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CAPÍTULO 2
12. EL RÍO NUNCA VA A LA INVERSA
Era una oveja por dentro sofocado por el lobo en tiempos de horror
Era coherente riéndose de la relación de extrema dependencia entre las personas sin buscar bajo la superficie. Encontró un maestro, que no hacía nada para sí mismo, pero rechazó su ayuda. Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes, sin alma el hombre bestia, con aire casual, discípulo de Sócrates, que, según Platón vanidoso hasta el hueso, había presenciado su muerte. Diógenes como un adolescente en crecimiento con los ciclos menstruales bien afinados y que no se dejaba enjuagar en el desguace, pronto superó a su maestro tanto en reputación como austeridad en el modo de vivir. Al contrario que los otros ciudadanos fachas de Atenas que no eran antistenesianos, vivió evitando los placeres terrenales, con pánicos periódicos pues nunca había comido en abundancia y presentaba un cuadro de hambre continuo con sórdidas y feroces batallas a la hora de comer quebrando el deseo de lograr una mayor cuota y, no le importaba comer caliente, pues el culo cuela y sólo se calentaba la tripa, hurgando en la basura y evitaba los movimientos superfluos e inútiles, sin tendencia natural a la inmovilidad. El que come con la boquita cerrada. Dominando con su mente el hambre, no le era una tortura. Se regía, en fin, por sus propias reglas privadas, que no eran las que el Estado quería, pues los sentimientos y los impulsos les eran infuncionales, ya que lo que querían era quitarlo del curso de la historia. No les importaba una hoja de lechuga, pues los muertos no vigilan. Con esta actitud pretendía poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, vanidad, ascenso social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana, aunque a veces mantenía un agotamiento progresivo por falta de sueño implacable y persistente en su cara inexpresiva y chirriante, a pesar de que su expresión era formidable con altos destellos de inteligencia. Era una especie de catecismo. Todo ilustra la consistencia lógica de su carácter. Este “Sócrates delirante” lo llamaba Platón, pues caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja o más bien un tonel de vinícola de roble blanco. Cierta vez pensó que le sobraban cosas entre todas sus pertenencias, tenía su bastón o báculo que necesitaba para caminar, su manto que le cubría y su zurrón que contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber. Pero como ya fue relacionado antecito, un día, en uno de sus paseos por la ciudad, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando al terminar sus lentejas bebió agua con las manos en un charco, Diógenes pensó con tintineos húmedos de ocho iones con un buen amago de buenos sentimientos:
- “Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas. Si come sus lentejas con un trozo de pan y cuando termina con ellas bebe agua con sus manos, no necesito ni mi escudilla ni mi cuenco."
Y acto seguido arrojó contra el suelo ambos y siguió caminando.
“Cuánto sufre el hombre cuando la mujer le falta,
pero más sufre el perro cuando la perra es alta”
Aro, aro
“Nunca fue novedad que durmiera paje con puta,” así lo manifestó el capitán Diego Alatriste y Tenorio, pues cierto hombre adinerado de cuyo nombre nadie quiere acordarse, sólo se sabe que le decían Miguelito, le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo hincapié en que allí estaba prohibido escupir. Diógenes con facciones toscas dándole solemnidad hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse. Criticó la teoría de las ideas de Platón al decir que veía mesas y tazas pero no las ideas de "mesidad" y la "tazonez," optando por oponer la materialidad de los entes particulares.
PELUMBRE
No me pidas las razones,
sólo quería verte los calzones.
No. No ví chirajos, ni jirones,
sólo parecía un parche en los pantalones.
Los pelos son malvados,
todos bien enroscados.
No como resorte
pero parecen un mono en la Corte.
De la pluma inédita del Zope
13. “SI NO HAY BOMBA DE QUÉ SIRVE ANDAR A FLOTE”
Manuel Coy
A otro hueso con ese perro
Escuchando a un discípulo de Zenón de Elea negar el movimiento, Diógenes que era como un perro de caza que son leales y silenciosos, se levantó y se puso a caminar y cuando el ateniense discurría sobre los meteoros y le preguntó:
- ¿Hace cuánto tiempo que llegaste tú del cielo?"
Cuando asistía a los baños se encontraba siempre con un citarista al que todo el mundo despreciaba y criticaba, mas Diógenes lo saludaba con respeto, incluso con cierta admiración, a lo que algún curioso lo interrogó sobre el motivo por el que saludaba al citarista con lo mal que tocaba, respondiendo a esto:
-"Porque tal y como es toca y canta, pero no roba a nadie."
Así fue pasando día tras día y al citarista despreciado por todos Diógenes siempre lo saludaba, creando, incluso, la frase "Dios te guarde, gallo" para saludarlo. El citarista siempre le devolvía el saludo, pero le preguntó le el motivo por qué lo llamaba así, a lo que le contestó:
- "Porque eres como los gallos, cuando cantas haces levantar a todo el mundo de tu lado."
Estando Diógenes lavando unas hierbas de culantro y orégano se topó con Aristipo, a quien llamaba el perro real, y este le dijo: "Si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas," a lo que respondió:
- "Y si hubieras aprendido a prepararte esta comida, no solicitarías los palacios de los tiranos."
Sin conocerse realmente las circunstancias que le llevaron a Corinto, donde tendría el encuentro con Alejandro Magno, Diógenes fue capturado sin permiso, por unos piratas del Cartel del Golfo y vendido como esclavo cuando se dirigía a Egina en las Islas Sarónicas de Grecia como apunta Egino de Gádara. Fue comprado por un aristócrata local, Xeniades de Corinto, porque le gustaba vestirse de rojo vino, quien le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus dos hijos putativos, si lo recuerdan. Pasó el resto de su vida en esta ciudad, donde de la misma forma son fértiles las estrambóticas anécdotas sobre el comportamiento del filósofo mágico. Precisamente, a cuenta de su muerte, también se han escrito diferentes y fabuladas versiones de culo. Según una de ellas, murió de un cólico provocado por la ingestión de un pulpo vivo. No en vano, la más excesiva asegura que falleció por su propia voluntad, reteniendo la respiración hasta quedar sin vida. “Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado,” fueron sus últimas palabras. Su ocaso aconteció el mismo año, el 323 aC, al igual que el gran Alejandro. Cuando fue puesto a la venta en la Terminal de la zona 4, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, y respondió:
- “Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo.”
Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente con toda la buena actitud que solía a una pila de huesos humanos y con su curiosidad reverente le preguntó con teteo indecente y Diógenes algo pasado de vueltas le dijo:
- “Estoy buscando los huesos de tu padre, pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo.”
Y eso le formateó el disco duro al inmenso emperador con el rodóstato a cero.
Ya casi al final de su vida alguna vez una persona invención del Maligno lo abordó sobre el hecho de que caminara tanto, pues "ahora que estás ya llegando a la meta, ¿no deberías ir más despacio, incluso descansar?" y, con el tono de su voz que era tan neutro como la que lee el telenoticiero de las diez, contestó:
- "Si tú estuvieras en el final de una carrera y tuvieras la meta ya muy cerca, ¿qué harías? ¿Irías más despacio o tal vez acelerarías el paso? Pues eso es lo que yo hago."
Diógenes Laercio dijo sobre él en Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres:
- Al anunciar Filipo que iba a atacar Corintio, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, él haciendo rodar empujaba el tonel en que vivía. Cuando le preguntaron:
-¿Por qué lo haces, Diógenes?
El tonel era su tronera.
- “Porque estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que echo a rodar mi tonel, no teniendo otra cosa en qué ocuparme.”
Diógenes Laercio también comenta en ese libro:
- Solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, contestó:
- "Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida"
No voy a endulzárselos, su base filosófica era la autosuficiencia o la capacidad de poseer dentro de uno mismo todo lo que uno necesita para ser feliz, que es como saltar al vacío, así como la desvergüenza o sea el desprecio por la convenciones impuestas que prohiben acciones inofensivas. Así también la franqueza o el celo intransigente por exponer el vicio y la presunción e incitar a los hombres a reformarse y, la excelencia moral obtenida mediante un entrenamiento metódico o asctismo y siempre estuvo dos zancadas adelante de los demás. Tic tac, tic tac. La negligencia sólo fue eclipsada por su audacia. Con todo eso fue ganando adeptos filósofos perros o cínicos y así se llamaron durante 900 años después de que el hermano Caronte lo acarreara por la laguna Estigia. Pero como siempre hay un pero, un tal Luciano de Samóata en el siglo II, suele decir que los cínicos de ese entonces eran hipócritas sin principios y materialista y que sólo predicaban al maestro Diógenes, pero no practicaban, no se masturbaban en público, ni se cagaban delante de todos, ni mucho menos montaban mujeres de la vida solapada en plena calle y de a perrito. Siglos después otros hipócritas, los renacentistas leyeron a Luciano y se les ocurrió su brillante idea de usar la palabra cínico para personas que criticaban a otros sin aportar nada valioso y ahora se le da otro despreciativo significado de culo.
“La culpa es el punto débil del honor”
No sé a quien pertenece, pero lo copié de la pared de una iglesia
14. “MARINERO SIN NADA QUÉ HACER,
BUSCA BARCO O BUSCA MUJER”
“Es menester que pase algo, aunque sea el sometimiento sin amor,
aunque sea la guerra o la muerte. ¡Vivan, pues, los entierros!"
Albert Camus. La caída
En la línea difusa que mezcla los sueños con el horizonte determina que como la muerte sigue al que le huye y olvida al que la enfrenta, él deseaba vivir igual que todos, pero se resignaba a morir, igual que algunos, dado que daba más pasos con el pensamiento que con el cuerpo, si tomamos en cuenta que peor figura hace el hombre por lo que parla que por lo que calla y, a pesar de los nubarrones murió de un cólico miserere provocado por la ingestión de un pulpo vivo que le hizo cosquillas en el píloro y le derramó su tinta que le tapó los vasos capilares del duodeno blanco tiñiéndoselos de gris púrpura, aunque falsamente el falso historiador César Cantú -que no sabía distinguir su agujero negro de un hoyo en el suelo,- establece que murió al caerse de un caballo, o tras haberle mordido un tendón uno de los perros entre los que trataba de repartir un pulpo, así que ni él mismo se entiende. Otra versión sintomática de culo, es que murió por su propia voluntad, reteniendo la respiración tapándose la nariz, pero no la boca, pues es imposible morir por dejar de respirar voluntariamente. Él siempre estuvo listo como perra en celo pues manejaba un bajo perfil, pero en esto estaba en la punta del Everest, pues no come donde caga, poniendo todos los destellos en el semáforo en el área 52, como un escocés cuando pierde el Glasgow. Habla dijo el filósofo, para que te reconozca. Lo cierto es que había salido de escena sin horror y con calma inquietante. También algunos avezados hombres de paja afirman -lo que a él se la traía bastante floja a estas alturas de la travesía, lo que le valía diezyocho centavos de ejote,- que sus últimas palabras fueron:
- “Cuando me muera, echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.”
Como los sospechosos de hoy son las víctimas de mañana que es poco para el frasco de galletas, aún tengo palabras aunque no las pueda pronunciar ni apuntar cantando sin curiosidades ni asombros, pues bastante tiempo después, Epicteto que estaba en otra dimensión, lo recordaba como modelo de sabiduría, al igual que yo pues su línea de vida es muuuy larga. Así que mantenga amarrado a su perro. Los corintios erigieron en su memoria una columna en mármol de Paros con la figura de un perro descansado, que habla de su comportamiento como el de un perro y sus alabanzas a las virtudes de los canes aliviándose sólo para dormir de noche como garabato con sus veinte pares de perros de buena casta. Esto tiene su guasa en la palabra cínico, pues tal nombre tiene dos orígenes distantes asociados a sus fundadores y, el primero viene del lugar donde Antístenes, su maestro, fundó la escuela y solía enseñar la filosofía, que era el santuario y gimnasio de Cinosargo, que significa kyon argos, o sea perro ágil o perro blanco. El segundo origen tiene que ver con el comportamiento de Antístenes y del jonio Diógenes, que se asemejaba al de los perros, algo de la materia singular con que se tejen los sueños, por lo cual la gente los apodaba con el nombre kynikos, que es la forma adjetiva de kyon, perro. Por tanto kynikos transformado en cínicos sería similares al perro o perruno, comparación por el modo de vida elegido por estos notables personajes con caravuelta a la historia, por su idea radical de libertad, su desvergüenza y sus continuos ataques a las embauladas tradiciones y los modos de vida sociales, que sobornan pidiendo recompensas y delación rodeados de enemigos endogámicos en el ejercicio del poder según normas internas estrictas sin escrúpulos y, por eso lo marcaron como enemigo, para que confesara blasfemando bajo torturas culpas imaginarias, pues eran denunciados por ganapanes. Pero luego se dispuso a reír. Quienes comenzaron a apodar a Diógenes con su geografía enigmática, algo altiva y de frecuencia oral, como el perro asimétrico que era, pues tenían la clara intención de insultarle con un epíteto tradicionalmente despectivo, en espera de rendirle el alma si se terciaba, como mujeres acostumbradas a complacer por módicas cuotas con maneras inútiles a su oficio con torque y manjares carnales de forma distinguida. Pero el paradójico Diógenes el lobo solitario que se unió a la manada sin fatalismos atávicos, que a ninguna le hacía ascos en plena faena, pues tenía una textura parecida a la cáscara de un níspero, halló muy apropiado el calificativo y se enorgulleció de él. Había hecho de la desvergüenza uno de sus distintivos y el emblema del perro le pareció adecuado para defender su conducta. Los motivos por los que se relaciona lo cínico con lo canino son, la indiferencia en la manera de vivir, la impudicia a la hora de hablar o actuar en público, las cualidades de buen guardián para preservar los principios de su filosofía y, finalmente, la facultad de saber distinguir perfectamente los amigos de los enemigos. Diógenes decía irónicamente de sí mismo que, en todo caso,
- “Era un perro de los que reciben elogios, pero con el que ninguno de los que lo alaban quiere salir a cazar.”
En mitad de un banquete, algunos invitados comenzaron a arrojarle huesos como si se tratara de un perro, se les plantó enfrente y comenzó a orinarles encima, tal como lo hubiera hecho un perro. También le gritaron «perro» mientras comía en el ágora y él profirió: “¡Perros vosotros, que me rondáis mientras como!” Con idéntica dignidad respondió al mismísimo Platón, con su faz estragada de cicatrices que parecía la cara oculta de la luna, que le había lanzado el mismo improperio:
- “Sí, ciertamente soy un perro, pues regreso una y otra vez junto a los que me vendieron.”
Empujado más por certezas que por intuiciones, con una visión precozmente lúcida de los ángulos oscuros de los humanos, Diógenes que era un cántaro imposible de llenar, sostenía que para hacer soportables las preguntas y justificar sus propios silencios, que los placeres terrenales son innecesarios al punto de abstenerse cabalmente de ellos, rechazando a la sociedad establecida hasta ese momento pero, sin intentar reformarla o cambiarla como a punto de madurez en una sartén como carne fresca. Duro de roer, más seco y gastado, sardónico, cáustico, irónico, mordaz, punzante, zaheridor virulento en su tonel donde hacía toda la magia con sonrisas siniestras, pues ya apuntaba maneras muy rasgadas de verbos intransigentes que no bastaban para arrebatarle su candor aunque no estuviera en la lista de regalos de Santa Claus, pues es bueno no esperar nada y así el costal de viaje es más liviano.
“Quien bien cuenta, poco se equivoca”
El truco más grande diseñado por el diablo fue convencer a la humanidad de que él no existía y Dios que nos menea, que es como tener una ratonera dentro de otra, pues se sabe menos de la doctrina de Diógenes que de su vida transcurrida. Y en algún lugar del Universo un bromista cósmico se reía a carcajadas. Mal camino llevas pues aquí se traiciona tanto como se respira pues eso ya lleva tiempo cociéndose, pues ni los ciegos cantan gratis y a estas alturas conviene saberlo, pues hay muchas formas de bailar, dado que los últimos trascendían el alma antes de limpiar los pisos. Como otros de los cínicos, se preocupó menos de formar escuela que de llevar una vida recta, de acuerdo con los principios de autonomía y desprecio de los usos de la sociedad que a todos les endosa la máscara de su falsa reputación. La escuela era él mismo, así que no necesitaba enseñar sus principios, pues siempre estaba a la vista y quien quisiera lo podía imitar viendo su ejemplo magnífico sin cuitas y parecía no gustarle que se dudara de su firmeza sobre el caballo, que es la estricta forma aritmética entre lealtades y vilezas machucando barro y mierda en el camino.
Se le puede distinguir de su maestro Antístenes con su aspecto de tacuatzín de despacho, con sus ojos negros de serpiente, en varios aspectos, pues este consideraba la propiedad como un impedimento para la vida que lo observaba tomándolo de las costuras, pero Diógenes no le daba valor alguno pues era un peso que resultaba incómodo. Enseñaba que el robo era admisible sin castañear los dientes, pues,
- “Todas las cosas son propiedad del sabio.”
Ambos, maestro y alumno, podían tener dentro tanta verdad como quimera, sin que la una excluya a la otra, si se asume que más aprovechan al sabio sus enemigos que al necio sus amigos, pues otras doctrinas les eran comunes a ambos es la idea de que la virtud que consiste fundamentalmente en la supresión de las necesidades que la sociedad es el origen de muchas de estas, que pueden evitarse mediante una vida natural y austera. El aprecio por las privaciones, al punto del dolor, como medio de rectificación moral. El desprecio de las convenciones de la vida social, y la desconfianza de las filosofías refinadas, afirmando que un rústico puede conocer todo lo cognoscible con mal disimulada impaciencia que es una venturosa casualidad, con lengua para soltarlos y bríos para sostenerlos. El rechazo cínico de las formas de civilización establecidas se extendía al ideal de paideia que llevaba a los jóvenes griegos a practicar la gimnasia, la música y la astronomía, entre otras disciplinas, para alcanzar la areté y, Diógenes sostenía que, si le pusieran el mismo empeño en practicar las virtudes morales, el resultado sería mejor. Despreciaba también la mayoría de los placeres mundanos, pues los hombres obedecen a sus deseos como los esclavos a sus amos. Sostuvo con fuerza de palanca y cuña que el amor es “el negocio de los ociosos,” y que los amantes se complacían en sus propios infortunios hasta debajo de la cama. Sin embargo, consideraba que el coito era una necesidad absolutamente física ya que todos miran así desde que nacen. Indiferente a la opinión pública, que es un fastidio para el espíritu o ante la crítica circunstancial hasta subversivo ante lo pudoroso.
“Sólo el necio veo ser
en que remedio no cabe,
porque pensando que sabe
no cuida de más saber.”
Capitán Diego Alatriste y Tenorio
Con aire hermético de quien calla mucho más de lo que dice, Diógenes decía que los Dioses habían dado al hombre una vida fácil, pero que estos se encargaban constantemente de complicarla y hacerla mucho más difícil y, si estuviera en Guatemala hubiera dicho que la cagan y, que la sabiduría era para los hombres como la templanza consuelo para los viejos, para los pobres riqueza y para los ricos ornato. La linde entre el dinero, lealtades y oscuros motivos personales siempre fueron difícil de establecer. Abierto el crepúsculo al amanecer, sostenía que la muerte no era un mal, pues no tenemos conciencia de ella para aliviar el hormigueo que le recorre las asaduras a cada uno. Es el creador de la idea del cosmopolitismo, ya que afirmaba sabiamente que era ciudadano del mundo y no de una ciudad en particular. Sus discípulos fueron Mónimo, Onesícrito, Filisco y Crates de Tebas el bayunco y la cabestra de su esposa Hiparquia. Y yo por supuesto.
“El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe”
Diógenes
En la iconografía conocida se han conservado algunos bustos antiguos de Diógenes en Ciudad del Vaticano, el Capitolio y el museo de Louvre. Un bajorrelieve en la Villa Albani con Diógenes y Alejandro. Es uno de los sabios de la antigüedad más representados por la pintura barroca: Diógenes con la linterna, por Jordaens en Dresde y un Ribera también en esa cidudad y, otro de Diógenes tirando su escudilla, un Poussin en el Louvre, un S. Rosa en San Petersburgo y, uno más de K. Fujardin en Dresde.
13. LA ESENCIA
“De la punta de aquel cerro viene bajando un concejal,
que no hace nada, pero cobra igual”
Aro, aro
Para que no olviden sus clases de sexto primaria en el bacaro, la filosofía cínica o sea de los perros, fue fundada por Antístenes, quien reinterpretó la doctrina socrática considerando que la civilización no era necesariamente un bien y que la felicidad y la virtud se hallaban en lo opuesto que esta parecía promover con deliberada brusquedad como que fuera la daga de la misericordia de una vida sencilla y acorde con la naturaleza, requisitos de posgrado que se esforzó en cumplir el cínico por antonomasia, Diógenes de Sínope -que entre inquietudes y acechanzas no había tenido un lugar propicio al relajo acicateando los rencores,- aunque sus palabras sonaran a lamento velado. Para Antístenes -que fue el primero de los discípulos de Sócrates- y el resto de los cínicos, el hombre lleva en sí mismo los elementos necesarios para ser bueno y feliz guardados en su mochila de viaje, pero muchos ni la abren. Para lograr tal objetivo es necesario conseguir, mediante la razón y la práctica, la autonomía personal. Y es que, ante todo, lo que el cínico busca es ser libre, incluso de sí mismo y sobre todo de los demás que mucho pueden estorbar, -pues como decía mi abuela, mcuho ayuda el que no chinga,- libre de sus sentimientos, de sus deseos, de sus posesiones, de sus amistades, de sus penas y de otras que no me acuerdo, aunque le temperatura ahí le hubiera sofocado al mismísimo Belcebú y la puta que lo parió, sin echarle los garfios de abordar a las flojas de corpiño y de faldas arremangadas, como acechonas atisbando clientela con calentura luterana, en las noches humedas como pañuelo de recién casada. Sería empresa seria y ajena a la cordura pues tarde o temprano mirarán el agujero negro.
14. CUANTO MÁS, MENOS
Sin rencores con sombras
Puesto que el hombre más feliz es aquel que tiene menos necesidades y preocupaciones, como el ángel malo de la noche, los sabios cínicos apostaron por despreciar no sólo la riqueza en sí, sino también cualquier preocupación material innecesaria, lo que resulta una maravilla que hace liviana la vida. De esta manera, limitaban sus posesiones al máximo y vivían únicamente con lo que podían cargar sobre su petaca. Hoy es todo lo contrario, entre más, mejor. Los vi y reviví en especial a Diógenes, que practicaban la “anaideia”, que quiere decir “irreverencia,” como si tuviera el cuerpo entumecido, pues aquello era alzarse a mayores, ya que cuando se ha empeñado el horno menos mal es recobrarlo. Eso es lo que explica el peculiar y excéntrico carácter de nuestro protagonista de hoy en este programa, que disfrutaba criticando y provocando a la sociedad de su época y que hay que seguirlo haciendo aunque cueste tres pericos. La moral cínica fue parcialmente absorbida por el estoicismo, si bien no de la misma manera dado que siempre adivinaban cuando era la hora de largarse. Si el cínico se muestra crítico con lo que considera que son los males de la sociedad y decide dejárselo claro a esta con sus acciones, el estoico lo enfoca de otro modo, siendo la manera de cambiar la situación imperante a través de la virtud, esto es, dando ejemplo y viviendo de manera virtuosa, tal y como lo hacen aquí los políticos. El estado fundamental del cínico es la autarquía, o sea la independencia de todo condicionamiento externo con una mirada siniestra con subtítulos. Es ahí donde encuentran ellos la felicidad y la virtud, en no depender de nadie más que de ellos mismos. Estas ideas se tradujeron en una forma de vivir bastante similar, todos los cínicos llevaban barba, los hombres al menos y pelo largo o, al contrario, rapado muy corto, ropa vieja, un zurrón y un bastón. Para poder prescindir de caprichos, no se permitían nada más que aquello que pudieran llevar a cuestas y, por supuesto, se oponían a leyes, instituciones, convenciones sociales, costumbres y tradiciones. Nada que pudiera suponer una atadura, que es lo que me encanta de eso. La filosofía de Diógenes no se entiende como un corpus cerrado, como si esperáse una aclaración respecto a semejante variedad de programas. Y la razón es que apenas escribió nada con sus filias y sus fobias como todos y, como su vida fue tan curiosa, no ha a eclipsado a su pensamiento. Al igual que muchos otros filósofos cínicos, su obsesión fue alcanzar una vida plena y recta, llena de virtud y carente de vicios. Los cínicos valoraban especialmente el autocontrol de las pasiones y los deseos, pues esto los llevaba a lo que consideraban que era la más grande virtud, la independencia, que les hacía libres de los demás y de sí mismos. No necesitaban nada ni a nadie para vivir. Al igual que su maestro Antístenes, consideraba que para ser un hombre virtuoso era necesario eliminar todas las necesidades que no fueran vitales. Además, culpaba a la sociedad, al gobierno y al mercado del origen de estas necesidades, de modo que se pasó media vida tratando de demostrarle a la misma lo tonta e ignorante que era. Eso sí, los cínicos criticaban a la sociedad y la ponían en evidencia con sus actos, pero no trataronde reformarla activamente, pues no era su rollo. No tenían ese objetivo. Lo que querían era rechazarla, pues ninguno estaría liso para la media noche como el protagonista de la jornada.
“La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de
riqueza a los pobres y de adorno a los ricos”
Diógenes
15. LA CRÍTICA ANTE TODO
“Las pasiones tienen causas y no principios”
Antístenes
Como no hay mejor astrología que la prudencia, pues en el azote de la sociedad el peligro va incluido en el sueldo con el adecuado cuajo, así Diógenes fue, si no el inventor, sí uno de los primeros hombres que abogó por el cosmopolitismo, pues se definía a sí mismo como un “ciudadano del mundo,” negándose a que le atribuyera un hogar o lugar de origen como tal y que se chingue Renap, la Muni y el Micivi. Puestos a criticar, Diógenes criticaba hasta lo que, en principio, parece estar bien, pero no en el fondo de la olla. Consideraba estúpidas la gimnasia y las disciplinas deportivas, pues creía que era tiempo despilfarrado que mejor podía aprovecharse tratando de ser más virtuoso y más sabio. Respetaba, eso sí, otras artes, como la caza o la pesca, pues ayudaban a ser autónomo y a procurarse comida. Todo lo demás no eran más que tonterías. Fue uno de los primeros que vio claramente un dogma que se ha repetido a lo largo de la historia, que vivir, si uno controla o renuncia a sus deseos, es bastante sencillo. Los estúpidos -tal como los calificaba sin cortarse un pelo- se esfuerzan en trabajos agotadores que les roban la vida, compran cosas que no necesitan y persiguen placeres superfluos que los frustran y empobrecen. Los sabios, por el contrario, saben dónde empieza el problema -deseos y necesidades- y los cortan de raíz. Estas enseñanzas, de hecho, han sido bastante comunes en la historia, como en otras corrientes como el budismo, el confucianismo, ciertas religiones y, como no podía ser de otra manera, en la corriente filosófica que más bebió del cinismo, el estoicismo de Zenón de Citio. Diógenes también cuestionaba la importancia de los conocimientos de otros. En su opinión, escuelas, academias, liceos y, otros tales no eran más que un ejercicio de enorme soberbia por parte de los filósofos que las dirigían, que eran como las iglesias de ahora para cobrar el diezmo o la limosna. Él defendía que un pensamiento propio u original era diez veces mejor que las enseñanzas dadas por cualquier otro, pues de esa manera, si errába, podía enmendar los propios errores. Además, para él la sabiduría era un fin en sí mismo, estando todo hombre o mujer capacitado para alcanzarla con su esfuerzo. De la misma manera que Diógenes fue discípulo de Antístenes, como ya multiinformado fue, de él lo fue Crates de Tebas, un ciudadano rico y de buena posición social que lo abandonó todo para seguir a nuestra estrella de alfombra roja de hoy. Tan cínico como el que más, pero menos polémico, Crates escribió numerosas obras literarias en las que trataba de inculcar indirectamente las ideas del cinismo. De esta manera, ofreciendo su filosofía de un modo más agradable e interesante, consiguió transmitir las ideas de su maestro masivamente.
16. PARA QUE QUEDE CLARO LO DE CÍNICO
“Se debe convertir el alma en una fortaleza inexpugnable”
Antístenes
El concepto de cinismo ha ido mutando con el paso del tiempo. Hoy pocos o ninguno entienden por cínico a alguien perteneciente a esta doctrina filosófica, sino a quien es mentiroso o tendente a no creer en la sinceridad y la bondad humana. Probablemente han escuchado la palabra cínico miles de veces durante la vida y siempre con una connotación negativa, el falso, el sinvergüenza, el mentiroso y, otros peores. Y lo curioso es que, si se atienen al papel y la personalidad de Antístenes, Diógenes, Crates, Hiparquia y Menipo, no es en absoluto exacta. Y para que lo vuelvan a tener claro, los cínicos, del griego Kynicos, adjetivo de Kyon o sea perro fueron conocidos como los “filósofos perros,” por el modo de vida sencillo, libre y ajeno a las normas sociales que habían escogido. Podían ser muchas cosas, pero en modo alguno eran unos hipócritas. Muy al contrario, se contaban entre las personas más brutalmente sinceras de la historia, criticaban sin importar el cargo de su interlocutor, desobedecían toda ley con la que no estuvieran de acuerdo y no adecuaban sus acciones a las ventajas que estas les pudieran provocar. Lo cínicos no se vendían. Otro aspecto que llama la atención hoy es cuando se habla del desorden psicológico conocido como ”síndrome de Diógenes,” trastorno de la conducta se caracteriza por la acumulación compulsiva de todo tipo de basura, de manera que los que lo padecen suelen terminar viviendo en condiciones infrahumanas e insalubres, conocidos como verdaderos coches. No deja de tener guasa que deba su nombre a Diógenes de Sínope, un hombre que eliminaba cosas innecesarias. No tenía posesiones y defendía justamente lo contrario de este síndrome, despojarse de todo aquello que fuera innecesario para poder vivir la vida del modo más libre de ataduras posible. Parece que, pese a los siglos transcurridos, aún no se ha comprendido bien las enseñanzas de Diógenes y los cínicos. Tal vez sea precisamente ese el gran problema del mundo actual, que no hay nadie brutalmente honesto que despierte a la concurrencia de sus erróneas costumbres.
“Los cuervos devoran a los muertos, y los aduladores a los vivos”
Antístenes
Residía en su tinaja, un tonel vinícola que podía trasladar a donde le conviniera con sólo empujarlo, la forma más desarrollada de vivienda traslativa, comía junto a los perros de su jauría y hacía sus necesidades a cielo abierto. Hoy en día y absurdamente, el síndrome de Diógenes designa un trastorno del comportamiento caracterizado por el total abandono personal y por la acumulación de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos, lo cual es una absoluta aberración en relación a nuestro magnífico artísta de hoy. La escuela cínica consideraba que la civilización y su forma de vida era un mal en sí mismo, Diógenes de Sinope llevó hasta el final de la cuesta de Los Calambres las ideas del fundador de esta filosofía. Lejos de lo que hoy se entiende por cinismo -tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana y a expresar esta actitud mediante la ironía y el sarcasmo,- las ideas de Antístenes buscaban alcanzar la felicidad deshaciéndose de todo lo superfluo. Así, este discípulo directo de Sócrates se retiró a las afueras de Atenas para vivir bajo sus propias leyes, sin obedecer a las convenciones sociales. No obstante, fue su aventajado discípulo Diógenes, quien hizo célebre su obra a través de la indigencia absoluta, decepcionado por la superficialidad de los atenieses, para él nada era lo suficientemente humilde y siempre encontraba nuevas formas de reducir su dependencia por lo material. Su actitud no en vano podía pasar en ocasiones por la de un provocador obsceno o la de un elemento subversivo. Además de hacer sus necesidades a la vista pública, como prueba de que ninguna actividad humana es tan vergonzosa como para requerir privacidad, se masturbaba en el Ágora, la principal y más transitada plaza de Atenas y furulaba daifas al estilo perrito en la vía pública. Algunas destas historias oscilan entre el mito y la realidad, y sirven para trazar el retrato de un hombre que, a pesar de vivir de forma diferente al resto, era admirado por la mayoría de atenienses. Era respetado por su crítica a las diferencias de clase y su desdén por las normas de conducta social impuestas por lo bajo. Dentro de la doctrina de los cínicos, los animales eran el ejemplo perfecto de cómo alcanzar la felicidad a través de esta rebelde autosuficiente, por eso se rodeó de una jauría de perros con la que compartía su comida y dormía agazapado. Pero lejos de ser alguien carente de humanidad despreciaba a los hombres de letras por leer los sufrimientos de Odiseo desde la distancia mientras desatendían a los suyos y abogaba por preocuparse por las cosas verdaderamente humanas, sin artificios ni tintas invisibles.
“Uno nunca sabe el final. Hay que morir para saber exactamente qué pasa después de la muerte, aunque los católicos tienen sus esperanzas”
Alfred Hitchcock
17. DESCUBRIENDO A UN VERDADERO DISCÍPULO
"Puedes conseguir más con una palabra amable y una pistola que lo que se puede con solo una palabra amable"
Al Capone
Como dijo el Ché, “dispara, sólo vas a matar a un hombre,” pues hoy se designa como Síndrome de Diógenes, para seguirle dando vueltas al asunto, en referencia al filósofo, como el trastorno caracterizado por el total abandono personal y social y la acumulación de grandes cantidades de porquerías. En 1960 se realizó el primer estudio de ese patrón de conducta, bautizándolo en 1975 con el nombre del estrambótico filosofo. La vinculación de este trastorno con el comportamiento austero del corintio es incorrecta, puesto que la acumulación de cualquier tipo de cosas es lo contrario a lo predicado por aquel hombre que vivía en un tonel.
Un 6% de la población padece un síndrome de acumulación de objetos, diferente de la patología a la que da nombre el filósfo griego
Diógenes vivía en un tonel de madera de roble blanco para terciar vino apodado tinaja y sus únicas posesiones eran un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco, hizo del culto a la pobreza un modo de vida y pasó sus días convertido en un vagabundo. Quería prescindir de todo y de todos, desdeñaba al ser humano y consideraba toda propiedad como un modo de esclavitud. Me parece paradójico y raro que un hombre que despreciaba a los objetos haya acabado dando nombre a aquellos que no son capaces de desprenderse de ninguno, pero es así. Este trastorno fue bautizado por los psiquiatras Clark y Mankikar. Otros autores se han referido a esto como fallo o fracaso senil en los patrones de higiene personal y ambiental y, podriá explicarse como un mecanismo de defensa que utilizan las personas para responder al estrés del envejecimiento. Segun informa el Hospital de Bellvitge cerca del 6% de los ciudadanos de occidente acumulan objetos de forma compulsiva, pero aunque esto sea una patología advierten que ésto no es diógenes. Esos enfermos padecen dejadez personal y social. Existen dos caras de esta patología, el activo, que provoca la búsqueda y acumulación de basura y despojos y, el lado pasivo consiste en dejar o no recoger los objetos, de forma que acaban acumulándose. En este sentido, el pasivo se parecería más a la acumulación de cosasa la que se refire el hospital Bellvitge.
Adios, buenas noches y apague la luz al salir.
"Espero que esta salida sea alegre y espero no volver nunca"
Frida Kahlo
FIN
HASTA LA PRÓXIMA
Todo gira alrededor de Diógenes. Lenguaje algo difícil de entender para mí.
ResponderBorrarTodo gira alrededor de Diógenes. Para mí es un lenguaje difícil de entender. Marycielo de León.
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