth it.
Celibato murió, mala nalga lo mató
Yu´d never not, y que las piezas caigan en su lugar, créanme que me preocupa aunque no lo haya reseñado antes en esta comedia democrática, cuando zarpó de la Vera de la Cruz, México el autócrata omnímodo Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción con entropía y que nada es inmune a ella, poseído de terror nuboso, estaba en muy mal estado como un tenedor de entrañas, -como el gobierno de este país,- medio chapuceado con la vejez que a nadie respeta, un barco con senectud altisonante, pero cargado de bilimbiques sin libelo, pero se pensaba que aún lograría navegar cuatro mil millas en el agreste océano, pero las malas mañas se pagan por querían meterse en la cabaña del pescado, tal y como afirma Javier Vargas, “pasión gitana y sangre española y el mundo en una caracola.” La nave iba superpoblada de carne humana y sobrecargada por el peso de las personas entre tripulación y pasajeros además de una carga con precio mayor que el presupuesto de gastos de la nación, nada más que 25 toneladas de oro y plata, miles de monedas de Felipe IV producidas en las esclavizadas minas de México y Bolivia, que los hacían todos unos peritos en malas artes que el terror corona. Te quedás pálido de miedo. Su carga arribaba a triple doble dígito. “La Flota de la Nueva España, a la que pertenecía este galeón, recogía en la Vera de la Cruz, México, materiales preciosos, así como productos exóticos de China que, tras haber sido cargados en Filipinas, habían sido transportados hasta el puerto mexicano de Acapulco y llevados por tierra hasta San Juan de Ulúa, en Veracruz. Cabe recordar que la blanca porcelana, cuya técnica aún se desconocía en Europa era muy valorada.” (Hugo O´Donnell) Los supervivientes aseguraron que las bodegas "no bastaban para contener todas las riquezas del valioso cargamento, hinchando los bujes laterales que la hacían inestable y mareada."
Marea alta, expectativas bajas
Por si no alcanzara llevaba adosado en el cacaste el cargamento de porcelana china de la dinastía Ming, joyas, piedras preciosas y las pertenencias de la viuda de Hernán Cortés y abastados de otros bienes de dudosa reputación, además del inevitable contrabando de oro y plata que representaba más un tercio de la carga oficial, escondido como diputado huyendo de la justicia. El Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción llevaba tres veces el peso autorizado por la Sat y el departamento de Aduanas nacional. El mar acechaba. Al salir de la Vera de la cruz, el convoy escalea en la Habana sin Fidel para reparar fugas y averías, a sabiendas que sólo los cubanos se fugan. Esto les acarreó más tiempo de lo pensado y recién el 20 de setiembre La Flota de Nueva España al fin de las cansadas zarpó rumbo a su casa del otro lado, pero lo hicieron un mes después de la fecha límite aconsejada por el Insivumeh para no toparse con la hermosa temporada de huracanes que siempre andan de cacería en su homicida combate. Todo iba sin novedad en el frente y en la retaguardia y a una semana de navegación suave y fácil pasaron con bien el canal de Bahamas, lejos del Estrecho de Florida piden vía al noreste hacia Bermudas, pero el mar los estaba esperando y un 30 de septiembre a tres comidas de distancia, en la costa Este de la Florida, el capitán Juan de Villavicencio no había visto –maldita dislexia,- las funestas señales que su pitonisa madre le había enseñado de que las nubes con arreboles de la paleta de colores cálidos con olas tremolantes impelidas por el Céfiro tamborileando en el casco, creando altas notasque producían las olas al chocar contra el casco de la gran nave, como si Miles Davies estuviera interpretando Kind of Blue y, pues ni modo la Flota fué azotada horrísonamente como a reo no creyente en el ritual de la muerte por el huracán que las arengó a andar como tímida doncella y la mayoría de los barcos fueron a tocar el fondo marino del báratro donde duermen los mortales el dulce sueño eterno con los ojos cerrados. La oscura noche cubrió sus párpados, ya no volverían a ver la salida del sol. El rostro contristado de la tragedia, “cuántos muertos, y cuánto horror, y cuántos sueños, y cuánto heroísmo, y cuánta sangre, y cuánta mierda acumulada” (AP-R), en tan poco tiempo y que vivan los ajos.
Las malas noticias viajan más rápido que las buenas
Y no te lo puedo contar dando saltos mortales hacia atrás porque sólo por hoy que la historia fluya y nada influya, pues “como los cobardes no escriben la historia,” durante la feroz tormenta, el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción estuvo a punto de dar caravuelta y las fugas chapuceadas se volvieron a abrir como herida sin sutura. Les habían hecho el timo del muerto. Neptuno el que bate la tierra hizo que sus bodegas se inundaran con tres metros de agua salada sobre el nivel del mar, pero sin encogerme de hombros, a bordo cada persona se despedía de este mundo sin Consuelo, ni Glorra, ni Esperanza y, la desesperación llegó a su punto de quiebre más alto cuando los deifobos vieron la imagen deiforme tallada por el escultor chimuelo aficionado Sintarco de Venafuente en Sevilla, pulida en madera de nogal de Nuestra Señora de la Concepción, patroncita aliabierta del barco, sin derramar icor fué barrida con etrépito de la popa por una enorme ola semejante a un proyectil biendirigido y sabían que se les descomponían los grifos y no pudo ser rescatada, pues el alma se le separó de los miembros y sin darles respiro alguno, aunque:
“Era de nogal,
era de nogal,
era de nogal el Santo.
Era de nogal,
por eso pesaba tanto.”
Ese fué el más terrible y despiadado instrumento de tortura para todos los creyentes de abordo y con eso se les detuvieron las deposiciones continuas, con alegria de la calle y dolor de la casa. A pesar de lo mucho, el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción se atrevió a aguantar las violentas aguas con la máscara del optimismo, cuando el mar abría con regocijo sus alas y tragaba lo que se le pusiera a su paso. Quedó desarbolado y el mayor oleaje lo arrastró lejos del rumbo prefijado en la bitácora, sin que se dieran cuenta a tan sólo dos remos de distancia de remojarse. El capitán seguía peleando contra esa fuerza poderosa gritándoles con todo lo que le daban sus cuerdas vocales:
-“Despiadado no nos vas a engullir y llevarte toda esta divina riqueza, que tanto nos ha costado.”
-Y el mar indestructibe e insoluble poseído de inmaterial furor, con exánime terror, siempre contestando: “quizás, quizás, quizás.”
La lucha entre ambos entes por ratos se volvía más violenta y el capitán zarandeado segúía gritando, hasta que la tormenta empezó a ceder, el capitán Juan de Villavicencio, que era eyaculador precoz y que por eso lo habían ascendido a CaboPrimero, ordenó cortar el mástil principal y arrojar varios cañones por la borda para alivianar la nave y, así logró recuperar el control remoto atemporalmente, pero no estaba en condiciones de cruzar el Atlántico porque quedó dando tumbos como que tuviera el mal del zambito. Era indiscutible allegar a Puerto Rico, a unas mil millas al sudeste, para hacer las innúmeras reparaciones suficientes. Cambió el curso y cojeando soportó durante tres semanas el dañado y abatido corcel del mar, cuyo furor es insaciable y funesto a los mortales, sin repetirse el ritual de la muerte. Todavía.
“En la cima de la quilla que se vuelca destrozada,
con el corazón de hierro trepa.
El frío de la espuma del mar es fuerte
y su muerte está en camino”
Jar Rollo
Cuánto se llegó a negar y que los sentidos percibían y la evidencia mostraba, señalados por el índice de la fatalidad y sin constipación creativa el 23 de octubre con ánimo ariado, el piloto Bartolomé Guillen, miserable advenedizo que mejor hubiera muerto célibe pues tenía corrido el corazón a la derecha y para abajo, que era todo un plecostómo vengativo como el barbudo del Sinaí, anuncia por los altavoces magnavox que se encuentran navegando al norte de Puerto Rico y ordena virar 10 grados al sur, siguiendo la Venus comenia, recurriendo al futuro pues se creía el Automedonte. El comandante del galeón, Don Juan de Villavicencio, hábil en urdir engaños y que además no era verboso al que su mujer le había quitado el vigor, pensó que Guillen está alucinando con el miedo fronterizo de la traición por tanto vino agrio licuado al hígado ya regado con licores generosos, poseído de cruel rabia harto de libaciones de cañabar, ese arte que está desapareciendo. No habían navegado tan lejos hacia el este, creyendo que estaban al norte, no de Puerto Rico, sino de los Abrojos que simple, lisa y llanamente quiere decir “abre los ojos”, una zona roja de bancos de arena y arrecifes a unos ochenta kilómetros al norte de La Española, fuente profunda que vierte aguas por las escarpadas rocas. Guillen y Villavicencio al que no le cupo la ira en el pecho, con terror de pánico alzando la vos, le gruñó algo sobre la autora de sus día y, el otro al vibrarle el tímpano supo que no era hijo de quien creía y se agarraron, no precisamente a besos desatando un motín sobre el tablado que hizo tambalear aún más la nave como temblor de cinco grados de magnitud. Finalmente el piloto que ganó el duelo a mansalva tuvo la última palabra y ordenó cambiar el rumbo y desanduvo lo andado. Sin más, en un gesto dramático, el Capitán Villavicencio con cuerpo de hombre y actitudes de niñita, al que su madre posiblemente lo nutrió con hiel y, con sentimientos revueltos pidió que le subieran una cubeta aguamanos con agua salada de mar a la cubierta de popa y, a la vista de la tripulación y los pasajeros reunidos y, con vanos temores se lavó sus manos de toda responsabilidad pecuniaria, porque en algún lado había leído eso y que daba resultado y la culpa ya no hacía escarnio en las ingles. Se había convertido en el hombre de la acción callada sin ser interrégimo. Después del episodio, siguió una semana de clima calmo, pero en la comedia de la vida y a un tiro de piedra, un 30 de octubre, el viento cefirótico acechándolos como tacuatzín a pollo, se levantó del noreste y la velocidad del galeón creció como que habían pisado el acelerador a fondo. A las ocho de la tarde, el barco se estremeció como disparo de catapulta haciendo resonar a las mismas olas y se les conturbó el ánimo, pues había golpeado violentamente contra unos arrecifes sumergidos que sin señales de tránsito rondaban por ahí. Fué como si la Gorgona cruel y horripilante portento de Júpiter los hubiera atrapado por la quilla. ¿Dónde estaban, al norte de Puerto Rico o al norte de los Abrojos? Estaban en un punto manchado de homicidios e insaciable de combates. De este a oeste, las discrepancias cubrían un rango de 350 millas y de norte a sur más de cien. ¡Estaban más perdidos que el primogénito de la mujer que ahogó a su hijo denominada en la literatura clásica como la Llorona!
“Los esbirros cuando no se sientes seguros, son cobardes”
Rafael Arévalo Martínez. Ecce Pericles
Con la urgencia que se requiere en casos como éste y consultando el manual para doomies, el capitán, con el espíritu soberbio que nunca cede, ordenó que se manufacturaran balsas arrancando la madera necesaria del buque, pisos de la cubierta, puertas, forros del casco y lo que sea menester. Pero, con las ideas calentadas por el sol, otro motín benévolo que ralentiza desata los sentimientos cárnicos de los oficiales que se obstinan en reflotar la nave, aunque sea a soplidos conjuntos de todos los de a bordo, pues el daño inicial para ellos no era mucho, pero en los intentos continuos por liberar el barco, los corales muy encabronados porque les quitaron su paz, horadaron varios boquetes más en el casco para que aprendieran la lección, dado que en el futuro serían protegidos y declarados patrimonio de la humanidad. La situación ahora se hizo más desesperada que viuda con ocho hijos y muy cabrona como las actuales elecciones del país, pues la nave estaba más atascada que elefante en el fangal. No quedaba más remedio que abandonarla sabiendo que la guerra no es una mera partida de dados y, el primero en hacerlo como rata en la bodega inundada fué el Villavicencio de feo aspecto, con otros 32 encopetados de plumas estiradas y cuello manchado en otro impactante caso de los oficiales y los caballeros primero. Los demás que se jodan. Y se fué cantandoa vos en cuello:
“Hoy mi playa se viste de amargura,
porque tu barca tiene que partir
a cruzar a otros mares de locura
cuida que no naufrague tu vivir-
Cuando la luz del sol se esté apagando
y te sientas cansada de vagar
piensa que yo por ti estaré esperando
hasta que tú decidas regresar”
Usaron la lancha larga y pusieron proa al sur guiados por la cruz de los vientos. Los pasajeros y la tripulación en abandono selectivo comenzaron desesperadamente a arrancar los tablones del armazón del buque para improvisar balsas como tablas de surfing. Al final de la estación el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción asentado entre dos aristas de coral se partió en dúo por su popa, con singular estruendo de cohetería de feria y fué a parar a quince metros de profundidad. En un intento por salvar el oro y la plata, los últimos treinta hombres en abandonar el barco arrojaron parte de la carga sobre el arrecife para que pudiera ser localizada a ojo de rinoceronte porque no tenían GPS. Cuando la lancha por el anchuroso mar allegó a tocar playa entonces se dieron cuenta de exactamente dónde estaban, en Puerto Plata, en la costa norte de La Española, hasta el gorro de Puerto Rico, pero los chulos no le hicieron caso al capitán. Ocho balsas precarias y mal improvisadas siguieron el rumbo de la primera, pero cinco de ellas recibieron la bendición de las profundidades y nunca se las volvió a ver la cara, pues tocaron fondo a cuarenta metros bajo la línea de superficie de las reflectantes olas y con sus inmensos colmillos la muerte púrpua los alcanzó. Los había rodeado la destructora muerte. Otro grupo de cientoveinte personas distinguidas partió en dos balsas mucho mejor elavoradas construidas con clavos de bronce y más fuertes que el resto en roedora discordia y, esto les permitió llegar a arena de playa firme en la espumosa orilla, pero al recalar y, en desafortunada y desagradable bienvenida con asperos dolores, fueron capturados por piratas ingleses, que como buenos británicos andan en todo para ver con qué se quedan y si no me creen vean las Malvinas. El capitán pirata apóstata Joe Pass, al que con sus 1.90 mt de altor le decían Shorty, que era como las olas que van a donde quieren y no le obedecen a nadie excepto a la luna, con su zángano humor que hacía perder el juicio a los más prudentes y hasta los que habían gozado de las primicias de su amor que se sofocaban en su necesidad en la marisma, pues era de los que muerden con la boca cerrada, les preguntó dónde habían naufragado y los españoles no tuvieron más remedio que escupir el lugar por medio de Donoso Cuesta conocido como la Bifurcada porque ya no compartirían el tálamo y, respondió que en los arrecifes al norte de Anegada.
-“¡Borrachos spanions de mierda!,
se carcajió como la renga, a voz en grito el pirata Pass.
-“No fue en Anegada, están en los Abrojos, ni cuenta se dieron mareados apestosos a ajo morado.
“Mejor es librarse huyendo que dejarse agarrar”
Agamenón
Aunque se me dilate el corazón, el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción había naufragado a 75 millas al norte de La Española la actual República Dominicana. Los piratas no les hicieron daño, bueno sólo un poco de daño emocional y espiritual porque ellos eran calvinista, pero queda claro y sobreentendido que ganas no les faltaron, sólo los empelotaron de sus ropas finas y de sus adictivos adornos y los dejaron sólo en el atuendo interior de piel expuesta para satisfacer sus apetitos y, se fueron en busca de la carga, con aquel poderoso afecto que les movía, pero para su bendición y karma de souvenir también naufragaron por tanta oración y maldición enviada por el éter hacia ellos sufriendo los infortunios que sintieron a sus espaldas, pues cada quien cava en su propia mierda. Se fueron con Plutón que reina en los infiernos. Por esto no te juntes con extraños. De los quinientoscuarenta pasajeros y tripulación sólo cientochenta lograron sobrevivir sin obedecer a la noche con olor a nube, trecientos sesenta pasaron al mar de cristal y así relajaron sus miembros. Muchos cayeron por la borda, penetrando en el seno del agua marina muriendo por ahogamiento, agotamiento o presas del miedo y, muchos pasaron a formar parte del menú gratuito del mediodía de los tiburones blancos que habitan en el lugar y que pueden olfatear presas a gran distancia. Fué como una hecatombre en ofrecimiento con las monstruosas atrocidades naturales con olor a muérdago. Pronto allegó la superstición a término, pues apareció la Quimera como vaca de un año no sujeta a yugo.
“La esperanza hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas
aun cuando no vea tierra por ningún lado”
Como hienas que olfatean la carroña a kilómetros de distancia, la inconmensurable carga de oro y plata del Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción hizo que de inmediato saltaran proyectos de agrimesura para rescatar el tesoro hundido por la bendita voluntad de Neptuno que se estaba cobrando el peaje. El propio Don Juan de Villavicencio, con su olfato gaturno trató de organizar unas cuantas expediciones, pero la burocracia, la prensa periódica, el MP, el Instituto Guatemalteco de Migración, el IPM, las cabañuelas, los temporales, los piratas franceses y la puta madre que los parió se lo imposibilitaron, poniéndole trabas inimaginables originadas en sus hipotálamos. Además, la ubicación no estaba suficientemente bien declarada en ningún lado, pues la peligrosa masa de coral en la que había zozobrado tiene 65 kilómetros de largor, y en algunos lugares más de uno y medio de anchor y, ante tanto menjurje el capitán se rindió, se bajó las mangas choriceras y dijo espontáneamente:
-“A la mierda.”
Pero, un naufragio tan desmensuradamente lujoso no puede olvidarse con suavidad y, en 1687, cuarentayseis años después, William Phips, joven agricultor de Nueva Inglaterra, que se hizo carpintero de buque y luego capitán de la Marina Mercante de Nueva Inglaterra, MMNI, conoció de casualidad a un sobreviviente del Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción, conocido como Rinquincaya, quien a cambio de licores humeantes le chismoció la posición del pecio a cambio de una parte del botín dado bajo la mesa para que nadie se fijara en el acontecimiento y no fuera acusado de peculado y falsedad material con propio. Sin perder tiempo y más rápido que una turba saqueadora, Phips consiguió financiamiento en Banrural, en La Bola de Oro y de la nobleza inglesa y se aventuró a entrarle al asunto en dos barcos, El James and Mary, capitaneado por él mismo, y el Henry, al mando de su amigo el capitán Francis Rogers. Con ellos fué a La Española y fondeó en la bahía de Puerto Plata, en la costa norte de la República Dominicana y para vacilar al enemigo, engañándo a las autoridades como siempre suele hacerse y que nadie interfiriera en su verdadero curro, Phips se quedó fingiendo demencia en el puerto con el James and Mary como si se dedicara al comercio de plátanos rosados de buen tamaño, por cincuentaynueve días, mientras Rogers le hacía ovarios en la busqueda del pecio en el Henry y, llevaba a varios nativos caribes buscadores de perlas que con ayuda de piedras picudas como lastre amarrado al ombligo se podían sumergir a quince metros y fracción de profundidad y durar hasta trecientos segundos en lo hondo aguantando la respiración y a una presión atmosférica de 150.675 va, unas hermosas 2.5 atmósferas. El curro fué mas complicado que convencer a un adolescente que se bañe, pero localizaron los restos de la nave y algo del pecio. Cuando zarparon para Inglaterra acarreaban eb sus bodegas bajo cubierta, treinta toneladas de monedas, barras y planchas de plata, doce kilos de oro en lingotes y seis sacos con piedras preciosas, aunque sólo habían rescatado el 13% de la carga y no pudieron tragar más por la falta de suministros para la tarea, el agotamiento de los caribes y el mal tiempo, además de la presencia de putos piratas franceses que andaban chupando rueda. Phips del atardecer al anocher se convirtió en otro inmensamente rico, bueno rico no, adinerado acaudalado y, a cambio de repartir sus ganancias con la Corona y sus patrocinadores, fué nombrado caballero y en 1691 se convirtió en gobernador de la colonia americana de Massachusetts. Aunque Phips y Rogers sabían que aún quedaba mucho del tesoro en el Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción, pero aquella fué su última expedición y por supuesto al que le dió el chillo no le dió ni una mierda, tal como sucede en estos casos.
CONTINUARÁ… la semana próxima.
aymaradeleon
ResponderBorrarFascinante tu historia👏, bello el mural
Muchas gracias
BorrarAngélica Pérez
ResponderBorrarSe ve muy bueno
Es una historia fascinante, se que te gustará
BorrarTony Rodríguez
ResponderBorrarMuchas gracias Sergio
Te agradezco siempre la buena lectura
Gracias a vos Tony
BorrarSiempre me han gustado las de barco de velas, me imagino que eso le pasaba a E. Salgari, saludos
ResponderBorrarExcelente lectura. Entretenida y muy a tu manera. Siempre nos enseñas algo. Abrazos a la distancia
ResponderBorrarMuy interesante, gracias por enseñarnos todas esas historias verdaderas
ResponderBorrarCarlos Reséndiz
ResponderBorrarColaborador destacado
ya visité tu sitio, mi amigo Sergio y está fenomenal. ya quisiera tener uno como el tuyo. Tus historias son muy interesantes y me hiciste reír con la vieja tonada de 'Era de nogal, era de nogal el santo'.
De verdad me siento honrado que alguien como tú se haya tomado la molestia de visitarlo. Muchas, muchas gracias Carlos
BorrarMary Zeceña
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario, me ayuda mucho y me dá energía para seguir escribiendo