viernes, 24 de octubre de 2025

UN MENÚ CON POCAS PAPAS. primera parte. 284

 

Aquí te cuento historias reales pero no de la forma tradicional, así que entra en monorote.com y descubrirás muchas de ellas y, si te fuera posible dejar un comentario sobre tu lectura, será el alimento de esta página. Muchas gracias.


UN MENÚ CON POCAS PAPAS

EL DIABLO NO COMPRA ALMAS PORQUE NO TIENE DINERO


Escribir sobre historias musicales es puro ritmo sonando en mi imaginación y debo hacer homenaje a mi música favorita, hoy representada en el maravilloso y único blues.


https://www.youtube.com/watch?v=zRo2wpE8koI&list=RDzRo2wpE8koI&start_radio=1

Fan a morir de Robert Johnson, RJ are-yi, figura legendarias y enigmáticas de la historia del blues* y la música popular. Su vida breve, su talento extraordinario y el mito que lo rodea lo convirtieron en un ícono cultural casi mítico.


*El blues es un género musical vocal e instrumental surgido en las comunidades afroamericanas del sur de Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX, caracterizado por su estructura de 12 compases, uso de notas de blues con carácter melancólico, desarrollado a partir de espirituales canciones de trabajo y gritos de campo, con patrones de llamada y respuesta que reflejan una herencia africana-occidental, bellísimo, poético, evocador y con el tono perfecto de una historia noir–blues, que transmite intensidad emocional.

La diferencia entre ser bueno y ser legendario no es sólo talento, es compromiso diario.


Tiene ritmo de balada, suena a algo que podría cantarse al borde de una carretera en el Delta… y al mismo tiempo, sugiere misterio y eco legendario


De orígenes hasta el fondo del sótano fue alumbrado al mundo en el pueblecito de Hazlehurst condado de Caplah, Mississippi, en 1911, en el corazón del Delta del Misisipi, la cuna del blues. Creció en una familia de trabajadores afroamericanos en un contexto de pobreza, segregación racial y música rural. Desde joven mostró interés por la música, especialmente por la guitarra, pero al principio era un músico mediocre.

En las noches más negras del Delta, cuando la luna parece suspendida como un ojo blanco sobre los campos de algodón, los viejos cuentan la historia de un muchacho flaco, de mirada intensa y guitarra en la espalda, que caminaba solo entre la neblina buscando algo más que música. Había vagado de pueblo en pueblo, tocando en porches, cantinas y ferias, pero su talento no alcanzaba. Los viejos músicos se burlaban de su torpeza, “deja la guitarra, muchacho” le decían. Pero él no se rindió. Una noche desapareció. Nadie supo adónde fue. Murmuraban que había consultado a un hombre sabio, otros decían que había seguido la llamada de los espíritus del pantano. Lo cierto es que, una noche sin estrellas, caminó hasta el cruce de dos caminos de tierra, donde el aire era espeso y el silencio, denso como aceite. Se detuvo en medio del cruce y esperó. La guitarra colgaba en su espalda como un peso de destino. Y entonces, cuando el reloj invisible de la medianoche marcó su hora, apareció una sombra.

La figura era alta, vestida con un traje oscuro que parecía absorber la luz. Sus zapatos brillaban como espejos, y su sonrisa era blanca y fina como el filo de una navaja.
-¿Has venido a tocar, Robert? -dijo la voz, profunda como el trueno lejano.

Robert tembló, pero asintió. El extraño tomó la guitarra, la afinó lentamente, y tocó unos acordes tan perfectos que el viento se detuvo para escucharlos. Luego la devolvió.
-Ahora es tuya-dijo. Pero recuerda, la música que pides tiene un precio.

Tenía el poder de atar y desatar con estilo ingenioso para respetar la letra y violar el contenido, como simoníaco que es y sin indemnidad.

Robert, sin pronunciar palabra, aceptó el trato. La sombra desapareció como humo, y el silencio volvió al cruce.

Tiene ritmo de balada, suena a algo que podría cantarse al borde de una carretera en el Delta… y al mismo tiempo, sugiere misterio y eco legendario.

Meses después, RJ regresó. Ya no era el mismo. Tocaba como si demonios invisibles lo acompañaran, como si cada cuerda ardiera con fuego celestial y profano. Sus dedos danzaban, su voz cortaba el aire como cuchillas. La gente lo miraba con asombro y miedo. En las noches, en las esquinas de Clarksdale o Greenwood, se reunían a escucharlo tocar. Algunos juraban ver sombras moviéndose tras él. Otros decían que sus ojos brillaban como brasas cuando tocaba Cross Road Blues.

El verdadero poder de la música no reside en el dominio técnico de las escalas, sino en la inocencia y la intuición, una invitación a tocar desde el sentimiento puro, permitiendo que la sorpresa guíe los dedos sobre el diapasón.

Der Teufel.

Pero el Diablo nunca olvida. En 1938, en una cantina polvorienta, RJ bebió de una botella envenenada. Cayó enfermo durante días, entre delirios y sudores fríos. Nadie lo ayudó. Murió solo, a los 27 años, con su guitarra a los pies. Lo enterraron sin nombre. Pero el cruce de caminos… ese lugar nunca volvió a ser igual.

Hoy, los viajeros que pasan por los caminos del Delta dicen que, si te detienes en la medianoche, puedes escuchar un riff lejano, una voz quebrada cantando sobre el infierno, el amor y la carretera.

Y si ves una sombra elegante afinando una guitarra… mejor sigue tu camino.

Ese tipo de genios son tan raros como los ganadores del premio mayor de la lotería.

“I went down to the crossroads, fell down on my knees…”
Robert Johnson, Cross Road Blues (1936)


La leyenda más famosa dice que RJ, desesperado por dominar la guitarra, fue al cruce de caminos, crossroads cerca de Clarksdale, Misisipi y, ahí se encontró con el santo espíritu, a quien vendió su alma a cambio de un talento musical sobrenatural, pero el Señor de las Tinieblas no compra, sólo anima. Después de desaparecer por unos meses, regresó convertido en un guitarrista virtuoso, con un estilo tan avanzado que muchos creyeron que no era humano. Leyenda alimentada por su habilidad técnica pues usaba patrones de bajo y melodía simultáneamente, como si dos guitarristas tocaran a la vez como en algunas de sus canciones, como Cross Road Blues, Me and the Devil Blues y Hellhound on My Trail.

Su estilo musical era único, desarrolló un sonido que combinaba,  blues rural tradicional, técnicas de slide guitar creando un sonido continuo usando un cuello de botella o un tubo de metal sobre las cuerdas, letras poéticas, cargadas de imágenes religiosas, diabólicas y de carretera y, un ritmo y una voz intensamente expresivos.

https://www.youtube.com/watch?v=pfLGJLHGVFs&list=RDpfLGJLHGVFs&start_radio=1

Su música influyó profundamente en generaciones posteriores de músicos, como John Lee Hooker, Muddy Waters, Eric Clapton, Keith Richards, Bob Dylan, The Yardbirds, Ten Years After, John Fogerty, Jhony Winter, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, The Allman Brothers Band, The Rolling Stones, Paul Butterfield, Queen, The White Stripes, The Black Keys, The Band, Neil Young, Warren Zevon, Jeff Beck y muchos más. Eric Clapton lo llamó “el músico de blues más importante que jamás haya existido.” Ocupó el quinto puesto de Los 100 más grandes guitarristas de todos los tiempos de la revista Rolling Stone.


Entre 1936 y 1937 grabó solo 29 canciones, en dos sesiones en Texas, San Antonio y Dallas. A pesar del número limitado, estas grabaciones son hoy consideradas pilares del blues y el rock. con temas emblemáticos como, Cross Road Blues, Sweet Home Chicago, Love in Vain, Come On in My Kitchen y Hellhound on My Trail.

“Dicen que aquella noche en el cruce de caminos, el viento se detuvo… y un hombre hizo un pacto con la sombra”

Robert Johnson


Murió en 1938, a los 27 años -bajo sus casi inexistentes cejas, con su boca desesperada creada para dar bufidos de bufón,- en circunstancias poco claras, convirtiéndose en uno de los primeros miembros del “Club de los 27.” Antes de que le entrara un poco de sentido común, éste le bajaba de la entrepierna, por lo que fue místicamente envenenado por un hombre encelado marido de una mujer con psoriagris como si fuera un guiverno, que le sudaba el chinchorro cuando veía a RJ y le salpicaba el fustán y le coqueteaba moviéndole el trasto con insinuaciones fluidas, pues eran famosas sus glándulas bisectrizales y sin disfunción, porque el mal de amor es por una abundancia de humores con cortes de hostilidad donde se huele la pestífera presencia del demonio del mediterráneo. 

Una cosa piensa la mula y otra quien la monta.

En los lugares sombríos se necesita un toque de ligereza, no de solemnidad.

No se hizo autopsia pues todo es más fácil con el diario del lunes y fue enterrado a dedo en un cajón de verduras en una tumba sin nombre. Su muerte temprana aumentó el aura mítica que lo rodeaba.

Entró antes de tiempo en el retiro del reino de las tinieblas.

Al que no le crecía el pelo, es con toda realidad considerado precursor del rock and roll y figura clave en la mitología musical americana. Su vida ha inspirado libros, películas, documentales y hasta teorías sobrenaturales. En 1986 fue incluido en el Rock and Roll Hall of Fame. Sus grabaciones fueron reeditadas en el disco The Complete Recordings en 1990, que se convirtió en un fenómeno mundial.

“The blues are the roots, everything else is the fruits” narró Willie Dixon refiriéndose a RJ la figura más legendaria y enigmática de la historia del blues y la música popular. Su vida breve, su talento extraordinario y el mito que lo rodea lo convirtieron en un ícono cultural mítico.



La venganza es un plato que se disfruta mejor caliente


      De rostro oblongo, ojos abiertos uno más redondo que el otro, con sus largos dedos tocaba con tal fuerza y energía que los rumores decían que venía directamente del infierno, repleto de vida, sexo y alcohol, pero sobre todo de creatividad, de genialidad e incluso irrealidad, como un tipo que se desliza por una calle empañada de niebla brumosa a medianoche, con el eco de sus pisadas resonando como el taconeo de una dama que ha visto demasiados amaneceres equivocados. 

       Sin duda alguna, la figura que más contribuyó a crear el mito del blues como música diabólica fue la de Robert Johnson RJ -el personaje de la semana,- y la leyenda del pacto con el hermoso cachudo en el cruce de caminos de Clarksdale. Por su carácter de bluesman que fue capaz de revolucionar la escena del blues en su momento, como guitarrista, creador y compositor de la extraordinaria calidad que atesoró siempre, como pionero del género y como figura referencial, como influencia clave para todas las generaciones posteriores que han ido llegando al mundo del blues y del rock, era imprescindible dedicarle este semanal. 

     Exactamente igual que en la vida de muchos grandes bluesman, su vida transcurre ya desde sus orígenes entre la realidad, la leyenda y el vacile. Aunque durante mucho tiempo no se conoció el dato exacto de su fecha de nacimiento, he podido confirmar en las atentas oficinas del Renap, que nació el 8 de mayo de 1911 -aunque esta fecha aún a día de hoy sigue siendo objeto de controversia por los que no creen una mierda del Renap, pues argumentan que por creer hay muchos en la cárcel,- en Hazlehurst, una pequeña ciudad del condado de Copiah en el estado de Misisipi. Fue fruto de una relación ocasional entre su madre, Julie Ann Majors, -que no era la celestina de mis calzones, pero teniendo necesidad y por donde,- hija de antiguos esclavos negros, y un jornalero que pasó por la ciudad con más necesidad que dinero y se ayutó con él, que ni regresó ni se volvió a ver su huella nunca más, aunque su madre le dijo en cierta ocasión que sabía que aquel jornalero se llamaba Noah Johnnson y que de esa circunstancia decidió tomar él ese apellido. 



La música popular del Siglo XX le debe mucho a RJ, le vendiera su alma al diablo o no... 


      Pisando en el blando vacío, cuando nació Robert, Julie Ann con despejado apetito y un leve prognatismo, estaba casada con Charles Dodds, propietario de un negocio de carpintería y ebanistería, pero del que estaba momentáneamente separada por tanto palo. El pequeño vino al mundo fruto de una relación esporádica entre un trabajador temporero de paso por el pueblo y ella hija de unos esclavos, separada de su marido por un tiempo mientras se secaba la madera, un 8 de mayo de 1911. Cuando apenas contaba dos años de edad su familia tuvo que marcharse precipitadamente de Hazlehurst debido a una disputa con un importante terrateniente de la plantación en la que trabajaba -pues Charles Dodds había sido obligado por una turba de enfebrecidos racistas que pretendían obligarlo a abandonar Hazlehurst tras una disputa con terratenientes blancos y Julie se marchó con él y con Robert, separándose poco después,- y se instaló en otra plantación de Arkansas, de donde también tuvo que marcharse al poco de llegar allí, esta vez por problemas con el hombre con el que se relacionaba sentimentalmente, que la maltrataba tanto a ella como a Robert. Perseguida por las autoridades, fue arrestada y devuelta por la fuerza a Arkansas, pero antes se aseguró de llevar a Robert en un tren con destino a Memphis, Tennessee, donde vivió con el marido de su mamá, que había cambiado su nombre a Charles Spencer. El matrimonio se juntó y se separó de nuevo, y aquel jornalero se convirtió en el padre que lo crió, aunque Robert pensó que era su padrastro hasta que su madre le dijo la verdad y se cambió su apellido Spencer por el de su padre Johnson.

     Como buen caminante nocturno asistió regularmente a la Carnes Avenue Colored School, donde adquirió su amor por el blues y la música popular. A los once años de edad, se reunió con su madre en Robinsonville, Mississippi, en donde se había establecido con su nuevo marido. Esta ciudad parte el argumento de uno de los más conocidos y prestigiosos documentales que se han filmado sobre la controvertida vida del mítico bluesman, The Search for Robert Johnson, dirigido por Chris Hunt en 1991 y que cuenta, entre otras, con las aportaciones de Eric Clapton y Keith Richards. Aunque RJ comenzó a ir a la escuela en Robinsonville, tanto por sus problemas de visión como por su desinterés por los estudios, abandonó pronto la escuela y hacia los trece años se introdujo en el mundo de la música, primero como armonicista y después de lleno en la guitarra. Se hizo un cierto nombre en Robinsonville como promesa del blues y, a pesar de su juventud ya acompañaba en actuaciones y giras locales a músicos consagrados en la escena local como Charlie Patton, Willie Brown y Son House, con el que llegó a tener una relación estrecha y que, de hecho, fue quien años después hizo correr la versión de que su joven pupilo había hecho un pacto con el diablo. En 1928 se marchó del hogar familiar y volvió a Hazlehurst, en donde empezó a tocar en pequeños clubes y bares hasta que, a la edad de 18 años, en 1929, se casó con Virginia Travis, de 16 años, que marcó una vuelta entera definitiva en la vida de RJ. El muchacho pendenciero -ya desde esa edad era famoso por su carácter irascible y propenso a las peleas en los bares, como Dios manda,- mujeriego, bebedor e incipiente bluesman de marca, pata negra, espalda plateada, decidió reformarse, consiguió un trabajo convencional en una plantación, como mozo de almacén en un comercio e incluso abandonó temporalmente la música para sacar adelante su matrimonio. Antes de cumplirse un año de su matrimonio, Virginia ya estaba preñada y en los meses finales de la gestación, ella se fue con su consentimiento a casa de sus padres para estar mejor atendida durante el parto, ya que en aquellos años en los Estados del sur de Estados Unidos era prohibido el ingreso en hospitales a la población negra.

“Cuando caminé hacia ese cruce, no sabía si encontraría a Dios o al Diablo… pero sí sabía que tenía que tocar”

Robert Johnson


      En esos meses RJ volvió temporalmente a la música, pero cuando regresó en abril de 1930 a Hazlehurst para el parto, se encontró con la trágica noticia de que tanto su mujer como su hija murieron por complicaciones hemorrágicas imprevistas al dar a luz, quedando lista de papeles. A raíz tanto del dolor que le produjo, así como los rumores malintencionados y las habladurías acerca de que ambas habían muerto porque él las había abandonado, se dio a la bebida hasta convertirse en un bonito dipsómano y encontró abrigo y calor en el blues, dedicándose a tiempo completo. Los familiares supervivientes de Virginia Travis declararon a uno de los más afamados historiadores del blues americano y conocido biógrafo de RJ Mack McCormick que esas muertes fueron un castigo divino por la decisión de RJ de cantar canciones seculares, conocidas como "vender tu alma al diablo", lo cual llevó a McCormick a asegurar que el propio RJ aceptó la frase como una descripción de su decisión de abandonar la vida respetable y convencional para convertirse en un músico de blues profesional, de los que si alza la vista al cielo esperando que una sombra alargada se recorte contra la luna, quizás una nave nodriza holgazaneando junto al cometa, ese rezagado que viene arrastrando los pies como un burócrata cósmico con papeleo pendiente.

       Con la boca seca y el orgullo hecho trizas, mordiendo el polvo de estrellas que no les pertenecían entre junio y noviembre de 1930 convivió con Esther Lockwood, que le lubricó los engranajes, madre de Robert Lockwood Jr., que más tarde se convertiría también en músico de blues, famoso por su asociación profesional con Sonny Boy Williamson II a lo largo de toda su carrera. Esther Lockwood no era rica, más bien feita, bueno pero sí era adinerada que durante algún tiempo mantuvo a RJ hasta que este retomó en serio su carrera musical, meses después de su matrimonio. En esos meses de anonimato, RJ se dedicó a aprender más música, practicar y ensayar para ser mejor guitarrista, lo cual explica la sorpresa que produjo en el ambiente blusero de Robinsonville cuando reapareció y, de ser un guitarrista limitado sin experiencia evidente, se había convertido en todo un virtuoso, en un músico de una capacidad y un talento extraordinario con técnicas de prevención ecuánime, que creaba nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción. Pero la explicación que las mentes afanosas transmitían era otra muy distinta, como la mayoría de los músicos de blues, según se decía en aquellos años, no solamente por parte de la población blanca racista, ultraconservadora y religiosa, sino incluso por parte de gran parte de la propia población negra, RJ había vendido su alma al Diablo para lograr éxito y fama como músico, siendo un excepcional guitarrista mientras durase su carrera, con vientos que susurran secretos galácticos y una ráfaga de aislamiento puro para ese forastero disfrazado, que convirtió las viejas carreteras en un lienzo de fantasía científica.



“Pero mi guitarra ardía como nunca”
Robert Jhonson


       Se disolvió en el aire, se evaporó como el humo de un cigarrillo en un tugurio olvidado, dejando al grupo de comparsas jadeantes fingiendo ser rivales en una función que ya había sido ganada en algún plano paralelo. Son House escuchó a RJ tocar en Robbinsville, Misisipi y afirmó. "Cuando le conocí a finales de los años 20, tocaba la armónica y era bastante bueno en eso, pero quería tocar la guitarra, a pesar de que no lo hacía nada bien. Mejor dicho, era pésimo. ¡Jamás había oído un ruido así!... ¡Quítale esa guitarra a ese muchacho!, le decía a la gente, ¡está volviendo loca a la gente con ella!" Pero un año más tarde volvió y, según Son House, “empezó a tocar y Willie y yo no podíamos creer lo que estábamos viendo. ¡Era buenísimo! Nos dejó con la boca abierta a todos. Tenía una fuerza y una energía que parecía que viniera directamente del infierno. Sólo podía haber hecho un pacto con el Diablo." 


Buena rama le salió al tronco


      No exudaba sino nebulosas enteras con sus ojos acostumbrados a la penumbra y el humo. Y es que este es el emisario, como explorador adelantado o primer visitante de una ocupación alienígena que, por un giro del destino universal, ha decidido encapricharse con el blues, para tratar de cerrar el negocio cambiando de caballo a media carrera. El rumor no tardó en correr como catarata y se dice que el propio RJ lo alimentó inconscientemente con la ambigüedad, las metáforas y el doble sentido que podían tener muchas de las letras, ilusión, pasión, canción. Lo que lo convirtió  en un personaje misterioso, a no ser que fuera en el dormitorio de alguna de las mujeres que iban a sus actuaciones, era muy extraño verle fuera del escenario, apareciendo y desapareciendo, en especial en cuanto terminaba sus shows, en un desastre estratégico oliendo a acordes, con voz gruesa de falsete. Plático de voz con su ajada vida, para muchos, esas desapariciones como por arte de magia sólo podían ser obra del Diablo, pues aseguraban que le había vendido su alma al fabuloso personaje vestido de rojo con cola y cachos, para lograr éxito y fama, siendo un excepcional guitarrista mientras durase su carrera. 

      En la tradición del vudú, que tiene su origen en el territorio de Benín, Ghana y Togo, en el África occidental subsahariana, se decía que Papa Legba, un poderoso espíritu que era coronado jefe de todos los Dioses por su habilidad musical, bendeciría a los músicos si le invocaban en una encrucijada desierta a medianoche, dotándolos de una excepcional maestría como intérpretes. La leyenda inventada por mentes cochambrosas afanadas por el chisme, afirman que RJ consumó su pacto satánico una medianoche de mediados de 1930 en un cruce de caminos de la localidad de Clarksdale, Misisipi, considerada la cuna del blues, pero sobre cuya ubicación exacta existen contrapuntos. Unos afirman que se encuentra en la intersección de las carreteras 8 y 1 al sur de Rosedale  otros que estaba en Dockery Plantation, cerca de Clarksdale, mientras que una mayoría importante la sitúa en la intersección de las carreteras 61 y 49, hasta el punto de que allí se ha erigido un monumento con una gran guitarra. La carretera 61 -la famosa Highway 61 mencionada por Bob Dylan en uno de sus clásicos- se conoce como la "carretera del blues," forma parte de la "Ruta del Blues" y la carretera 49 es la que lleva a la prisión de Parchman, inspiración para muchas de las más conocidas canciones de la historia del blues. Un camuflaje patético para un ente de su talla que imparte una clase de física de los manuales que aún se tartamudean al leer. La gravedad para RJ es un mero consejo educado, el viento en un coro de aplausos discretos y, el sufrimiento una expresión que se pierde en la traducción de su lengua materna, como un espectáculo de variedades en la cantina del barrio viéndole las tetas a la Lola.

        Lo real, lo que pesa de verdad, es que se está en el ensayo general, en la prospección del terreno por la vanguardia, plantados, ovacionando al heraldo, ignorantes de que su recado es su despedida final. Llevando esta leyenda del pacto luzbélico de RJ al límite, se asegura que cuando grabó sus canciones se colocó de cara a un rincón contra la pared y tapó los espejos que había en la habitación con mantas, pues pretendía mejorar la acústica de la grabación, pero lo que se dijo fue que hacía esto porque nadie podía ver sus ojos mientras grababa, en tanto que en ese momento estaba siendo poseído por la santa bendición del hermano Satanás  con insultos que nada tenían de afectuosos. 

       Más allá de todas las obras literarias y audiovisuales, cuya trama tiene como eje vertebrador esta superstición, en la música existen algunos precedentes significativos. Giuseppe Tartini, afamado compositor e intérprete de violín del siglo XVIII, fue quizá el primer músico sobre el que se especuló con posibles pactos satánicos y del que se decía que tanto su inspiración como el poderoso impacto que producía en la audiencia sus interpretaciones estaban directamente impulsadas por Satanás. Se cuenta que una de sus obras en particular, la conocida como Sonata para violín en sol menor y también denominada El trino del diablo, El sueño de Tartini o Sonate du diable, fue una de las composiciones más extrañas y complejas técnicamente escritas hasta aquella fecha y, al mismo tiempo, absolutamente fascinante, dando con ello pábulo a infinidad de leyendas, una de ellas atribuida al propio Tartini. Según esta versión, confesó poco antes de morir que escribió esta pieza a la mañana siguiente de una noche en la que soñó que el maligno, con quien en teoría había hecho un pacto para venderle su alma, se le apareció y le solicitó tocar el violín con él. Este le entregó su violín al diablo y empezó a tocar con una destreza y un virtuosismo increíbles una pieza que se quedó impregnada en su cabeza y que le inspiró la creación de la célebre sonata.



“En la historia siempre ha habido una serie de oscilaciones del péndulo, pero el individuo no tiene que quedar atrapado en eso”

Robert Johnson


CONTINUARÁ...

sergiodeleonlopez


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