CUANDO LAS PIEDRAS TRUENAN
ES PORQUE RÍOS TRAEN
Los genios son de otro mundo
lunes 15 de diciembre, 2024
sergiodeleonlopez
El pez sólo ve la carnada, nunca el anzuelo
6949120
Hablar de este muchacho es un riesgo.
Sí, un riesgo,
De él no se sabe nada, pero se dice mucho.
Pero el rostro del autor tiene nombre.
Porque los reyes de las mentiras que fueron los griegos y, si no me creen, se fundamentan en la mayor mentira de la historia, esa cosa que le dicen democracia o más bien demonocracia. Y tan es así, que ni siquiera a ese muchacho le escribieron su biografía, para que ahora no anduviéramos patantaqueando en búsqueda de su info.
Bien sabido es que era heleno.
Se le atribuyen cosas magistrales, pero no hay certeza de eso, ni forma de comprobarlo a plena luz del día, ni mucho menos en la noche.
Lo que sí es enteramente cierto, es que es el más famoso, la créme de la créme.
Sólo se sabe que fue parido por una mujer producto de un ayuntamiento con un hombre y que cayó en este mundo probablemente a los nueve meses. Después de mucho voltear la baraja se ha llegado a la conclusión de que fue alumbrado al mundo en 490 aC y se mantuvo coleando hasta el 430 o 420 aC, que indica que vivió sólo unos sesenta años.
De labios perezosos y mente gruesa.
Sólo es sabido que fue tirado al mundo en Atenas y, que vivió en la época de Pericles, -gobernante de Atenas e importante jurista, magistrado, general, político y orador ateniense en los momentos de la edad de oro de la ciudad,- que fue su principal protector y le encargó la dirección de su gran proyecto de la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas, en la etapa del primer clasicismo griego. En uno de sus apuntes biográficos talló en la estatua de Dios máximo, que era hijo de Cármides, pero eso es todo. Pero Cármides es uno de los famosos diálogos de Platón, el que comía en un azafate.
Pero de lo que sí estoy seguro es que es mi escultor favorito de ese entonces.
Y no sólo eso, también era arquitecto.
La belleza física, carnal, exterior de la fresca juventud, la belleza sin complejos, sin límites en su búsqueda de la perfección que entre los griegos jamás halló la humildad o el pudor que la larga Edad Media vendría a imponer al cuerpo, es el valor pleno representado por los escultores de la época clásica. La belleza fue asociada en el mundo griego con la justicia, el segundo gran valor heleno. Y en el mismísimo templo de Delfos estaba escrito:
“Lo justo es lo más bello”
Fue precisamente la belleza de Helena la que decantó la balanza en la decisión de Paris y llevó a Troya a la destrucción.
Entretanto escuchaba el Capricho No. 24 de Paganini, me vino la inspiración de otro genio en otra vertiente cultural, la escultura. Esta obra hace que más de alguno se sienta agobiado, y es que Paganini, en esta pequeña pieza de poco más de 6 minutos de duración, hace un recorrido por la técnica del violín sin dejar prácticamente ningún procedimiento por explorar. En cada una de las variaciones sobre el tema principal, explora uno de los recursos técnicos del instrumento. Se escuchan dobles cuerdas o sea tocar dos melodías a la vez, una en cada cuerda del violín y hacerlas sonar juntas. Acordes o sea tocar TRES notas “casi” a la vez, notas tocadas a gran velocidad, diferentes golpes de arco o maneras de utilizar la flexibilidad de las cerdas para atacar las cuerdas con diferentes rebotes del mismo, saltillo, staccato, los registros más agudos del violín, con los que se consigue una sonoridad fantasmagórica, y un montón de dificultades más. Cada nueva variación es una sorpresa, que asiste con asombro y fascinación a este despliegue violinístico casi casi circense. Famoso por sus puestas en escena, en las que dicen que se autosaboteaba, se le rompía una cuerda en el momento más inesperado, para salir airoso de la situación con un magistral golpe de efecto ¡seguía tocando con las otras tres! Paganini tenía un talento y una facilidad para el instrumento que le hicieron destinatario de múltiples leyendas en las que se le atribuían poderes mágicos ganados gracias a pactos con el diablo. Parece ser que la prodigiosa longitud de sus dedos era más bien debida a algún tipo de malformación, pero incluso para él, la versión del pacto demoníaco era mucho más emocionante y beneficiosa.
Entre más ligera es tu carga, más rápido corres
Un buen amigo mío, el arquitecto A. Tovar, fue a Grecia a estudiar restauración de monumentos y me contó que no es cierto que los griegos anduvieran buscando la belleza en sus obras, pues en realidad la belleza está en todas partes, cuando se camina por las calles es como si las famosas esculturas hubieran cobrado vida y anduvieran paseando, pues las griegas y los griegos así son de bellas y bellos.
Las estatuas colosales de Fidias no sólo eran visualmente impactantes sino que también mostraban la riqueza y los logros culturales de las ciudades que ordenaban su construcción. La creación de una estatua de este tipo implicaba habilidades en escultura, carpintería, joyería y talla del marfil, además de una gran fortuna para adquirir los materiales que las componían. Una vez terminadas exigían, como añadidura, un mantenimiento constante. En Olimpia se empleaba personal cualificado para asegurar el mantenimiento de la estatua de Zeus.
Con Fidias se comprende el mundo de la belleza griega que constituye uno de los más elevados ideales de esta civilización. Las Musas -animadas por la vida que les insuflan los versos de Hesíodo- repiten una y otra vez el mismo lema:
“El que es bello es amado, el que no es bello no es amado.”
Pero ¿por qué se ha ganado Fidias fama inmortal? La destrucción y el paso del tiempo al que han sido sometidas sus obras hacen difícil comprender su papel en la historia del arte griego y, con él, de occidente. De lo que los expertos están absolutamente seguros es de que muchas de sus obras llegaron intactas al periodo romano y que fascinaron profundamente a los coleccionistas privados que se disputaban -pagando verdaderas fortunas- las obras originales de época griega y encargaban copias de enorme calidad que son las que han llegado hasta nuestros días. La mayoría de testimonios de la creación artística de Fidias que ha llegado hasta nosotros son, efectiva y lamentablemente sólo copias romanas.
Pero los Dioses fueron honrados, por encima de todos los demás, por el cincel de Fidias, Atenea y su padre Zeus. Por gracia de su talento, Fidias representó tres veces a Atenea en la acrópolis. La primera y más antigua era la estatua colosal en bronce de Atenea Prómachos que se elevaba más de quince metros de altura entre el Erecteion y el Partenón, justo delante de la entrada de los propileos. Prómachos significa literalmente “la que lucha en primera fila en la batalla” y, por tanto, se trata de una estatua que subraya el carácter bélico de la gran Diosa. Bajo esta forma Atenea aparece vestida con armadura y casco militar.
“El manto caía hasta sus pies y un cinturón le ceñía el talle.
Sus pechos estaban cubiertos por una coraza con la cabeza de la gorgona.
Su cuello, descubierto y largo, causaba placer sin límite al contemplarlo.
Tenía marcadas sus venas y sus formas eran ágiles, bien articuladas.
Sobre la cabeza llevaba una cimera de crin de caballo que infundía pavor.
Su cabello estaba recogido por detrás mientras que los bucles
que se escurrían por debajo del casco eran fiesta para los ojos,
porque el cabello no estaba enteramente metido dentro
del yelmo sino que éste permitía ver un poco sus trenzas.”
Nicetas Coniates, historiador bizantino
La leyenda urbana dice que el casco y la punta de la lanza de la Atenea Prómachos se veían desde la distancia, hasta tal punto que cuando los barcos con rumbo a Atenas llegaban al cabo Sunion, eran capaces de ver su brillo y saber que ya estaban cerca de casa.
“No es reprensible que troyanos y aqueos de hermosas armaduras sufran prolijos males por una mujer como ésta, cuyo rostro tanto se parece a las Diosas inmortales.”
Príamo, suplicando a Aquiles que le devuelva el cuerpo de su hijo
En Olimpia, se encuentra la casi única prueba física del paso de Fidias por el mundo, cuando en 1954 se descubrió su taller, y entre los restos se encontró un tazón con la inscripción “Pertenezco a Fidias.” Esa solía ser su firma. La decoración escultórica del Partenón es la única obra original que se puede ligar al hombrecito este, pero ni se sabe en qué grado. Quizás fue concebida por él, pero no está claro qué parte o si alguna salió de su cincel. Repartida sobre todo entre el Museo de la Acrópolis y el British Museum, maravilla por esas anatomías delineadas bajo los pegados ropajes, lo que se conoce como la técnica de paños mojados, que se asume que él usó.
Un jefe es tan fuerte como su soldado más débil
Había llegado el momento para dar otro paso hacia el abismo, quizá fuera la envidia que despertaba su talento, pero Fidias se ganó muchos enemigos, con elegante violencia, como suele pasar cuando alguien destaca. Sí, él nunca tuvo que llenar zapatos grandes pues él era grande. La puta envidia de mierda. Sus detractores -que también negocian con rumores,- hacían grandes planes en sus pequeños cerebros. Primero le acusaron de embolsarse parte del oro destinado a la estatua de Atenea en el Partenón, pero pudo demostrar su inocencia a pesar de las acusaciones de la fiscal general de la nación. Después, de blasfemo, -por los curas de porquería,- pues incluyó su efigie y la de Pericles en la decoración del escudo de la Diosa. Tradicionalmente se ha pensado que fue condenado a prisión y que allí falleció. Hoy, los estudiosos creen que fue exiliado en la isla de Elis. Pagó caro, en cualquier caso, lo de mezclar lo divino, lo humano y el vino. Los medios justifican el fin, o algo así, pues una cara bonita no detiene un ataque. Por eso hay que recordar quiénes son las ovejas y quiénes son las cabras. Fue un daño irreparable para un vecino tan importante, pues una relación con los soplones es como tener una relación con alguien del mismo sexo, pues hasta los soplones más locuaces se quedan afónicos. Así que hay que decirles con el lenguaje burocrático más elegante y adecuado, que se vayan a la chingada.
Fidias conquistó primero a los romanos y luego al Renacimiento para
convertirse en el icono absoluto de la escultura
La joya de la corona de la Atenas de Pericles fue la Acrópolis, donde Atenea derrotó a Poseidón y se convirtió en patrona de la ciudad. Alabada sea. En 456 aC, Fidias coronó este montículo con su Atenea Promacos o sea en primera línea de combate, hecha de bronce de 9 metros de estatura, la escultura más alta de la ciudad hasta entonces. Según testimonios no visibles, los marineros podían ver refulgir el casco y la punta de la lanza en los días soleados. En 438 aC, el artista se superaría a sí mismo al levantar la Atenea Partenos o virgen crisoelefantina “recubierta de oro y marfil”, de 12 metros de estatura, dentro del Partenón, pero ninguna de las dos sobrevivió al paso del tiempo, -aunque no se sepa cómo pasó eso,- como tampoco lo ha hecho otra obra suya que los escritores de la Antigüedad colocaron entre las Siete Maravillas, el Zeus de Olimpia. El jefe del Olimpo lucía marfil para la carne y oro en los ropajes, estaba sentado en un trono y se levantaba unos trece metros del suelo. Siglos más tarde, el geógrafo Estrabón se lamentaría de que si a la deidad le daba por ponerse de pie y rascarse el trasero, daría con su cabeza contra el techo.
Dictando sentencia en el arte en el mundo de la antigüedad clásica
que tuvo un solo nombre y ese fue el de Fidias
Armonía y perfección, esas fueron sus obras atribuibles más reconocidas, ambas de madera revestida con fragmentos de oro y marfil, que se convirtieron en modelos de perfección de la representación de divinidades, pero también se le atribuyen otras estatuas, tanto criselefantinas como de bronce o mármol, que gozaron de fama, como la Atenea Promacos y la Atenea Lemnia, pero ninguna de ellas se conservó en su forma original y, algunas de sus obras se conocen a través de descripciones que realizaron autores de la Antigüedad cientos de años después -o sea que describen algó que no les consta pues no vivieron la época,- y, se han relacionado con estatuas de época romana que se han conservado y que se consideran sin haber certeza de ello, copias de originales de Fidias, como el Apolo de Kassel, el Anaduemo Farnese o las numerosas Atenea Pártenos.
Una vez que la obra del Partenón quedó concluida, Fidas y su taller quedaron a cargo de la decoración escultórica del mismo. Las intervenciones más salientes que Fidias le realizó fueron un friso en bajorrelieve de ciento setenta metros de longitud, dos frontones con figuras exentas, noventa y dos metopas en altorrelieve y la procesión de los dioses del Olimpo en la cual resulta espectacular el tratamiento que supo atribuirle a las telas que los cubrían, plenas de realismo palpable. Supo manejar tanto lo que se conoce como escultura exenta como escultura en relieve.
Si Pericles fue el alma de la nueva Atenas clásica,
su intérprete por excelencia fue Fidias
Una pregunta de examen muy jodida y que no tenga que enfrentarse a complicadas decisiones porque no se sabe casi nada de su vida triste o alegre, no sé -pues creció en la oscuridad como el Lirio de los Valles,- y ni siquiera la gente que debería saberlo lo sabe, puesto que las principales fuentes de datos para la reconstrucción de su existencia, Plinio, Plutarco y Pausanias, escribieron varios siglos después de su muerte, lo que indica que no sabían a ciencia cierta ni una mierda del occiso.
Ese es más o menos el límite de su imaginación geográfica.
Si no están del todo idos, tampoco están exactamente allí donde deberían.
Deberían pagar preferiblemente como siempre con conocimiento y si no con sangre y huesos rotos. El conocimiento de él me lo han alejado como humo al viento, aunque el fuego que consume también deja sitio para una nueva cosecha.
Son como barcos extraviados y empujados por el viento y que los ha conducido a puerto seguro libre de toxinas.
Pausanias cita la frase que se hallaba en una de sus obras, la estatua de Zeus en Olimpia:
Fidias, hijo de Cármides, ateniense, me hizo
Pero como no todas las cartas se juegan juntas, se estima -por una infidencia del Renap,- que su nacimiento se produjo hacia el año 490 aC, aunque se desconoce la fecha exacta, lo que extraña mucho de una institución tan seria. Según Plinio el Viejo, con la sonrisa de un político en campaña, se había formado como pintor, aunque al señor por su antigüedad ya se le sobaba la sesera. Otros aseguran que su maestro de escultura habría sido Agéladas de Argos y, según Dion Crisóstomo, también Hegias. Su actividad artística de repente pudo empezar poray del 470 aC, pues no cae nieve en el desierto.
“Su belleza ha añadido algo a la religión tradicional.
¡Tal es la majestad de esta obra que conviene al Dios representado en ella!”
Quintiliano
Pero si me pregunto, vale la molestia, aunque de su vida no se sabe ni media rama de perejil, -y si se sabe poco es desechable,- sólo que sus ojos eran intensos y peculiares, hechizantes de 0 a 60 en 5 segundos y, de sus obras que también no dan exactitud con más posibilidades que recuerdos en un punto sin retorno, pues el martes nunca llega pronto. Don Plinio el Viejo dice que floreció en la Olimpiada 83 de ahí por los años 448-445 aC y cita contemporáneos suyos hasta la Olimpiada 90, pero él tampoco está seguro de sus afirmaciones, pues por su edad ya tenía endurecidas las neuronas. Menciona como alumnos suyos a Alcámenes, Colores y Agorácrito. Pausanias cita también al tercero y afirma que fue su erómeno, que era un adolescente comprometido en una pareja pederástica con un hombre. O sea que también se le doblaba la tostada. Otro amado, incluso más estrechamente relacionado con el escultor, fue Pantarkes, un joven eleo y ganador del combate de lucha juvenil en las 86 Olimpíadas en 436 aC. Pausanias informa de una tradición según la cual el chico fue el modelo para una de las figuras esculpidas en el trono del Zeus Olímpico. Otra tradición, narrada por Clemente de Alejandría, presenta a Fidias tallando Kalos Pantarkes- Pantarkes es guapo en el dedo corazón del Dios.
Como eran tiempos complicados fue llamado a través del messenger por Pericles para dirigir, a partir del 447 aC, los trabajos de la reconstrucción del Partenón en la Acrópolis de Atenas. Su amistad con Pericles, -con estudiados tormentos de tirano,- según Plutarco, le atrajo envidias que nunca faltan, sobre todo si se asoma mucho la cabeza sobre el agua de la corriente, de tal manera que de él se rumoreaba que facilitaba sus encuentros amorosos al tirano presentándole a las mujeres libres que acudían a ver las obras.
Hegias de Atenas, Agéladas de Argos, y el pintor de Tasos Polignoto, han sido todos ellos considerados maestros suyos.
No prepararse, es prepararse para el fracaso
Erao, con la Ley de las Consecuencias no previstas, LCNP, fue animosamente acusado -y lo agarraron como gaveta que no cierra,- por enemigos de su protector Pericles de quedarse con parte del oro destinado a la estatua de Atenea, y de haber incluido su retrato y el de Pericles en el escudo de la Diosa. Daño colateral. Toda una morralla. Le cayeron como a Cerbero. Aunque se las podía arreglar sin ayuda. Plutarco indica que fue condenado por estas acusaciones y que habría muerto en la cárcel en Atenas de enfermedad cíclica o envenenado. Lo habían afinado y hecho a cantar tangos con sublimación sexual con la espada de Damocles de la burocracia. Durante horas no supo que estaba vivo. Sin embargo, un escolio de La Paz de Aristófanes que cita a Filócoro indica que el proceso y exilio a Élide habría tenido lugar en el 438-37 aC y que habría muerto allí en el 432 aC. No le dió un infarto porque para eso necesitaba un corazón. Algunos historiadores modernos creen que pudo haber ido a Élide en el 438-37 y luego haber vuelto a Atenas, donde habría sido acusado y condenado en el 432 y habría muerto en la cárcel, mientras otros opinan que debió haber sido condenado en el 433/2, momento en el que partió al exilio hacia Élide, donde habría muerto en fechas que oscilarían entre el 430 y el 420 aC, tras otra acusación de sus enemigos con respecto a la estatua de Zeus de Olimpia y con indulgencia egoísta. Pero una palabra suya bastará para sanarlo y que se convenza con una carga que recorre del corazón a la ingle de ida y vuelta. Los negocios le ganan a la sangre, pues ser cabrón es una elección.
La astucia es un arte
Como las circunstancias suelen pasarte la factura de lo ocurrido, Fidias como el escultor que reconstruyó Atenas se ganó muchos enemigos y gratis, sin que se los haya buscado, que es lo que suele pasar cuando se destaca mucho o aunque no se destaque, pues siempre están más divididos que la Galia de Julio César, aunque se alejó de los leones heridos lo más que pudo, aunque le habían agarrado con el pito en la mano. El encargado por Pericles de rehacer la polis ática fue a la vez el motor de la escultura griega clásica, un estilo de influencia recurrente a lo largo de la historia. Todo gran proyecto político de la historia ha echado mano del arte, -menos en éste paisito,- y todo líder ha empleado a un director artístico. Hitler tuvo a uno de sus amantes, Albert Speer. Los papas de la Roma renacentista contaron con Miguel Ángel y Rafael. La mano derecha de Pericles en materia creativa fue Fidias. El primero tenía una ciudad que reconstruir tras la devastación que habían dejado los persas, o sea una maravillosa oportunidad para embellecerla y dejar claro que la villa del Ática era la estrella de la Liga de Delos. Y quién mejor para supervisar las obras que Fidias, el escultor que, según decía en ese entonces la prensa y las redes sociales de las paredes, era el único que conocía la imagen exacta de los Dioses, quizás ya los había visto en sueños o de alguna otra forma, no sé. Muchos siglos después, en su honor, se bautizaría como phi el número clave de la proporción áurea, o divina la de El código Da Vinci. A este muchacho, Fidias se le considera el impulsor de la escultura del período clásico, una de las corrientes plásticas más influyentes de todos los tiempos, pasados, presentes y futuros. Se creó, por fin, una figura humana naturalista y se rompió el hieratismo -que es el plasmar lo representado siguiendo la máxima solemnidad, para lo cual se elimina toda gestualidad o anécdota,- de los siglos anteriores. La especialidad de Fidias fueron los residentes del Olimpo, que los griegos crearon a imagen y semejanza del hombre. La mezcla entre los de arriba y los de abajo. Se hizo más que evidente en el arte de la Atenas del siglo V aC.
“Los ciudadanos victoriosos que se habían opuesto al Imperio de Este, los persas, daban la impresión de caminar y luchar junto a sus Dioses”
John Boardman, helenista y arqueólogo británico
Cómo se volvió escultor
Fidias y Pericles eran dos caras de la misma moneda, dos cuñas del mismo palo, eran como Janos el Dios de las puertas de los principios y los finales, pues ambos parecían Dioses. El primero trabajó para el segundo, pero en Atenas se decía que Pericles trabajaba para Fidias, y nada más verdadero que eso. Lo cierto es que el lo estrategó arconte o sea gobernante de la polis y dejó que el escultor hiciera su voluntad, le dio libertad total para realizar sus propuestas. También lo auxilió en todos los problemas legales que tuvo, incluso se jugó tanto prestigio como poder político personal para salvar a su artista. “Fidias hijo de Cármides, ateniense”, que es como firmaba sus obras y, asi comenzó su labor. Fue en el tiempo de Leónidas y la batalla de Las Termópilas, durante el 480, cuando habiendo cumplido apenas 15 años, el joven y su familia, y su barrio, y su ciudad se fueron todos juntos hacia Salamina, por la ocupación de Atenas por los persas. A su regreso de la isla, una vez en Atenas victoriosa, más en ruinas y saqueada, y sí, con la Acrópolis incendiada, la Atenas negra, Fidias pensó en ser pintor y se puso en marcha, pidió permiso del arconte de aquel entonces, Clístenes, para pintar un escudo sobre una pared. Por el estado en que los persas dejaron la ciudad, el arconte consideró la contratación para mejorar las áreas dañadas con labor superficial y de una sola emisión, no había para más, pues el campo era la prioridad, siendo el pago un poco de grano de trigo y de aceite de olivo, ya que las terrazas de cultivos del Ática qué proveían a la polis habían sido, también, incendiadas. Al pintar ese escudo sobre una pared flechada, tiznada por el humo y semi derruida algo le sucedió al muchacho, pues en un golpe de conciencia entendió que el arte sería la manera en la que él se enfrentaría al ahora enemigo común para todos los atenienses, los persas. Su escudo, lo llevó a acercarse al barrio de los artistas, donde encontraría su verdadera vocación, la escultura.
El pago por su pintura siempre estaba retrasado, tardaba un día, otro. Tardaba mucho. Maltrecho su cuerpo, sin fuerza sus piernas y mareado del hambre, comenzó a caminar. No quería llegar a su casa paterna con las manos vacías, ver a su madre hambrienta. Comenzó a caminar y llegó, sin saberlo, al taller de fundición de Critias y Menciones, quienes, mientras la sociedad se reorganizaba, pensaban cómo hacer su agrupación de tiranicidas -Aristogitón y su amante Armodio fueron conocidos como los tiranicidas por haber matado a Hiparco de Atenas.- Al atreverse Fidias a cruzar la puerta de la fundición los encontró trabajando en torno a la escultura de un soldado hoplita del Ática. Por los ojos de Afrodita -pensó el muchacho,- que lo que miro desea al instante mi mano tocar y sentir su piel de mármol.
Critias y Mesiones fueron artistas que se encontraban activos, trabajando justo antes de la llegada de los persas. Su taller, antes majestuoso, lleno de herramientas, de diversos cinceles y martillos, repleto de fierros, de bronces, de caballetes de todos los tamaños, hasta de 50 codos, era ahora, por donde quiera que se viese, una extensa gama de grises apilados sobre negros tonos de escombros. Sin embargo, había luz, luz que contrastaba con la oscuridad. Era la luz del sol que entraba por un agujero en el techo y, a su mágico paso hacía visibles las partículas brillantes que se habían desprendido de ese radiante objeto blanco, sólido, brillante y enorme en el que trabajaban los escultores, un bloque rectangular de donde un hoplita ateniense de mármol aparecía en acción, listo para guerrear contra los persas. Seguía el muchacho sin decir palabra, parado, con su bolso colgando del hombro, con los ojos bien abiertos, frente a Critias y Mesiones, y frente a la piedra ya mitad soldado, cuando salió de alguna parte, de entre los escombros, Diopentes, escultor también. De esos grises que cubrían el aspecto de los cuatro, el aspecto del taller, y de las calles, y de la ciudad entera. Sintió Fidias, a la vez, la necesidad humana y la necesidad cubierta, realizada, la necesidad satisfecha de pertenencia ante el caos, ante el Dios griego del caos, ante la idea del saqueo a la ciudad sola, evacuada, vacía y, en apariencia, sin alma, ante la falta de sus hombres, mujeres, animales que apenas volvían después de haber sido evacuados a la isla de Salamina, desde donde alcanzaron a divisar a lo lejos, tras el estrecho brazo de mar de Las Termópilas, las llamas de la Acrópolis que, entera, ardió. Pero se sacudió el miedo, pues sabía de qué lado soplaba el viento. Fidias estaba lleno de asombro y hasta le temblaban las rodillas, porque no hay rosas sin espinas. Aunque llevaba ya algunos días de regreso en la polis, al igual que todos en Atenas, no acababa a su corta edad, de procesar lo ocurrido. Su cuerpo, de pronto, no resistió y el joven simplemente se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar, a llorar en verdad. Los tres escultores acudieron a él para levantarlo y reconfortarlo. Diopentes trajo de un mueblecito escondido, el cual había, agraciadamente, quedado intacto y sacó una garrafa y cuatro kylix pequeños en los que vertió un vino añejo de fuerte sabor del que todos exhaustos, bebieron. Fidias tuvo una revelación, supo de golpe que no sólo sería escultor, sino que, además, estaba en casa. Era más fácil detener una bala con la cara que a él. Estaban los cuatro tomando su vino cuando se escucharon gritos desde la calle. ¡Critio! ¡Mesiones! ¡Diopentes! ¡Salgan! ¡Traigo de nuestras piezas pedazos! En el acto se levantaron y salieron a la calle. Era Benor, el escultor que sobre un carruaje casi deshecho hubo logrado de los escombros de un templo cercano sacar, con la ayuda de varios vecinos, la cabeza del Efebo rubio, de Diopentes y el cuerpo sin cabeza de una Atenea de su autoría, que no era más una coré, sino un contrapposto, posición escultórica revolucionaria para su tiempo, ya que un pie se encontraba más adelante que el otro, simulando dar un paso. Al salir los cuatro del taller se vieron a sí mismos reflejados en el grupo de vecinos que, a falta de animales para tirar el carruaje, ya que la mayoría de éstos se encontraban varados aún en Salamina, lo tiraron ellos mismos, se veían harapientos, hambrientos, hartos.
-Muchas gracias, hombres libres. Muchas gracias, vecinos de Atenas-, dijo Mesiones, dirigiéndose a ellos, apurando a sacar y repartirles algunas monedas, avergonzado ante aquel pago ridículo, pues les habría sabido mejor un poco de agua, pero ni eso había. -Gracias, gracias- dijeron los hombres, esfumándose entre los escombros y paredes amancilladas, cual humo, cual fantasmas, quedando los ahora cinco, y sólo los cinco, alrededor del carruaje, sin emitir sonido. Ahí se quedaron un rato, parados, con la mirada fija sobre las piezas. Caía la tarde. Se iba la luz del día, la luz del sombrío día en el que Fidias decidió ser escultor. Esa sería su marca de fábrica.
“Porque somos los habitantes del planeta más provinciano,
reaccionario y atrasado del Universo”
Gabriel García Márquez
Fidias y Pericles eran dos caras de la misma moneda, eran un Janos, ambos parecían Dioses. El primero trabajó para el segundo, pero en Atenas se decía que Pericles trabajaba para Fidias. Lo cierto es que el lo estrategó arconte de la polis y dejó que el escultor hiciera su voluntad, le dio libertad total para realizar sus propuestas. También lo auxilió en todos los problemas legales que tuvo, incluso se jugó tanto prestigio como poder político personal para salvar a su artista. “Fidias hijo de Cármides, ateniense” es como firmaría sus obras y, comenzó su labor. Fue en el tiempo de Leónidas y la batalla de Las Termópilas, durante el 480 aC, cuando habiendo cumplido apenas 15 años, el joven y su familia, y su barrio, y su ciudad entera enfilaron, todos juntos, hacia Salamina, debido a la ocupación de Atenas por los persas. A su regreso de la isla, una vez en Atenas victoriosa, más en ruinas y saqueada, y sí, con la Acrópolis incendiada, la Atenas negra, Fidias pensó en ser pintor y se puso en marcha, con el permiso del arconte de aquel entonces, Clístenes, para pintar un escudo sobre una pared. Por el estado en que los persas dejaron la ciudad, el arconte consideró la contratación, siendo el pago un poco de grano de trigo y de aceite de olivo, para mejorar las áreas dañadas, labor superficial y de una sola emisión, no había para más, el campo era la prioridad, ya que las terrazas de cultivos del Ática qué proveían a la polis habían sido, también, incendiadas. Al pintar ese escudo sobre una pared flechada, tiznada por el humo y semi derruida algo le sucedió al muchacho. En un golpe de conciencia entendió que el arte sería la manera en la que él se enfrentaría al ahora enemigo común para todos los atenienses, los persas. Su escudo, lo condujo a acercarse al barrio de los artistas, donde encontraría su verdadera vocación, la escultura.
El pago por su pintura tardaba un día, tardaba otro día. Tardaba. Maltrecho su cuerpo, sin fuerza sus piernas, comenzó a caminar. No quería llegar a su casa paterna con las manos vacías, ver a su madre hambrienta. Comenzó a caminar y llegó, sin saberlo, al taller de fundición de Critias y Menciones, quienes, mientras la sociedad se reorganizaba, pensaban cómo hacer su agrupación de tiranicidas. Al atreverse Fidias a cruzar la puerta de la fundición los encontró trabajando en torno a la escultura de un soldado hoplita del Ática. -Por los ojos de Afrodita- dijo Fidias,- que lo que miro desea al instante mi mano tocar.
Contexto y estilo
Como no hay nadie que viva en la cima, Fidias vivió en el llamado Siglo de Pericles, un período de intensa actividad política, militar y cultural en Atenas. La democracia se consolidó como una forma de gobierno racional, liberal y equilibrada, esencialmente humanista y completamente opuesta al totalitarismo encarnado por los persas, que se encontraban en guerra con los griegos en las guerras médicas, desde mediados del siglo vi aC, hasta la victoria de los griegos en 479 aC, en la Batalla de Platea. Con la ascensión al poder de Pericles en 460 aC, el enfoque cambió, y se selló una paz duradera con los persas con el fin de concentrar sus fuerzas para combatir la rivalidad de Esparta, a expensas de sus aliados en la Liga de Delos. Tales eventos dieron lugar a una reorientación en el programa de edificaciones civiles y conmemorativas en la ciudad griega, debido a que los persas saquearon y destruyeron monumentos y templos en 480 aC, un año antes de que terminaran las guerras médicas. De inicio, los edificios fueron dejados deliberadamente en ruinas, pero la paz con los antiguos enemigos permitió una revisión de la política, y parecía natural que la ciudad fuese restaurada, especialmente sus santuarios en la Acrópolis, como la forma de expresión de su posición política dominante y como una señal de gratitud de Atenea, la Diosa tutelar del Ática. Para administrar ese impulso constructivo Fidias fue contratado como el supervisor general de las obras. Se encontró con la escultura griega cuando ésta atravesaba rápidos y profundos cambios, y él fue uno de los principales motores para dicho proceso. Los antecedentes de este cambio provenían de la escultura arcaica, que tenía estilo formalista y riguroso privilegiando convenciones generalistas y abstractas. Estos convenios se mantuvieron inalterables por al menos doscientos años, a causa de la jerarquización estática de la sociedad y se mantuvo más allá de la representación de las peculiaridades anatómicas naturalistas. Con los arcaicos se comenzó a relacionar la belleza física con la virtud moral o Kalokagathia, y en la tipología de Kurós, la parte más importante de esa fase, el orgullo aristocrático y la confianza en sí mismo al igual que el coraje guerrero y el espíritu en grupo, se encontraban en un auge expresivo. Alrededor del siglo v aC, el rigor arcaico comenzó a disolverse debido a causas aún desconocidas, naciendo entonces el denominado Estilo Severo o preclásico, en vista de la decadencia de la sociedad oligárquica y aristocrática que habían servido como justificación, al igual que el florecimiento del sistema democrático, donde los propósitos colectivos coincidían aferradamente a los individuales. El Estilo severo dio lugar a un nuevo énfasis en el individuo, colocándolo en el centro del universo, algo parecido al antropocentrismo y al humanismo, , realizando representaciones del cuerpo humano para disolver las abstracciones formales arcaicas y dando origen a un estilo más cercano a la naturaleza. A mediados del siglo v aC Mirón, Policleto y Fidias entraron en escena reformulando definitiva y completamente el canon de las proporciones arcaicas y fundando el Clasicismo escultórico, retratando el cuerpo de una manera más naturalista, pero buscando en él una reflexión colectiva de los valores morales.
Fidias trabajó materiales diversos como oro, marfil, bronce, mármol y madera. Fue el primer escultor griego en realizar estatuas colosales. No se ha conservado ninguna de sus obras pero hay numerosas estatuas de la época romana que son consideradas copias, aunque a menudo dudosas, de sus originales. Las obras que le fueron atribuidas y algunos detalles sobre ellas también se conocen a través de descripciones realizadas por autores antiguos.
Su relación con la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas que se llevó a cabo entre 447 y 432 aC, la crítica moderna tiende a considerar su participación como supervisor artístico de los edificios de la Acrópolis, y más concretamente del Partenón, lo que implicaría la autoridad sobre todos los arquitectos y artesanos que participan en los proyectos y responsables de la ejecución de las obras de decoración, que representa de todos modos una enorme carga de trabajo. Con seguridad, sin embargo, sólo se conoce a través de los textos antiguos que había sido contratado para crear una gigantesca estatua de Atenea, que se instalará en el Partenón. Esta fue la estatua criselefantina de Atenea Pártenos, que habría sido terminada en el 438 aC y a la que Plinio atribuía una medida de 26 codos, unos 12 metros.
Gran parte de la fama universal de Fidias fue derivada de la creación de la estatua de Zeus Olímpico, instalada en el templo de Zeus en Olimpia y considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo. Las antiguas descripciones dicen que la estatua fue diseñada en una posición sentada, pero sus dimensiones exactas no fueron transmitidas a la posteridad. La tradición dice que era tan grande que si se levantase se llevaría consigo el techo del templo y se dañaría el coco y, se estima que medía, al igual que la Atenea Pártenos, unos 12 m. Estaba revestida de oro y marfil y parte estaba pintada. Llevaba una corona de ramos de olivo en la cabeza. Sobre la mano derecha había una imagen de Niké -la Diosa del Triunfo, que no fue inventora de los zapatos para correr.- coronada y llevando una cinta, mientras con su mano izquierda sostenía un cetro adornado con varios metales, en cuyo extremo había un águila. En su vestidura de oro habían sido pintadas figuras de animales y flores, especialmente lirios. El trono estaba cubierto con incrustaciones de oro, marfil, ébano y piedras preciosas, tenía relieves y representaciones pictóricas. Las pinturas habían sido realizadas por Paneno. Pausanias informó que cuando Fidias terminó el trabajo oró a Zeus pidiéndole una señal si la obra fuera de su agrado, y en ese momento un rayo penetró en la apertura del techo del templo y dejó una marca que estaba cubierta con una hidria de bronce. Y eso que Pausanias no había fumado nada.
"No vuelvas, no escribas, no llames, hazme caso. Hagas lo que hagas, ámalo”
Cinema Paradiso, 1988
Con respecto a su cronología, tradicionalmente se ha creído que la estatua fue realizada con posterioridad a la de Atenea Pártenos, pero algunos historiadores opinan que las diferentes condiciones de iluminación de ambas esculturas en sus respectivos emplazamientos sugieren que Fidias trató de mejorar en la Atenea Pártenos la adaptación a su edificio con respecto al Zeus de Olimpia, y por tanto esta última podría ser anterior a la primera. Pero por supuesto esto es pura suposición.
Atenea Promacos
La estatua de bronce de Atenea Promacos estaba situada al aire libre sobre un pedestal en la Acrópolis de Atenas. Según Pausanias, la punta de su lanza y la cresta de su yelmo era lo primero que veían los marineros al acercarse desde Sunio. Se cree que hacia el 450 aC esta colosal estatua estaba ya instalada en la acrópolis.
Atenea Lemnia
La estatua de Atenea Lemnia fue muy apreciada por autores griegos y romanos como Pausanias y Luciano. En los tiempos modernos Adolf Furtwängler trató de realizar una réplica de esta estatua a partir de una cabeza conservada en Bolonia y de un torso exhibido en Dresde. Esta reconstrucción ha sido generalmente aceptada, pero sigue siendo una conjetura.
Otras obras
Estas son réplicas casi todas:
El Anadúmeno de Fidias. Londres, Museo Británico.
Apolo de Kassel, copia romana probablemente del Apolo Parnopio de Fidias. París, Museo del Louvre.
Otras estatua atribuidas a Fidias en la Antigüedad eran:
En Delfos: Grupo escultórico de dioses y héroes ofrecido con el diezmo de lo obtenido en la Batalla de Maratón.
En Pelene (Acaya): Atenea, crisoelefantina, en un templo de la diosa. Esta estatua se consideraba anterior a las de la Acrópolis de Atenas y a la de Platea.
En Platea: Atenea Area, acrolítica, para el templo de la diosa.
En Atenas: Apolo Parnopio, de bronce, ubicado en la acrópolis.
Afrodita Urania, de mármol de Paros, que se hallaba en un santuario del demo Cerámico.
Madre de los Dioses, que se encontraba en otro santuario del Cerámico,
En Ramnunte: Némesis, de mármol.
En Éfeso: una Amazona herida para el templo de Artemisa, realizada, según Plinio, en un concurso donde participaron también Policleto, Fradmón, Cidón y Cresilas.
En Olimpia: Un niño atando una cinta en su cabeza (Anadúmeno).
En Élide: Atenea, crisoelefantina para el templo de la diosa.
Afrodita Urania, criselefantina.-
En Tebas: Atenea y Hermes en mármol en el templo de Apolo Ismenio.
En Roma: Afrodita, en el Pórtico de Octavia.
Atenea, en el templo de la Fortuna. Esta estatua había sido traída por Lucio Emilio Paulo Macedónico de Grecia.
Dos estatuas traídas por Cátulo, ubicadas también en el templo de la Fortuna.
Un desnudo de gran tamaño.
En Mégara: Zeus, en el Olimpeo de Mégara, en colaboración con Teocosmo, que no llegó a ser concluido debido al inicio de la Guerra del Peloponeso.
En Olimpia se conservan restos de un recinto que fue excavado a mediados del siglo xx y que ha sido identificado como el taller de Fidias que cita Pausanias como el lugar donde el artista realizó las piezas de la estatua de Zeus. Entre los objetos hallados en la excavación del recinto, que se exponen en el Museo Arqueológico de Olimpia, figuran herramientas, crisoles y un vaso con una inscripción en la base que indica que era propiedad de Fidias. El lugar fue más tarde ocupado por una basílica paleocristiana, que para variar todo lo destruyen, se convierten en lo que más detestan.
Su estilo ejerció una profunda influencia posterior. Trabajó en Atenas bajo los gobiernos de Cimón (476-463 aC) y Pericles (462-429 aC), y también recibió encargos de estados aliados como Platea y del santuario panheleno de Olimpia. Pericles le encomendó in firmar contrato la dirección de los trabajos del Partenón, el conjunto más idóneo para apreciar su estilo a través de las piezas escultóricas que se conservan en diferentes museos. Es autor de algunas de las esculturas más admiradas de la Antigüedad, desgraciadamente desaparecidas y conocidas a través de copias romanas. Las más importantes fueron Atenea Pártenos, estatua criselefantina que se erigía en el naos del Partenón; Zeus, también criselefantino, que adornaba el templo dedicado a este dios en su santuario de Olimpia, y Atenea Lemnia, fundida en bronce y consagrada en la Acrópolis por colonos que partían hacia la isla de Lemno. La serenidad y la majestuosidad, unidas, de acuerdo con Demetrio, a una gran precisión en el labrado, fueron, al parecer, los rasgos más distintivos de su arte. Creador de dioses más que de hombres, su Zeus de Olimpia fue elogiado por haber «añadido una nueva faceta a la religión tradicional». Los «pliegues mojados» con los que envolvió sus vigorosas anatomías crearon escuela y fueron continuados por sus discípulos Agorácrito y Alcámenes. La obra del Museo del Prado, fechada en el siglo II dC, es una excelente copia en miniatura de la mítica Atenea tallada por el escultor para el Partenón en 438 a. C. Su estilo es depurado y cercano al del maestro, pero fue realizada sin muchos de los atributos que la adornaban -escudo, lanza, serpiente, victoria y los grifos esculpidos a ambos lados del casco-. La esfinge que remata el yelmo es obra posterior. Pertenece al conjunto de esculturas clásicas adquiridas por Fernando VI, Carlos III y Carlos IV para la colección del Palacio Real.
Se conocen pocos detalles de la vida de Fidias. Las noticias de Plinio, Plutarco y Pausanias se escribieron varios siglos después de su muerte y de repente le agregaron o quitaron partes.
En esa época había cuatro escuelas de escultura, la de Reggio, la de Argos, la de Egina y la de Atenas. Quienes más le impresionaban a Fidias fueron Agéladas y Polícleto de Argos, que habían inventado una especie de geometría de las formas, una relación de dimensiones que existen entre la cabeza, el torso, las piernas y hasta las uñas de una figura. Otro maestro de Fidias aparentemente fue Mirón, -el que andaba viendo hasta lo que no debía,- discípulo de Agéladas, como Polícleto.
El siglo V aC fue un tiempo de transformaciones en la antigua Hélade. La llegada de Pericles al poder significó el auge de la Acrópolis de Atenas como nuevo centro neurálgico de la ciudad: se fundaron nuevos templos y se cubrieron con un programa iconográfico destinado a ensalzar el papel principal de Atenas como líder y modelo de las ciudades griegas y, Fidias fue el principal artífice de la nueva Acrópolis, autor de variados ciclos escultóricos, estatuas colosales y director de las obras del Partenón, es considerado el valedor de la visión política de Pericles en las artes. En palabras del catedrático de Historia del Arte y conferenciante de este ciclo, Miguel Ángel Elvira Barba: "Si Pericles fue el alma de la nueva Atenas Clásica, su intérprete por excelencia fue Fidias."
Contemporáneos de Fidias fueron Mirón activo en 480 al 440 aC y Policleto activo en 450 al 420 aC. El trío, hasta pudo haber compartido al maestro Argéladas de Argos. Mientras que Fidias despuntó en lo divino, Mirón lo hizo en lo humano. Su gran especialidad, y gran innovación, aunque aún con un estilo hosco, fueron los atletas captados a mitad de movimiento, de los cuales sólo se conocen a través de copias posteriores, el Discóbolo. Perdida se encuentra una muy celebrada efigie de un corredor conocido como Ladas. Policleto fue quien llevó la representación del hombre a la más pura belleza matemática. Lo escribió en el Canon que ha llegado gracias a unas glosas del médico Galeno y, lo demostró en el Doríforo que sobrevive en copias romanas, una estatua confeccionada siguiendo una estricta geometría. La cabeza, por ejemplo, es siete veces el resto del cuerpo. Policleto también es el padre de lo que mucho más tarde se llamaría el contraposto, el cuerpo colocado en forma de “S”, apoyado en una de las piernas, pose que lo dota de armonía y dinamismo.
El elemento más importante es que su genio creativo fijó un sello imborrable en el imaginario colectivo, aunque aún envuelto por el misterio. De hecho, muchos detalles de su vida resultan poco conocidos y el conocimiento de su obra se basa prevalentemente en copias o en fuentes literarias.
Pheidiou eimi
Soy de Fidias
Otro bellísimo ejemplo del periodo clásico de Atenea Prómachos, es decir, ataviada para la batalla, es la Atenea pensativa que inclinada sobre su lanza y contemplando una piedra hincada en el suelo parece estar reflexionando sobre algo sin duda muy profundo ya que tiene absorta a la diosa de la inteligencia.
La segunda célebre representación hecha por Fidias de Atenea es la Atenea Lemnia que, al contrario que la primera, representa la paz. Prueba de ello es que lleva la cabeza descubierta y, según las numerosas copias romanas, el casco en una mano.
En esta copia que recrea solamente su busto, podemos ver que en esta Atenea que los antiguos denominaban literalmente “la belleza” aparecen en todos su esplendor los rasgos del rostro clásico.
La frente alta, la barbilla pequeña, los labios pequeños y carnosos, las mejillas lisas y el perfil en una línea casi perpendicular al plano horizontal que corta la cabeza.
En la composición del peinado formado por suaves ondas que recuerdan a las olas tranquilas de las calas turquesas del Egeo, Fidas introduce un detalle que posteriormente será incorporado por el gran Miguel Ángel en los frescos renacentistas de la Capilla Sixtina: una cinta lisa y ancha que sujeta el pelo, eleva la frente y acentúa la plasticidad del cabello. Este complemento delicado y efectista será una de las características más distintivas del clasicismo a partir de este momento.
Finalmente, en tercer lugar, Fidias esculpió la gran joya en oro y marfil adornada con piedras preciosas que era protegida por la gran cella del Partenón: la Atenea Parthenos o Atenea virgen que ya conocemos.
Su obra más célebre y perfecta, la que fue considerada además una de las siete maravillas del mundo antiguo, la labró Fidias en su destierro. Quizá la rabia por la injusticia y el anhelo de demostrarle a Atenas lo perdido le impulsaron a elevar su arte hasta la máxima apoteosis.
Hablamos, por supuesto, de la escultura a la que consagraban sus victorias los atletas de los juegos en Olimpia. Su Zeus criselefantino de doce metros de altura, envuelto en un manto de oro, con Niké en una mano y su terrible cetro rematado por el águila en la otra seguía causando estupor incluso durante el periodo romano.
FIN
sergiodeleonlopez
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