domingo, 11 de febrero de 2024

EL 54 DE INFANTERÍA. Capítulo A. 233

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EL 54 DE INFANTERÍA

Una bandada de betunes que le hizo ganas

“Primero una canción decía la letra, 

detrás la borrachera, y al final tan sólo un llanto de guitarra”

Noche de Samba en Puerto España. Canción


CAPÍTULO A

NO ES LO MISMO CANTAR QUE HACER BOTELLAS. LRP-3

"Una mitad del mundo está compuesta de gente que tienen algo que decir y no pueden, y la otra de gente que no tienen nada que decir y siguen diciéndolo"

Robert Lee Frost


¡Hola pensadores! ¿Cómo va la cosa?

Salva sea la parte. Y como no Hay dos sin tres y el que diga lo contrario no sabe la diferencia entre un búfalo de agua y un buey almizclero y, sigo aquí reconstruyendo mi propia versión de los hechos, el cómo fue, explicando los detalles del drama torciendo el gesto en este  bestiario de fantasía escrito en pasado, donde los huesos emergen para blanquearse, como que “los vientos de proa soplan más a menudo que los de popa,” ya en la contradicción discursiva sin pornografía política militarista, en este panfleto anticlerical cuando la sangre engendra sangre, surge el 54º Regimiento de Infantería de Voluntarios de Massachusetts como gato de matorral, un regimiento con amplio servicio en el El Ejército de la Unión durante la marisma de la Guerra de Secesión gringa que es como montar un poyo, facilitador de necesidades.


HUBO QUE ESTUDIARLOS BAJO LA LUPA. JYMA-94

"El mal conoce el bien, pero el bien no conoce el mal"

Franz Kafka


Así que soltemos amarras para recorrer este asunto que se refiere a que la 54º fue, una de las primeras unidades oficiales formada por personas de color oscuro durante la Guerra Civil. Los reclutas del Primer Regimiento de Voluntarios de Carolina del Sur, estaba formado por los esclavos liberados y, fue el primer regimiento del Ejército de la Unión en el que sus filas tenían a soldados afroamericanos, aunque muchos habían luchado en la Guerra de Independencia y la de 1812 en ambos frentes, como si quisieran contagiarles su desgracia para zambullirse por siempre. El regimiento fue organizado en marzo de 1863 por el Gobernador de Massachusetts, John A. Andrew, -propenso a la astrología  y rápido para los encargos caminando aturdido como dragón de komodo, de personalidad variable diagnosticado por el psicoanálisis del zodíaco- al mando del coronel Robert Gould Shaw -dócil como una criatura sin voluntad,- cargo obtenido tras la aprobación de la Proclamación de Emancipación y, fue el Secretario de Guerra Edwin Stanton -el vegano más ortodoxo que caería en la tentación del asado,- quien por razones cromáticas decidió que fueran oficiales caras pálidas los que estuvieran al frente de las unidades de color oscuro, que olían a testosterona agria y a carne de coco asoleada y desde lejos, como si le fuera la vida en ello, que también designó a Norwood Penrose “Pen” Hallowell como segundo cargo de la unidad, con el grado de teniente coronel el que siempre discutía las decisiones de Shaw, lo que lo tenía hasta el pescuezo. Al igual que muchos oficiales de regimientos formados por tropas afroamericanas, tanto Shaw como Hallowell ascendieron varios escalones, iniciando sus carreras en estos regimientos desde el grado de capitán largando lastre en forma de bilis. El resto de oficiales iban siendo designados a su vez por Shaw y Hallowell. Muchos de estos oficiales venían de familias de carácter abolicionista y otros fueron también elegidos por el Gobernador J. A. Andrew. Al teniente coronel Hallowell lo acompañaba su hermano menor Edward Needles Hallowell, quien destacó en el regimiento y terminó ascendiendo en el escalafón tras la muerte del ya coronel Robert Gould Shaw. Veinticuatro de los veintinueve oficiales eran veteranos, solo seis habían conseguido sus cargos previamente a base de pulso y, la zanahoria seguía colgando del palo del jumento.


"El mundo llama inmorales a los libros que le explican su propia vergüenza"

Oscar Wilde



LA ISLA DE GILLIGAN. REMLAC-38

Y se sigue matando por las mismas razones como conserjes del crimen


Como que anduvieran de paseo en la isla de Gilligan con escalofríos de miedo, los soldados fueron reclutados en una Operación de Armas sin inclinarse ante el todopoderoso por los abolicionistas y sin buscar bajo la superficie, entre los que se encontraba la familia de Shaw. El teniente James Appleton, -Jim para su mamá cuando se portaba mal,- intrigante e inspirador y que maduró verde, era uno de los que enrolaban a los soldados de rostro moteado al ser el primer superior que estaba en la cabeza del regimiento pues más vale prevenir que curar. Entre los esfuerzos realizados para que el reclutamiento de color tostado fuera efectivo incluyó la publicación de un anuncio en el Diario de Boston y la celebración de un acto de incorporación acelerada a filas en la iglesia Joy Street, con Edward L. Pierce y Wendell Phillips temático y triste sin mujeres que le estimularan su imaginación, lo que no era una buena señal y, que era de los principales animadores de de gente de color oscuro, sobre todo libres, para engrosar las filas del regimiento. Este grupo de reclutamiento fue conocido como El Comité Negro, con las calorías estacionadas en las partes bajas. Con esto les remachó con doble tuerca los clavos del ataúd. Todos los trabajos sucios fueron creados por los políticos, pues habían concluido que tras mucho darle vueltas, que la Tierra no era más que una vasta coalición determinada a fastidiar a los congéneres. Y me pregunto ¿cuál será el precio del mañana? Las condiciones en que se les trataba eran un asco, tanto así que el coronel Shaw con sus allegados tuvo que asaltar la bodega de botas porque siempre le negaban la partida y sus hombres ya andaban enseñando los juanetes, pues todo el desplazamiento de la tropa era a pata pelada. Y que el viento sople en buena dirección, pues el 54º fue entrenado en el Campamento Meigs, en Readville cerca de Boston, con el apoyo moral de abolicionistas de Massachusetts, entre los que se encontraba el poeta Ralph Waldo Emerson, un insomne ansioso y, entregaron material como ropa de abrigo, banderas de batalla y quinientos dólares para la equipación y formación del regimiento, pues como dijo La Vieja “somos lo que guardamos.” Fueron mucho más los reclutas que se presentaron que los que necesitaba el regimiento, por lo que los exámenes médicos se hicieron tan rígidos como un poste de telégrafo y realizados hasta el fondo, lo que dio lugar al llamado conjunto más fuerte, sólido y saludable de hombres jamás reunido en el ejército, tanto así que muy pocos fueron los que fallecieron por enfermedades contraídas antes de la partida del campamento con un cosquilleo desazonado en las ingles.


“No hay nada que ame tanto, como lo que odio en este juego”

John McPhee


Como cuando te bates contra ellos con tus propias armas a modo de llamas de fuego, con la mayoría de los componentes del regimiento que marcharon con la moral muy henchida con la ocupación de sus temporalidades y con el resplandor y la oscuridad que se iba extinguiendo como un destello en la oscuridad, pues había mucho ruido con pocas trompetas y, que tampoco era para levantarle el ánimo a nadie y, sabían también que no iban a tragar ni escupir al mismo tiempo. La proclamación del 23 de diciembre de 1862 del presidente de los Estados Confederados de América Jefferson Davis, dictaba que los oficiales alistados serían sentenciado a la pena de muerte si eran capturados al evadirse y, la hizo efectiva el Congreso de la Confederación en enero de 1863 aplicándose tanto a oficiales blancos como a los reclutas color oscuro que fueran o no esclavos y, así se quedaron muchos parados como que fueran muñequitos de pastel. Eso era como tratar de pescar centollas. Promulgó medidas draconianas a la mayoría de los estados sureños para evitar insurrecciones serviles como la producida el 21 de agosto de 1831, encabezada por Nathaniel Turner que se salió de los rieles, con su risa de perro grande con el ruido de un doberman sofocado, con su cara de ratón gordo, el que nunca tuvo emanciación pues estaba cebado, que se movía con torpeza de parvulita y, con estaño en las entrañas a modo de introducción reflexiva y, con bocanadas de indiferencia con bajo umbral a la tolerancia y evidente fastidio y, que además tenía desgaste de origen,  pues ellos te matan y no sabes que estás muerto hasta que despiertas. Maldita sea su sangre. Como punto de estima aunque el regimiento tenía la esperanza de iniciar sus acciones defendiendo la Unión el 28 de mayo de 1863, sólo comenzó realizando trabajos manuales para los que eran expertos en la soledad, como cargar bultos, acarrear leña, recoger piedras, pues si se contratan asalariados eficientes antes que voluntarios entusiasta funcionará mejor. El 54º empezó a hacerse famoso en una redada que llevó a cabo en la ciudad de Darien, en el estado de Georgia, después de que el coronel James Montgomery -que oía la música pero no escuchaba la letra,- en una decisión intelectual y no militar pues había expulsado toda la precaución, ordenó el saqueo y quema de la ciudad y sus habitantes porque así era su naturaleza demoníaca, mató mujeres, ancianos, niños y hasta los animales. Les echó un tremendo revolcón. Correrías de soldados viejo contra la indefensa población civil. Saqueo y huída de pocos alucinados. Sin embargo, el regimiento tuvo una mínima y casi insignificante participación con las objeciones del coronel Shaw, que destacó el hecho como una “acción satánica.” Todo el pescado ya estaba vendido y eso terminó por modificar el paisaje.



“Llevé a mis soldados a través de un territorio desierto, 

donde miles de seres humanos habían muerto” 

Johann von Werth, general bávaro. 1637


Como bien lo afirmó Manuel El Piloto, con su cara de osamenta, “hay mujeres que si fueran terneras parirían toros bravos,” pues éstas tienen un par de huevos y caderas mercenarias y complacientes en los bares de mala fama y, así fue como fueron paridos casi todos los del 54º por la LCE, la Ley de las Compensaciones Efectivas y, como se supone que todo tiene un comienzo y es un principio básico conocido como TTUI o lo que es similar a Todo Tiene Un Inicio, la primera acción bélica del regimiento, que viajaban con la casa a cuestas como caracoles arrastrando su concha, tuvo lugar con la escaramuza realizada a las tropas confederadas en James Island del estado de Carolina del Sur, un 16 de julio. El regimiento detuvo un asalto confederado, perdiendo 42 hombres durante la maniobra en la que se rompieron la cara unos enfrente de los otros recibiendo la artillería por la fachada sin buscar refugio o protegerse, cañoneándose a gusto con todo el fervor posible que detallan los manuales de combate para dummies, pero ese era el estilo de ese entonces. Estúpido pero así es. Y es ahí donde dicen las telenovelas que se pierde el corazón con imprecaciones estilo Rococó. Ante el dolor no hay héroes. Literalmente se cagaban del miedo. Entraron con todo y salieron con nada sin conseguir meter al gato en el agua y que cada perro se lama libremente su órgano.


 “Todos se han refugiado en los bosques, fallecieron de hambre 

o fueron asesinados por los soldados”

Angélica Arnauld, abadesa de Port Royal



LA CORDURA ES CUESTIÓN DE ESTADÍSTICA. RFa-89

El espionaje, las traiciones, las detenciones, las torturas, 

las ejecuciones, las desapariciones no cesaban 

en un mundo de terror machucando el nervio del poder


En la mañana de la tarde “Alicia lloró tanto que casi se ahoga en sus lágrimas, pero por suerte sabía nadar,” porque el regimiento daba la impresión de que nunca había roto un plato en el desayuno y, no podían decirle que sí ni no, sino todo lo contrario -como lo afirmó en cadena internacional de prensa el asesino serial F. Lucas García,- pero ganó el reconocimiento el 18 de julio de 1863, y pasó a ser una potencia respetada, temible y poderosa ya no proscrita y prisionera, cuando se produjo el asalto a Fort Wagner, cerca de Charleston, en Carolina del Sur con violenta emoción. Estaban sentados sobre un barril de pólvora y sólo faltaba que alguien encendiera la mecha, pues hay cosas que hacen sentir impotente e insignificante, pues en la oscuridad se pierde la noción del tiempo. Fue en esta batalla a tocaperoles, donde el coronel Shaw, que rumiaba obsesiones, con sus ojos como si tuviera goggles puestos, perdió la vida veinticuatro horas antes a causa de las heridas de tres balazos como los que le dieron a la Rosita Alvírez, porque muy aguerrido decidió entrarle de frente y a la cabeza del grupo en la cuesta hacia el fuerte, donde estaban esperándolos para darles la bienvenida, recibiendo los plomazos de cara sacando petróleo del excusado, junto con veintinueve de sus hombres, -bien engordados como cochinos bien capados,- otros quince fueron capturados y cincuentaydos se dieron por desaparecidos en la acción, también hubo cientocuatentaynueve heridos tirados por la ventana directo a la puta calle como que si una mujer antojadiza les hubiera desviado la aguja y lo peor de todo es que ni siquiera se las estaban tirando. Habían caído hacia abajo como que hay Dios y, si no lo hay ya verán que risa que le da. Así que no me jueguen la faena. La pura defenestración en los ratos libres que le dicen en los buses de mi pueblo. El total de bajas del regimiento fue de docientasetentaydos con su confusa conciencia, el número más alto de los causados en un solo combate durante la guerra al 54º, pues hay algunos inmunes a las necesidades humanas. Ni siquiera pudieron recoger los pedazos. Aunque no fueron capaces de tomar en su totalidad la fortaleza, ya que se habían hecho con una de las murallas en el primer asalto producido una semana antes, lo que destacó el valor de sus hombres en combate, que fomentó el posterior alistamiento y movilización de gran parte de los afroamericanos a las tropas, hecho de gran importancia para el presidente Abraham Lincoln que denotó que con ello podría asegurarse la victoria final. Así que sólo diré tres cosas: uno, dos y tres. Si cambian de opinión, regresen.



“Se pone la vida a tres o cuatro dedos de la muerte”

García de Palacios


Con melodías base y variantes inesperadas escuchando los acordes del ukelele en la introducción de Hawaiian Weding Song antes de que entre el compás del contrabajo y me haga alucinar, pues irónicamente, durante la semana previa a la batalla que acrecentó la fama del 54º, los conflictos raciales llegaron a su punto de quiebre en el puerto de Nueva York, cuando los afroamericanos de dos zonas de la ciudad fueron golpeados, torturados y linchados por turbas blancas enfurecidas comandadas por Donald Trump, por el reclutamiento que se hacía de ellos para la guerra de la Unión lo que era tan frío e inmóvil como la losa del sarcófago de Tutmósis III. Restos humanos cayendo por todas partes ya hecha la carnicería, desgarrados como el sudario de Cristo. El inicio de estas revueltas fue el hecho de que dichas bandas de blancos pensaban que la Guerra Civil se había iniciado por el tema que relacionaba a los negros y la abolición de la esclavitud. Sin embargo, la acción del valiente regimiento 54º resuelto a no ofrecer el pescuezo por gusto con una guiñada suicida y el alma en las comisuras de los labios en el instante en que comprenden que la suerte está sellada, serviría para aplacar la ira de estas turbas enardecidas, al menos por un pequeño espacio de tiempo, que les permitiría sacar astillas de cualquier madero para calentarse. Y al momento de los ataques de las turbas no hubo quien tuviera la rara virtud de darles una válvula de escape en el momento requerido y, bajaron al Hades como ángeles caídos o almas en pena o misiles cansados del recorrido y, ¡ahí les voy, déjenme sitio!Eso era como nadar entre una manada de cocodrilos con mucha hambre después del calentamiento global.


“Hay una amplia variedad de adivinanzas relativas a una isla 

en la que ciertos hablantes dicen siempre la verdad y otros mienten siempre”

R. Smuyllyan


Como ya dije en otro lugar, que las niñas buenas no pueden atravesar el bosque impunemente sin exponerse a peligrosos encuentros con el lobo feroz, pues tras el fallecimiento del coronel Shaw con su cara labrada por el viento y, bajo el mando del coronel Edward Hallowell, con sus ojos de ranita melancólica, el 54º entró en acción nuevamente cubriendo la retaguardia durante la retirada de la Unión en la batalla de Olustee, pues los habían vuelto tapaculos. En noviembre de 1864 una brigada al mando del coronel Alfred S. Hartwell bombeando adrenalina a raudales, tan lleno de desdén como vacío de corazón, un viejo canalla, peligroso y taimado cuya aparente camaradería sólo acechaba el momento de asestar el zarpazo al menor descuido y, al que siempre le faltaban códigos para interpretarlos, atacó sin éxito una milicia confederada en batalla conocida como de Honey Hill. Sí, no hay enemigo pequeño ni puñalada que no duela, más si secciona una arteria principal, pues si alguien tenía que pagar, aquel era el tipo adecuado para tales menesteres aunque tuviera que negociar con su puta madre, tomando en cuanta que a mediados de abril de 1865, en una noche brillante como que alguien estuviera manipulando los interruptores de la luz celestial, entraron en combate en la Batalla de Boykin’s Mill, un lugar apartado de Carolina del Sur, siendo uno de los últimos combates consumados durante la guerra, que fue el argumento definitivo para soltar amarras y, hubiera sido mejor resguardarse de los silencios a sotavento. Todo consistía en tener al adversario a distancia previendo sus movimientos de caderas. Por eso aprovéchate amigo, antes de que te expriman como limón para el tequila.


“Siempre hay un tonto que pierde y, si miras alrededor y no ves ninguno, 

es que el tonto eres tú”

Un viejo maquinista



COCIDO COMO UNA PAPA FRITA. RMLAC-23

En un rincón de su cerebro un oficial con cara de cera con su espíritu herético


Como bien dice Emilio José en su copla “tu nombre se está borrando de la proa de mi barca,” que si no hubieran tenido fe desde que les quitaron la teta, los soldados afroamericanos que se iban reclutando tenían entre sus condiciones que sus actividades serían igualmente remunerada y con las mismas prestaciones que los sueldos de los soldados caras pálidas del mismo regimiento, lo que equivaldría a trece dólares al mes y la manutención. Pero para los desteñidos de tez era como gastar pólvora en salvas, aunque los soldados afroamericanos tenían derecho a diez dólares de los que se les restaría tres dólares por el mantenimiento de la ropa -a los soldados blancos no se les cobraba nada, lo cual se denomina en el diccionario Vox como hijeputez- sólo baste comparar esas palabras y sus silencios, como que la tecnología y el plástico hubieran pasado de largo y se las iban a dar con queso, lo que equivalía al final como sueldo mensual de siete dólares por persona de color betún lo que era abundantemente criminal. Querían que el acto de sumisión fuera el precio de la cordura. Era todo un sabotaje y similares con amenazas horrorosas. El coronel Shaw, que resultaba inofensivamente simpático y que quitaba cualquier artificio de calzoncillo a la situación y, otros mandos, aunque pocos por cierto, se opusieron inmediatamente a tal medida como si todo pretexto fuera bueno. Así que el estado de Massachusetts se ofreció a sufragar tal gasto en principio, pero empezaron a vacilar boicots en los días de pago en todo el regimiento, como cierto tipo de sueños acechando entre susurros sin que despertaran los ecos adecuados o lo que les salga del coño. Fue el fastidio de la ley LPV, la Ley de Pega y Vámonos. Tras el fallecimiento del coronel Shaw en Fort Wagner, tomó las riendas de la lucha para recuperar el sueldo completo de sus tropas el coronel E. N. Hallowell con los nervios hechos harapos, que fue un militar que estudiaba el terreno antes del combate, calculando posibilidades, resguardos y peligros, con el eco anónimo de la tinta fresca en su nombramiento. En la lúgubre madrugada del 18 de junio de 1864 toma el mando del regimiento el teniente coronel Hooper, pues el coronel Hallowell inició un permiso para iniciar conversaciones para reivindicar la igualdad de sueldos de las personas que fueran del color que hubiese sido pintada por el de arriba. Casi pasado el mes, el 16 de julio, regresó al frente el coronel con su rostro aniñado por la barba y, la suya era una risa fácil con sus ojos inexpresivos y serenos. Al final el Congreso de los Estados Unidos tomó las medidas correspondientes y a partir del 28 de octubre de 1864, el 54º regimiento comenzó a cobrar lo que le correspondía después de 18 meses de servicio, tal y como hace aquí el complaciente con el sindicato de maestros. Por eso siempre es mejor hacer vida social con las manos desnudas o seguir la posición HELP, Heat Escape Lessening Posture si ya está listo de papeles, pues entre militares no se chupan las solapas.


“Casi todos esos pescados actuaron de extras en la película del comandante Costeau”

Rótulo en Ca Felipe, en la calle de la Palma


Como siempre se pueden rectificar las rayas del pantalón a su gusto, o que la fondona pueda agitar el ruedo de su falda libre al viento sin mostrar lo que hay debajo, con la aguja del barómetro subiendo rápidamente, pues el anemómetro indicaba ya 179 grados, cuando el proyecto de ley del Congreso autorizó la retribución completa a todos los hombres libres que se alistaron desde abril de 1864, por supuesto no todos los hombres entraron en el mismo canasto. El Coronel Hallowell -que ya no se podrá aliviar con la viuda los fines de semana,- con su piel curtida como cuero viejo y con el viento en la aleta, sin encoger los hombros que le parecía reservar para las preguntas cuya respuesta le era indiferente sin que las aguas estuviesen turbias, que además era cuáquero de hueso colorado y tuétano blanco, que es como cuando Dios se cabrea, intentó convencerles de que todos habían jurado ser hombres libres, porque el no creía en la esclavitud, sin alardes ni circunloquios superfluos. Claros y oscuros estaban separados por murallas de odio y mentiras, sin embargo eran de la misma nación y querían lo mismo aduciendo “somos los muertos, el futuro es suyo cabrones.” La negación a pagar sus actividades en su totalidad le hizo sacar al regimiento sus fuerzas interiores reprimidas y demostró que tenían antes que nada el honor, los redaños y el orgullo de hacer bien su trabajo. Al final de todos modos se encontrarían en el lugar donde hay total oscuridad sin prevaricar. De hecho, en la batalla de Olustee, cuando le fue ordenada la retaguardia para la protección de otras tropas de la Unión, los hombres avanzaban al grito de “¡Massachusetts y siete dólares al mes!”, lo que ellos desconocían era que el Congreso habían aceptado con mayoría de votos la remuneración de todo el regimiento por igual y, en la versión para sordomudos no tengo ni puta idea.



EL ASALTO FINAL. AMCH-179

"Hay un tiempo de partir, incluso cuando no hay lugar cierto al que ir"

Tennessee Williams


“Que noche aquella.

En que le di mil nombres 

a cada estrella”


Inspirado en las inigualables palabras del Teniente Dan Taylor sin alterar el gesto, que ordenó “no hagan nada estúpido como dejarse matar” y, que no era ningún majareta con esa mierda, desde allí estudiando el asunto hasta en los detalles que estén a mano para justificar la aventura entre el crujido de las hojas del papel donde escribo, pues aquí hay otra entrada sin el intermedio de la muerte donde se pueden descubrir cosas, porque hubo oídos en desgracia casi aventureros buscando algo, que se ponían al servicio casi de cualquiera con tal de sobrevivir en un paisaje de guerra de doble fondo, que en teoría los ponía a salvo de colgar del pescuezo en un árbol, contra esa chusma cruel, desesperada sin nada que perder bajo el mando de capitanes sin color muy crueles, hijos de lo peor de cada prostíbulo barato, con todo su golpe de superioridad manifiesta, que se creían una potencia respetada y temible que sería proscrita, que era como sus colegas del lago Tiberíades, que hasta que no vieron al otro caminar sobre las piedras oculta bajo las aguas, no tomaban ni en serio a su madre. Para ellos no iba más allá del beneficio de recibir un jornal a cambio de dar el alma al más allá con las artes caladas. Así que a sabiendas de biblioteca Fort Wagner o Battery Wagner, fue una fortificación de cabeza de playa en Morris Island, Carolina del Sur, que cubría el acceso sur al puerto de Charleston, donde se dieron de cara dos batallas de la Guerra Civil en la campaña de Operaciones Contra las Defensas de Charleston en 1863, en la que las fuerzas americanas sufrieron altas bajas mientras intentaban caerle al fuerte, con el viento aullando. Fort Wagner, que llevaba el nombre del fallecido teniente coronel Thomas M. Wagner -que con su acné parecía una pizza de pepperoni, un comparsa con careta de alegría y las arrugas haciéndole sombras a contraluz,- medía 230 metros de largo y 91 metros de ancho y ocupando un área entre el Atlántico al este y un pantano intransitable al oeste. Sus paredes eran de arena y tierra elevadas 9.1 metros sobre el nivel de la playa y estaban sostenidas por troncos de palmito y sacos de arena. En su arsenal tenía catorce cañones, el mayor un Columbiad de diez pulgadas, que disparaba proyectiles de 128 libras provocando daños al tope a quienes se atrevieran a atravesarse en su recorrido. Cañones lisos, como el de doce libras Napoleón que tenía un alcance de tres cuartos de milla, cañones de rifle, como el cañón de diez libras, El Loro, tenían un alcance de uno y media millas, doble el alcance de un cañón liso. El fuerte era una estructura grande capaz de albergar a mil infelices guerreros colgando en su mansedumbre y, daba protección sustancial contra los bombardeos navales aún con marea baja. La fachada estaba protegida por una trinchera llena de agua shuca de 3.0 metros de ancho y 1.5 metros de fondo, además estaba rodeado de minas terrestres enterradas y estacas de palmito con puntas afiladas inclinadas a cuarenta y cinco grados donde podían empañarse los atacadores y para jalarles un poco de los huevos. El fuerte en sí estaba apoyado por defensas en toda la isla Morris, así que no había pierde y, se les ponía dura como a todos, pues el que cree que todos son clavos en la vida, tiene cara de martillo.


Sólo un tonto escoge al caballo por su color


Como entiendo el ruido, al anochecer del 18 de julio de 1863, para que no vieran a los betunes de la 54ª Infantería Voluntaria de Massachusetts del Ejército de los Estados Unidos, cargaron contra las murallas de Fort Wagner, listos para el desguace, mortalmente trastornados. Los dos ejércitos chocaron como dos pedernales echando chispas. Pero a su pesar los tenían más controlados que mujer celosa, pues desde la mañana habían visto desde la superioridad de lo muros, las maniobras y avances, lo que les dio magnífica idea de como intentarían entrarle al asunto en un conmovedor viaje emocional. Todo mientras sonaba  Kind Hearted Woman Blues de la estridente guitarra desafinada a propósito de Robert Johnson, con acordes melancólicos con ganas de llorar y con los primeros suaves, hasta que entraba su voz lenta vibrando en su garganta desafinada otro poco para contrastar con la canción y, elevando las notas con el rítmico sonar de su guitarra que iba desafinando moviendo las clavijas para dar las notas requeridas y darle toda la melancolía posible, que para eso había vendido su alma al Diablo lo que lo volvió uno de los padres del blues. Debido a que Fort Wagner cubría la entrada sur del puerto, fue clave para que el gobierno de los Estados Unidos decidiera tomar la ciudad, para impedir el abastecimiento de los rivales. Los 600 soldados del 54º que formaban el primer regimiento negro de la Unión, con Shaw a la cabeza habían salido de Boston el 28 de mayo de 1863 hacia Beaufort, Carolina del Sur, donde la Unión había ganado un punto de apoyo temprano en su guerra, para evitar que los confederados desmembraran el país como que estuvieran repartiendo barajas, como fue la entrega de los territorios del norte de este país al vecino y, sólo para empezar. Los hombres del 54º sabían que no eran como otros soldados, eran símbolos camuflados de estandarte de lo bien que los betunes lucharían por su país. Esto, a su vez, sería una declaración de si los hombres de color oscuro podrían ser realmente iguales a los hombres de piel desteñida bajo las leyes del país de una vez por todas, ya que luchar por el país les dio un reclamo clave de ciudadanía. Todo el país estaba mirando… y los teletipos vibrando y los soldados lo sabían, aunque a la meteorología le importaba un huevo. Los 600 soldados del 54º conformaron el primer regimiento de color oscuro de la Unión, organizado después de que la Proclamación de Emancipación pidiera el alistamiento de soldados afroamericanos, por falta de caras pálidas, su líder era un abolicionista de Boston de una familia líder, el coronel Robert Gould Shaw. Me juego las córneas a que ya había considerado todas las hipótesis posibles. Así que agazapados en las pendientes lodosas al pasar el pantano, empezó el ataque con gemidos profundos, pero desde el fuerte el Columbiad desató un estruendo del infierno ¡BUM! Haciendo hasta resoplar a la tierra y, con su estampido hizo temblar tanto que hasta levantó del suelo a los del 54º y varios de ellos, no sé cuántos volaron en pedazos. Además desde las almenas en sus troneras como puntos ciegos permitían apuntarles con facilidad y, así empezó el venadeo que no les permitía moverse del lugar, porque cada uno que sacaba la cabeza se la volaban a plomazos y no fue para justificar la aventura, que a esas alturas parecía quedarles harto grande, como la Ola de Tormenta Extrema. Era como un viaje de ida sin boleto de regreso. Los dejaron como fiambres, como una maldita bruja mala. Cuando John Holmes dispuso elevar la cabeza para mirar al fuerte y disparar, el francotirador Peter North que le había visto la gorra disparó con lo certero que solía ser y de un sólo le partió la cara en dos. Y así quedó el aroma analgésico de la sangre deslizándosele por la laringe. Y así dio cuenta de varios otros. Cada mina escondida se llevaba a dos o tres, hasta que Shaw, que no era un defecto en el patrón, un poco subido de vueltas, más sorprendido que indeciso, soltó amarras para sacar la bilis que se le atoraba en el estómago, ordenó subir por la explanada para caerle al fuerte, pegando de gritos aullantes que paraban el pelo. ¡UHHHH! Varios lograron llegar y dieron cuenta de algunos pocos enemigos. Sin apuntar el asunto en la bitácora, sólo era información desprovista de énfasis y así cayó en la rueda de la fortuna, con la desesperación que lastraba el alma, pero había un bromista agazapado en la Eternidad.  Cayó en decúbito dorsal, con tres plomazos, el primero que le interesó la tetilla izquierda. Dándole vuelta a la hoja en la página 27 y sin música enlatada, con los ojos aterradamente rojos de sangre mirándose y preguntándose qué mierdas iba a ser de ellos, sin sentir añoranza ante el terror que era como jugar chiviricuarta sin rutina para el desastre, con el fatalismo que es parte del juego. El daño colateral estaba servido. El desastre estaba incluido. La posteridad los reivindicará. Este es un caso de libro de texto.


“Ven aquí, tú el del corazón roto. 

Aquí hay otra vida sin el intermedio de la muerte. 

Aquí pueden conocerse sin morir, maravillas sobrenaturales. 

Yo doy más olvido que la Parca”

La Eneida



CUANDO TENGA DUDAS, SIEMPRE CORTE EL CABLE ROJO. UD-41-26

La seguridad ante todo

“Nunca tenga esperanzas, así nunca tendrá desilusiones”

Remil


Y que pase el que sigue, como es lo usual en la historicidad humana incobrable e insolvente, cuando ambos grupos creían que lo que hacían era lo mejor para el país que es como abrir sin anestesia y, que es como los infieles que caminan juntos pero separados mientras se revuelven el estofado, en la oscuridad la noche que era tan tranquila que casi podía oírse como se oxidaban los clavos de la empalizada de Fort Wagner, -que con tantas piezas habían construido- en que el 54º de Massachussets que peleaban como troyanos, pensando como griegos y muriendo como romanos, se demostró que los betunes eran iguales a cualquier hombre descolorido en el campo de batalla y aún mejores, como las múltiples mujeres que latían en la memoria de ellos sin rebasar nunca la velocidad de sus propios pasos, aunque muchas de ellas les habían desviado la aguja y a muchas ni siquiera se las habían tirado todavía. Lucharon con la determinación que hizo que los regimientos afroamericanos durante la Guerra Civil sufrieran pérdidas mayores que las de los regimientos blancos, porque eran los que abrían brecha, mientras los otros se quedaban agazapados, pero nunca cedieron la ventaja. El asalto al fuerte mató, hirió y perdió a 258 de los 600 hombres que ya no volverían al mundo de los vivos. El sargento William Harvey Carney del 54º Regimiento de Infantería del Regimiento de Voluntarios de Infantería de Massachusetts, más humilde y menos arrogante que antes cuando fue esclavo, se galardonó con la Medalla de Honor por sus acciones en la Batalla del Fuerte Wagner, aunque muchos como él  llevaban manchas en el cuerpo, más en la espalda por el fuego de los azotes dados en los lugares ruidosos con olor a maldad. Durante el avance, Carney fue herido en un costado del lado derecho que de seguro le quebró un par de costillas, pero aún así continuó. Cuando el portador del estandarte Amadi Fergusson cayó muerto de un disparo certero, Carney tomó el asta y la plantó en el parapeto, mientras que el resto de su regimiento intentaba tomar por asalto la fortificación. Cuando su regimiento se vio obligado a retirarse, fue herido dos veces más, un disparo en el hombro derecho y otro en la pierna derecha mientras llevaba el estandarte de nuevo a líneas de la Unión, sangrando abundantemente dejando un rastro en la tierra, tanto que parecía un hisopo. Él no renunció a ella hasta que se lo pasó a otro soldado, Jim Taylor del 54º. Pero el galardonado Carney no recibió su medalla hasta 37 años después por los estudiosos de leyes que ya empezaban a evadirlas y, ni un puto centavo de indemnización, aunque fue el primer afroamericano en recibir una Medalla de Honor, que quién sabe si sirve para algo porque ni se puede empeñar. Los burócratas militares eran unos capos con el culo sucio y les deben velas a siete santos porque sobrevivieron tras los escritorios y saben que hoy no se juega. Por eso la empatía es debilidad y ésta es vulnerabilidad y, por eso mismo mide dos veces y corta una. No tomaron el fuerte esa noche, pero nadie podía pasar por alto que los hombres color oscuro habían demostrado ser si no iguales, mejor que sus camaradas desteñidos, aunque muchos quedaron desgarrados en una guiñada suicida y el alma en la boca de todos, en el mismo instante en que comprenden que su suerte ya fue jugada, pero todavía les podían masticar las cáscaras con trapisonda. El rechazo a base de cañoneo y morteros con fuego de artillería carecía de sentimientos y, como el Dios bíblico, no perdonaba. Suscitaron ampollas ante el fuego de una revolución que no se pudo apagar pues la alarma previa no sonó por fallas de tecnología. Por eso la crueldad de uno es el pragmatismo del otro. La necesidad de sentirse seguro era una pendiente resbalosa. No se dejaron seducir por la idea de una paz a cualquier precio. Como bien lo anotó Winston Smith, “Entiendo el cómo, pero no entiendo el por qué.” En el ataque defensivo del fuerte el murmullo no se sabia si estaban blasfemando o rezando, pero la casta los hizo combatir hasta el fin, sin resignación a la derrota, sin conocer las querencias como una pulpa de mierda. Fue como en el fútbol con la Ley de la ventaja pues andaban atravesando el Jordán en patines, como aquella larga y dolorosa queja de hembra herida, con quejidos como de animales ávidos de saliva, más sorprendidos que indecisos. Carneylo dijo: “Muchachos, sólo cumplí con mi deber, la bandera nunca cayó a tierra.” Mientras otros afroamericanos ya habían tenido el reconocimiento y recibida la medalla, tuvo que pasar todo ese tiempo para que la tarea desempeñada por Carney fuera reconocida, lo que resulta tan inconcreto como el lugar donde nace el arco iris. Y que al último se lo lleve la bebida o el diablo.


“Ese camino difiere de los de la tierra en tres cosas: el de la tierra es firme, 

éste es flexible. El de la tierra es quedo, éste móvil. 

El de la tierra señalado, el del mar ignoto”

Marín Cortés. Breve compendio de la esfera


Prima facie, que como una pequeña vanidad casi legítima creo, que no es más que un mito probado, pues el alcohol dilata las palabras volviendo insegura la lengua y los gestos con una perversa curiosidad, como algo decepcionante e inservible, que hace deslizarse por las venas una sensación de tristeza oscura, lo que es posible, aunque poco probable, pero todos los enigmas tienen su clave oculta, pero contando con los dedos siguiendo el hilo del asunto, este relato con enigmas, la batalla de Fort Wagner dejó 30 hombres de los 54 muertos en el campo, incluido el coronel Shaw, -que vio una propagación gradual de la luz, cayó en un momento, o dos, en que supo que todos morimos solos,- e hirió a 24 más que más tarde morirían a causa de sus heridas sabiendo que no volverían al mundo de los vivos. Quince fueron capturados, cincuentaydos estaban desaparecidos y se presumían pasados al foso de la desesperación en el lodo cenagoso de los sin retorno. Otros cientocuarentaynueve resultaron con heridas que les dolían mucho, como si estuvieran ávidos de analgésicos con un loco destello de entusiasmo. La palabra angustiosa que se elevaba por los aires era, fracaso total. Los confederados tenían la intención de deshonrar al coronel Shaw y a su mamá cuando lo enterraron para burlarse de él, más sorprendidos que que indecisos, en una fosa común con sus hombres y, la familia lo encontró apropiado, aunque insólitamente abandonado. Un oficial de la Unión pidió a uno de los Confederados de la Batería Wagner que devolviesen los restos del cuerpo del coronel Shaw, pero el comandante de los Confederados, el brigadier general Jonson Hagood le dijo que, "lo hemos sepultado junto con sus negracos.” El padre de Shaw escribió que estaba orgulloso de que su hijo Robert, un feroz luchador y defensor de la igualdad y que hubiera sido enterrado de aquella manera como el hombre de la bolsa. Ashford Simpson afirmó luchando para que no se le cayera la baba, “pensamos que el lugar de enterramiento del soldado está en el campo de batalla donde ha caído luchando con toda la fuerza de una bestia apocalíptica.” Al finalizar la Guerra Civil, el 1er Regimiento de Voluntarios de Carolina del Sur y el 33er Regimiento de Negros, se reunieron en el mismo sitio donde la Batería Wagner rechazó al 54º Regimiento, realizando un acto de reconocimiento y honor hacia tan valerosos combatientes de color oscuro. Así que si quieres que viva, aplaude.

“Ven, levanta tu lápida sepulcral y despósate conmigo” 

Moby Dick

Como bien lo ha definido el piloto Manuel, que se miraba como un chimpancé irlandés, “la mujer es el único ser que no puede definirse con dos oraciones consecutivas” y, no delatando su posición a gritos pues cada uno se organiza como puede, dado que el cuento en este boceto consiste en saber plantear las preguntas precisas con silencios suficientes para que el otro te diga lo que se quiere averiguar, con la enunciación de una circunstancia objetiva, pues las hay malas y las hay peores, que es humillante como estar en esa casa que todavía se ve tanto como lo hizo en 1863 y darse cuenta de que los hombres, llevados calientes, agotados, sangrando, incordiados y asustados un siglo y medio antes eran sólo personas como tú y yo, que hicieron lo que sintieron que tenían que hacer frente a Fort Wagner, y luego soportaron el viaje en bote de regreso a Beaufort, y fueron llevados por un tramo de escalones, y luego los acostaron en cunas en habitaciones pequeñas y abarrotadas, y esperaban que lo que habían hecho valiera la pena con el horrible costo, aunque al mundo y al Papa les importe un huevo de conejo de Nueva Zelandia.

“Los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos”

Winston Smith


CONTINÚA...