viernes, 5 de enero de 2024

LA SUMA DE TODAS LAS CÓLERAS. AQUILES. Segunda parte. 230

 CAPÍTULO 2

 

LA SUMA DE TODAS LAS CÓLERAS

Le llamaban Pirra o sea La Rubia por sus cabellos de un rubio de fuego

 




Aquí todo es tan auténtico como pepián de pura pepitoria

 

Les saludo cordialmente con gritos de hombres que mataban y que morían, pues lujos podían darse, excepto elegir el lugar y el modo de acabar sus tiernas vidas, pues la terrible cólera décimo sexta de Aquiles y sus funestas consecuencias, que es el motivo primordial de esta acción escritural, que se auna al resplandor de ese semidios hijo de la nereida Tetisla de los pies argénteos, de cuya figura mítica da razón para quien ha trazado un destino cargado de acentos trágicos y, los bordes eran agudos y entre esos bordes hay profundas grietas pues cuando Atenea se le aparece al Pelida, este ciego de rabia desenvaina su espada listo para disparar. Mejor esto que poco pan y mucha liebre, pensó, creo. No había otra regla a que acogerse cuando se conocía el paño de que estaban hechas las banderas. Ya había empezado a hacer aguas y, con su berrinche no comprende el mensaje de la hija de Zeuspater deorum et hominum como en un sueño clandestino, quien al manifestársele, sólo desea guiarlo hacia una sensata reflexión en el rincón de lo prohibido: 

-“Vengo del cielo para apaciguar tu cólera, si obedecieres; y me envía Hera, la Diosa de los níveos brazos, que os ama cordialmente a entrambos y por vosotros se interesa. Ea, cesa de disputas, no desvaines la espada e injúriale de palabra como te plazca. Lo que voy a decir se cumplirá. Por este ultraje se te ofrecerán un día triples y espléndidos presentes. Domínate y obedécenos.” Como que estaba aguardando la ejecución de una sentencia sin apelación.

-“Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo.” Era todo un mierdecilla.

 

La libertad humana siempre se mueve en el campo del destino

 

Todo el farullo colérico se originó en un día de violencia que inicia cuando Agamenón como duro espartano seguro de no dar cuartel en caso de tenerlo a mano pues era un pelanas, más decrépito que viejo, -rey de los aqueos de hermosas grevas- durante una expedición contra Misia, ciudad de Tebas, tomó como parte del botín de guerra a Criseida, la hija de Crises, sacerdote del flechadorApolo. Hacía nueve años que los aqueos asediaban Troya la ciudad de anchas calles y, para satisfacer sus necesidades, requerían víveres, animales y mujeres, abandonaban el sitio y saqueaban las ciudades vecinas que les quedaran a sus pasos, acarreando cuanto podían llevar consigo. Las consecuencias fueron karmáticas. Una señal de mal agüero pues conviene más visitar la horca antes. El flechador Apolo castigó al ejército con una peste de jiote mortal y para salvarlo de la ruina, el Atrida tuvo que devolverla a su tierra en una nave con Ulises, porque no tuvo los arrestos para ir en persona. Estaba marcada la distancia que separa de la muerte y el abuso. Entonces, el rey Agamenón -por su ruda tosquedad y su mal aspecto y a causa de él siempre estaba emputado,- que tenía cara ruín y peor alma, envió dos mensajeros, Taltibio Euríbates el más sobrado como gallo de madrugada, a la tienda de Aquiles -el parido de corta vida, porque los Dioses ciegan a los que quieren perder,- y le arrebató a la chulada de belleza de Briseida, la esclava favorita del héroe, la de pies lindos, la de hermosas mejillas pues era cachetona. Una buena hembra en edad de parir, ambladora y bachiller de abrocho diestra en menesteres de presición que no están en el mapa y que no tenía malos pasos ni peores antecedentes pues no era limosnera de rosario y comunión diaria, con atención obstinada a cosas de ínfima apariencia. Y para evacuar consulta el hecho golpeó al guerrero en lo más profundo del escafoides. La actitud del soberano de los aqueos obedecía al deseo de demostrarle que él era más poderoso y cabrón, a pesar de no ser hijo de una Diosa, queriendo ajustar asuntos pendientes en aquella frontera turbulenta. Todos mojaban pan en el mismo caldo. La cólera décimo séptima en retroactivo, pues enfurecido, el mejor de los mirmidones sin poderse zafar el arma blanca sin reparo y, sin llegar a las últimas fronteras, con rabia altisonante le vaticina a quien en su posición de soberano de hombres, es la majestad misma: 

 

-“Algún día los aqueos todos echarán de menos a Aquileo, y tú, aunque te aflijas, no podrás socorrerlos cuando muchos sucumban y perezcan a manos de Héctor, matador de hombres. Entonces, desgarrarás tu corazón, pesaroso por no haber honrado al mejor de los aqueos. Así dijo el Pelida; y tirando al suelo el cetro tachonado de clavos de oro, tomó asiento.”

El despojo de Briseida le enfureció tanto al Pelida y hasta el píloro y, sus consecuencias reveladas pues la hija de Briseo, el rey de la Tróade, era la esclava y concubina de Aquiles. Contra su voluntad, habían llegado los heraldos a su tienda a cumplir la misión encomendada por el bruto soberano de los aqueos. El hijo de la diosa Tetis, ofendido y enfurecido, con el apoyo de su madre decide en adelante oponerse a todo mandato: 

-“…yo misma iré al nevado Olimpo y hablaré con Zeus, que se complace en lanzar rayos, por si se deja convencer. Tú quédate en las naves de ligero andar, conserva la cólera contra los aqueos y abstente por entero de combatir…” Tetis partió dejando a su hijo con el higado irritado a causa de esa hermosa mujer que le había sido arrebatada. El poderoso Zeus el que amontona las nubes, no consoló a Tetis, sino fue Hefesto, hijo suyo y de Hera, quien le aconsejó: 

-“Sufre, madre mía, y sopórtalo todo aunque estés afligida; que a ti, tan querida, no te vean mis ojos apaleada, sin que pueda socorrerte, porque es difícil contrarrestar al Olímpico.” 



"Se rumorea que las voces de los muertos tienen el poder de enloquecer a los vivos"

 

Navegando por la líquida llanura, provocan el momento culminante, cuando Aquiles colérico con un fastidioso juro al cielo y sin pelos en los aparejos, se ausenta de la lucha y pone a los griegos en el mayor apuro de sus vidas que no era su ocupación favorita. La fuerza física y el ímpetu del ofendido implican un ser así, y no poder actuar de otro modo. La retirada del héroe más sobresaliente de los aqueos, obliga a los suyos a realizar esfuerzos supremos por mantenerse vivos ante las acometidas troyanas aunque eso no estaba en su sueldo. En esos momentos críticos, los adversarios animados por la ausencia, aportan todo el peso de sus fuerzas, hasta que el creciente riesgo de los griegos, mueve a Patroclo el de jobial linaje y tremolante casco a intervenir en la contienda. La guerra es deslumbrante, de lejos brillan las corazas y de cerca los cuerpos sudados en lucha, en el último año de la guerra de Troya, con los sucesos más significativos y definitorios de las cóleras con la muerte de Patroclo. La sentencia estaba clara. Has sido tú cocodrilo.

-“Los que antes eran los más fuertes, heridos unos de cerca y otros de lejos, yacen en las naves. Si te abstienes de combatir por algún vaticinio de tu venerada madre, enterada por Zeus, te haya revelado, envíame con los demás mirmidones, por si llego a ser la aurora de la salvación de los dánaos, y permite que cubra mis hombros con tu armadura para que los teucros me confundan contigo y cesen de pelear.” Aquiles que le era devoto hasta las trancas, lo escuchó con atención. Se notaba que su ruego lo desconcertaba y perturbaba: 

-“Patroclo, échate impetuosamente sobre ellos y aparta de las naves esa peste; no sea que, pegando ardiente fuego a los bajeles, nos priven de la deseada vuelta.” Eran esos usos de buena costumbre entre las naciones civilizadas, lo que no era ramita de salviasija.

 

“Quien a los Dioses obedece, es por ellos muy atendido”

Aquiles



Como en todas las habas se cuecen lados, “¿Quién era yo para detenerlo? ¿Será que puede un maestro, un padre o un amigo detener el destino?” Pues las costumbres de buena crianza anotadas en cuaderno de vialidad establecen que nunca se pida la vida a quien venció, ni se la niegue a quien la pida, así que Patroclo -viendo se soslayo a sus consortes,- se vistió con los bronces refulgentes de las armas de Aquiles, en el pecho colocó la coraza de aquél que centelleaba como la estrella del amanecer con la anuencia del primero. Se echó a los hombros la espada adornada con plata y luego el escudo grande y más pesado que nuevo político. Sobre su cabeza brillaba el yelmo bien labrado. Aquiles no sabía que le estaba suplicando morir, porque ya ni coco le ponía. Debe perder a Patroclo y al vengarle en Héctor, también sobre él se cernirá la sombra de su muerte. Está dispuesto a jugarse el último naipe. La Diosa Destino usando el lebeche permite al Pelida seleccionar entre dos posibilidades como en ciaboga, o gloria inmortal con vida corta, o larga pero sin fama. Al frente de todos, iba Patroclo deslumbrante en su carro al lado de Automedonte, como en un abordaje en el que ni siquiera los Dioses conocían a los suyos. ¡Es Aquiles! Y se les encogieron las hipotenusas a los troyanos y hasta los artejos a pesar de que eran como chingomilchigocientos de ellos y no querían heredar dos metros de tierra subterránea. Habían esclavos, herejes, falsarios, renegados, perjuros rufianes, salteadores, adúlteros, blasfemos, asesinos y ladrones, creo. El eco de sus chillidos resonaba al viento cubierto de polvo muy cerca de la playa Arumaghora y las filas de los guerreros se cerraba, escudo contra escudo, yelmo contra yelmo, hombre contra hombre, nalga contra nalga. El olor a nube era de pronóstico, patas sin lavar, ingles polvorientas y sudadas con humor a pescado y otras cosas no definibles y, de las chilacas ni hablar, además del olor ferroso a sangre coagulada, curtidos de hedor y las mesas se habían quedado con esperma de candelas. La turbación se les metió bajo los sobacos a las tropas y el desbarajuste devoró sus almas que empezaron a penar como ánimas en celo en una ejecutoria fascinantemente convincente. Era como que Soledad Bravo cantara allá viene un corazónPatroclo gritaba y mataba aplastando tiñendo de rojo el suelo como alfombra de semana santa, como que fueran zompoponas de mayo, pero lo que él quería como perro a su hueso, era encontrarse con Héctor, su letal enemigo y, así justificar su orgullo propio que se le había subido hasta la parte innombrable entre sus muslos. Su opositor, hijo de simples mortales, poseía las cualidades de un hombre más que las de un héroe, aún en su bravura deliberada, el deber le inspiraba pelear por Troya la ciudad de anchas calles. Corrió tras el hijo de Príamo y el mejor de sus guerreros. Acorralado y sobrio era cuando más peligroso era, pues se volvía loco como chucho rabioso espumeante acometiendo ciego sin razón ni esperanza. Al fin, el velo de la muerte derrumbó al aqueo que quizo dormir cansado profunda y eternamente y vivir soñándo porque no quería estar llorando aunque su cosecha de escrúpulos no fue abundante. Había dejado la piel en el asalto y disponía de todo el tiempo del mundo para hacerse morir. Una historia de guerra escrita por los vencedores, Aquiles, el protagonista el que más tarda en ingresar al combate y, ante su actitud por sus hermanos que mueren por racimos parece inhumana, a pesar de su posición beligerante, las palabras salidas de su boca ante la embajada enviada por el sopenco de cara calaceada de Agamenón con su papada tipo gueguecho, con el fin de deponer su cólera y su berrinche, que es el más enérgico e indiscutible grito de paz que no fue entendido, pues no creo que valga lo que la vida, pues no es posible prender ni aprisionar el alma humana para que vuelva, una vez que ha traspasado la barrera formada por los dientes incisivos, que es como morder un tamalito de chipilín. De tal manera balbuceó Íñigo Balboa, “den vuestra mercedes a Marte lo que a Venus daban, y hagan cosas que sean increibles de espantosas.” Había llovido mucho y Dios estaba ocupado en otras cosas, así que el alma al infierno y el cuerpo al mar, pues duelos y serenos con libros son menos y yo que lo vea, lo goce y lo beba.

 

Aquiles el destructor de hombre y ciudades, ataviado con su divina armadura, 

estaba loco, y de rabia también

 


 Como el diablo escurrido de carnes, mete la cola donde no puede meter la mano o metería otra cosa como degollar hombres dormidos, que es más rápido y cómodo que degollarlos despiertos, aunque luego hace falta mucho más cantidad de vino para lavarse la sangre de la memoria y, así cuando Aquiles que estaba forjado para esos chubascos y no tenía ni media astilla de palo de santo, el rubio hecho cecina al descubrir la tragedia enloqueció de rabia colérica tan sediento de sangre que no había carne para tanto diente, pensando, a espada, daga o estoque y a cuchillo cualquiera que me tope, con más ganas de menearlos y que el alma de los gusanos ayunen. Ahora lucharía y tomaría una terrible venganza por la muerte de su amigo dado que una moneda de plata suena idéntico a otra. Inmediatamente le pidió a su madre Tetis -la de buen mascar y mejor sorber,- desde donde lo trajo. que le diera una nueva armadura y ella reclutó a Hefestos, el Dios de la metalurgia, para que forjara para el héroe la armadura más magnifica jamás hecha, el escudo reluciente representaba todo tipo de escenas en oro, plata y esmalte, las grebas eran de estaño brillante y el casco tenía una cresta de oro. Armado hasta los dientes con ganas de brega dando chuchilladas hasta nocturnas hasta el abismo de horror que no eran seguras ni para el mismísimo diablo en el relieve de las sombras de aquella luz indecisa y fanfarrona, pasada la hora de las ánimas. El destructor de hombres, ataviado con su armadura divina y todavía inflamado el cólon de rabia, volvió una vez más al campo de batalla y puesto fuera de filas derrotó al enemigo por la izquierda, la derecha y el centro, adviento, enviando a una larga fila de héroes troyanos al Hades y todos con el riesgo de que les descosieran las asaduras con el odre lleno. Cometió el sacrílego que rompió con todo código de etiqueta de la guerra. ¿Cuántos preceptos había quebrantado desde que era soldaro? Todos los que pudo, pues la guerra es engañosa aunque no tenga edulcorantes y que Dios disimule si es que atiende a tales cosas.

 

“Y que la viuda enlutada

les jure a todos por cierto

que de miedo de un muerto

duerme siempre acompañada”



Los ángeles sin luz muriendo entre sus alas y como siempre hay escondrijos entre líneas de los párrafos como hombre apretado de bolsa, Patroclo, de gentil aspecto, propicio a la melancolía, el guerrero y amigo íntimo de Aquiles, -que hasta parece por ratos ser una relación lgtb, porque ya tenía antecedentes con mucho de lonja para la venta,- es su voz la que se escucha y en ella prima la supuesta relación de amistad y amor raro entre los dos guerreros y la fuerza de esta relación, más allá de la amistad, es lo que desamarró la ira de Aquiles, con el ronco rumor de su garganta mezcla de gemido y resuello como que vomitara el ánima por la boca echando los bofes, pues  el día que Patroclo siendo un niño debilucho y desnutrido como patojo chapín, conoce a Aquiles este apenas le pone asunto ni queriendo tomarle las hechuras porque le alborotaba la venta, ya que era feíto, aunque luego se compuso y ni el fuelle soplaba su nombre y, a la primera vuelta del cordel Patroclo asistió como pretendiente precoz -porque ya se le alborotaban las hormonas,- para desposar a la bella Helena, pero ella con más ojo en el bosillo elige a Menelao, que aparte de robar a su madre el vuelto, asesinar a sus carnales y prostituir a sus hermanas, no había hecho nada malo en su pecadora vida, porque era rey pistudo, viejo, algo panzón y que ya no se ayuntaba continuamente como debería ser, pues el sitio era angosto para danzas y para tocar los cascabeles pero podía olerse su miedo que parecía mojarle la mojarra. Y así bolsearon a Chusita en el imperio inmobiliario de las hormigas. Pero para el efecto teatral no era lo mismo y ahí radicaba el arte. Lindo de puro ridículo. Los hilos están puestos y los mortales harán el resto aunque la verdad adelgace y quizá no hubiera que llegar al punto. En algún momento del pasado asoma el futuro y en algún punto del camino entra el destino que habrá de ser, cuando el deporte nacional es el chisme. El sin par héroe Aquiles el de los pies ligeros, porque era el más rápido de todos, hijo del mortal Peleo rey de los Mirmidones én Ftia al sureste de Tesalia, y de la nereida Diosa Tetis, que se tuvo que rifar a un mortal porque había que cumplir la profecía. Aquiles al que se le subía la cólera hasta el desván y le cagaba el páncreas, que fue un hombre muy fuerte, bello, valiente y muy buen guerrero del ejército griego por lo que le dieron la denominación el de los pies ligeros, porque según la Biblia es pecado poner apodos en esa criptocracia. Era inmortal de todo su cuerpo excepto arriba del tobillo izquierdo en el meritito tendón porque su nana lo bañó en la laguna Estigia -que era uno de los ríos-laguna infernales, situado entre los Campos Elíseos y el Tártaro eran los dominios de Caronte y constituía el límite entre la tierra y el mundo de los muertos, el Hades,- cuando era bebé, sosteniéndolo sólo de ese tendón inmunizando todo el cuerpo excepto ese pinche punto y todo porque le dió culillo que se le zafara, tragara agua shuca y se ahogara contaminado como que fuera el Motagua. Debido a su inmortalidad y otros factores era el único guerrero que podía sobrevivir la cólera con galima. Es quien desataba su furia cuando era el momento de hacerlo y, una buena muestra reverencial de su furia funesta sin dar cuartel con mucho coraje y mucha decencia que causó infinitos males, precipitando al Orco muchas almas escondidas en cuerpos de héroes a quienes hizo presa de los chuchos callejeros hambrientos y de los nobles zopilotes que se dedican dentro de sus quehaceres a limpiar de carroña, dejando la tierra teñida de rojo corinto y que el diablo se harte si le place, es cuando Héctor mata a Patroclo antes de que se muera por su cuenta, su íntimo y a consecuencia Aquiles lo va a buscar sin que se le tuerza la hipotenusa y, cuando lo encuentra lo mata muy decentemente como se mata a una res, en combate duro y reñido de doce rounds sin señalar a sus consortes. Pena de vida. Todo era un conversatorio de espada y lanza con una cuarta de acero en las asaduras con la oscura tenacidad de un perro. Por ser nieto de Éaco e hijo de Peleo le llaman a menudo Pélida y Eácida. El poema de Estacio afirma que era invulnerable en todo su cuerpo salvo en su talón izquierdo por donde le alcanzó la inmortal Muerte en batalla, al ser alcanzado en ese tendón del talón por una flecha disparada por su rival el lindo Paris, el de arco fácil. Es de aquí donde la expresión talón de Aquiles, -aunque en realidad debería ser el Tendón de Aquiles,- toma forma para aludir a la máxima debilidad de un fulano o fulana nomás pa´guardar el lenguaje inclusivo, que no sé qué es, pero hay que seguirlo por si acaso y, en el campo de la anatomia se llama Tendón de Aquiles, al que está en la parte posterior baja donde termina la canilla antes del puritito talón. Por las cinco llagas o las que tuviera Cristo.



“En la vacada el buey más excelente es el toro”

La Ilíada


Como suerte y destino son la misma cosa en la luz parva del crepúsculo, bien lo anotó Bertolt Brecht en su poema A los hombres futuros, “pero ustedes, que sobrevivirán a la marea en la que nosotros perecimos, recuerden que también el odio contra la bajeza endurece los rasgos, que también la cólera contra la injusticia enronquece la voz." Como en un cuarto lleno de espejos de algunos lugares ocultos que me han contado, pues yo no conozco esa letra ni su música, los siempre sicalípticos hermanos rivales Zeus y Poseidón siempre ensanchando los límites buscando pecatrices, habían echado a las cartas a Tetis, -aquella joya de la braveza enhebrada,- hasta que Temis  profetizó que ella pariría un hijo todavía más grande que su padre y, por eso fue obligada a casarse con el mortal Peleo y, de paso les aguó la merienda. Aquí lo de virgen es por epíteto no por sentencia probada. La prensa amarillista y CNN dicen que fue Prometeo el que hechó las runas y otra parecida dice que fue Momo​ el que mal aconsejó a Zeus que casase a Tetis con un mortal. Pero las Argonáuticas publicaron en su matutino, que Hera elude a la casta resistencia de Tetis y a los avances sicalípticos de Zeus, montador de mortalas, por lo que fue leal al lazo matrimonial de Hera rechazándolo secamente. Según el poema incompleto Aquileida, taipiado por Estacio, cuando Aquiles nació, Tetis, algo viva de genio, intentó hacerlo inmortal sumergiéndolo en la laguna Estigia, como ya fue informado por este matutino en el párrafo de arriba, pero por andar abriendo la boca se le fue la onda de mojar el tendón por el que lo sujetaba, dejando vulnerable ese punto con la resignación propia del oficio, aunque ya le había remojado la canal maestra. En otra cara de la historia, Tetis ungía al niño con ambrosía  y lo ponía al fuego del hogar de la chimenea para quemar las partes mortales de su cuerpo, pero fue interrumpida en estos quehaceres por Peleo, que venía algo alumbrado de uvas, que arrancó de sus manos con violencia al niño y este quedó con un talón carbonizado con el tono mate de las cenizas. Tetis, enfurecida, abandonó a ambos y Peleo sustituyó el talón quemado por la taba del gigante Dámiso, célebre por su velocidad en la carrera y de allí que se le llame el de los pies ligeros. Bien lo afirmó Sebastián Copons, “¡por Belcebú, la puta que lo parió y a todos los diablos luteranos de invierno!”

 

Todos tenemos un talón de Aquiles,

que en realidad es un tendón literal y figuradamente

 

Como la invulnerabilidad quedó  imperfecta La única divinidad a la que no le alegró la decisión fue Tetis, ungida de la cólera décimosexta, quien no se resignaba a aceptar que algún día a su hijo sería tan cruelmente arrebatado por la despiadada Muerte, algo que a ella, por ser una Diosa, no le ocurriría. Así que hizo todo lo canjeable para evitarse el dolor más grande, aquel de sobrevivir a su hijo. La Diosa del mar intentó inmortalizar a Aquiles a través de un largo ritual de purificación que consistía en quemar poco a poco su mortalidad en el fuego todas las noches y ungir su cuerpo con ambrosía. Cuando estaba a punto de completar la tarea, Peleoalumbrado en ese instante por la dipsomanía fuente de disgustos en el el acto fatal, la sorprendió con las manos en la masa del niño, la cagó y le horrorizó tanto verla poner a su hijo para rostizarlo a fuego lento, que no quizo escuchar las explicaciones por la enfermedad de la carne dispuesto a entretenerse. Esa no fue la única precaución que tomaron sus padres para evitar su muerte. Se aseguraron de que lo educara nada menos que Quirón"el más sabio y justo de todos los centauros", mentor de muchos de los grandes héroes de la mitología, como Jasón y Peleo, los argonautas, y Asclepio el Dios de la medicina y la curación. Bajo su cuidado, se alimentaba con una dieta de entrañas de leones y cerdos salvajes, y médula de lobos para fortalecerlo mientras que aprendía de cacería, así como de música y actividades intelectuales. Cuando Peleo recibió un oráculo de que su hijo moriría luchando en Troya, la ciudad de las anchas calles, lo escondió en la corte de Licomedes en Esciro, disfrazado de niña con trencitas, faldita y tanga entre las numerosas hijas del rey, para evitar que se uniera a la batalla y ellas le decían Pirra, La Rubia, de ahí que a veces se le saliera el lado femenino. Deidamía, una de ellas se encargó de bajarle el prepucio y lo ayuntaba para enseñarle a ser hombrecito y se le quitaran las mañans y, con ella tuvo a su único hijo, Neoptólemo también llamado Pirro, por el apodo de su tataEl destino estaba escrito y otra profecía se ocupó de que se cumpliera. Cuando el adivino Calcas le dijo a los griegos que no podrían ganar la guerra para rescatar a la juída Helena de las manos del príncipe Paris de Troya sin la ayuda de Aquiles, lo buscaron y lo encontraron. Se me hace que Luis de Góngora tenía razón y lo escribió por ella como a zorra bermeja:

“Mujer de muchos, y de muchos nuera,

¡oh reina torpe, reina no, más loba

libidinosa y fiera!”

 

“El ladrón que va a hurtar,

para no dar en el lazo

debe ir sin embarazo

para huir, para alcanzar”

Miguel de Cervantes y Saavedra




Arreboles por la noche, a la mañana son soles y a la tarde son agua, cuando encaramado en el monte Pelión, Peleo confió a Aquiles y Patroclo al centauro Quirón  alque le tenía confianza, -como ya les había contado antecito,- para que los criase y los alimentó con fieros jabalíes, entrañas de león y médula de oso para aumentar su valentía, les enseñó tiro con arco, el arte de la elocuencia y la curación de las heridas. La musa Calíope les enseñó el canto, y el profeta Calcante predijo que a Aquiles se le daría a escoger entre una vida corta y gloriosa o larga en años y anodina. Odiseo -que en versión romana es Ulises,- supo por el profeta Calcas, que era un poco chismoso como vecina ventanera, que los aqueos de hermosas grevas serían incapaces de capturar Troya la ciudad de anchas calles, sin la ayuda de Aquiles, por lo que raudo fue a Esciro con ropas y joyas para obsequiar a las mujeres pero entre las mismas puso un escudo y una lanza. Entonces, Odiseo ordenó que sonara la trompeta de alarma de Golán y, vacilado buscando un su collar y una faldita de cuadros rosados Aquiles encontró las armas y se preparó para defender la corte cogiendo el escudo y la lanza y se arrancó sus vestidos de señorita, se quitó la faldita y el brassiere, se dejó sólo la tanga y desveló así su identidad y ya no se pudo esconder el Pirra. Ese de cargo refugiarse era sobrado para que lo empalaran sin manteca ni cebo para aliviarle el trámite pues nadie escarmienta con palabras o su futuro se hubiera podrido como carroña al sol. Al final todo se va en juego, vino y putas con las sotanas siniestras. Todos de la peligrosa variedad con que Dios y el diablo adornan el género humano. Cuando los griegos partieron hacia la guerra de Troya se detuvieron en Misia, donde gobernaba el rey Télefo. En la batalla resultante, Aquiles hirió a Télefo. La herida no sanaba, y Télefo pidió un oráculo, que dijo “el que hirió sanará. Télefo fue a Argos disfrazado de mendigo y pidió a Aquiles ayuda para curar su herida y, había secuestrado a Orestes, que entonces era un niño, y pidió como rescate que Aquilessanase la herida, éste se negó alegando no ser paramédico, ni bombero, menos enfermera. Odiseo señaló que la lanza era la que había infligido la herida y que por tanto debía ser capaz de curarla, aasí que se rasparon unos trozos de la lanza sobre la herida, y se curó con magia empática. Una vez que los barcos griegos llegaron a Troya la ciudad de anchas calles, Aquiles luchó y mató a Cicno, rey de Colona,que significa cisne, hijo de Poseidón y la ninfa Cálice, que era invulnerable al hierro, excepto por su cabeza por lo que lo ahorcó con la cuerda de su casco y golpeándolo gruesamente con una piedra y, acabó perdiendo con mucha desidia, vergüenza y desdicha. Y Poseídón quedó abrumado y sediento de venganza y no se podía ahogar por no soltar el tesoro.

 

“El hombre sin importar si héroe, su linaje o condición, 

es presa de los designios divinos hasta el punto de ser 

una marioneta de los caprichos de los Dioses.”

Sara G. Peláez



Mientras Troilo, el hijo menor de Príamo y Hécuba que la meritita verdad su padre era el flechador Apolo, y el otro ni cuenta se había dado que lo cuerniaron mientras dormía, estaba abrevando sus caballos en la Fuente del León fuera de las murallas de Troya y, Aquiles le echó la 105 y se enamoró de su belleza cuya bondad de formas era como oro tres veces refinado. El bravo Aquiles ya estaba mostrando su inclinación del lado amable. El joven rechazó sus proposiciones sicalípticas y se refugió en el templo de Apolo, pero Aquiles lo persiguió hasta el interior del santuario y lo decapitó en el mismo altar del Dios, por negarse a hacer de aquellito. Usaba menos la espada que las uñas. A Troilo le faltaba un año para su vigésimo cumpleaños, y si hubiera alcanzado esa edad, Troyahabría sido invencible según la profecía. O sea que todo iba cuadrando, poco a poco se iba cocinando la cosa.

 

“Cuando redobla el tambor, nunca faltan espadas”

Sebastián Copons en Corsarios de Levante. Arturo Pérez-Reverte

 

Esto visto en primera persona y que me ahorquen si estoy soñando, pues después de que Aquiles, el mejor de los aqueos, diera muerte a Héctor, el mejor héroe de Troya, la ciudad quedó abatida hasta el cencerro, esperando los feroces asaltos de los contras. Pero cobró nuevos ánimos al recibir el socorro de una aguerrida tropa foránea, brutales y bellísimas  amazonas, que no le tenían miedo ni al diablo, capitaneadas por su reina, la bella sin par e intrépida Pentesilea, hija de Ares, el Dios de la guerra. No eran unas daifas animosas que no llegaron precisamente a aliviar de picores a la tropa. Venían a mostrar de nuevo su valor ganado a pulso y no a los naipes y, se lanzaron con furia contra los aqueos de largas grevas, causando asombro y espanto bajo el mando de su subsónica soberana. Eran una carga para ellos. Pentesilea causaba estragos y destrozos fileteando en las filas griegas, pero salió a buscarla Aquiles acompañado de Baco al que frecuentaba mostrando un sed del infierno, para chipotearla en un trabado y fiero combate, pero la puta lanza de aquél dando un salto raro atravesó el caballo y el pecho de Pentesilea de un mismo golpe desde lejos, y la amazona se desplomó muerta a los pies de su ejecutor y el polvo calléndole en el rostro sin poder sacudirse. Ya no quedaron recursos para cegar a la tuerta. Aquiles el que siempre supo forrajear en buenos pastos, admiró su belleza al quitarle el casco, y lamentó su trágico desenlace que él había propiciado, pensando que bien hubieran podido encargar cuaches con la resuelta pasión de los pocos años de ambos. También los troyanos lloraron angustiados el desastre de las amazonas. Pero enllantados estaban cuando otro ejército acudió en su socorro, el de Memnón y sus etíopes llegados de lejos, para socorrer al rey Príamo, pues era hijo de Titonohermano de Príamo y de la Aurora de rosados dedos hija de la Mañana y, se presentaba como un rival digno de entrarle a Aquiles. También él era hijo de una gran Diosa, era un guerrero gigantesco y valeroso, y su oscura tropa era incontable. Pero también cayó en su duelo con el hijo de Peleo, que no dejaba ni uno esperando. Tras un tremendo combate, la espada de Aquiles traspasó la coraza del etíope. Divinos vientos recogieron y llevaron su cadáver hasta su divina madre, que lloró inconsolable, e incluso amenazó con dejar la tierra en tinieblas para siempre, hasta que Zeus logró contenerla, si no se tendría que haber esperado multitud de siglos hasta que a Thomas Alva Edison le diera la puta gana de inventar la bombilla. 

 

“Soy un soldado

que me he venido a entregar

por no poder tolerar

ser valiente y mal pagado”

Copla

 




Continuaron el asedio y los combates y muertes a granel cargados de zumo de uvas. Los aqueos reforzaron sus filas con la llegada de dos nuevas cuñas, Neoptólemo, difícil de verbos y fácil de acero hijo de Aquiles y de Deidamía la princesa de la isla de Esciros, la que le había bajado el escroto y Filoctetes, el héroe malherido y abandonado al principio de la guerra en la isla de Lemnos, que los aqueos habían rescatado, pues según la profecía, su intervención era imprescindible para la conquista de Troya. Otra condición para tomar la ciudad era sacar de ella la pequeña estatua de Atenea, el Palladion, que la protegía. De eso se encargó Ulises, disfrazado de pinche mendigo penetró furtivamente en el recinto y se la llevó, gracias al silencio de Helena, que lo había reconocido pero fingió demencia. 



    Pero la ciudad resistía firme tras sus fuertes muros. Se mantenía a pesar de que uno tras otro fueron cayendo sus héroes. Al fin pereció también el funesto y escurridizo Paris, el guaperas, que agonizó por las flechas de Filóctetes con rumbo dirigidas por Waze.  El cerco aqueo de Troya duró diez años, y durante este tiempo, Aquiles sobresalió en batalla y saqueó no menos de 23 ciudades en el área circundante. Los griegos no llegaron a mantener un cerco compacto y la ciudad podía recibir refuerzos desde lejos. Aunque la muerte se había llevado a muchos de sus hijos y a sus mejores guerreros, Príamo resistía. Así que no había alternativa, fue necesario recurrir a la trampa y el truco, ya que la fuerza no lograba la victoria final, así que intervino la astucia de Ulises rey de Ítaca, inspirado por Atenea, que propuso construir un gigantesco caballo de madera en cuyo vientre como que estuviera embarazado a pesar de ser macho, se emboscarían los más osados guerreros, que luego saldrían y abrirían las puertas del muro a los demás. La estratagema tuvo un éxito redondo, pues luego de discusiones el rey Príamo dispuso que lo entraran a la ciudad, pues según él los barcos aqueos se habían hecho al mar, lo que era cierto pero en ellos iban muy pocos que eran marinos. Así que se pusieron los troyanos una gran juma como la de ayer y, por la noche los combatientes griegos escondidos en la panza del caballo salieron, abrieron las puertas y emprendieron la matanza como un gran molino de carnes funcionando con toda acuciosidad, violando templos y mujeres y llevándose cautivos, mientras la ciudad, saqueada, se consumía en el incendio. Sólo Eneas -que no era precisamente el amigo de Benitín,- que era hijo de Afrodita escapó con su padre a memeches vendiendo cara la piel. Era lucha de mortales contra inmortales que habían hecho sangrar a dos Dioses, pues hasta ellos derraman líquido corinto sanguazoso. Ares contra Atenea, ambos Dioses de la guerra pero de distinto género y concebían la guerra de forma radicalmente distinta, él como un fin en sí mismo, ella como último recurso, y midieron sus fuerzas en más de una ocasión. Ares la consideraba débil, pero, como dice el refrán, más vale maña que fuerza, y Atenea le ganó siempre la partida, pues sufrió su derrota más humillante en Troya en un nudo que no se puede desatar, ni cortándolo. Aunque ya Zeus los había amenazado a ellos y a todos los Dioses poniéndolos a punto, que si intervenían los enviaría al Hades de la forma más amable y piadosa posible, de acuerdo a los cánones celestiales, pues en esas partes sobre la tierra los corazones laten más rápido y Hera lo durmió e hizo omisión de deberes para darle vuelta al guacal.

 

“De entre esta tierra estéril, derribada,

destos terrones por el suelo echados,

las almas santas de tres mil soldados

subieron vivas a mejor morada.

Siendo primero en vano ejercitada

la fuerza de sus brazos esforzados

hasta que al fin, de pocos casados,

dieron la vida al filo de la espada”

Miguel de Cervantes y Saavedra

 

Como que estuviera en Walmart no encontró Aquiles nada que lo detuviera cuando en un nuevo ataque de cólera décimo octava que puso en fuga a los troyanos, como que fueran los pollitos en fuga y, cubierto de sangre coagulada de otros, llegó hacia las murallas, con las ganas rascándole la bisectríz por lanzarse al asalto. Pero ahora iba a enfrentarse a un enemigo más peligroso, el Dios flechador Apolo, el divino protector de los troyanos que le ordenó detenerse con duras amenazas, pero el soberbio Aquiles replicó con desdén despreciativo, desafió al Dios, y siguió implacable, empedernido y despiadado. Apolo se retiró y desde lejos envió a través del lindo Paris el guaperas, una rauda la flecha que se hincó en el único punto vulnerable del cuerpo del héroe, el talón izquierdo. Desangrándose a chorros como que tuviera la mensual lunar por la herida se cayó como bolo con el hígado remojado en alcohol santo, sintiendo como se cumplía su trágico destino profetizado,  primero su caballo Janto*, que era inmortal hijo de Céfiro Dios del viento y Podarge  la harpía, hablando el idioma de los mortales por única vez  y, luego Héctor, ya a punto de morir se lo habían profetizado, Te matarán Paris y Apolo. Y CHAS, oferta cumplida, porque era viernes.

*Janto junto a su hermano Ballo fueron el regalo de bodas del Dios Poseídón a Peleo y Tetis.

En torno al cadáver de Aquiles se armó la de Troya, pues trabó un espantoso y terrible combate, Áyax detuvo a los furiosos troyanos, que acudieron en muchedumbre en bandadas torbellinescas y, Ulises peleó hinchando sus bolas como que fueran de beisbol, hasta que lograron retirar el cuerpo del Pelida y llevárselo al campamento aqueo. El forzudo Áyax lo transportó sobre sus lomos doblando la cervíz, mientras Ulises contenía a los troyanos. Desproporcionado fue el dolor de los griegos por la pérdida de su mejor guerrero, hasta el cielo llegó resonando el planto fúnebre, junto a los compañeros de armas sollozaban también por él Briseida y las cautivas. Y desde el fondo del mar acudió inconsolable la Diosa Tetis para velar el cadáver de su único hijo, seguida de sus hermanas, las cincuenta acuáticas Nereidas que representa todo lo bello y hermoso que hay en el mar pues son hijas del insigne Dios del Mar, Nereo, además también representan la belleza y seducción más compasión por los navegantes y la humanidad. Luego los aqueos quemaron el cadáver con todos los honores sobre una alta pira, y celebraron espléndidos juegos atléticos según el noble rito funerario, y repartieron en ellos magníficos premios a los vencedores. En el reparto surgió una dura contienda con bronca, al tratar de otorgar al mejor guerrero las famosísimas armas de Aquiles, la armadura, el escudo y el casco que forjó el Dios Hefesto, a petición de Tetis, que se necesitarían capítulos aparte para hablar de ellas, que eran algo nunca visto. Quien las obtuviera quedaría señalado como el más digno heredero del héroe, y los primeros que se pusieron en la fila para reclamarlas en razón de sus méritos fueron Áyax y Ulises. Los jefes del ejército, los Atridas, hicieron sus cálculos en el ábaco y decidieron entregárselas al segundo, desairando así al fuerte Áyax. Éste se retiró como la gran puta escupiendo esputos de  rencor, tan enloquecido que hasta el tuétano le cambió de color, y esa noche hizo una matancinga de corderos, cegado por el odio oprobioso, del campamento confundiéndolos con los jefes aqueos y luego, avergonzado de su desvarío, apoyó la empuñadura de su espada sobre el suelo, puso la punta en su panza y se abalanzó sobre ella. No recibió Áyax grandes honores fúnebres, pues Agamenón Menelao deseaban castigar su locura dejando insepulto su cadáver, pero Ulises intervino para que fuese depositado en una tumba fría, como correspondía a un rey y un guerrero tan valiente y de ahuevo. 



Todos tenemos dos, que se llaman tendones de Aquiles

 

Son unas bandas resistentes de tejido fibroso que conectan los músculos de la pantorrilla con el hueso del talón. Cuando los músculos de la pantorrilla se flexionan, el tendón de Aquiles tira del talón y ese es el movimiento que nos permite estar de puntillas al caminar, correr o saltar. Y como si nada son los tendones más grandes y fuertes del cuerpo, lo cual es curioso pues se usa la expresión "talón de Aquiles" para aludir al punto débil de una persona.

 

Como lo dictó el destino Aquiles, ¿qué pecado puede enfurecer de tal manera a un hombre como tú? La ofensa de Agamenón, que le arrebata parte de un botín con faldas, Briseida. Finalmente, Agamenón se lo pensará mejor y decidirá devolverle a la mujer, junto a veinte de las mujeres más hermosas de Troya y a una de sus hijas, como que fueran plátanos. A pesar de esta oportunidad, Aquiles se niega a aceptar la oferta, demostrando que lo que importa realmente es que hayan cuestionado su fuerza y poder, fuerza terminará de transformarse en cólera cuando su amigo Patroclo muere. Preso de este sentimiento, será capaz de hacer las paces con Agamenón para acabar con Héctor. El héroe quiere demostrar que nadie debe cuestionarle. Así, las cualidades de fuerza y valor acaban convirtiéndolo en altamente impulsivo, capaz de desafiar a Dioses y hombres y de no mostrar respeto ante los muertos, sino que es dotado de valentía. ¿Debe ser el orgullo, la violencia y la ambición lo que guíe en la construcción del prototipo de héroe? Guiado por la voz de los dioses, el protagonista devuelve el cuerpo del fallecido a su padre y consigue vencer a sus intestinales instintos. Pese a todo lo que ha hecho, con actitud violenta es capaz de sentir compasión y rectificar errores y consigue enseñar que estos no son signos de debilidad, sino de humanidadEra “alimentado exclusivamente de entrañas de leones y jabalíes” para conseguir la fuerza de esos animales, por tanto, desde pequeño se esperaba que desarrollase la resistencia y energía de un hombre. Hay un detalle que sorprende, también se alimentaba con miel que le proporcionaba dulzura. Algo parecido ocurre con su enseñanza, pues se le instruyó en la caza y la doma de caballos, pero también aprendió a cantar y a tocar la lira. Desde muy pequeño, desarrolló el vigor con el que se identifica a grandes hombres, pero también la suavidad y la sensibilidad que a lo largo del tiempo se han asociado a las mujeres. Tras esta equilibrada infancia, fue llamado para partir hacia Troya. Su madre Tetis le advierte del fin que le aguarda, pues un oráculo le ha contado que morirá en Troya. Se oculta y permanece alejado de la guerra durante nueve años en la corte del rey de Esciro, Licomenes, y lo hará de una forma inusual, disfrazado de mujer. Era un bravo finitoEs indudable el fuerte espíritu guerrero que lo rodea, pero con numerosos rasgos en los que se unen al hombre y la mujer, como el varón Ashler, demostrando que la combinación de cualidades distintas, divididas por los géneros, son lo que lo hacen un verdadero hombre. 

 

“Más sabe el caballo que quien lo ensilla”

 

Como la pluma llega más lejos que la espada, en el Ponto Euxino herido mortalmente por una flecha en el talón, Aquiles no pudo ver como los griegos tomaban Troya la ciudad de las anchas calles y la reducían a cenizas. Con la natural inclinación que no se puede domar el semidios mismo sabía que su vida sería breve, y su apenada madre, la Diosa Tetisse lo recuerdó ya en su afectuoso encuentro en el primer canto. Por otra parte, también Héctor adviertió a su mujer Andrómaca que en un día no lejano la sagrada Ilión será tomada y destruida, y morirán Príamo y su gente, y ella será cautiva. Y como en Agua Prieta, Sonora, las profecías se iban cumpliendo porque eran las de antes, las de ahora no.

 

"Cuando el hombre se extinga,

cuando la estirpe humana al fin se acabe,

todo lo que ha creado

comenzará a agitarse,

a ser de nuevo,

a comportarse libremente

como los niños que se quedan

solos en casa

cuando sus padres salen por la noche.

Héctor conseguirá humillar a Aquiles,

Luzbel volverá a ser lo que era antes,

fornicará Susana con los viejos,

avanzará un gran monte hacia Mahoma.

Cuando el hombre se acabe

-cualquier día-,

un crepitar de polvo y de papeles

proclamará al silencio

la frágil realidad de sus mentiras."

Ángel González. Cuando el hombre se extinga

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