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CAPÍTULO 2
En 336 Ac, Alejandro Magno, de siniestra catadura, primitivo y brutal, que cuando hablaba subía el pan, cruel y tierno con su sobria ebriedad, visitó el Oráculo de Delfos deseando escuchar una profecía según la cual conquistaría todo el mundo y no quería que la barrieran bajo la alfombra. Para su sorpresa, el oráculo le negó un comentario directo y le pidió que viniera más tarde con un sollozo interior. Furioso agarró de su largo cabello a La Pitia con celeridad de prestidigitador y doblándola por el espinazo la arrastró fuera de la cámara con cuanta cólera y crueldad tenía instalada en el hipotálamo, hasta que ella a gritó en cuello declaró por las buenas:
"¡Eres invencible, hijo mío!"
Al oírla la dejó caer, diciendo:
"Ahora tengo mi respuesta"
Fue como hablar callando.
Así nomás por las buenas.
Para qué dar brincos si el suelo está parejo.
Fue como las palabras de Marco Aurelio, “si es aguantable, aguanta.”
Tal y como lo afirma Tom Logan, “nada acaba del todo, siempre vuelve a empezar.”
“Un mal hombre fue la causa
de mi perdición primera,
y también de la segunda
y también de la tercera”
Nena Dupont
ESCENA 12
Sobre 300 aC Diógenes Laercio relató que cuando Zenón de Citio consultó al oráculo de sobre “qué debía hacer para vivir de la manera más excelente,” el Dios a través de La Pitia le respondió:
“Debes adquirir la misma complexión que los muertos”
De eso dedujo después de devanarse el hipotálamo, que debía aplicarse a la lectura de los libros de los antiguos. En consecuencia, se pegó con Crates de Tebas, del que fue su discípulo.
En el 279 aC saqueado por una invasión celta, el oráculo declaró:
“¡El cuidado de estas cosas recae sobre mí!”
Y de esa cuenta los celtas por esa grave falta se toparon con terremotos, avalanchas y una enorme tormenta de nieve que les obligó a retirarse como gamos acosados por tigres. Pero los romanos eran otra cosa. En el 191 aC, el santuario de Delfos cayó en la esfera de influencia romana, y el oráculo apoyó en general el ascenso de Roma en lo sucesivo.
Ya en el Período Romano
“Quien tiene cola de zacate no debe jugar con fuego”
Genovevo Garza
En el año 83 aC, Delfos fue arrasada por un ataque de la tribu tracia de Maedi, quitando vidas y sin poder devolverlas, que además apagó el fuego sagrado que había estado ardiendo ininterrumpidamente durante siglos, lo cual les acarrearía a la larga un juicio divino que no podían ganar ni con pulsos. “Callen barbas y hablen cartas,” dijo Lope de Vega.
En la época de Pompeyo El Grande, Cicerón, su aliado, consultó al oráculo para saber qué debería hacer para lograr la mayor fama y se le dijo:
“Haz de tu propia naturaleza,
tu guía en la vida
y no de los consejos de otros”
Tiempo adelante Pompeyo el chupachiles fue derrotado por Julio César. Cicerón cultivó su oratoria y sus habilidades en los tribunales para preservar a Roma de la conjura de los catilinarios, ganando una fama por el espacio de los tiempos, sin restarle méritos a Catilina.
“De curiosos están llenos los panteones”
Sarmiento
En el 67 dC al emperador Nerón, -que tenía nombre de chucho,- y que tenía 30 años y se movía como cangrejo, siempre de lado y, había matado a su propia madre y varias esposas y a muchos más y, que se ayuntaba con su caballo en el 59 dC al visitar el Oráculo La Pitia bella de turno le dijo:
“Tu presencia aquí ultraja al Dios que buscas.
¡Regresa, matricida!
¡El número 73 marca la hora de tu caída!”
El monstruoso emperador, indignado como que la pluma se le hincó en un juanete, hizo quemar viva a La Pitia, por no tolerar nunca que le colgaran tanantes en la espalda y, con su mente retorcida pensó que tendría un largo reinado y que moriría a los 73 años. En cambio, su reinado tuvo un corto final tras la revuelta contra él y el nombramiento de Galba como emperador, el cual tenía entonces 73 años. Como tenía torcido el hipotálamo si hubiera abierto un poquito más la puerta, no hubiera decidido gastarse la última bala, pues no lo tenía en el presupuesto. Era la ostia de sus pecados. Menudo balazo al corazón.
“Pocos revolucionarios siguen siéndolo cuando alcanzan el poder”
Diana Palmer
ESCENA 13
Antes del 117 dC, el emperador Adriano visitó Delfos antes de llegar al trono. Tras beber del Kassotis, se proclamó su destino como emperador. Cuando accedió al trono, el malagradecido infeliz ordenó bloquear el sagrado templo para que nadie -ni la que lo parió,- más pudiera hacerse la misma idea de la misma manera.
“Díjome una mariposa
que no fuera bandolero,
que no me casara chico
y viera el mundo primero”
En el 302 dC al emperador Diocleciano, al consultar el oráculo por consejo de Galerio, La Pitia de vestido largo y roja, con sus bellísimos pies le dijo:
“La secta del cristianismo llevará a la destrucción del Imperio”
Ahora los pajaritos enjaulados, del ciego del parque,
predicen el futuro alcanzando los papelitos
Para la fortuna del mundo, aunque haya durado sólo en ese período, esto condujo a la persecución diocleciana, en la que los cristianos fueron perseguidos por no estar de acuerdo con los sacrificios a los Dioses griegos y romanos -y siguen sin estar de acuerdo con nada, sólo con lo que les conviene y les da dinero,- y, terminó con el Edicto de Tolerancia del onagro traidor todólogo y experto en nada Constantino, -con su intensidad de ojos abiertos y su energía maníaca,- cuyos objetivos y los de sus representados no eran idénticos y, que había sido hereje. Después del reinado de Teodosio, que le decía sí a todo, hasta a los hombres, los cristianos tomaron represalias persiguiendo a La Pitia. O sea que no eran tan cristianos de culo piadoso. Del miedo a la resignación sabía que sería un mal día.
“Los hombres sois peligrosos por vuestra brutalidad,
las mujeres los somos por nuestros silencios”
Diana Palmer
En el 362 dC la Hagiografía cuenta que en ese año en nombre de su emperador Juliano el Apóstata, Oribasio visitó el Oráculo de Delfos, ahora en un estado desolado, ofreciendo los servicios de su emperador al templo y, a cambio, recibiendo una de las últimas profecías de La Pitia:
“Dile al emperador que mi sala se ha derrumbado.
Phoibos ya no tiene su casa, ni su bahía mántica,
ni su manantial profético, el agua se ha secado”
Siglos de sumisión afilaron las armas, cuando el último oráculo del que se tiene constancia fue en el año 393 dC, cuando por orden del imbécil emperador Teodosio I se cerró el templo y nunca más se volvió a abrir y ahora andamos adifesas. El oráculo declaró que todo había terminado. En cinco años el emperador había muerto y quince años después Alarico -con tragedias heróicas,- y los visigodos capturaron Roma, para la gloria de Apolo y La Pitia y la mía también.
Se quebró la rama donde dormía la gallina.
Hora de llamar a la caballería.
Tal y como decía el hermano Aristóteles, “el hombre es un animal cívico.”
La función esencial del oráculo no era predecir el futuro,
sino proveer de sanción divina a las decisiones políticas de las ciudades
ESCENA 14
Delfos y La Pitia bellísima y santísima son la lengua, luego la responsabilidad ya es de cada uno aunque no se rajen para bailar con la más fea de la clase, según las reglas canónicas del oficio con recelo y respeto, pues era ella quien tenía la llave de las cosas. Su palabra era el puto evangelio.
Ya no se podía pedir cacao.
Extraños giros del destino.
Una mezcla de curiosidad e insólito respeto con hormigueo y temblor de muslos.
Lo que no se oye ni se entiende es lo que puede matar, que suena más siniestro que una maldición gubernamental.
Esperar, confiar o no, con alcance de fidelidad.
Como el mundo se está encogiendo en un momento ambiguo y en su futuro incierto sin ausencia de inquietud, las ciudades podían mandar delegaciones regularmente, con el beneplácito del santuario. Los atenienses enviaban las llamadas pythais a Delfos si se veía un rayo en determinado lugar. El santuario también estaba abierto a preguntas durante las celebraciones de festivales como los de Carila o de Septerion, cada ocho años. Aunque al santuario acudía multitud de peregrinos en busca de alguna orientación sobre decisiones que debían tomar, la función esencial del oráculo no era predecir el futuro, sino proveer de sanción divina a las decisiones políticas de las ciudades, como ratificar leyes o constituciones, aprobaba la fundación de nuevas ciudades y de colonias, aconsejaba empresas bélicas o las censuraba. Aunque Delfos no intervenía directamente en la política de las ciudades, sus oráculos podían ser usados como arma política en caso necesario. Los atenienses realizaban en Delfos una procesión anual, la Pitaida, para conmemorar la caída de un rayo en el monte Parnaso.
La guerra despeja el paisaje
ESCENA 15
LA LLEGADA
Cuando llueven flechas se les afina el carácter a los hombres
El sapo le dijo a la sapa por qué me hiciste puré de papa,
si sabes que no me gusta y me da diarrea.
Nunca esquivo la ruda pelea, ni defiendo mi culo y mi hogar por la correa,
ojalá que no pensés que a pesar de eso no voy a ir a estudiar con capa.
De la pluma inédita del Zope
Para qué dar brincos cuando el suelo está parejo, pues a la llegada de los peregrinos al pie del monte Parnaso, donde estaban la ciudad de Delfos y el recinto de Apolo, los recibía el próxenos, el embajador que cada polis tenía en el santuario y que atendía por igual a embajadores y a ciudadanos particulares, que en los días en que el recinto estaba abierto a consultas se concentraba allí mucha gente y, las colas para entrar eran constantes. Pero no todos tenían que esperar, pues ciudades como Atenas o Esparta disfrutaban del privilegio de la promanteia, la prioridad de consulta, de la que se beneficiaban tanto sus emisarios como los ciudadanos privados que los acompañaban. Lo primero que encontraban los viajeros, a un kilómetro y medio del recinto, era la zona llamada Marmaria por los mármoles de los edificios allí construidos, entre ellos el templo circular de Atenea Pronaia. Luego los peregrinos pasaban por la fuente Castalia, que brotaba entre las dos piedras fedríades que significa brillantes, y se purificaban con sus aguas. Entraban en procesión por la vía Sacra ya en el interior del santuario propiamente dicho. Esa calzada ascendía por una pronunciada pendiente y estaba flanqueada por los tesoros de las más prominentes ciudades, Sición, Sifnos, Cnido, Tebas, Atenas, Corinto, Massalia, que eran pequeños templos o capillas en los que se conservaban los exvotos y donaciones que los ciudadanos de una polis entregaban al santuario. Después la vía llegaba al templo de Apolo, más arriba del cual se encontraban la palestra, el gimnasio, el estadio y el teatro con capacidad para unos 5,000 espectadores, acogía los certámenes artísticos de los juegos píticos, que se celebraban en honor de Apolo e incluían competiciones atléticas y celebraciones religiosas.
LA CONSULTA
De aquí dependía el futuro
Interesaba más la rentabilidad que la vertiente política,
todo en buen tono
Frente al templo estaba el altar para los sacrificios. Las consultas al oráculo se pagaban en forma de sacrificio o de pastel. Sí, leyó bien, de pastel. El propio templo vendía los animales que debían sacrificarse y las tartas sagradas llamadas pélanos. No me sé el precio de las tarifas, pero supongo que el precio mínimo por la ofrenda sería accesible para un ciudadano medio, pero los más pudientes solían ofrecer, además de un sacrificio, presentes como estatuas, trípodes y otros exvotos. Lógicamente, las tasas en forma de sacrificios o tartas que había que comprar para acceder al oráculo debían de ser mucho más elevadas para las consultas cívicas que para las privadas. Tampoco me sé la organización en el interior del templo, pero lo que sí sé es que ahí se encontraban la sacerdotisa La Pitia, y como bien lo dijo la ajamonada Yunuén Laredo, “no daba una puntada sin hilo,” por cuya boca hablaba el Dios Apolo en una relación canónica del mundo civilizado y, el cuerpo de sacerdotes que la atendía y que se repartía las diferentes tareas. Aunque no me sé con certeza las atribuciones de cada grupo, creo que los hieréis se encargaban de los sacrificios, los prophetai se ocupaban de ayudar a La Pitia e interpretar sus palabras que eran como una fuerte corriente eléctrica de la big deeper, y los hósioi se ocupaban del culto. Todo al milímetro.
El peregrino entraba en el templo a través del chresmographeion, donde se guardaba el archivo del santuario con la lista de consultantes, sus preguntas y respuestas, así como la lista de vencedores en los juegos píticos. Según la tradición, en la parte más recóndita del templo de Apolo había un lugar subterráneo, el ádyton, al que La Pitia descendía, con una corona y un bastón de laurel, cuando le llegaba el momento de entrar en éxtasis y comunicarse con la divinidad. Al inhalar los vapores entraba en un frenesí delírico por el cual pronunciaba las palabras incomprensibles, que los sacerdotes del templo escuchaban y escribían, y que luego se entregaban al consultante y, a veces era tardío y se trata de una elaboración esotérica de la realidad. Esa era la pieza que me faltaba. El farsa o para que me entiendan, el relleno como el de los pasteles. La Pitia permitía las preguntas y se reservaba las respuestas.
¿LA VERDAD?
El que dice la verdad no miente
Los edificios caen y no se atraen como damiselas en peligro
Sí, al coyote también se le conoce por sus andares y también hay alacranes bajo las piedras, pues Plutarco, con su cara cimarrona como la de Pluto de donde deriva su nombre, además de historiador y biógrafo fue sacerdote de Apolo en Delfos, que no sólo ignora el procedimiento descrito, sino que su narración es incompatible con el mismo, porque todo lo adecuaba a como le salía de los cojones. Este autor, que vivió a caballo de los siglos I y II dC, explica que el ádyton estaba abierto a los consultantes y no era una habitación secreta y, no dice nada sobre el frenesí o trance de La Pitia, ni sobre lo incoherente de sus palabras. Sólo en una ocasión refiere que la sacerdotisa se retira a un lugar subterráneo, pero ello sucede en un momento en el que se siente indispuesta y no logra profetizar, cosa que la lleva a la locura. Heródoto otro historiador que vivió en el siglo V aC, relata la entrada del dirigente espartano Licurgo en el recinto de la sacerdotisa y afirma que ella le habla directamente, sin esperar siquiera a su pregunta y, le dicta la constitución espartana. También Jenofonte tuvo una relación directa con La Pitia cuando, a finales del siglo V aC, le preguntó a qué Dioses debe encomendarse para tener éxito en el viaje que luego narró en su Anábasis, el épico itinerario de un ejército de mercenarios griegos a través del Imperio persa. Es más, para desmentir al mentiroso, algunos ejemplos de consultas históricas que se conservan anotan que no sólo La Pitia estaba presente ante los consultantes, sino que se dirigía directamente a ellos, como cuando los atenienses le solicitaron que escogiera los nombres de las diez tribus de su ciudad, o cuando los tesalios le pidieron que eligiera a un rey. En ambos casos se ofreció a la sacerdotisa una urna con distintos nombres para que ella eligiese. En definitiva, lo que ocurría dentro del templo y la manera en que actuaba la profetisa constituye un misterio para los que no creen en jesucristo. En cuanto al origen de su inspiración, se ha intentado explicar por el uso de sustancias psicoactivas que podían estar presentes en el agua o el laurel, o por el vapor que actuara sobre su conducta y, ya está confirmada la existencia de etileno en el subsuelo de Delfos.
Después de la consulta, el peregrino regresaba al chresmographeion, donde los prophetai le entregaban por escrito un informe oficial y la respuesta del oráculo interpretada y formulada solemnemente, a menudo en verso. Tras esto emprendía el viaje de regreso a casa, tan peligroso como el itinerario de ida, ambos por la presencia de la PNC. De hecho, la gran cantidad de problemas y obstáculos a los que se enfrentaron los peregrinos entre el estallido de la guerra del Peloponeso en 431 aC y el advenimiento de Alejandro Magno contribuyó a la pérdida de importancia del oráculo y al desuso de las rutas de peregrinaje. Alejo dando una de cal y otra de arena.
Durante la guerra los atenienses se acostumbraron a visitar el oráculo de Dodona porque Delfos había caído en manos espartanas. El prestigio de Delfos comenzó su declive tras la muerte de Alejandro, en 323 aC, aunque continuó siendo un centro de atracción durante la época helenística y el período romano. Al final en 391 dC, el emperador romano Teodosio el chupachiles decretó el cierre de todos los oráculos y la prohibición de la adivinación de cualquier tipo. El cristianismo silenció -como todo lo que toca y, lo peor es que les hacen caso- la voz de los Dioses. Pero ellos me siguen hablando.
“Aura sacra fames”
Del oro execrable la tenencia o
execrable apetencia del dinero.
Virgilio. La Eneida
ESCENA 16
Terreno sin título no tiene dueño
En Delfos, a las faldas del imponente Monte Parnaso de picos rocosos cortantes, barrancos profundos y densos bosques verdeando de pinos y olivos, lugar donde moran las increíbles y bellas musas que me siguen inspirando, está ubicado el Ombligo de la Tierra.Y sería el mismísimo Zeus quien con su cinta métrica divina tomara las medidas del Universo para encontrar su exacto punto medio y, haciendo volar dos águilas doradas desde los dos extremos opuestos del cosmos, esperó hasta ver el punto preciso donde las aves cruzaran sus vuelos y, en ese momento el Dios del Trueno, dejó caer desde lo alto del Olimpo, el Ónfalo Sagrado, artefacto pétreo que no era otra cosa que la misma piedra con la que su madre, la Diosa Rea, engañó al titán Cronos su padre, aquel día en que el terrible titán engullera esta piedra envuelta en pañales muy confiado, pensando que estaba tragándose a su sexto hijo, Zeus, y con eso, creía este ingenuo titán, que lograría evitar su destino que era ser destronado por su propio hijo. Me imagino que luego la expulsó por alguna vía. Esta piedra, llamada Ónfalo, caería en el centro del templo de Apolo en Delfos, en el Adyton, que es el nombre que recibe la habitación dentro del templo donde se encontraría el oráculo y el asiento de La Pitia. Este era un santuario panhelénico, de pan, todos y helénico, ciudadanos de la Hélade es decir, no pertenecía a ninguna polis de la Hélade en particular sino que era un santuario compartido por todos los griegos. La espiritualidad griega era de transacciones, -tal y como debe ser,- uno le ofrecía al Dios sacrificios y riquezas y el Dios para retribuir le favorecía con lo solicitado. En la tesorería de Atenas, construida con blanco mármol de la isla de Paros y que ocupaba un lugar prominente dentro del complejo se llegó a almacenar el botín de guerra que fuera arrebatado a los persas en la Batalla de Maratón en el 490 aC. Y de hecho, en el mismo templo de Apolo, recubierto de mármol y embellecido con esculturas realizadas por los mejores artistas de la época, como Paxias y Androstenes, se incorporaban en las metopas, los escudos persas que fueran capturados durante la batalla. A ambos lados de la vía habían 500 fabulosas y magníficas esculturas de bronce que Esparta regalara al santuario, creando un resplandeciente muro escultural que despedía brillantes destellos al ser tocado por los rayos del sol. Una de las características del templo eran las 150 máximas que estuvieran inscritas en sus muros y columnas; frases populares, proverbios, aforismos que durante la antigüedad fueron acuñados por el mismísimo Apolo y otros por los siete sabios de Grecia. De esas 150 máximas había tres que ocupaban un lugar prominente al ser inscritas en las columnas del pórtico de la entrada, que eran visibles por todos los visitantes:
“Conócete a ti mismo”
“Nada en exceso”
“La confianza trae la ruina”
Y justo debajo de estas tres frases aparecía grabada una enigmática letra E, la quinta letra del abecedario griego, epsilon. Ya desde la antigüedad ríos de tinta han corrido tratando de explicar lo que esa letra significaba, pero hasta el día de hoy lo único que hay son teorías e hipótesis al respecto y nada a ciencia cierta, aunque en el alfabeto griego existían dos “ees”, la E breve epsilon y la E larga eta y el significado antiguo de estas letras era pequeña abertura o ventana y, representa a la Diosa Afrodita, la más bella de todas las Diosas, y Diosa del amor, la belleza, el deseo y la sexualidad. Según mis investigaciones lo que realmente significa es eso mismo E, también la quinta de nuestro alfabeto y la letra que más se usa. Lastimosamente, hoy en Delfos no quedan ni rastros de estas máximas entre las ruinas del templo ni del bello peine de la E.
¿Me conviene este pacto?
¿Tendré éxito en los negocios?
¿Con quién debo casarme?
Así que no se emocionen pues cuando las gallinas se asustan se les pone piel de gente, creo.
Cuando se enfrentaban a una decisión difícil, los hombres y mujeres se hacían preguntas muy parecidas a las actuales y, preferían no arriesgarse sin garantías. Un Dios era el único que podía ofrecer esa clase de respuestas, pero para comunicarse con él había que recurrir a intermediarios y, los usuales eran los mantei, o videntes profesionales, que ofrecían sus servicios en las ciudades. Sus presagios solían basarse en el vuelo de las aves o en las vísceras de animales sacrificados. Pero para los griegos la adivinación no era solo una cuestión espiritual, también era una ciencia, una de las technai que Prometeo robó a los Dioses junto con el fuego para regalarlas a la humanidad. Gracias totales Prometeo. Se la consideraba de las más importantes, por debajo tan sólo de la medicina. Y del mismo modo que unos cirujanos son más hábiles que otros, no todos los videntes gozaban del mismo prestigio. Si el asunto era importante y uno podía permitírselo, consultaba a un oráculo. Y el mejor de los oráculos estuvo durante más de mil años en Delfos, al pie del monte Parnaso, que les hablaba por donde no se platica. Era como el hijo que todos querían tener en casa.
ESCENA 17
MUERTE AL DRAGÓN
Todo lo que vive debe morir
El santuario de Delfos es tan antiguo como la fiscal general y sus orígenes se pierden en la bruma del tiempo. Estuvo consagrado a Gea, Diosa de la Tierra y a su hija Temis, hasta que llegó Apolo, engañado por la ninfa Telfusa que le había asegurado en tono seco y brutal, con su risa hienosa, metálica y críptica, que el lugar era ideal para fundar un oráculo, sin advertirle que allí vivía una serpiente monstruosa con mucho en el encierro y poco caminar. Apolo derrotó al dragón serpiente junto a la fuente Castalia y dejó que su cuerpo se pudriera. A ese enorme monstruón se le conocía como Pitón, que en griego significa pudrirse. Tras castigar también a la ninfa con una gran chicoteada en las nalgas, el Dios reclutó a sus primeros sacerdotes, para lo que se transformó en un delfín, saltó a bordo de un barco procedente de Creta, lo guió hasta la costa y ofreció a los marineros un nuevo puesto a su servicio. Desde entonces la zona recibió el nombre de Delfos, delfín en griego. A Apolo se le conocería también por Délfico. La historia del barco y el delfín tiene fundamento histórico, ya que la isla de Creta fue el lugar desde donde el culto de Apolo se extendió por toda Grecia. Según el historiador Pausanias, antes del primer templo de piedra, edificado en el siglo VI aC, se habrían edificado otros tres dedicados al Dios Solar Elius o Helios, construidos con laurel, cera de abeja y bronce, respectivamente. En cualquier caso, el oráculo de Apolo ya existía hacia el 800 aC. En la Odisea, escrita por entonces, Agamenón solicitó el consejo de La Pitia antes de embarcar rumbo a Troya. Durante la época clásica, Delfos se había convertido ya en el oráculo más popular del mundo helénico. Su fama llegaba incluso a Egipto y Asia Menor, recibía viajeros de las colonias más remotas como Guatemala. Entre polis enemigas existía un pacto que garantizaba a los peregrinos un trayecto seguro. Reyes y políticos consultaban al Dios en persona o mediante embajadores. Para los faraones, el paralelismo entre Apolo y Amón Ra, su propia deidad solar, era evidente. El santuario también atraía a los intelectuales, Plutarco -como ya apuntado fue,- era sacerdote, Pitágoras adiestró a una sacerdotisa, Sócrates ironizó asegurando que el oráculo le había nombrado el más sabio entre los hombres gracias, precisamente, a reconocer su ignorancia. El rey Creso de Lidia puso a prueba a los oráculos más célebres enviando a todos la misma pregunta y, sólo Delfos le atinó.
Delfos era realmente el corazón de la Grecia clásica,
el lugar más influyente y mejor informado
Delfos era el centro del mundo conocido. Dos piedras ovaladas llamadas ónfalos, ombligo en griego, una en el interior del templo y otra en el exterior, recordaban esta historia a los visitantes. Todos los días llegaban noticias frescas de regiones lejanas a través de correos electrónicos para mantener bien informados a La Pitia y los sacerdotes. La afluencia era especialmente alta durante los juegos píticos, que inicialmente se celebraban en honor de Apolo una vez cada ocho años, pero acabaron atrayendo a tantos artistas y atletas que el plazo se redujo a cuatro. Los sacerdotes gozaban de una posición privilegiada para asesorar a los gobernantes, cada vez más numerosos, que pedían la opinión del Dios en asuntos de Estado. Sus consejos no eran fruto de una mera inspiración espiritual, sino que se basaban en un conocimiento profundo de la actualidad. El proceso siempre era el mismo, cada peregrino debía purificarse, pagar una tarifa y ofrecer un sacrificio a Apolo y, si se le consideraba digno, un sacerdote le citaba y tomaba nota de su pregunta días antes del encuentro con La Pitia, la verdadera protagonista del rito. El orden de consulta se establecía por sorteo, aunque determinados benefactores del templo tenían derecho a saltarse la cola, daban el salto del conejo como suele suceder aquí. Durante la espera se aconsejaba guardar una actitud reflexiva y respetuosa. Para ayudar a los viajeros en sus meditaciones, los muros estaban cubiertos de inscripciones atribuidas a los Siete Sabios de Grecia, desde la célebres anotadas por el mismísimo Apolo, “conócete a ti mismo” hasta recomendaciones tan prácticas como “no desees lo imposible” o “todo con moderación,” que fueron acuñadas por el mismísimo Dios. Aunque sagrado el papel de La Pitia era únicamente de mediadora. Sus palabras expresaban la voluntad del Dios y algunas veces se ponían por escrito. La popularidad creciente del oráculo proporcionó grandes dividendos a la ciudad de Delfos.
Lo bueno no sabe fallar para siempre
Y como nada es absoluto, la experiencia fue cambiando con los años. Inicialmente, sólo se atendía al público el día siete de cada mes, desde la primavera hasta el otoño, pues Apolo se tomaba largas vacaciones en invierno, porque le daba mucho frío. A medida que creció la demanda y los peregrinos empezaron a colapsar el recinto, los augurios se hicieron cada vez más frecuentes. En la época de máximo auge, dos Pitias atendían simultáneamente a los visitantes, mientras una tercera esperaba su turno para echarles una manita por si acaso. Otros detalles también cambiaron con el tiempo, pues las primeras predicciones se hacían en versos hexámetros, más tarde se adoptó la prosa, mucho más práctica y más rápida. Al principio La Pitia también llamada sibila, -por la primera profetisa que se llamó Sibila,- era una muchacha virgen, que hacía voto de castidad y se comprometía a pasar su vida en el templo sin ayuntamiento alguno. El sistema funcionó hasta que Miculax viajero ocasional violó a una de las jóvenes luego de darle una paliza y casi ahogarla con sus sucias manos. Desde entonces se adoptó la precaución de escoger a mujeres mayores, ya casadas, que sin embargo vestían como doncellas, que aunque las usaran ya no eran vírgenes.
ESCENA 18
FUENTE DE DISCORDIA
Atrapados entre helenos y espartanos
Desatando emociones, la popularidad creciente del oráculo proporcionó grandes dividendos a la ciudad de Delfos, era como una gran Disneylandia. Se acumulaban las ofrendas. Las polis rivalizaban entre sí donando tesoros que se alineaban a lo largo de la vía sacra que conducía al templo. Hasta el siglo VI aC, el santuario se rigió por la Anfictionía Délfica, la liga de doce polis que lo administraban conjuntamente, dejando a un lado sus diferencias. Delfos era una jugosa fuente de ingresos y un foco de influencia política sin hacer lobby. En resumen, una tentación para los interesados. En 595 aC estalló la Primera Guerra Sagrada. Los habitantes de la región de Crisa, donde estaba situada Delfos, trataron de hacerse con el control del oráculo, pero fueron sofocados. La cooperación entre naciones se restauró y, medio siglo después un incendio destruyó el templo de Apolo, pues no habían bomberos y, que se reconstruyó recaudando fondos internacionales, pero como suele suceder en todo territorio, la codicia no tardó en triunfar sobre la armonía. A mediados del siglo V aC Lacedemonia, Atenas, Delfos y Focia se embarcaron en la Segunda Guerra Sagrada. Poco después, un terremoto derribó el templo, que se reconstruyó en el siglo IV aC. También se edificó un teatro y un segundo conjunto completo dedicado a Atenea, pero la nueva prosperidad no iba a ser duradera, pues persas y gálatas trataron de saquear los templos. Y otras dos refriegas entre pueblos helénicos fueron reprimidas durante el reinado de Filipo de Macedonia. Delfos como era de esperarse, se resintió quedando desbalanceado.
Con el cristianismo inmisericorde llegó el fin de los presagios délficos,
que pasaron a considerarse una superstición pagana
Además de saqueos y toda clase de pérdidas materiales, sufrió un gran daño moral. Su prestigio había quedado comprometido para siempre. Al pasar por las manos interesadas de distintos estados, perdió inevitablemente su aura de neutralidad. Los griegos dejaron de confiar ciegamente en sus presagios, al menos en materia política. Las consultas personales se mantuvieron, pero el oráculo entró en una lenta decadencia por la maldita intervención del Congreso y el MP.
ESCENA 19
ENMUDECIENDO A APOLO
Cave Canem
A ojo de buen cubero fabricando cubas al puro cálculo sin herramientas precisas, en état second, la conquista romana no contribuyó a mejorar las cosas. Delfos quedó sometida al capricho y sabor de los emperadores, unos la saquearon como diputados, otros trataron de devolverle su esplendor. Pero para casi todos, el oráculo representaba más una curiosidad del folclore griego que un verdadero centro de iluminación divina, a pesar de que Apolo también formaba parte del panteón romano. Los romanos no entendían una mierda. El ladrón esquizoide de Nerón, que era como una patada en en mala parte, se robó unas 500 estatuas y, el oráculo se vengó advirtiéndole:
“Cuídate del número 73”
El descerebrado ignorante emperador, confiado, creyó que viviría hasta los 73 años, sin percatarse de que 73 era la edad de Galba, que muy pronto sería su sucesor.
El somormujo de Caracalla retiró a la ciudad el privilegio de acuñar moneda. Juliano, el último césar que consultó a La Pitia, obtuvo esta respuesta a sus esfuerzos por restaurar los ritos de adivinación:
“Dile al emperador que mi sala se ha hundido hasta los cimientos.
Febo -Apolo- ya no tiene techo sobre su cabeza.
Las hojas de los laureles están silenciosas, los manantiales proféticos están muertos.
El agua se ha secado”
Como la hez del mundo es la religión, con el cristianismo que son como bestias con amo y, como casi todo lo que toca en todo el mundo a sangre y fuego, con cuanta cólera y crueldad les es posible, llegó el fin de los presagios délficos, que pasaron a considerarse una superstición pagana y, el emperador Teodosio piafando como energúmeno más por instinto que por razón -que de mujeres y caballos no entendía ni un rato,- los abolió definitivamente a finales del siglo IV, porque tampoco entendía una mierda. El tipo era como un clavo en el arco del pié. Sobre las ruinas del santuario creció una aldea llamada Castri. Los templos y tesoros cayeron en el olvido. El mármol se empleó para levantar basílicas cristianas, -como hicieron con los magníficos templos mayas,- la ciudad amplió sus límites y acabó cubriendo por completo el antiguo recinto sagrado. En el siglo XVII ningún lugareño recordaba ya el templo de Apolo. Los arqueólogos pioneros tuvieron serios problemas para ubicar el lugar exacto. La primera pista la dieron las propias piedras, que habían sido reaprovechadas para construir monumentos al ego o sea iglesias además de casas. Sobre algunas de ellas podía leerse la inscripción Delphi. A mediados del XIX, un arqueólogo alemán llamado Karl Müller logró identificar la muralla, pero no pudo ir más allá. La ciudad estaba habitada y no era posible excavar bajo las viviendas. El gobierno griego adoptó una solución drástica y muy sabia -como hacen falta tantas en nuestro medio,- expropiar la población entera. Todos los habitantes de Castri fueron obligados a trasladarse a un nuevo municipio, llamado Delfi en honor de su antecesora. Los inconvenientes que semejante medida ocasionó a los ciudadanos no han pasado a la historia, pero gracias a ellos se desenterraron esculturas tan emblemáticas como la Esfinge de Naxos o el famoso Auriga de Delfos. Aunque algunas piezas terminaron en el extranjero, -como suelen hacer los depredadores,- como el caso del Trípode de Paideia, cuyos pies, en forma de serpiente, adornan el hipódromo de Estambul, la mayoría se salvó del expolio. El de Delfos se convirtió en uno de los museos arqueológicos más completos de Grecia. El tholos de Atenea, el estadio que es el mejor conservado en su género, el tesoro de los atenienses y la fuente Castalia fueron restaurados. De nuevo, cientos de visitantes suben cada día la cuesta sagrada que conduce al templo de Apolo. Pero ninguno logra escuchar ya la voz del Dios, sólo yo. Los turistas acuden en busca de fotos, no de respuestas. No saben lo que se pierden. No quiero regresar al presente.
TRES ENSEÑANZAS DEL ORÁCULO DE DELFOS
Siempre que había un problema en una galaxia lejana se podía acudir a él
“Vivir consistía sencillamente en conseguir no morir”
doctor Guépin
El Oráculo de Delfos fue un auténtico consultorio para los griegos. Algunas de sus enseñanzas han sido transmitidas en forma de máximas filosóficas que se pueden aplicar en la vida actual. En la Antigüedad, los oráculos actuaban como centros neurálgicos de pensamiento y administración política y social. Los designios de los dioses, transmitidos a través de sus sacerdotes y sacerdotisas, eran escuchados y cumplidos a rajatabla, y los oráculos eran una parte fundamental del pensamiento y la cultura helenos. De todos los emplazamientos de oráculos en Delos, Dídima, Dodona, hubo uno que destacó por encima de los demás, Delfos, situado en la ladera del monte Parnaso, en el norte de Grecia, y que se convirtió en un auténtico macroconsultorio de la época. Allí peregrinaban anualmente miles de griegos con la esperanza de ver resueltos sus anhelos y encontrar su camino. Reyes, campesinos y políticos consultaban todo tipo de cuitas a La Pitia, sacerdotisa de Apolo que recibía los mensajes del Dios, lo que hizo que Delfos se convirtiera en un referente panhelénico mucho antes del panhelenismo. Allí se tomaron algunas de las decisiones más importantes de la historia de Grecia, y también formó parte fundamental de hechos tan importantes como el de Edipo.
El funcionamiento era sencillo, el suplicante hacía una ofrenda, consultaba tratando de precisar la pregunta al máximo para que así la respuesta fuera precisa y, La Pitia recibía la respuesta del Dios. Los dichos de la sacerdotisa no eran claros y por eso estaba acompañada de una serie de sacerdotes intérpretes que ayudaban a descifrar su mensaje y que eran quienes finalmente formulaban la respuesta para el suplicante. A pesar de esta labor de interpretación, a menudo las respuestas del oráculo eran vagas y llenas de dobles significados. Parte de esas respuestas y vaticinios nos han llegado a través de inscripciones y fuentes indirectas, como Heródoto o Tucídides. Algunos narran anécdotas históricas, pero otros funcionan como máximas morales y vitales, a medio camino entre la literatura, la historia y el pensamiento.
El escritor Estobeo recogió 150 máximas délficas en una antología asimilable a nuestro refranero, en la que hay frases como:
“Aprovecha la oportunidad”
“Habla bien de los demás”
“Observa lo que has escuchado”
“Habla solo si sabes”
Aunque algunas de estas sentencias parecen pertenecer al acervo popular más que a designios divinos, tres de ellas son directamente relacionadas con el Oráculo de Delfos, en tanto que, según afirman fuentes como Platón, habrían estado talladas en la parte delantera del templo de Apolo desde el que La Pitia realizaba sus vaticinios. El origen de estas sentencias es incierto, aunque se suelen atribuir a los Siete Sabios de Grecia pero las acuñó el propio Apolo.
La primera de estas tres grandes máximas es “conócete a ti mismo.” Según Jenofonte, el rey Creso fue a preguntar al oráculo sobre cuál era el saber más importante, a lo que La Pitia respondió con ese aforismo. Tanto Platón como los estoicos consideraban el autoconocimiento dictado por el oráculo como un elemento fundamental en la vida, especialmente en lo que respecta a conocer las propias limitaciones y la posición que uno mismo tiene en el mundo. Afirmaban que el autoconocimiento es el principio básico de la sabiduría, y desde él se podrá llegar al resto del conocimiento, pero no es tarea sencilla y es que, según estos pensadores, conocerse a uno mismo es una de las tareas más difíciles a las que se debe enfrentar el humano.
La segunda máxima délfica decía “nada en demasía” que da a entender que es bueno disfrutar del ocio y de los placeres, pero sin excesos, y lo mismo sucede con el duelo, la tristeza y los malos sentimientos, que son sanos con mesura pero pueden ser peligrosos si se detienen durante demasiado tiempo en ellos. Otros autores posteriores continuaron desarrollando la idea base de esta enseñanza, como Aristóteles u Horacio y su aurea mediocritas, la dorada mediocridad.
La tercera, quizá la menos conocida y la más difícil de interpretar de las tres, advierte “haz una promesa y la fatalidad estará cerca” recordando el oráculo en esta sentencia el peligro de aferrarse demasiado a todo cuanto se cree seguro, pues la vida siempre sorprende. Así, conviene no confiarse de más y andarse con cautela, pues en el momento en que se crea que todo está encauzado será cuando empiecen a venir las desgracias. Estas sentencias morales del oráculo continúan estando de máxima actualidad y muchos refranes o proverbios contemporáneos beben y maman directamente de ellas. La razón es bien sencilla, así como los griegos, se siguen buscando respuestas a los anhelos y al porvenir, así como una literatura que haga las veces de guía para la vida.
Gracias a Homero se sabe que el rey Agamenón acudió al Oráculo de Delfos antes de emprender rumbo a la ciudad de Troya, donde se viviría una de las guerras más épicas de la antigüedad y en la que participarían los héroes Aquiles y Odiseas o sea Ulises. Tristemente en la famosa película de Troya no se refleja este hecho, pero sí la participación del oráculo en la película de 300, cuando Leonidas acude al oráculo antes de partir con sus 300 espartanos a enfrentar al ejército persa. El que hace la sopa es quien debe comérsela.
“La propiedad es un robo y Dios es el mal”
Pierre Proudhon
FIN
sergiodeleonlopez
Tony Rod. Ex excelente gracias por compartir
ResponderBorrarTony Rod. Excelente gracias por compartir
ResponderBorrarGracias a vos Tony
BorrarAymara de León. Excelente hoy lo leo todo
ResponderBorrarGracias a ti espero te sea útil
BorrarFlorecita Mar Corrales Carias. Wow es una historia fantástica
ResponderBorrarMuchas gracias Florecita eso me anima a seguir
BorrarWendy Zeceña. Muchas gracias mi Quesi bello
ResponderBorrarEs todo un gusto poder hacerlo para ti
BorrarSilvia Ana Wyler Parel. Excelente como siempre. Felicidades
ResponderBorrarMuchas gracias Silvia Ana. Un
Borrarabrazo.
Carlos Garcia. Me encantó la historia y sobre todo la forma de presentarla. Éxitos
ResponderBorrarGracias Carlos por tu comentario eso me ayuda a seguir contando nuevas historias
ResponderBorrarJudith Alma. Que augusto le quedó aparcao
ResponderBorrarGracias Judith Alma
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