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SEGUNDO EPISODIO
Un lugar donde cualquiera te rompe los huevos, con el castigo eterno y viviendo como chacales, hombres enloqueciendo en solitario en oscuras celdas donde apenas pueden moverse, en una vida más terrible que la muerte y una muerte más horrible que la ficción en el infierno verde. Después de un agotador viaje en transatlántico durante el cual fue bloqueado en un jaula como iban todos los convictos y navegando en su vida con bandera falsa hacia el horror del destierro y de la esclavitud penal. Arribó y fue recibido como el convicto Número 46635, con todo y su adn mitocondrial, de acuerdo a la bitácora de El Ciudadano, bajo conducta responsable. Su primer escape lo hizo justo dos semanas después de llegar y a los pocos días fue descubierto por oficiales indios holandeses en la Guyana Holandesa hoy Surinam, -que ganaban por cada preso devuelto y matándose de la risa,- enviándolo de vuelta al campo francés y, trasladado al peor de todos los campos de la prisión, el Campo Charvein, en la selva profunda que era un pantano de malaria, pestilencia y toda clase de males habidos y por haber, pero hizo otro intento de fuga en 1924. En 1926 RB conoció a la autora americana Blair Niles que estaba visitando la Guyana Francesa y le dió detalles de su libro Condemned to Devil 's Island. Usando el dinero que le dio Niles, escapó por tercera vez. Después de su captura fue enviado a la Isla del Diablo, la primera vez por seis meses de confinamiento en solitario en una asquerosa pocilga a oscuras, una experiencia que describió como más espantosa que la Fiscal General. El castigo por comportamiento incorregible no detuvo su cuarto intento de escape. En 1931 fue liberado como un libéré. No fue un prisionero de largo tiempo, pero fue forzado a permanecer en el penal hasta cumplir su sentencia original. Recibió libertad condicional de un año para vivir en la colonia, con la prohibición de regresar a Francia. Después trabajó por casi un año en Panamá y rompió la libertad condicional embarcándose hacia Francia, -como ya lo informó antes El Ciudadano,- pero fue arrestado en Le Havre y enviado de regreso a la Isla del Diablo en el peor confinamiento en solitario ideado para quebrar el alma y destruir el espinazo. Así conoció el peor de todos los penales que la colonia podía ofrecer en su menú de gastos. Consumió meses en la insolación del infierno en la temida Iles Royal, donde la furia de estar en confinamiento apenas permite vivir con un pan tieso mohoso y agua sucia, cuando hay, o bien mutilarse a sí mismos para ganar algún privilegio de ver la luz del día de nuevo en la lúgubre enfermería de la prisión. Sufrió la exposición, fiebre y alimañas, trabajando desnudo -porque los guardias consideraban que estando sin ropa les era difícil escapar, pero muchos lo hicieron,- en la jungla al acarrear madera, mientras soportaba lo enloquecedor de las picazones supurantes de ronchas rojizas causadas por niguas, chiques y sanguijuelas tan sedientas de sangre como la maldita guillotina.
“Siempre queda uno para contarlo”
Luis Miguel Dominguín
La vida de diverso pelaje siempre lo tenía agarrado de las pelotas y le proporcionaba las mismas dos alternativas para todos los hombres condenados, escapar o morir en la impenetrable jungla o en el furioso mar.
Las hormigas rojas dejándolos como esqueletos testificando la imposibilidad de escapar a través de la espesa jungla. Intentando por mar abierto es una diabólica ocurrencia pues lo esperan los tiburones blancos deseando su próxima comida que ya les hace falta porque ya son las dos y media. Los cadáveres son arrojados al mar para que los tiburones, esas pobres criaturas puedan deleitar una buena comida a la carta y, esta sórdida práctica se llama le mouillage, el remojo. Todos los días les servían su plato favorito de 4 a 5 cadáveres diarios que nunca nadie reclamaría.
A estas alturas del almanaque, ha hecho no menos que cuatro desesperados pero abortivos intentos para ser libre, siendo capturado con terribles castigos más allá de lo que puede soportar el culo. Vivió en la “La Case Rouge… la Barraca Roja, la Barraca Manchada de Sangre que es la barraca más dramática de toda la colonia presidiaria de la Guayana Francesa, las dependencias carcelarias del Segundo Pelotón, porque los hombres destinados a ellas son generalmente los presidiarios más peligrosos y viciosos de todos los que están en la colonia,” junto a viciosos guardias cargados estilando inmoralidad asesinando mensualmente y fornicando cabras, todo a través de la larga mano de la corrupción y la desjusticia oficial. Vivía sin poderse liberar de las tinieblas y los odios de por ahí abajo.
Siempre les estaban bailando la raspa en la bisectriz.
Ya eran muchos y para colmo de males parió la abuela.
“Es aquí donde son confinados por la Administración, los criminales cuyos delitos causaron sensación en Francia. Compuesto por famosos criminales, évadés y hombres que han cometido los peores delitos en la colonia carcelaria, este Segundo Pelotón tiene una idiosincrasia propia y se considera totalmente aparte de los demás grupos presidiarios de la isla. La barraca del Segundo Pelotón es de aproximadamente treinta y seis metros de largo por seis de ancho y la cantidad de hombres varía entre sesenta y ochenta. Cada presidiario que muere en esta barraca es un hombre del que la Administración se siente muy feliz de verse libre. Los jóvenes pervertidos son muy quisquillosos respecto de sus relaciones sexuales. Es el hombre mayor de una pareja pervertida el que “mantiene el hogar.”
Y sin jirimiquear y sensibles a los atractivos más groseros como perros con dos colas.
Sí, como dientes de gallina.
Ius primae noctis, derecho de la primera noche.
“Gracias a las ratas las noches no son tan tediosas cuando uno está solo”
Fiódor Pávlovich Karamázov
El circo sigue, pero con diferentes payasos. Así que no te encariñes con lo que no te puedas deshacer.
En los destellos luminosos de las tinieblas, en los campamentos remotos, si no se tiene dinero, comida ni equipamiento, además de ser visitado por todos lados por mortales reptiles, animales salvajes e indios hostiles y, prácticamente comido vivo por los insectos, se vuelven como los patricios de la decadencia profundamente corrompidos y lujuriosos hasta la crueldad perniciosa.
Es un infierno con mejor iluminación.
Todo basado en la sospecha y la paranoia. Es como una plutocracia en chiquito, como la ciudad de las siete colinas.
Teniendo una semejanza oculta sin inclinaciones antidinámicas, planeó y pensó que su único camino era Sudamérica y América Central siendo el único sobreviviente de la Isla del Diablo que llegaría al suelo de los Estados Unidos vivo para contar su historia, tal como lo registra El Ciudadano. Después de haber cumplido tiempo adicional por violar su libertad condicional, fue oficialmente liberado un dos de noviembre de 1934. Sin embargo tuvo que tolerar el estatus como libéré, pero siempre planeando otro escape que podría ser el que finalmente fuera exitoso.
Así que se puso en modo Moby Dick, sin un análisis de riesgo.
Un dos de mayo de 1935, él y otros cinco convictos escaparon de la colonia por mar y, después de viajar 17 días en un primitivo bote de 19 pies, llegaron a la isla de Trinidad, donde las autoridades británicas les dejaron ir y salieron para Florida. Una tormenta los arrastró y encallaron en Colombia, donde de nuevo fueron llevados a las autoridades. RB fue separado de los otros y escapó rumbo a Panamá, cargando sus 900 páginas de su manuscrito, Dry Guillotine. Después de pocos meses en Panamá, lentamente continuó hacia la costa oeste de América Central, a veces en canoa o a pié, conviviendo con las tribus nativas que encontró a lo largo del camino. Cuando llegó a El Salvador, se escondió en un barco rumbo a los Estados Unidos y arribó a Los Ángeles en 1937, más de dos años después de salir de la Guyana Francesa.
Ninguna cosa del otro jueves.
“Coactus volui”
Quería que me obligaran
Salsa para el ganso en una vida degradante e inhumana la de los largos confinamientos en la celda subterránea llamada Guillotina Seca porque mata sin hacer brotar sangre alguna. He aquí un libro sencillamente escalofriante, más aún si tenemos en cuenta que su autor, René Belbenoit, vivió en carne propia cuanto cuenta a lo largo de su relato. Supo de los terribles castigos y torturas que allí se imponían a los presos. El gobierno francés prohibió la publicación del manuscrito porque la obra se erige en una formidable denuncia.
Gallina que no cacarea es que anda con otro gallo.
A la isla de Trinidad que fue barrida por la cola de un huracán del Caribe, había llegado una ligera canoa india anegada por el agua. En ella, según dijo el Trinidad Guardian, había seis franceses fugitivos, muertos de hambre y semiahogados, que después de diecisiete días en el agitado mar, habían logrado escapar de la Isla del Diablo y de la colonia penal de la Guayana Francesa. Movidos por la curiosidad, varios colonos británicos fueron a los cuarteles militares para verlos. No estaban bajo arresto.
RB era como un pollito entre muchos gallos.
El oficial del puerto expresó los pensamientos de todos -excepto el del cónsul francés,- sobre escapar de la Isla del Diablo y de la colonia penal de la Guayana Francesa, cuando dijo:
-“No voy a devolver estos hombres al cónsul francés. Que se tire de los pelos todo lo que quiera. La Guayana Francesa es una pústula en el rostro de la civilización.
Era como un concurso de orina.
-¡Vamos a alimentar a los fugitivos, a darles un lugar para descansar, a proporcionarles un bote mejor y a permitirles una oportunidad para que continúen su fuga!”
En una gran habitación confortable, seis hombres saludaron con una sonrisa tan ansiosa que resultaba patética. Cinco de ellos eran altos, extremadamente robustos, podrían haber sido boxeadores, leñadores canadienses o soldados de la Legión Extranjera. Era gente de fuerza bruta, vida bruta y mentalidad bruta. En contraste, el sexto hombre era asombrosamente pequeño, medía menos de un metro cuarenta, muy delgado, su peso estaba por debajo de las 90 libras, pero tenía fuego en los ojos, fuego alimentado por quince años de vivir la muerte, por cuatro intentos de fuga previos, y ahora por una decisión casi fanática de tener éxito en el quinto o morir. Su única posesión era un paquete envuelto en hule que contenía más de 31 libras de manuscritos de apretada letra, el informe de quince años de vida en la colonia carcelaria, el más asombroso documento de biografía, de crimen y de castigo que se haya visto jamás. Después de haber leído muchos capítulos El Ciudadano habló con él, para saber algo de su vida anterior. Nacido en París el 4 de abril de 1899, René Belbenoit iba, a los veintiún años de edad, camino a un exilio perpetuo en la colonia carcelaria más famosa del mundo civilizado.
Que ni El Cecot de Bukele, que comparado con este es un jardín de niños.
¿Quis est home?
¿Quién es el hombre?
Hasta El Ciudadano y cualquiera estaría impresionado por el hecho de que este hombre no se ajustaba a lo que se pudieran imaginar que debía o podía ser un criminal, un convicto en la Isla del Diablo. Paso a paso rastreé su historia, su adolescencia, buscando el lugar donde había comenzado la caída en su infierno personal. Algunos niños se convierten en triunfadores, otros en fracasados. ¿Por qué? Papá Belbenoit, que se había casado bastante tarde en la vida, era un buen hombre, muy bueno incluso -dijo RB, pero algo torpe en la vida diaria- que sentía gran orgullo de su empleo, conquistado después de muchos años, de jefe conductor del expreso París-Orleáns. A los tres meses del nacimiento de René, la joven esposa abandonó a su marido y a su niño y se marchó a Rusia como preceptora de los hijos del Zar, pues consideraba a su marido un naguilón.
"La libertad es un sueño por el que vale la pena arriesgarlo todo, incluso la vida"
RB
Así, pues, a sus trece años se encontró en otro mundo muy diferente, una asombrosa sociedad en la que la gente no trabajaba, tenía todo el dinero que quería, no se privaba de nada, gastaba furiosamente, vivía en un reino de champagne, sedas, perfumes, joyas, sexo y abandono que lo hacía jadear de excitación. El vivir por la noche ese tipo de vida no hacía del muchacho un buen estudiante durante el día que, aun en el mejor caso, lo convertirían en un empleado de comercio que ganaría sólo una fracción del dinero que él ya había obtenido en el Rat Mort. El éxito de los encargos en que se ocupaba, la entrega de mensajes de amor y la concertación de citas entre hombres y mujeres, había tenido mucho que ver con la creciente prosperidad del night club, según lo afirmó El Ciudadano. Los playboys y mujeres del demimonde encontraban que los servicios del muchacho eran excepcionalmente eficientes y satisfactorios. Pero papá Belbenoit se enojó muchísimo cuando descubrió todo el asunto. Quería que su hijo tuviera una buena educación escolar y luego preparación técnica, quería que se convirtiera en un puto ferroviario. Cuando fuera demasiado viejo para trabajar se retiraría y transferiría el expreso París-Orleáns a René. Papá Belbenoit y el tío Belbenoit discutieron violentamente y René no volvió a ver a su padre por mucho tiempo. Algunos clientes se reunían en el Rat Mort durante el día, jugaban y apostaban a las carreras de caballos. René llevaba el dinero a los apostadores y su comisión cuando los caballos ganaban, era considerable. Cierto día un grupo de parroquianos anunció que gracias a una determinada información secreta iban a apostar más dinero del usual en una apuesta muy arriesgada a favor de un caballo que pagaba veinte a uno si ganaba. -Es tirar el dinero- le dijo un amigo lenguisuelto a Rene, mientras llevaba el paquete con el dinero al hipódromo. -¡No seas tonto, ponte el dinero en el bolsillo no lo entregues, ese caballo va a perder o llegar último, el dinero será tuyo y no del apostador. René contó el dinero, las apuestas sumaban dos mil doscientos francos a favor del caballo que pagaría veinte a uno si ganaba. Sería una lástima entregar todo ese dinero a los agentes de apuestas que ya eran ricos. Se puso el dinero en el bolsillo y no fue al hipódromo. Desgraciadamente para él, el caballo resultó ganador. Ese final era sólo el principio.
Así empezó la puta historia, pues no nació el día de los temblores.
-”No volví al Rat Mort esa noche, no hubiera podido pagar con mis ahorros las apuesta a razón de veinte a uno y, no me atreví a enfrentarme a mi tío y admitir que no había entregado el dinero de los parroquianos, sino que deliberadamente me había quedado con él.”
Caminó por las calles de París toda la noche, tratando de pensar qué podía hacer. Finalmente, casi al amanecer, arribó a una solución. No había entregado las apuestas, había hecho algo deshonesto, pero todavía tenía todo el dinero de los apostadores. Contaba con ahorros suficientes para pagarles el doble de la suma que habían apostado. Entró al Rat Mort por una puerta trasera. Su tío lo miró echando fuego por los ojos como un tigre agobiado por la sarna cuando trató de explicarle lo que había hecho. Le arrebató el dinero de las manos, y lo agarró a puros coscorrones, luego siguió pegándole con un pesado manojo de llaves. Huyó de sus golpes y de sus gritos, atontado por el desastre que tan súbitamente le había caído. También fue un día catastrófico para el resto del mundo.
De repente, las calles de París se llenaron con ansiosos grupos de personas que hablaban y leían en el chispero, ¡Guerra! -gritó un condiscípulo de René abalanzándose sobre él con un diario en la mano.- Vamos a luchar contra los alemanes. ¡La guerra ha sido declarada! Su padre ya se había marchado para alistarse como voluntario. ¡Mirá! gritó, ahí es donde se alistan los voluntarios, mirá que rápido está creciendo la fila. Los amigos se acercaron al improvisado puesto de reclutamiento y allí, casi a la cabeza de la fila, René vio a su padre. Se destacaba de los otros hombres porque su uniforme de ferroviario estaba cuidadosamente planchado y los botones lustrados. Parecía un general. Rene se le acercó para saludarlo y pedirle perdón. No sabía si su padre ya estaba enterado de las apuestas no entregadas, pero él le contaría todo. Le prometería regresar al colegio, estudiar mucho y hacer lo que su padre quisiera. ¡No te me acerques! le gritó ¡No me toques ladrón! Y me alejé lo más rápido posible como que fuera un salmón capado. “Y ahora tendrás que seguir cargando tu cruz por el resto de tus días.”
"En el infierno de la Guayana, la compasión es una debilidad
y la crueldad es la única ley"
RB
Tan cierto como la luz que me alumbra, en el enorme vehículo acuático que los condujo a su destino, además de otros iban hasta el último de los mohicanos, el soldado desconocido, el lobo hombre en París, Vlad Tepes, Longinos, el judío errante y hasta la sin par Lady Godiva, según conocimiento de El Ciudadano. Desde el principio RB intentó escapar. Sus primeros intentos fueron fallidos, y cada vez que era capturado, recibía castigos más severos y más tiempo de prisión. Lo trataban como que hubiera asaltado el banco de los pobres. En 1926, trató de huir con un grupo de prisioneros utilizando una balsa, pero fueron capturados y sometidos a torturas. Sin embargo, RB era un hombre astuto y aprovechó su intelecto para mejorar su situación. Trabajó como ayudante de los oficiales y comenzó a escribir sus experiencias en pequeños diarios que escondía cuidadosamente. También vendía productos de contrabando a otros prisioneros, lo que le permitía obtener ciertos privilegios. La isla del Diablo, parte del sistema penitenciario en la Guayana Francesa, era famosa por ser un lugar donde la mayoría de los prisioneros no sobrevivían. Pero RB no se resignó a su destino. Tras un tiempo de prisión y sufrimiento en este infierno tropical, decidió escapar. En su tiempo en la colonia penal, observó cómo los prisioneros que se rebelaban o intentaban huir eran severamente castigados, pero no se dejó intimidar. En 1931, tras una serie de intentos de fuga fallidos, finalmente logró escapar con éxito. Su huida fue un acto de valentía y astucia. A pesar de las duras condiciones de la jungla, con animales peligrosos y un ambiente hostil, logró evadir la captura durante un largo tiempo.
Se le cayó la vuelta tal como lo dijo Marciano Cantero de los Enanitos Verdes, “y ahora tendrás que seguir cargando tu cruz por el resto de tus días,... pues ni siquiera te diste cuenta que había a tu alrededor.”
“En Cayena es posible contemplar los abismos de la degeneración humana”
RB
Con síntomas de idilio en las cancillerías celestiales, su escape fue épico con los estantes llenos de nada, pues lo único constante de la naturaleza es el cambio. Con la ayuda de pescadores y aventureros, logró cruzar el Caribe llegó a América del Sur y Centroamérica, sorteando peligros como la selva y la persecución de las autoridades. Estaba tan devaluado que ni el diablo quería comprar su alma. Finalmente, llegó a los Estados Unidos en 1937, donde vivió ilegalmente durante un tiempo antes de obtener la residencia. Su historia se hizo conocida y, con el tiempo, escribió un libro titulado "I Escaped from Devil’s Island" que relataba sus experiencias en la prisión y su escape. En el libro detalló las condiciones brutales de la isla, la corrupción del sistema penitenciario y la lucha por la supervivencia en uno de los lugares más infames del mundo, que ni los Juegos del Hambre eran tan malditos. El relato se convirtió en un testimonio impactante sobre la injusticia, la brutalidad del sistema penal colonial francés con su ignorancia memorable y la resistencia humana ante el sufrimiento. A través de su fuga y su libro, su historia se convirtió en un símbolo de resistencia y esperanza para aquellos atrapados en sistemas represivos. ¿Qué sería del mundo sin progreso?
“¡La Isla de San José! ¡La aborrecible, la maldita y detestable! Es un lugar de castigo y represión sin paralelo en la tierra en cuanto a infligir sufrimientos“
RB
La fuga de René Belbenoît en 1935 es una de las historias más notables y desesperadas de escape desde la brutal colonia penal de la Guayana Francesa. Logró escapar después de haber sido condenado a trabajos forzados y vivir en condiciones infrahumanas extremadamente duras. Estuvo atrapado en las islas y campamentos penales y, como muchos otros prisioneros, intentó escapar varias veces, pero la vigilancia, las enfermedades y el desierto de la selva hicieron que la mayoría de las fugas fueran fallidas y así se fue alargando su condena. Sin embargo, en 1935, después de años de maltrato y trabajo forzado, logró lo que parecía casi imposible, escapar de la colonia penal y sobrevivir. Durante su estancia, había aprendido a sobrevivir en la selva y a sortear las dificultades del territorio, lo que le permitió planear su fuga de manera meticulosa. El Ciudadano sabía que el escape debía ser rápido, sigiloso y bien preparado, ya que las patrullas de búsqueda eran implacables como su seráfico padre. El plan consistió en aprovechar la oportunidad que le ofrecieron unos pescadores, un grupo de nativos que solían hacer viajes entre la Guayana Francesa y Brasil, ofreciendo transporte a cambio de un pago en dinero. Planeó su huida para un momento en que la seguridad de la isla estuviera más relajada y, en el que no fuera fácil ser detectado por los guardias. El 17 de junio de 1935, logró escapar en una balsa improvisada, ayudado por esos pescadores locales. Aunque la fuga en sí misma fue peligrosa pues enfrentó tormentas, hambre, sed -el agua era un brebaje ambrosíaco,- y enfermedades, fue exitosa en parte gracias al hecho de que había mantenido un perfil bajo durante su estancia en la prisión, lo que le permitió ganar confianza con los pescadores. La travesía no fue fácil. Después de varios días de navegación en la balsa, logró llegar a Brasil, un país que no tenía acuerdos con Francia para extraditar a prisioneros. A partir de allí, su aventura no terminó, ya que debió atravesar varios países de América Latina para llegar a los Estados Unidos, donde finalmente encontró seguridad y pudo comenzar una nueva vida. Tardó varios meses en llegar a Brasil y luego a los Estados Unidos, no sin antes ser perseguido por la migra que es tan obtusa que raya en la obsesión escuchando al espíritu de las profundidades.
“¡Confinamiento solitario! ¡Enterrado en una oscura celda!
¡Los convictos la llaman la guillotine sèche, la guillotina seca!”
De acuerdo a la narrativa de El Ciudadano, después de escapar de la isla, se embarcó en una peligrosa travesía en balsa hacia Brasil. Esta parte de su fuga fue arriesgada, ya que debía atravesar las aguas del río Oiapoque, que marca la frontera entre Guyana Francesa y Brasil. El viaje en balsa fue difícil y, debido a las tormentas, la falta de alimentos y el agotamiento, tardó 3 semanas en llegar a Brasil en julio del mismo año, no se detuvo allí mucho tiempo. Sabía que debía continuar su huida para evitar ser detenido por las autoridades francesas. Desde Brasil, viajó hacia el norte, pasando por Colombia y Panamá, Se unió a un pequeño grupo de prisioneros que planeaban una fuga. Durante varios meses, cruzaron el Caribe, enfrentando tormentas, hambre y la amenaza de ser recapturados. Pasaron por Trinidad, Venezuela, Colombia y Panamá, evadiendo constantemente a las autoridades y, finalmente llegó a El Salvador, desde donde se escondió en un barco hacia los Estados Unidos. El viaje duró más de un año, ya que tenía que moverse con cautela, buscando formas de cruzar fronteras y evitando ser detectado por autoridades o ser atrapado por la policía local. Su llegada a los Estados Unidos a mediados de 1936, un año después de haber escapado de la colonia penal, sin papeles y aún considerado un fugitivo, vivió de manera clandestina por un tiempo que es como debe hacerse en ese tétrico lugar de fuerza violenta y bruta.
Escribió sobre su experiencia en Dry Guillotine en 1938, un libro que fue muy influyente en su época, con todo el material escrito acumulado en los años basado en sus diarios de prisión, que ayudó a destapar las atrocidades de la colonia penal y generando una creciente presión para su cierre y se convirtió en un éxito inmediato en Estados Unidos, no sin ciertos pesares intermitentes y desiguales. Su historia inspiró a muchos, demostrando que la lucha por la libertad podía prevalecer incluso en las circunstancias más deshumanizantes. Su fuga también ayudó a denunciar la brutalidad del sistema carcelario en la Guayana Francesa, lo que contribuyó al cierre de la colonia penal en 1953. La fuga fue un testimonio de determinación, astucia y supervivencia con punzante irritación. A pesar de la pobreza y la opresión, demostró que la libertad era un sueño por el que valía la pena arriesgarlo todo, incluso la vida. La fuga de RB en 1935 es un relato de valentía y desesperación, aun con pequeña talla y débil constitución, fue uno de los pocos que tuvo éxito entre cientos de intentos fallidos de escape de la colonia penal. Gracias a su habilidad, paciencia y oportunidad perfecta, logró alcanzar la libertad después de años de sufrimiento y abusos. Su historia sigue siendo un ejemplo de resistencia ante las adversidades más extremas y de las más cabronas que existen.
"Sobrevivir no es solo cuestión de fuerza, sino de astucia y voluntad inquebrantable"
RB
Trabajó en Hollywood como asesor para películas de aventuras y pasó el resto de su vida en EE. UU. Dejó un legado como símbolo de supervivencia y resistencia frente a la adversidad. Gracias a su fama, pudo obtener un permiso especial para permanecer en el país. Escribió otros libros sobre sus experiencias. Contribuyó a la creciente presión internacional para cerrar la colonia penal de la Guayana Francesa, lo que finalmente ocurrió en 1953. Pasó el resto de su vida en California, donde abrió una pequeña tienda y vivió modestamente hasta su muerte en 1959. René Belbenoît es recordado como uno de los pocos hombres que lograron escapar con éxito de la Isla del Diablo. Su historia inspiró películas y libros sobre el sistema penitenciario francés y sigue siendo un testimonio de la resistencia humana ante la adversidad.
"Cuando llegué a la colonia penal, era un ladrón.
Cuando escapé, era un hombre decidido a no volver jamás"
RB
El Testimonio de un infierno. "Dry Guillotine: Fifteen Years Among the Living Dead" Guillotina Seca: Quince Años Entre los Muertos Vivientes, es el libro autobiográfico que RB escribió sobre sus experiencias en la temida colonia penal de la Guayana Francesa. Publicado en 1938 en los Estados Unidos, el libro fue un éxito inmediato y una de las principales denuncias del brutal sistema carcelario francés. El título del libro hace referencia a la guillotina seca que es un término que los presos usaban para describir que los mataban sin derramar sangre. Por supuesto que la verdadera guillotina era usada a diario en los juicios sumarísimos que les realizaban a los presos más malcabrestos. Los prisioneros eran enviados a morir lentamente a causa de la malnutrición, el trabajo forzado, las enfermedades y los abusos de todo tipo y tipa y de ahí el nombre. Dry Guillotine es un relato crudo y realista de los horrores que Belbenoît y casi todos los prisioneros enfrentaron en la colonia penal. A lo largo de sus páginas, describe las condiciones inhumanas por la falta de comida y agua potable, lo que llevaba a muchos a morir de desnutrición o enfermedades. El trato brutal por parte de los guardias, quienes golpeaban y torturaban a los prisioneros sin razón alguna, además de abusar sexualmente de algunos que los usaban como reparatrices. El trabajo forzado en condiciones extremas de calor y humedad. La falta de atención médica, que hacía que heridas menores se convirtieran en sentencias de muerte. Describe la jerarquía dentro de la prisión, donde los convictos más fuertes y despiadados dominaban a los demás. La violencia era constante, y las traiciones eran moneda corriente. También habla de los bagnards, los prisioneros que ya habían cumplido su condena pero no podían regresar a Francia y estaban condenados a vivir en la miseria en la Guayana. Uno de los temas recurrentes del libro son los intentos de fuga, tanto los suyos como los de otros prisioneros. Relata historias de fugas heroicas y otras que terminaron en tragedia. También explica las dificultades de escapar de la selva, donde muchos morían devorados por jaguares o caimanes, o simplemente sucumbían a la fiebre y el hambre. Según El Ciudadano la parte más emocionante del libro es cuando narra su exitosa fuga en 1935. Habla de cómo logró salir de la isla con la ayuda de pescadores, su travesía a través de América Latina y su llegada a Estados Unidos. El libro fue traducido a varios idiomas y se convirtió en una referencia para otras historias de fugas, incluyendo la famosa novela Papillon de 1969 de Henri Charrière, que también relata experiencias en la Guayana Francesa. Aunque RB escribió otros libros después, Dry Guillotine La guillotine sèche sigue siendo su obra más importante y una de las mayores denuncias del sistema penitenciario de su época.
Ya no se puede confiar ni en Papillon
Esto le dió caravuelta a mi conocimiento
René Belbenoit, el auténtico personaje de la novela de Henri Charriére, murió en la Amazonia y no en California como dice su "historia oficial" así me lo contó El Ciudadano y me voló los sesos.
Según la agencia noticiosa EFE Belbenoit, quien escapó de la isla del Diablo en la Guayana francesa en 1935, pasó trece años en ese tenebroso presidio al que Francia envió durante dos siglos a sus más peligrosos criminales. Pero por detrás de la historia de Charriére estaba la figura de Belbenoit, el primer prisionero que escapó de ese infierno. La biografía conocida hasta ahora de este presidiario que tenía como sobrenombre Papillon dice que murió en California en 1959, pero según dos policías brasileños que investigaron el caso, en realidad Belbenoit falleció en 1978, a los 73 años, en Vila Surumú, una aldea del estado amazónico de Roraima. Paulo Quintiliano y Marcelo Ruback, expertos en identificación de la Policía Federal brasileña, llegaron a esa conclusión tras hacer un estudio comparativo, basado en fotografías de la persona que murió en Estados Unidos y del fallecido en Roraima, junto con otras muy antiguas del verdadero Belbenoit. Según viejos habitantes del poblado, Belbenoit y otros fugitivos de la isla del Diablo llegaron allí en 1940. Uno de ellos decidió huir a Estados Unidos y asumió el nombre de Belbenoit, en parte con la intención de despistar a las autoridades francesas. La revista brasileña Istoé publica que en Vila Sumurú se afirma que Charriére le robó a Belbenoit los manuscritos de Papillon, que habrían sido luego retocados por un periodista francés que vivía en Caracas. El fugitivo de la Isla del Diablo que se había refugiado en Caracas resolvió apropiarse de ellos y ganó así una fama y un dinero que no le correspondían al muy hijo de sesenta mil putas.
El primer uso conocido de la expresión La guillotine sèche es como título de un artículo de 14 páginas en la revista Harper llamado Cayenne-Dry Guillotine fechado en junio de 1913 por Charles W. Furlong como miembro de la Royal Geographical Society, en que detalla cuidadosamente las condiciones crueles y a menudo intencionalmente letales con las que son tratados los prisioneros en la Guayana Francesa, listando por su nombre a varios de los jóvenes condenados a vivir en uno de las muchas prisiones que formaban parte de la colonia penitenciaria comúnmente denominada como la Isla del Diablo.
La obra más famosa conocida como La guillotina seca es la novela autobiográfica escrita por René Belbenoit llamada Dry Guillotine, Fifteen Years Among The Living Dead que narra su juventud, quien comete dos robos menores y no violentos a su jefe, narra también su captura, la condena y su posterior traslado a la Isla del Diablo donde se le cataloga como el preso #46635. El libro fue escrito en la cárcel y envuelto en impermeables para protegerlo de la lluvia y del mar, el manuscrito sobrevivió hasta la libertad de RB en California en 1937. Mientras era prisionero en Cayena, conoció a la escritora americana Blair Niles quien compró varias de sus obras para introducirlas en su libro titulado Condenados a la Isla del Diablo. Niles pagó generosamente a RB por su trabajo y fue este dinero el que financió sus próximos dos intentos de fuga. Dry Guillotine, Fifteen Years Among The Living Dead se publicó por primera vez en 1938, los derechos de autor fueron de EF Dutton & Co y fue tan popular que se hicieron catorce nuevas ediciones en el primer año de su publicación. Impresiones adicionales fueron hechas por Blue Ribbon Books en 1940 y el libro permaneció increíblemente popular durante muchos años.
Guillotina seca (1989), título impregnado de un sentido metafórico dado el carácter de sentencia a la que parecía destinado, en un corto espacio de tiempo, un proyecto que había surgido con una voluntad por resucitar un cadáver en forma de editorial, que eran floridas ramas de aquel nudoso tronco. Hoy en día, Verdura pudiera vanagloriarse de esta publicación in extremis por cuanto relata la vida de RB (1899-1959), de cuyo conocimiento tuve constancia a través de un documental de reciente emisión destinado a confrontar -mediante un montaje en paralelo- la vida de este súbdito francés -luego nacionalizado americano- y la de Henri Charrière (1906-1973), alias Papillón. Ambos naturales de Francia, que fueron víctimas de la política de deportación de presos del gobierno galo, combinándolos en prisiones situadas en las colonias que tenía por aquel entonces en el continente del lado sudamericano. Si bien los recorridos penitenciarios y las maneras de fugarse no fueron ni por asomo idénticos, Belbenoit y Charrière no coincidieron en los centros de reclusión pero que pusieron a prueba sus respectivas capacidades de supervivencia. Sendas lecciones de supervivencia que el tiempo acabaría dando un mayor conocimiento y relevancia a la de Charrière que a la de su compatriota, por la pura falta de ignorancia. Tanto el uno como el otro, cosecharían el éxito literario -alcanzaron el millón de ejemplares vendidos por separado al poco tiempo de aparecer en las librerías,- pero el texto de Charrière ha prevalecido como el principal referente, el que llega de inmediato a la memoria de El Ciudadano al rememorar textos sobre presidiarios contados en primera persona. Charrière admitiría que una cuarta parte de su longseller Papillón se fue moldeando fruto de la ficción, pero consignaría como auténtico el resto del relato. Por su parte, RB después de haber publicado Guillotina Seca en 1938 en los Estados Unidos, fue conminado a abandonar el país por cuestionar las leyes en materia penitenciaria del país en su segundo volumen Hell On Trial (1940), y una vez instalado temporalmente en México, volvería a la tierra prometida -por a saber quién chingados,- con la esperanza de que los cargos contra él hubieran prescrito. No fue así. La prisión, una vez más, le esperaba. A posteriori, su único contacto con el cine lo tendría de la mano de la Warner Bros, que había reclutado una auténtica constelación de técnicos e intérpretes de múltiples orígenes húngaros, alemanes, franceses, americanos, chinos, para dar cabida al proyecto Pasaje para Marsella en 1944. Las experiencias de RB en plazas carcelarias como las de Venezuela, Brasil o las Guyanas francesas y holandesas servían al propósito de que asesorara al equipo de documentación de la Warner. Quizás para evitar problemas con las autoridades judiciales o fiscales, la major hizo aparecer en los créditos a Belbenoit pero bajo otra identidad, la de Sylvain Robert. Extraño nombre que curiosamente remite al compañero de fuga de Charrière en La isla de Diablo. Esa secuencia temporal que para Papillón debió comportar una gran carga emocional y que el cinematógrafo ayudaría a visualizar y sentir -la música del maestro Jerry Goldsmith favorecía este objetivo,- en uno de los puntos calientes del metraje del film homónimo dirigido por Franklin J. Schaffner. Belbenoit fallecería en 1959, en medio del silencio de una pequeña comunidad de los Estados Unidos donde, ya en el tramo final de su vida, cumplía con una actividad espartana a la hora de escribir en la trastienda de su modesto negocio. Charrière lo haría catorce años más tarde, en tierras españolas. Por ventura, a diferencia de RB, él había podido cerrar el círculo, regresando a su Ardèche natal, y concretamente a la escuela donde estudió e impartió clases su progenitor. Charrière escribiría en el tablero de anuncios, ante el testimonio de las cámaras, Si he seguido siendo un hombre bueno lo he aprendido en la escuela. Un corolario que dejaba fuera de juego cualquier amago de venganza. A Charrière le faltaron unos meses para poder contemplar en pantalla la obra cinematográfica basada en el texto que les había dado fama mundial. El 30 de julio de 1973 los teletipos internacionales se hacían eco de su deceso, cuyo vía crucis por tierras sudamericanas surgiría a rebujo de lo padecido años antes por su compatriota RB. A la estela de una editorial de idéntico nombre se daría cabida a la publicación de Guillotina Seca, el testimonio literario por excelencia de RB, cuya traducción en imágenes no hubiera podido tener un cineasta más idóneo que Jacques Becker. No en vano, Belbenoit floreció a las puertas de ese París principe du siécle de los Bajos Fondos, hizo de La evasión uno de sus modus vivendi y, después de ser detenido en innumerables ocasiones, podría lamentarse over and over que se escapó la suerte. Un tanto de lo mismo hubiera valido para Henri Charrière, pero Papillón decidió posponer su ejercicio memorístico plasmado al papel con un decalaje de tiempo superior al de RB. Lo hizo a finales de los sesenta, cuando al principio de esa misma década había expirado Becker, y al calor del éxito de ventas de las primeras ediciones de Papillón -una novela de cuatrocientas ochenta y dos páginas- el cielo se le empezaba a abrir al otro lado del Atlántico. Hollywood llamaba a la puerta de su agente editorial, primero con Roman Polanski -otro buen conocedor de las prisiones, pero las mentales, a tenor de otra existencia forjada por el dolor y las pérdidas de seres queridos- postulándose como su metteur en scène, y luego con Franklin Schaffner avalado por el compromiso de figurar al frente del reparto Steve McQueen -el alter ego del hombre con la mariposa tatuada en el pecho, de ahí su apodo,- y Dustin Hoffman en el papel del falsificador Degàs.
“Nada permanece oculto para siempre”
Danny Trejo
Dry Guillotine es la historia descarnada, cruda, escueta de un hombre que delinquió y sobre el cual cayó, con saña especial el temblor sin atenuaciones, la sanción de la justicia oficial, el peso de la ley escrita y la sordera de los viles jueces, que por su apariencia son hombres malvados y mezquinamente presuntuosos, en donde el pecado, la mentira y la tentación son su patrimonio. Una autobiografía, no una novela. Este es el testamento de un hombre que ha triunfado después de quince enloquecedores años de privaciones y persecución. Condenado, por primera vez, a ocho años de presidio, trata de evadirse una y otra vez y, sorprendido y capturado sólo consigue aumentar la pena en duración y en dureza, pues lo estimaban en proporción a sus pecados con el lazo indisoluble entre el que ata y el que es atado.
Y que los catecúmenos salgan.
Como un patricio de la decadencia, al cabo de quince años de alternativas sin cuento, de penurias, vejámenes, explotación, de promesas no cumplidas y de esperanzas fracasadas logra, mediante infinitos recursos en que rivalizan la astucia, la audacia y la buena suerte, poner las plantas de los pies descalzos en Panamá en la Zona del Canal. Desde la Colonia se revela en toda su plenitud y produce, aparte crónicas y artículos que le dan para vivir honestamente. Es un libro de dolor, de miseria, de horror y de piedad. Su lectura es absorbente y por ratos angustiosa, a pesar de lo ingrato y cruel de su materia. Resulta crudo por el tema, por los cuadros y episodios que ofrece y que ha tomado de la fuente misma de la realidad. Hay, pasajes de una franqueza documental, sin que ésto signifique que carecen de valor literario, no hay nada más casto que la desnudez absoluta. Para RB no existen los que suelen llamarse pasajes escabrosos y que no pueden faltar, es claro porque es honrado, y limpio porque no es malicioso. En la vida hipogea nadie ignora la relación estrecha que hay entre la vida carcelaria, aislamiento, aglomeración de hombres solos, ocio y la caída en el homosexualismo y todas las desgracias que eso les acarrea en el círculo vicioso de su prolongada miseria. RB alude a ésto desde el primer capítulo pero siempre lo hace con serenidad sin pormenorizar ni deleitarse en ello. Se refiere a las prácticas homosexualistas del médico de uno de los Presidios, no declama tampoco y planea sobre la pornografía sin caer en ella, más atento, que a otra cosa alguna, al desorden y a la indisciplina que tales prácticas ocasionaban.
Otro tanto puede decirse del régimen de coimas y otros arbitrios deshonestos acostumbrados entre el personal de guardias y carceleros, vicio o plaga indesarraigable, como lo anterior, de todas las prisiones del mundo. Como ha conseguido también hacernos testigo de ese duelo brutal y harto desigual, entre la máquina de la justicia y el delincuente, entre los engranajes de la Administración y la prensa que se pone a su alcance, entre la burocracia que sirve a la ley y a la sociedad y el mísero individuo que si llega a salvar con vida, sale de la celda sin alma, como de la mosca no queda más que el cascarón cuando la sueltan los pulpos de la araña. Lo que le da su calidad está en que no es el fruto de la observación extrínseca, ni de informaciones o referencias de segunda mano, sino el de la propia experiencia de una víctima de esa misma vida, de un hombre en quien el dolor y la soledad despertaron al escritor en potencia que había tras el ladrón desafortunado. Sólo un escritor de raza elude y sortea en la forma airosa en que lo hace RB -el nuevo Mesías, dijo El Ciudadano,- los peligros de la grosería y de mal gusto, y sólo un escritor de talento sabe evitar los inconvenientes de la monotonía y la fatiga consiguiente matizando el color predominante en el cuadro -que es naturalmente sombrío,- con pinceladas de buen humor, de ternura o de ironía.
Ganó.
¿Podremos extrañarnos de que RB caído, a los dieciocho años en asunto de hurto de dinero, soldado heroico de la Francia a los veinte, penado en la Guayana a los veintidós, archivero del presidio a los treinta, sea a los cuarenta casi un autor célebre, ni por qué había de sorprendernos verle seguir haciendo honor a sus constantes y renovados esfuerzos de rehabilitación? Debe tenerse presente que si como Cervantes, Silvio Pellico, y Dostoyevsky y Wilde, y tantos otros ilustres penados RB ha conocido el purgatorio aquí en la tierra, su caso es único, porque mientras los otros cayeron en el foso cuando ya eran hombres de renombre continental, a él lo atrapó la máquina para lanzarlo hecho un escritor. Además hay mucha distancia de ser reo político o prisionero de guerra a ser reo común. La mística propia de todo prosélito o religionario le da como al prisionero y al cautivo, una fuerza moral que tiene que faltarle al condenado por crimen o delito ordinario. Por eso fue tremenda, y sólo comparable a la de Luzbel, la caída de Oscar Wilde, a quien hay que imaginarse pelado al rape y vestido de cebra, deshaciendo Clástica con esas mismas manos con que imponía la moda en Piccadilly. Los poemas que Wilde debió a la cárcel son el grito desgarrador del semidiós vencido, el espantoso alarido del orgullo de un hombre genial pero extraviado que triunfó siempre, pero que no creyó en su derrota y en su muerte civil sino cuando se vió cogido por el garfio y aplastado por el martinete. A través de su lirismo, se ve el modernismo, el dandysmo, el satanismo, el anarquismo espiritual de fines del siglo XIX que ya no creía en nada de lo creado, pero que era incapaz de crear a su vez.
Dry Guillotine es el clamor humano, sin aspavientos, sin desbordes, sin romanticismo, la demostración más emocionante de que errare humanum est, la ley marra, de que la justicia flaquea, de que la sociedad se engaña, de que la civilización no ha dado aún el último paso ni dicho su última
palabra frente al problema de la criminalidad y la delincuencia. La represión punitiva es necesaria, imprescindible ¿quién lo niega? Pero convengamos también en que hay que modificarla sustancialmente y por lo pronto en sus procedimientos. Porque en realidad, después de leer algunas páginas de Guillotina Seca no puede uno menos de pensar que ahorcar por robos y cercenar manos por falsificación de moneda, las legislaciones medievales fueron menos bárbaras y antihumanas que nuestros regímenes penales de hoy, que no sólo no tienden a la regeneración del individuo sino que carcome su personalidad y concluyen por hacer de un hombre una piltrafa humana sin alma, un ente sin salud espiritual ni física, casi un intocable.
No tengo por qué negar que debo horas de agradable y provechosa lectura al libro sobre cuyo mérito me he podido pronunciar. Como cada cual reacciona en conformidad a su temperamento y a sus gustos, no ha de faltar quien lo encuentre detestable. El hecho es que este libro, autobiografía documentada y no leyenda, pequeña gran historia, al relatar hechos reales y recientes, me ha interesado y entretenido tanto como pudo hacerlo una buena novela y me hizo sufrir. Naturalmente, hay que descartar a los adoradores de lo bonito en literatura. Y habría que considerar también el efecto en ciertos sectores de la sociedad y de la política francesa, ya que en todos los países se da como maleza el falso patriotismo y ya que la hipocresía humana suele preferir que las cosas se ignoren a que no se sepan para remediarlas. Aún flota, como una sombra frente a la trágica Isla del Diablo el recuerdo del martirio de Dreyffus. La clemencia innecesaria y el rigor excesivo.
Vieja y triste matrona de sosegada mirada cristiana
René Belbenoît y Henri Charrière fueron dos prisioneros franceses que lograron escapar de la brutal colonia penal de la Guayana Francesa, y ambos escribieron libros sobre sus experiencias. RB publicó Dry Guillotine en 1938, basado en sus diarios y recuerdos reales. Henri Charrière publicó Papillon en 1969, asegurando que era autobiográfico, pero tiene elementos de ficción y fue copiado y regenerado del primero. Dry Guillotine es un relato estrictamente real. RB escribió su historia basándose en sus diarios ocultos en prisión durante años. Investigaciones posteriores confirmaron que sus vivencias fueron auténticas. Papillon, aunque promocionado como autobiográfico, contiene elementos de ficción y relatos basados en historias de otros prisioneros, no sólo de Charrière. Se ha demostrado que muchos eventos narrados en el libro no le ocurrieron a él, sino a otros convictos. Dry Guillotine es fiable como documento histórico, mientras que Papillon es una novela de aventuras basada en algunos hechos reales. Dry Guillotine es un libro documental, escrito de manera sencilla pero impactante, que denuncia las condiciones inhumanas de la colonia penal con una narración detallada y cruda. Papillon tiene un estilo novelado, con descripciones vibrantes y un ritmo cinematográfico. Charrière crea un personaje más heroico de sí mismo, lo que hace que el libro se sienta como una historia de aventuras. Papillon es más emocionante para el lector casual, mientras que Dry Guillotine es un testimonio más crudo y realista. Dry Guillotine describe múltiples intentos de escape, pero se centra en su fuga final de 1935, que fue planeada meticulosamente y le permitió llegar a Estados Unidos. Papillon narra varias fugas espectaculares, incluyendo saltos desde acantilados y viajes épicos en balsas, pero algunas de esas hazañas están inspiradas en otros prisioneros y exageradas, tiene una historia de escape más cinematográfica, mientras que Dry Guillotine describe un escape realista y creíble. Si se quiere un testimonio realista y bien documentado sobre la Guayana Francesa, Dry Guillotine es la mejor opción. Si se prefiere una historia emocionante y novelada sobre fugas y aventuras, Papillon es más entretenido. Ambos libros son importantes, pero Dry Guillotine es el relato más auténtico de la vida en la Isla del Diablo. Hay investigaciones que cuestionan la veracidad de Papillon y sugieren que gran parte del libro fue un plagio y una exageración de la historia real. El periodista francés Gérard de Villiers investigó el caso durante 30 años y descubrió que Henri Charrière no vivió muchas de las experiencias que relató en el libro. También se ha señalado que Charrière se inspiró en las vivencias de otros prisioneros, especialmente en las memorias de RB en Dry Guillotine, publicadas en 1938. Además, registros oficiales indican que Charrière no estuvo en la Isla del Diablo, lo que contradice uno de los momentos clave del libro. Otros historiadores han confirmado que partes de la historia de Papillon provienen de testimonios de otros prisioneros y que Charrière había usado estos relatos para crear un personaje más heroico.
El muy cabrón me tuvo engañado por muchos años.
Tantum ergo
Así pues tan grande
“¡Llorad, llorad por vosotros mismos, oh, cobardes presidiarios: ya dejasteis de ser hombres!” Rezaba el canto que escribió otro preso. La Isla del Diablo Île du Diable, el infierno en la Tierra fue una de las prisiones más temidas del mundo.
El Cecot de Bukele es un bucle comparado con ésta.
Con el resplandor de las sombras, formaba parte de la colonia penal de la Guayana Francesa, junto con otras islas y campamentos, el pozo negro de la inmensa inmundicia de la letrina que es esto. Durante más de un siglo, albergó prisioneros condenados a trabajos forzados en condiciones inhumanas en un juego de fuerza inducido por la indeseable inercia. La Isla del Diablo es una pequeña isla rocosa de 14 hectáreas, situada en el océano Atlántico, a unos 11 km de la costa de Guayana Francesa. Es una de las Islas de la Salvación, junto con la Isla Royale donde estaban los principales edificios administrativos y, la Isla Saint-Joseph usada para castigos y confinamiento solitario. Rodeada de aguas infestadas de tiburones y fuertes corrientes, lo que hacía casi imposible escapar nadando. Era conocida por su brutalidad. La mayoría de los prisioneros eran enviados allí para nunca regresar. La isla tenía un calor sofocante y una humedad del 100% casi todo el año. La selva densa albergaba mosquitos y parásitos que propagaban malaria, fiebre amarilla y disentería y el sotobosque no permitía ver la luz del sol, como en una querella de enamorados. Muchos prisioneros morían en pocos meses debido a infecciones y enfermedades sin tratamiento. Los prisioneros recibían una dieta mínima, sopa rala con restos de carne podrida. Pan viejo y mohoso. Agua racionada y contaminada. La desnutrición era el pan diario y muchos morían de hambre o desarrollaban enfermedades como el beriberi que es una deficiencia de vitamina B1. Aunque la Isla en sí no tenía grandes proyectos de construcción, muchos prisioneros eran enviados a trabajar en la selva en la parte continental. Los castigos eran brutales, el cepo en donde los prisioneros eran encadenados de pies y manos en una celda oscura durante semanas en una “justicia” rápida y sin piedad. Les daban golpizas y torturas diarias y hasta aislamiento total en celdas minúsculas. Para muchos, la condena en la isla equivalía a una sentencia de muerte lenta. Incluso si un prisionero cumplía su tiempo, no podía regresar a Francia. La ley obligaba a los exconvictos a quedarse en Guayana Francesa por un tiempo igual al de su condena, sin dinero ni recursos para sobrevivir. Era prácticamente imposible escapar. Algunos intentaron construir balsas improvisadas, pero la mayoría murió en el mar o fue devorada por tiburones. Unos pocos lograron huir con la ayuda de pescadores locales o comprando su salida a los guardias corruptos que hacían actividades extracurriculares.
Puttana madonna, che ci dia i quatrini.
Era un refugio de pecadores.
La colonia penal fue cerrada en 1953 debido a la presión internacional y el escándalo que generaron los libros y testimonios de los sobrevivientes. Hoy, la Isla del Diablo es un sitio histórico, visitado por turistas, pero su pasado sigue siendo uno de los capítulos más oscuros del sistema penal francés. René Belbenoît es recordado como uno de los pocos hombres que lograron escapar con éxito de la Isla del Diablo. Su historia inspiró películas y libros sobre el sistema penitenciario francés y sigue siendo un testimonio de la resistencia humana ante la adversidad. El título de su libro hace referencia a la "guillotina seca" término que los presos usaban para describir su condena pues los mataban sin derramar sangre.
"Cada fuga es una lección, y cada lección te acerca más a la libertad"
Henry Charriere
"Dry Guillotine" es un relato crudo y realista de los horrores que Belbenoît y muchos otros prisioneros enfrentaron en la colonia penal. A lo largo de sus páginas, describe condiciones inhumanas con la falta de comida y agua potable, lo que llevaba a muchos a morir de desnutrición o enfermedades. El trato brutal por parte de los guardias, quienes golpeaban y torturaban a los prisioneros sin razón alguna. El trabajo forzado en condiciones extremas de calor y humedad. La falta de atención médica, que hacía que las heridas menores se convirtieran en sentencias de muerte. En una vida entre criminales RB describe la jerarquía dentro de la prisión, donde los convictos más fuertes y despiadados dominaban a los demás. La violencia era constante, y las traiciones eran moneda corriente. También escribe de los bagnards, que son los prisioneros que ya habían cumplido su condena pero no podían regresar a Francia y estaban condenados a vivir en la miseria en la Guayana. Uno de los temas recurrentes del libro son los intentos de fuga, tanto los suyos como los de otros prisioneros. Relata historias de fugas heroicas y otras que terminaron en tragedia. También explica las dificultades de escapar de la selva, donde muchos morían devorados por jaguares o caimanes, o simplemente sucumbían a la fiebre y el hambre. La parte más emocionante del libro es cuando narra su exitosa fuga en 1935, cómo logró salir de la isla con la ayuda de pescadores, su travesía a través de América Latina y su llegada a Estados Unidos. Aunque escribió otros libros después, Dry Guillotine sigue siendo su obra más importante y una de las mayores denuncias del sistema penitenciario de su época. RB vivió sus últimos años de manera discreta. Murió en 1959, pero su legado perduró, no sólo como un escape épico, sino también como una denuncia de las condiciones de los campos de concentración y el sufrimiento de millones de prisioneros en ese tipo de sistemas penitenciarios. RB estuvo en la colonia penal desde 1913 hasta su fuga en 1935.
"No hay nada más peligroso que un hombre que no tiene nada que perder"
Henry Charriere
Necesitan gran cantidad de dinero, porque con él se puede comprar su libertad cohechando a los guardias que están tan acostumbrados a eso y, así las autoridades recurren a fuertes purgantes para buscar el dinero que lleva en su estómago el presidiario, siendo ésta la única manera en que se le puede extraer, pues han fabricado unas càpsulas de metal como supositorios llamado plans, en donde guardan el dinero que poseen. Algunos asesinos matan al que saben que tiene uno y lo abren para sacárselo. Cada vez que defecan lo sacan, lo lavan para volverlo a introducir en el recto. Un reglamento médico prohibía terminantemente que las autoridades se valgan de purgantes para descubrir si el preso tiene más dinero del que le está permitido tener, pero a ellos les importa eso una rama de culantro. Cada preso lleva su plans porque el dinero significa su libertad y como no tiene una caja fuerte en que guardarlo, su cuerpo mismo le sirve para eso. Es increíble la vida de suplicios. La vida que se desarrolla allí es una vida completamente salvaje. Los presidiarios, por el intenso calor que hace y la lluvia que cae con frecuencia, andan semidesnudos. La ropa sale sobrando en aquel lugar infernal.
El noventa y cinco por ciento de los presos no se comunican con sus familias porque la correspondencia nunca llega a ellas, así es que se encuentran allí como almas perdidas, completamente desligadas del mundo. En la colonia donde son condenados a prisión perpetua centenares de hombres, no cuenta con una biblioteca. La religión no tiene cabida allí afortunadamente, porque ni falta hace como en ningún otro lugar. El presidiario está siempre frente a frente con su miseria y con los vicios, bajo una administración maquiavélica, cuyo lema es dividir para gobernar. El trabajo principal es cortar los árboles de la jungla, bajo la amenaza continua de ser mordido por las víboras, bajo un sol que quema y bajo la lluvia y con guardias armados respirándoles en la nuca. Los guardias y los administradores jamás se preocupan por los presidiarios. Cuando otro hijodemilputas Napoleón Tercero estableció el penal en la Guyana francesa, uno de sus ministros le preguntó: -¿a quién va usted a enviar para regir la colonia penal? El Monarca contestó -Hombres más van antes que ellos. El gobernador Juvanon en el prefacio que escribió al libro del Dr. lusseau que circuló con profusión en Francia durante 1932, dice -"Es una deshonra confesarlo, pero yo no creo que en toda la administración penitenciaria haya un solo hombre honrado.”
Malnutridos, medio vestidos, sufriendo las inclemencias de un clima inclemente
FRAGMENTO
Así, René Belbenoit, civil de veintiún años de edad, volvió a recorrer las calles de París. Pasó la primera noche en un hotel barato. A la mañana siguiente, bien temprano, comenzó a buscar trabajo. Firmó muchas solicitudes de empleo, aunque le dijeran que estaría al final de las listas. Cuando el día terminó y se dirigió al hospital para regresar a su casa con Renée se sintió como un pelagatos.
-Estaba disgustado por no haber hallado trabajo en seguida y atemorizado de que Renée me viera con mi traje abrami con ojos diferentes y que considerara que había hecho mal negocio fijándose en mí. Pero no sucedió nada de esto. Ella me dio ánimos. Me dijo que había muchos soldados de regreso buscando trabajo. Yo debía tener paciencia y todo se arreglaría. Pero pasaron diez días seguidos sin trabajo. Gastó todo lo que había ahorrado como soldado. Se apresuró a marchar a la ciudad de Besançon al enterarse de que el dueño de un restaurante necesitaba un lavaplatos. Ocho francos por día, comida y un cuarto era todo cuanto el hombre le pagaría. Durante diez días trabajó en la cocina llena de vapor procurando ahorrar toda moneda para formarse un capital. En la noche del undécimo día descubrió que en la caja del restaurante había una buena suma de dinero. -Miré los pocos francos que, sudando todo el día, había podido ahorrar. No me mantendrían vivo ni una sola semana. No bien vi que el administrador estaba ocupado en otra parte, llegué hasta la caja abierta, saqué el bolso de cuero y lo metí dentro de mi camisa. Afuera había una motocicleta. Salté a ella y corrí toda la noche por la carretera nacional. Por la mañana dejé la moto en las afueras de París y con cuatro mil francos en mi bolsillo inicié una recorrida haciendo compras. Compré dos trajes de buena calidad y los hice arreglar hasta que me quedaron perfectos. Compré camisas, corbatas, medias, ropa interior, zapatos y un sombrero. Compré también una valija y metí dentro todas las cosas que no pude ponerme encima. Fui a ver a Renée y durante un rato nos reímos juntos como lo habíamos hecho cuando yo era un soldado enfermo. Ella parecía muy feliz de que yo hubiera encontrado un empleo. Yo me había librado de mi terrible traje abrami que ahora lucía tan bien, me decía ella, con mis buenas ropas. Al día siguiente por la noche, me dijo, que yo tendría que ir a su casa para que su padre y su madre me dieran su aprobación. Pero yo tenía miedo. Lo que había hecho me pesaba más y más en la conciencia. Había cometido un robo. ¡Era un ladrón! La policía ya estaría buscándome. No quería que Renée se viera mezclada en esta ignominia. No quería que se enterara de que yo era un ladrón. Durante dos días no salí de la habitación del hotel. Al tercer día le escribí una carta diciéndole que había sido enviado fuera de la ciudad, y fui enseguida a la estación del ferrocarril. Tomé el tren para Nantes y me hice lo más pequeño e irreconocible que pude en un coche de tercera clase. En esa época del año, según me dijo Belbenoit, Nantes resplandecía de riquezas y elegancia. Con su certificado militar lleno de recomendaciones muy favorables, se presentó en una agencia de colocaciones que contaba con una clientela de la alta sociedad y a las tres horas de su llegada a ese lugar de temporada se lo consideró apto para lucir el uniforme de camarero en el Castillo Ben Alí de la condesa de d’Entremeuse “Cuando ahora recuerdo aquel momento de mi juventud, luego de los años de castigo por los que he pasado, no sé si fue o no ése el punto en que cambió mi destino. Pero creo que no. El momento del cambio de fortuna empezó el día en que mi madre abandonó a mi padre y se fue a Rusia. En el castillo pude haber encontrado un empleo digno y confortable y una buena oportunidad de desprenderme por completo de mi robo de Besançon. Sí, pude incluso haberme casado con Renée. La condesa de d’Entremeuse era una patrona bondadosa. Nadie estaba sobrecargado de trabajo, se producían frecuentes intervalos durante los cuales nos divertíamos en la playa y demás lugares donde se reunían otros empleados de la nobleza. Pero yo consideraba mis días transcurridos como criado en esa elegante mansión, y mi librea, como una desagradable penitencia. Mi descontento fue creciendo gradualmente. Hacía apenas un mes que yo estaba en el castillo cuando vi sobre el tocador de la condesa un estuche de cuero rojo que contenía sus perlas. También había un paquete de dinero, traído al castillo para pagar a los sirvientes al día siguiente. Tomé el dinero y las perlas, fui a las dependencias de servicio, me cambié de ropa y rápidamente tomé el tren para París. A la mañana siguiente, dos policías de civil se pusieron a caminar junto a mí cuando salí de la oficina de correos desde donde había despachado una carta a Renée pidiéndole encontrarme con ella en secreto en París. Ellos me anunciaron, entonces, que estaba arrestado…
NARRATIVA
Ésa era, me dijo Belbenoit, mientras volvía a envolver el manuscrito y los documentos que había traído de la colonia penal, la historia de sus primeros años de vida. De la cárcel fue llevado a la corte y sentenciado a ocho años de trabajos forzados en la Guayana Francesa. Poco tiempo antes, otros dos hombres habían comparecido ante la misma corte por graves delitos. Galmot, el Comisionado de la Guayana Francesa, acusado de haber planeado el famoso escándalo del ron, negociado que le había hecho ganar cuatro millones de francos; y Vilgrain, a quien se acusaba de haber obtenido seis millones de francos vendiendo al ejército pertrechos en malas condiciones. Ambos fueron absueltos. “Ante tan tremenda injusticia, Belbenoit comenzó a desafiar al juez que había dictado la sentencia. Pero dos robustos guardianes lo tomaron por los brazos y sin dejar que sus pies tocaran el piso, lo arrastraron rápidamente hasta la puerta de la habitación de los prisioneros. Allí lo dejaron caer al suelo y lo esposaron. René, que no tenía aún veintidós años, iba camino de la Isla del Diablo.
-Pero -le dije mientras él ataba fuertemente el hule que guardaba sus papeles- ¿por qué no me deja que envíe el manuscrito sobre su vida en la Guayana Francesa y sus documentos a los Estados Unidos donde estarán a salvo y donde podré encontrar un editor para su relato? Le resultará imposible obtener la libertad permanente. Se perderá en el mar o bien, al desembarcar en algún puerto enemigo, será arrestado y nuevamente enviado a Cayena. -Esta vez lo lograré -dijo Belbenoit. Voy a llegar a los Estados Unidos y me voy a llevar el manuscrito conmigo. Doce meses después me hallaba en las selvas de Panamá. Vi a un pequeño hombre con una gran red para cazar mariposas que caminaba por el sendero abierto en la selva delante de mí. Se detuvo un momento y me miró como si no pudiera resolverse a correr o a quedarse allí. Lo reconocí. “-¡René Belbenoit! -dije.- ¡Felicitaciones!
-¡No todavía! -me contestó. Panamá es sólo la mitad del camino a los Estados Unidos. Me ha tomado un año llegar aquí!
-¿Dónde están sus compañeros, los otros que estaban con usted en Trinidad? -le pregunté.
-Soy el único que todavía está libre.
No pude dejar de pensar, mientras contemplaba su delgado cuerpo y su rostro cansado, el hecho de que, durante todo ese año transcurrido -un año que para mí y para la mayoría de la gente en el mundo había sido de tranquila rutina- su vida debió haber sido una continua pesadilla. ¡Todo un año había necesitado para ir de Trinidad a Panamá! Nos sentamos delante de su refugio de paja para cazar mariposas, a muchos kilómetros de la civilización -diecinueve kilómetros según me dijo, de la aldea Chakoi en la que vivía con los primitivos indios. Nuevamente le pedí que me dejara llevar su manuscrito a los Estados Unidos, para salvarlo. -Usted no puede seguir arrastrando catorce kilos de papel a través de América Central. Todavía tiene que atravesar Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y México, países que ahora vigilan sus fronteras como halcones. No tiene salvoconductos. Es un fugitivo. Lo que intenta es imposible. Déjeme llevarle el manuscrito a los Estados Unidos para que se lo publiquen. Es un documento asombroso y un relato extraordinario. Tal vez los editores puedan ayudarle a lograr asilo y libertad permanentes.
-Gracias de nuevo -me contestó amablemente-, pero creo que puedo lograrlo. Quiero llevarlo yo mismo a los Estados Unidos. Los Estados Unidos son el país de los libres, ¿no es así? La Tierra de la Libertad. Yo he estado quince años en el infierno. Si puedo llegar a los Estados Unidos podré poner fin no sólo a mis sufrimientos sino al de miles de otros seres humanos. Si me capturan en alguna parte, si pretenden enviarme de nuevo a la Guayana Francesa, le enviaré el manuscrito… ¡Antes de suicidarme!
Pensé que no volvería a verlo; que el relato de la crueldad del hombre para con el hombre que él había escrito penosamente durante quince años de tortura, estaba perdido para otros lectores, perdido en la selva o en el mar, que serían también la tumba del autor. Pero estaba equivocado. René Belbenoit, después de veintidós meses de luchar como un superhombre y de tener muchas aventuras asombrosas, finalmente llegó a los Estados Unidos. Atravesó la frontera en harapos, pero su manuscrito estaba siempre bien guardado por su envoltura de hule.
Su libro, Guillotina Seca comienza con su exilio de la sociedad y la civilización. Es la historia de la Isla del Diablo; de las islas Real y San José; de Cayena, la capital de la colonia del pecado; de los libérés que viven como chacales; de hombres que enloquecen en oscuras celdas solitarias; de una vida más terrible que la muerte y de muertes más espantosas que cualquier ficción. A los treinta y ocho años de edad, terriblemente enflaquecido, casi ciego, sin dientes, consumido por el escorbuto y destrozado por la fiebre, es posible que no tenga muchos años más de vida. Dice que espera que la publicación del libro logre una sola cosa. Espera, con todo su corazón, que su libro obligue a Francia a suprimir la Guayana Francesa y el envío de más seres humanos a ese lugar para sufrir… en la Guillotina Seca.
WILLIAM LA VARRE
Miembro de la Real Sociedad Geográfica
Club Harvard. Ciudad de Nueva York. Navidad de 1937
FIN
sergiodeleonlopez