viernes, 27 de septiembre de 2024

LA VIDA ES UNA TÓMBOLA. Segunda parte. 257

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 SEGUNDA PARTE


DÉMOSLE OPORTUNIDAD A LA CONTAMINACIÓN 

Disposición a pagar



Como si fuera cosa rara o mujer ajena, la contaminación atmosférica por partículas contaminantes, que es un hecho, causa la pérdida de más de 3.1 millones de vidas en todo el mundo cada año y va en aumento, cifra esta que quintuplica la de las muertes por malaria y representa una tasa de mortalidad un poco menor al doble de la actual tasa de mortalidad por SIDA. Los contaminantes suspendidos en el aire, especialmente las partículas finas menores a 2.5 micras, aproximadamente del ancho de la hebra de una telaraña, entran profundamente en los pulmones y desde allí ingresan al torrente sanguíneo, causando enfermedades cardiopulmonares, cánceres y hasta nacimientos prematuros. La interrogante es ¿cuán importantes son estos riesgos para la salud?

El debate sobre el tema es a menudo opaco. 

La mala calidad del aire es descrita con frecuencia como un determinado nivel en el “Índice AQI” Índice de la Calidad del Aire, o como un determinado grado por encima de un estándar específico que fue dispuesto por la OMS. Sin embargo, el público en general podría comprender mejor la situación si se la formulara en términos que se comparan fácilmente con peligros que le son más familiares. Los riesgos inmediatos de respirar aire contaminado se podrían describir en términos de micromuertes. Una persona promedio en un día promedio se enfrenta a un riesgo de morir por causas no naturales que equivale a una micromuerte. El riesgo de bucear es de cinco micromuertes por cada inmersión; el paracaidismo tiene un riesgo de díez micromuertes por cada salto, y dar a luz en el Reino Unido conlleva un riesgo de 120 micromuertes. Por eso no se embarace ahí. Por comparación, respirar en Pekín en los días en los que esta ciudad se encuentra más contaminada equivale a 15 micromuertes. Los riesgos más preocupantes que provienen de la contaminación del aire emergen de la exposición crónica. Estos riesgos se pueden expresar en términos de microvidas -esta es una unidad desarrollada por el estadístico de Cambridge David Spiegelhalter, con el fin de describir los riesgos acumulados que corre una persona durante el transcurso de toda una vida. Una microvida representa 30 minutos en el período de vida esperado de una persona adulta joven promedio. La persona promedio usa 48 microvidas por día, pero, el estilo de vida afecta a la velocidad con la que una persona gasta sus microvidas. Vivir en un Pekín lleno de smog utilizará hasta 2 a 3 microvidas adicionales por día, lo que implica una reducción de la esperanza de vida en casi tres años. Vivir en Hong Kong o en Santiago de Chile, le costará una microvida adicional por día, mientras que la vida cotidiana en Nueva Delhi, una de las ciudades más contaminadas del mundo, cuesta 4 a 5 microvidas. En comparación, fumar cuatro cigarrillos al día le costará al fumador dos microvidas, más o menos una cifra que equivale a vivir en Pekín. No obstante, el reloj del envejecimiento también se puede enlentecer -20 minutos de ejercicio todos los días van a aumentar la esperanza de vida en una cifra de dos microvidas por día,- a menos que dicho ejercicio se realice en un lugar donde exista smog y, beber dos o tres tazas de café al día ahorra una microvida adicional por día. ¿Curioso no? Además, investigaciones recientes sugieren que algunas, si no todas, las microvidas que se pierden al vivir en Pekín podrían recuperarse al mudarse a Vancouver, ciudad que tiene un aire muy limpio.

Aparte de salir de la ciudad, se puede mitigar al menos algunos de los riesgos al limitar la exposición a dichos riesgos en días que son particularmente peligrosos. Si se tiene acceso a datos actualizados sobre la calidad del aire, se podría optar por tomar medidas de protección, como minimizar el esfuerzo físico, quedarse en ambientes interiores donde se tenga aire filtrado y usar una máscarilla. Desafortunadamente, la información sobre la calidad del aire, especialmente la información relativa a las partículas finas más perniciosas, no se encuentra fácilmente disponible en muchas de las ciudades que están altamente contaminadas. No obstante, este tipo de vigilancia no está fuera del alcance de los países en desarrollo, el equipo necesario para dicha vigilancia no es prohibitivamente caro. Idealmente, los datos sobre la calidad del aire se deben recolectar, traducir a un lenguaje fácilmente comprensible y, difundir ampliamente en tiempo real a través de redes sociales, con el fin de que los habitantes puedan tomar las medidas adecuadas especialmente para las personas más vulnerables. China ha realizado grandes progresos, proporcionando un buen ejemplo a seguir para otros países en desarrollo.

Por supuesto, los gobiernos no deben detenerse simplemente en el nivel de vigilancia, sino que deben tomar medidas activas para reducir la contaminación atmosférica, que requiere un esfuerzo sostenido, que implique decisiones políticas complejas y compensaciones económicas dolorosas. Poner la información sobre la calidad del aire al alcance de todos, en esencia, democratizar dicha información. Hay que iniciar una campaña que sea tan transparente como el aire.



Los problemas son un reto


Con constructivismo epistemológico en la shucutía, una aplicación de las micromuertes es medir el valor que los humanos ponen en el riesgo, como cuando, se considera la cantidad de dinero que se le podría pagar a una persona para que acepte una posibilidad de morir de una cantidad de una en un millón o, al contrario la cantidad que alguien está dispuesto a recibir para evitar una probabilidad de muerte de uno en un millón. Puesto así, la gente pide un número más alto pero cuando lo infieren de las acciones cotidianas, como cuánto están dispuestos a pagar por características de seguridad en los carros, un valor típico para esa micromuerte era de Q387 en 2019. A pesar de todo, las funciones de utilidad son frecuentemente no lineales, o sea cuánto más una persona ha gastado en su seguridad menos está dispuesta a seguir pagando para incrementar esa seguridad. Además, la linealidad local de cualquier curva de utilidad significa que las micromuertes son útiles para riesgos y recompensas incrementales pequeñas, no necesariamente para riesgos mayores.


“Con flores nos reciben y entre ellas nos despiden”


No te angusties,

como ebrio sin remedio con ojos de pájara felíz, 

Según OMS el 87.5 % de cada 100,000 habitantes se suicidan cada año en Lesoto, el doble que Guyana, el segundo de la lista, donde es de 43 por cada 100,000. También es casi diez veces el promedio mundial que es de nueve suicidios por cada 100,000 personas.

La probabilidad de no morir de un accidente doméstico es de 97%

No morir de enfermedad pulmonar es de 95%.

No morir de locura es de 90%.

No morir de cáncer es de 80%.

No morir de enfermedad cardíaca es de 75%.

De modo que la probabilidad de librarse individualmente de cada una de estas muertes resulta alentadora. Pero ¿Cuál es la probabilidad de morir por alguna de estas causas? Para calcular la probabilidad de no morir por ninguna de las razones enumeradas se debe multiplicar las probabilidades. P-no morir por ninguna de las causas anteriores = 0.97 x 0.95 x 0.90 x 0.80 x 0.75 = 0.63. Eso significa que la probabilidad de morir por alguna de estas causas es del resto, el 63 por ciento. Lo que es decir que la mitad de los lectores de esta columna -y que la boca se me tuerza y el culo se me retuerza,- sufrirá alguna de las muertes citadas. Estas son las sorpresas de la estadística cuando el evento cae encima de uno de los pobres individuos del colectivo. Lo que parece lejano, como la mismísima muerte, se nos presenta, de repente, enfrente y nos toma de un guadañazo. 



Con muchos sentimientos de culpa y sin suficiente dinero con qué pagarlos


Con mucho sentimiento y,

atravesando una ráfaga de incertidumbre, pues una microvida, es la unidad de riesgo establecida por David Spiegelhalter, de la Universidad de Cambridge, que corresponde a una esperanza de vida de media hora y, se gana 2 microvidas con 20 minutos de ejercicio, o se pierden 3 microvidas por cada 6 cigarros que se fuman. Al final somos un grupo de números estadísticos. Somos así. Números que se intercalan unos sobre otros dando minutos de vida a cambio de minutos de acción o viceversa, quitando minutos de vida en función de acciones incompatibles con el funcionamiento biológico de la maquinaria corporal. Dentro de este panorama pragmático puedo preguntar,

¿el destino? 

¿lo que en Oriente se define como el karma? 

¿la gracia divina de Occidente? 

¿el espíritu santo?

La muerte, para los seres vivos, es la desaparición de los que han nacido. Lo contrario de la vida no es la muerte, es el nacimiento. Los seres nacen y mueren. Cuando entremedio viven lo que hacen es existir en este plano inmediato del que sólo los imberbes piensan que saben algo y se atreven a pontificar. Y la estadística señala, en ese nivel de fluido vital, lo que sigue rodando o lo que la Tómbola decide que terminó eternamente. 



Una invisibilidad inconmensurable va devorando toda chispa de vida, 

a la que se le da una oportunidad misteriosa para proseguir más allá 

navegando en el mar de la conciencia 


Prefiriendo no pelear sin asustarse por hacerlo, la estadística es el disfraz de la gigantesca marioneta que mueve los hilos de la fábrica universal en la que cada ocho años más se pasa a tener el doble de probabilidades de morir. El trabajo, entre tanto, es pasar la barrera. Una de las formas más placenteras de tumbarse en la propia existencia y esperar el bienestar para la perduración como seres con cuerpo y alma, es la generación de la reencarnación. Es una especie de modificación de la moral que establece no hacer el mal a nadie, y que racionaliza Immanuel Kant con el imperativo categórico, "no hagas a nadie nada que no quisieras que te hicieran a ti." Traducido se explica como la ley del Karma, ley de la acción-reacción, según la cual los males que se hagan en esta vida se purgarán en otras venideras, así como es esta vida el resultado de las acciones de vidas pasadas. No es difícil constatar que ambas hipótesis son la misma. El mundo es un inmenso universo repleto de seres predatorios. Nadie sobrevive sin devorar de alguna manera a otros, y donde resulta más difícil verlo es en el mundo mineral, pero aún ahí, si se mira lejos, en las galaxias, en las estrellas lejanas, también se ve como unas devoran a otras. Una concepción de la depredación constata que los cuerpos y la materia orgánica se comen unos a otros, la planta al mineral, los insectos y herbívoros a las plantas, los carnívoros a los herbívoros y a las plantas y, los humanos a todos a la vez, previo proceso humanizado de matanza, presentación y masticación protocolaria. No es de extrañar que leyes como la de Gompertz que asume que cada individuo presenta una resistencia a las enfermedades -y a fallecer por causas naturales- decreciente en función de la edad, por lo que la fuerza de mortalidad aumenta con la edad y su incremento relativo es constante, predice cada una de nuestras muertes. Es la Ley de la Muerte. La compañera de la Ley de la Vida. 


Lo bueno de los problemas, es que seguirán siendo problemas mañana


VALOR DE UNA VIDA ESTADÍSTICA

Las agencias de gobierno en los países con mayor desarrollo, usan un Valor de Vida Estadística, VSL,  o Valor de prevenir una fatalidad, VPF, para evaluar el costo-beneficio de los costos en medidas de seguridad. En Reino Unido, el VSL se encuentra en £1.6 millones para mejoras de las rutas. Dado que las mejoras de las rutas tienen el efecto de disminuir el riesgo de un gran número de personas en una pequeña cantidad, el Departamento de Tránsito del Reino Unido esencialmente pone el precio a una reducción de una micromuerte en £1.60. El Departamento de Tránsito de Estados Unidos de América usa un VSL de US$6.2 millones, poniendo el precio de cada micromuerte a US$6.20. Todo lo cual indica que a nosotros ya nos llevó la gran puta.


NUESTROS RIESGOS CRÓNICOS

Conocer estas probabilidades puede ayudar a tomar decisiones 


En Guatemala este año 2024 ocurrieron 16.2 asesinatos por cada 100 mil habitantes, lo que equivale a 162 micromuertes. Una posibilidad de 6,172.84 micromuertes, que son mejor usadas para medir el tamaño de riesgos agudos, como muertes inmediatas, como los riesgos derivados del estilo de vida, la exposición a la contaminación del aire, etcetera. que son riesgos crónicos y no matan directamente pero reducen la expectativa de vida. Ron Howard incluyó tales riesgos en su trabajo original de 1979, por ejemplo, una micromuerte adicional por beber 0.5 litros de vino puede terminar en cirrosis del hígado, ahumar 1.4 cigarros  puede terminar en cáncer o enfermedades del corazón, pasar una hora en una mina de carbón puede concluir en enfermedad de los pulmones, o pasar tres horas en una mina de carbón  puede terminar en un accidente. 

Una micromuerte puede medir la probabilidad de morir por una bomba nuclear o un hobby 

Las mediciones en micromuertes no son una guía exacta para tomar decisiones, 

pero ayudan mucho


Hay otros riesgos de fallecer mucho más difíciles de medir, como en caso de una guerra nuclear. No es un tópico que se suela considerar, ni mucho menos en nuestro medio, pero las posibilidades de que esto pase no son de cero. Ya se utilizaron armas nucleares contra objetivos civiles en 1945, y desde entonces se han dado situaciones de riesgo donde la detonación nuclear contra la población civil estuvo cerca de repetirse. Actualmente, con la estúpida guerra desatada por un asesino en Ucrania y con la retórica atómica de ese asesino de Putin, el tema de un posible conflicto nuclear ha vuelto a salir a la luz, tal y como sucedió en varias ocasiones durante la Guerra Fría, cuando estaba de lo más caliente y, especialmente con la Crisis de los misiles de 1962. La pregunta que se esconde tras el tópico, es que con esta nueva retórica belicista y un miedo latente a que estalle un conflicto nuclear, no pocos se  preguntan cierta cuestión de importancia, ¿cómo de probable es que me mate un arma nuclear? Las micromuertes de Howard pueden dar una respuesta, además el hecho de calmarse a través de la observación de la probabilidad puede ofrecer pistas de cómo evitar conflictos nucleares en el futuro. Existe un campo denominado superforecasting o superpredicción, que intenta asignar probabilidades a eventos futuros difíciles de predecir. El meollo de la cuestión radica en que a los expertos en una materia no se les da bien predecir lo que pasará más adelante, pero alguna forma es inusualmente buena a la hora de realizar pronósticos de una gran variedad de temas. A un equipo de estos superpredictores -que obtienen un interés cada vez mayor de los gobiernos, para que les ayuden a tomar decisiones políticas más inteligentes,- lo que aquí nos caería de perlas, se le ocurrió intentar saber la probabilidad en el conflicto en Ucrania y de que se produzca una escalada nuclear que mate a alguien en Londres. Dividiendo la cuestión en otras menores, el Grupo Samotsvety quiso responder cuál es el riesgo de muerte para el próximo mes debido a una detonación nuclear en Londres. Para lo que dividieron la pregunta en cuestiones más pequeñas, como ¿la posibilidad de conflicto nuclear entre la OTAN y Rusia? ¿Probabilidad de fallecer si una bomba de este calibre es detonada sobre Londres? Cada miembro del grupo escribió sus predicciones para cada cuestión, para luego reunirse y discutir los resultados, actualizaron sus respuestas e hicieron una media de sus predicciones con un método típico entre los grupos de personas que se dedican a la predicción y, así la respuesta fue: entre marzo y abril de 2022, la posibilidad de que Londres sufriese un impacto nuclear era del 0,01%, mientras que a nivel personal la probabilidad de fallecer en la ciudad y durante ese marco temporal era de 24 micromuertes. Si se compara con otras predicciones realizadas en esta unidad de medida, la posibilidad de que esto ocurriera era la misma que el hecho de volar con ala delta en tres trayectos completos.

Con una mirada a la historia y otra a la actualidad, la historia de los accidentes nucleares muestra que una manera de minimizar el riesgo de desastre es creando armas con menor riesgo de detonación por accidente. Los predictores de Samotsvety, estiman que si se utilizaran armas nucleares tácticas en Ucrania, el riesgo de morir en Londres por un ataque del estilo se multiplicaría por 10, lo que haría que mucha más gente planease abandonar la ciudad. Quizás los motivos para marcharse de Londres son mayores si todas las personas a las que se quiere se encuentran en dicha urbe. Y es que, efectivamente, algunas personas abandonaron la capital inglesa cuando estalló el conflicto en Ucrania. En trabajos recientes, los mismos se propusieron conocer cómo varían las posibilidades de un conflicto nuclear según los terrenos que recuperen las tropas ucranianas. Su conclusión fue que, si Rusia realmente estaba dispuesta a utilizar su arsenal nuclear, este sería desplegado antes de que el ejército de Ucrania recuperase Mariupol, sino, sería muy complicado que dicha ofensiva se materializase.

Para alivio de todos, Anders Sandberg, que investiga el riesgo en el Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, afirma que, "actualmente la posibilidad de una guerra nuclear es muy baja, pero incluso una probabilidad tan ínfima es demasiada, si se trata de un nivel de destrucción tan grande." El experto dice que igualmente se pueden tomar diversas decisiones al respecto, "mucha gente está muy deprimida al respecto. Creo que es la decisión equivocada, que debes ser proactivo si hay una crisis. En realidad si se quieren dar pasos útiles, aunque sean pequeños, como conocer a los vecinos. Y si la catástrofe no tiene lugar, conocer a los vecinos sigue siendo una buena idea. Puede que se les necesite para la próxima crisis."


HAY MICROVIDA MÁS ALLÁ DE LA MICROMUERTE


Como la vida es una tómbola, el concepto de micromuerte sirve para anclar y comparar adecuadamente riesgos diminutos, una micromuerte equivale al riesgo promedio, de caminar 15 km o conducir 250. Pasar una noche en el hospital consume 75 de ellas -por riesgo de contagios que no tengan que ver con el motivo de ingreso,- y dar a luz, alrededor de 100.Ahora toca traer a la atención sobre un concepto asociado, el de las microvidas, que corresponde a una esperanza de vida de media hora. Malgasta una microvida quien fuma dos cigarrillos, bebe siete unidades de alcohol equivalentes a un litro de cerveza o vive un día con un sobrepeso de 15 libras, además quien no hace el amor 6 veces a la semana también malgasta 4 microvidas diarias. Microvidas y micromuertes son conceptos análogos, pero no enteramente equivalentes. En 2008 en España 16,000 personas perfectamente sanas se levantaron una mañana como si tal y por la noche estaban en el tanatorio metidas en una caja de pino rodeadas de sollozantes deudos. Al dividir 16,000 por 365 días, se obtiene 44. Como en España la población anda en torno de los 45 millones de personas, eso significa que cada día, uno de cada millón palmó inopinadamente. En el 2008, cada español, cada mañana tiró una moneda al aire 20 veces y quien obtuvo 20 cruces no volvió a ver el amanecer. Eso significa que cada español, cada mañana tiró una moneda al aire 20 veces y quien obtuvo 20 cruces no volvió a ver el amanecer. Lo curioso de esta relación tan simple no es peculiar de España ni de ese año, sino que es más o menos la proporción de gente que fallece por causas accidentales al día en muchos países, de ahí que se haya acuñado el término micromuerte.


LA MICROMUERTE, ADEMÁS DE UN ORGASMO ES UNA MEDIDA DE RIESGO


“La muerte está tan segura de alcanzarnos, que nos da toda una vida de ventaja”


Los franceses llaman petite mort al orgasmo, por ese estado de semiinconsciencia que se le queda a veces a uno o por esa cosa de que acabamos como de soltar un poco de vida. Es una expresión bonita, un poco exagerada tal vez, pero bonita. Hace evidente aquello de que en cada minuto se va muriendo un poco, que en cada cosa que se hace se deja un jirón de existencia, como que las vidas son los ríos que van a dar a la mar y etcétera. Es la misma idea que subyace al concepto de micromuerte, y que equivale a una probabilidad entre un millón de morir. Se puede morir en cualquier momento, en cualquier circunstancia, es verdad, pero algunos momentos son más propensos que otros, y eso es lo que captura el concepto de micromuerte. Por ejemplo, se estima que el riesgo de morir en una anestesia general es de una entre 100,000, o sea, que por cada 100,000 anestesias generales practicadas, se espera una muerte. Eso quiere decir que una anestesia equivale a 10 micromuertes. Correr una maratón equivale a unas 7 micromuertes y medio. Cada salto en paracaídas son unos 9 o 10 y así todo. Se gasta un micromuerte en caminar 30 kilómetros o en recorrer 10 míseros kilómetros en moto.

En Cambridge trabaja un señor excepcional y muy calientón llamado David Spiegehalter, sir David desde 2014 y, ostenta una cátedra para la percepción social del riesgo, desde la que explica esto de los micromuertes y otras muchas cosas relacionadas con el riesgo y la teoría de probabilidades. Sir David se toma su trabajo muy en serio, tanto que se apuntó a la versión inglesa de Humor amarillo para probar el riesgo en sus carnes, presenta shows de televisión y es campeón del mundo de billar en mesa elíptica que se llama Loop. Como científico es excelente. Es uno de los más citados del mundo en estadística, ha recibido varias medallas, honores y premios y acaba de ser elegido como presidente de la Royal Statistical Society. Entre las actividades del bueno de Sir David está el mantenimiento de una colección de casualidades a la que se puede enviar las propias historias sorprendentes o leer historias como que la primera persona nacida en Islandia en 1980 acaba de tener al primer bebé nacido en ese país en 2017. De locos. Además de contarnos que vivir dos días en Nueva York equivale a un micromuerte, ha descubierto que las parejas inglesas tienen menos sexo, casi un 20% menos, debido a la serie Game of Thrones y, parece que la gente prefiere las muertes violentas en la pantalla que las petite morts en la intimidad, lo cual es una pena tortuosa, no saben lo que se pierden, porque si esta vida es irse muriendo de a poquito, mejor los dolores y las glorias de las pequeñas muertes cotidianas que las degollaciones colectivas al son de la música de The rains of Castamere.


PIENSO, 

LUEGO NO SÉ SI SOBREVIVO



“Con buen amor y buena muerte, no hay mejor suerte”


El cerebro humano tiene problemas para entender probabilidades pequeñas, por eso, el concepto de micromuerte es un instrumento útil a la hora de analizar y comparar riesgos. Por ejemplo, ¿qué es más peligroso, montar en bici 20 kms o conducir 200? ¿Una hora de parapente o una hora de submarinismo? Una serie de acciones cuyo resultado es un incremento del riesgo de muerte en una micromuerte. Y si fuera un valor monetario ¿cuánto se estaría dispuesto a pagar por evitar un riesgo equivalente a una micromuerte? Dicho de otra manera, si alguien se plantea jugar a la ruleta rusa con un revólver en el que hay espacio para cien balas, pero sólo una, claro, ¿cuál sería la cifra mínima por la que se accedería a jugar? Sobre estas y otras cuestiones relativas a las micromuertes no hay desperdicio. Qué es más peligroso, pelear un día en Afganistán o pasar una noche en un hospital arriesgándose a contraer una infección mortal en él. Es un ínfimo e infame boleto de lotería a la que todos jugamos. La cuestión es que aunque todos tengan asignado un boleto por diversos motivos, hay quienes adquieren de manera voluntaria riesgos adicionales como fumar, tener una vida sedentaria, practicar deportes de riesgo, comportarse de manera poco recomendable, comer comida no saludable, no hacer el amor. Recorrer 10 km en moto supone una micromuerte, o sea que hay una probabilidad entre un millón de morir cada vez que un motorista recorre esa distancia. En carro hace falta viajar 370 km. Para acumular una micromuerte viajando en tren hay que viajar 9,656 km. ¿Qué posibilidades hay de morir disfrutando un hobby? No es algo en lo que se tenga que pensar si se dedica, por ejemplo a tejer, ver las estrellas o jugar juegos de mesa, pero la mayoría de los saltadores BASE sienten temor de que cada salto podría ser el último. Intuitivamente se sabe que algunos pasatiempos son mucho más arriesgados que otros. El submarinismo es bastante arriesgado con cinco micromuertes por viaje, pero no es tan peligroso como el salto BASE, que supone 430 micromuertes por salto.


“Lo que mata no es la muerte, sino la mala suerte”


Por otro lado, existe todo un campo de investigación que trata de asignar probabilidades a acontecimientos futuros difíciles de predecir. Se llama superprevisión o superforecasting y empezó a tomar impulso a mediados de 2010, después de que el académico canadiense Philip Tetlock fuera coautor de un influyente libro sobre el tema titulado Superforecasting The Art and Science of Prediction. La idea general es que incluso los expertos en un campo concreto son bastante malos a la hora de saber qué ocurrirá en el futuro, pero algunas personas son inusualmente acertadas haciendo predicciones verificables sobre una amplia lista de temas, a los que se les llama superpronosticadores y los gobiernos están cada vez más interesados en aprovechar sus conocimientos para tomar decisiones políticas más inteligentes y, aquí nos caerían bien algunos cuantos de ellos. Pero las micromuertes no son una guía exacta para la toma de decisiones, quizá se le asigne menos valor al riesgo si hay una guerra nuclear según los superpronosticadores. Si están en Londres, tendrían que saber que el riesgo de micromuerte es muy alto como para plantearte abandonar la capital. O si se considera una persona preparada para lo peor y cree que su contribución a una sociedad postapocalíptica será tan significativa, establecerá un umbral muy bajo para abandonar Londres. Cuando estalló la guerra en Ucrania, algunos optaron por irse tras sopesar los riesgos de quedarse frente al costo personal de marcharse. Para hacer sus predicciones, los superpronosticadores tuvieron en cuenta el historial de situaciones posibles en el pasado, así como los detalles de la situación actual en Ucrania, poniendo énfasis en considerar cómo reaccionarían las élites rusas ante la perspectiva de que Putin utilizara un arma nuclear, estimando que la probabilidad de que Londres fuera alcanzada por un arma nuclear en los próximos tres meses se situaba en torno al 0.02%, pero se calcula que el riesgo previsto para un londinense en los próximos uno a tres meses puede ser de unas 40 micromuertes. Consideraron un 4% de probabilidad de que se produjera una detonación nuclear en Ucrania antes de 2023, lo cual afortunadamente no pasó.



"Lo que a la gente no le gusta de esto es que se esté pensando en lo impensable"

Spieghalter

 

En 1981, el Departamento de Defensa de Estados Unidos de América publicó un informe en el que se contabilizaban 32 accidentes conocidos con armas nucleares. En marzo de 1958, un bombardero B-47 que transportaba un arma nuclear desarmada la arrojó accidentalmente sobre Carolina del Sur y ésta explotó en el jardín de un residente, destruyendo su casa y abriendo un cráter de 15 metros de diámetro, aunque no contenía material nuclear, pero cuatro años más tarde, dos bombas nucleares mucho más potentes que la detonada sobre Hiroshima cayeron accidentalmente desde un bombardero B-52 que sobrevolaba Goldsboro, Carolina del Norte. Una de esas armas se rompió y una sección que contenía uranio se hundió en tierras de cultivo inundadas y nunca fue recuperada. La otra bomba conservó todos sus mecanismos de revestimiento menos uno, por lo que una detonación accidental quedó a un solo click. ¿Dónde centrar nuestros esfuerzos de reducción de riesgos? Ahora mismo la probabilidad de una guerra nuclear es muy baja, pero aún cuando una probabilidad de tal destrucción es muy baja, esta se considera demasiado alta.

Incluso cuando nos enfrentamos a un riesgo ínfimo de una tragedia colosal, todavía hay cosas que se pueden hacer, si hay una crisis, hay que ser proactivo. 

FIN

Hasta la próxima




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